El suicidio más extraño de la historia

Siguiendo con esta serie de artículos sobre la muerte por suicidio, hay un suicidio especialmente famoso en la historia del cine. Es el que se narra al comienzo de la película Magnolia. Como preámbulo a la muy interesante historia de la película de Paul Thomas Anderson, el director cuenta un caso verídico realmente sorprendente:

El 23 de Marzo, Ronald Opus se encontraba en la terraza de un edificio, dispuesto a saltar al vacío para acabar con su vida. Mientras caía al vacío, en su recorrido descendente por la 9ª planta, un disparo fortuito que se produjo a través de una ventana, acabó con su vida.

El suicidio no habría tenido éxito, porque pocos metros más abajo, había una red de protección en la 8ª planta que habían instalado unos limpiacristales.

La investigación, determinó que en la ventana desde donde se produjo el disparo, vivía un matrimonio mayor. El hombre amenazaba con disparar a la mujer con una escopeta mientras mantenían una riña. Estaba tan enfadado que, sin darse cuenta, apretó el gatillo, sin apuntar a la mujer. La bala perdida por la ventana sería la que mataría al suicida.

La situación legal es incierta. Por un lado, el hombre quería suicidarse. Pero por otro, su suicidio nunca hubiera tenido éxito, así que podía pensarse en un homicidio accidental.

Sin embargo, la investigación continuaba. El hombre que disparó afirmaba que el arma siempre estaba descargada, que no sabía qué había ocurrido. Su mujer confirmó sus palabras: el hombre acostumbraba a apuntarla con un arma descargada, como rutina dentro de sus habituales discusiones.

Después se supo, por un testigo, que el hijo de este matrimonio había cargado la escopeta, aproximadamente seis semanas antes del fatal accidente. La investigación puso al descubierto que la mujer había dejado de mantener a su hijo económicamente y este, conociendo la propensión de su padre a amenazar con la escopeta, cargó en arma con la esperanza de que su padre disparara a su madre.
La decepción del hijo, al ver día tras día como su padre nunca apretaba el gatillo, llevó al hijo a saltar desde la terraza de este edificio de diez plantas, para acabar muriendo por un disparo de bala, a través de la ventana de un piso en la 9ª planta.

El forense determinó que la causa de la muerte había sido suicidio.

Esta narración, que el director de Magnolia dio por cierta, circuló por Internet como tantos otros bulos. Según narran en Snopes ( página especializada en desvelar la verdad sobre leyendas urbanas de Internet ) la historia es falsa.

El 1987, el forense Don Harper Mills, que teóricamente había presentado la historia como cierta en un Congreso de la Academia Americana de Ciencias Forenses, nos cuenta la verdad de la misma:
Se me ocurrió la historia en 1987, para presentarla en la reunión, como forma de entretenimiento y para ilustrar cómo cambiando unos pequeños detalles las consecuencias legales se ven completamente alteradas.[…] En los últimos dos años he recibido unas 400 llamadas telefónicas sobre el tema – escritores, periodistas, estudiantes de leyes, incluso profesores de derecho que quieren incluir la historia en sus libros de texto.

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Saltar por un puente

Alguna gente cree que saltar por un puente para suicidarse es una forma limpia y pura de terminar con tu vida, como ir a unirse con los ángeles, dice el oficial Ken Holmes.
Pero no es así. La siguiente descripción, bastante desagradable por cierto, cuenta cómo es la muerte de los que deciden suicidarse saltando por un puente. No apta para estómagos sensibles.
La fuente es este artículo del que hay un resumen muy intenso y descriptivo en Rotten.com. Realizo la traducción de dicho resumen:

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El suicidio en el mundo

En las reuniones entre jefes de gobierno no se puede hablar de dinero. Nadie se ríe del presidente de Afganistán, porque su país sea el 185º más pobre de los 192 que componen el mundo. Es algo que difícilmente pueden cambiar.
Sin embargo, hay una estadística tremendamente desagradable para los gobernantes: la de los países con mayores índices de suicidio.
En mi opinión, se entiende de forma equivocada que un país con una elevada tasa de índices de suicidio es un país donde se vive mal. No hay más que ver la gráfica para darse cuenta que países supuestamente prósperos ocupan lugarse significativos entre las primeras posiciones y países paupérrimos ocupan los últimos lugares de la tabla:

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Suecia y el suicidio

Siempre que alguien habla de las excelentes condiciones de vida de Suecia salta uno que dice que tienen el índice de suicidios más alto del mundo. Es la brusca forma de ser de los españoles, que razonamos del siguiente modo: Si los suecos veranean en España y los españoles no van a Suecia, será por algo.
Sin embargo, conozco a algunos españoles que han estado en Suecia, entre ellos yo, y no conozco a ni uno solo que no diga maravillas de ese país.
A los suecos les ofende ese injusto sambenito de los suicidios. En la página oficial del país, lo aclaran:

