¿Mucho malo o poco bueno?

Escribir en blog hace que te puedas plantear algunas preguntas al respecto. Una que considero muy importante es la de: ¿Es mejor escribir basura o mejor dejarlo para cuando la inspiración se mueste más propicia? Cuando hablo de basura, me refiero a lo que nuestros ojos aprecien como tal. Porque cuando escribes, siempre te quedará la sensación de que lo que has hecho tiene cierto valor, aunque sea éste negativo. Hay días que firmo y me siento grande. Otras veces veo las repeticiones por todas partes, el lenguaje impreciso, no creo que sea nada bueno lo dicho. Y hay otras muchas que no resistes a la segunda lectura y en dos teclazos ya has borrado todo el texto, ahorrándote el desgaste de pulgares que antes suponía romper la hoja de papel.
Por supuesto, lo que uno diga siempre puede parecer malo a los ojos de otros, en algunos casos esta opinión será más valida que la nuestra. En otros, menos, en otros casos más, dará igual. Contra eso nos hemos de resignar porque estamos hechos de unas circunstancias y una técnica que tienen unas limitaciones contra las que podemos luchar, pero contra las que no podemos ganar. Pero aún creo que no es tan importante lo que otros opinen comparado con lo que nosotros pensemos de nuestro texto, de su calidad o falta de ella.
A mí, siempre me asalta la duda de si merece la opinión publicar un texto del que no estamos orgullosos, o del que no estamos del todo satisfechos, o que directamente nos desagrada, ante la opción de esperar hados más propicios. Mi postura es bastante clara, hay que dignificar el trabajo, tratar de evitar lo innecesario. Pero siempre me queda la duda de si esta postura será la idónea o no.
También, cuando leo a otra gente, me pregunto si ellos optan por la calidad o la cantidad. En algunos casos es evidente: abundantes errores ortográficos apuntan a que ni siquiera el texto ha sido leído antes de ser publicado. Otras veces veo fluctuar entre textos muy buenos y otros muy malos. También los silencios se notan, semanas sin un post hacen pensar en épocas de desinterés informático o de apatía de las Musas con minúscula. Supongo que aparte de las consideraciones evidentes de que hay que intentar hacer un trabajo de tanta calidad como sea posible, no debemos olvidar que Internet tiene sus reglas propias, y a ellas también hay que atenerse.
La naturaleza de las páginas Web es totalmente sui generis. Aunque el formato del blog se aproxime al de la publicación periódica, no deja de tener la peculiaridad de su absoluta libertad de horarios. Esto hace que pueda escribirse un post a la semana, o tres en una hora, o ninguno en un mes. Y a su vez provoca que el desinterés de los seguidores de la página, si es que los hay, dependa de esta regularidad. Cuando sé que una página se renueva con frecuencia, acudiré a ella a buscar los contenidos con bastante asiduidad. Si sé que cambian contenidos de higos a brevas, acabaré olvidándome de la existencia de la misma.
Es por ello, que debemos tener un compromiso de escribir con cierta asiduidad, so pena de perder seguidores. Porque ellos son el alma verdadera de la página, los que hacen que lo que uno tiene en la cabeza, salga de ella.