Cuando nosotros, los suecos, viajamos por el mundo, solemos encontrarnos con gente que, en un principio, parece no tener ninguna idea determinada sobre nuestro país. Sin embargo, al poco tiempo, resulta generalmente que sí que tienen algunas convicciones, pocas, pero muy firmes. Y suelen ser las mismas viejas y míticas imágenes de Suecia: un país criptocomunista poblado por osos polares, rubias tontas pero complacientes y suicidas melancólicos y bebedores. Da la impresión de que esos tópicos se reproducen de forma autónoma, así que lo mejor es “desenmascararlos” uno a uno:

  • Suicidio. Este es un mito terco, sin base alguna en la realidad. La verdad es sencillamente que Suecia fue el primer país que comenzó a llevar estadísticas honestas sobre suicidios (un tema aún tabú en el mundo católico y en otras partes). En realidad, también en este campo solemos quedar en puestos bajos en comparaciones internacionales.
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    Algunas muertes sorprendentes

    Este artículo sobre muertes sorprendentes de Wikipedia ( en inglés ) no tiene desperdicio. Extraigo algunas increíbles:
    1911: Jack Daniel, fundador de las famosas destilerías de whisky de Tennessee, murió por una infección en un herida del dedo gordo del pie, que se provocó al darle una patada a su caja fuerte, enfadado porque no recordaba la combinación secreta.
    1923: Frank Hayes, jockey, sufrió un ataque al corazón durante una carrera de caballos. El caballo, Sweet Kiss, llegó el primero a la meta, haciendo de Hayes el único jockey muerto que ha ganado una carrera.
    1941: Sherwood Anderson, escritor, se tragó un palillo de dientes en una fiesta y murió de peritonitis.

    La muerte de Kurt Gödel

    Kurt Gödel fue uno de los tres matemáticos más importantes del siglo XX. Su Teorema de Incompletitud es considerado “el descubridor de la verdad matemática más significativa de este siglo”. A diferencia de la teoría de la Relatividad de Einstein, que tuvo aplicaciones inmediatas, el alcance del resultado de Gödel necesitará de un avance de la ciencia tal que nosotros no lo podremos ver.
    De forma esquemática y tal vez inexacta, el teorema dice que

    “Existen cosas que son ciertas y que no pueden probarse o bien existen cosas que pueden probarse y no son ciertas”.

    Él lo demostró para el conjunto de los números naturales – uno de los más sencillos y mejor conocidos, el conjunto formado por los números 1,2,3,4…
    Si extendemos el resultado a cualquier área de conocimiento, sería una especie de justificación de la existencia de “verdades que escapan a la ciencia”. Esa extrapolación no es el objetivo de este post.

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    Soria y el suicidio

    Según la Estadística del Suicidio en España 2003, del Instituto de Estadística, en Madrid se suicidan 25 personas de cada millón de habitantes. En Barcelona son 63 por cada millón.
    Si ordenamos las ciudades por orden decreciente en el número de suicidios, la segunda es Lugo, con 89 personas por cada millón.
    A una enorme diferencia está la primera: Soria. 204 suicidios por millón de habitantes.

    Crimen Perfecto

    Una historia, ante todo trágica, pero que demuestra lo sorprendente que es el mundo. Un muerto arrastra al más allá a dos familiares. Ni Borges ni Highsmith imaginaron tan macabra historia:
    Dos hermanos mueren ahogados cuando arrojaban al mar las cenizas de un familiar
    Dos hermanos de 23 y 36 años murieron ahogados en el norte de Gran Canaria cuando arrojaban al mar las cenizas de un familiar durante una ceremonia fúnebre, según informó la Guardia Civil. El suceso tuvo lugar ayer por la tarde en el paraje conocido como Las Salinas, en el municipio de Arucas, en una zona de acantilados donde los familiares y amigos de un joven fallecido por causas naturales se había congregado para echar sus cenizas al mar.
    En ese momento, un golpe de mar arrastró al agua a tres personas, dos hombres y una mujer, que cayeron en una zona rocosa con fuerte oleaje. La mujer, Pino G.P., de 34 años, fue rescatada por ‘Sandokan’, un empleado del Ayuntamiento de Arucas que se dedica a labores de salvamento en el norte de Gran Canaria. El especialista acudió en su barca en ayuda de los náufragos.

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    La muerte

    Creo que uno de los temas más fascinantes de los que se puede hablar es la muerte. Me resulta tremendamente interesante todo lo relacionado con ella. Especialmente intrigante me parece la fascinación que se siente hacia ella, de forma inconsciente, en los medios de comunicación.
    Si lo pensamos, la gran mayoría de las noticias giran en torno a la muerte. Los accidentes de tráfico no mortales pasan sin pena ni gloria. Al citar un terrible accidente, la dimensión de la tragedia la aportan los muertos. Recientemente, oía como los expertos se preocupaban porque en España teníamos muchos menos accidentes de tráfico que en Alemania, y sin embargo los aplastábamos en el número de víctimas. Y es que la prevención del accidente no es la misión, sino el evitar muertos. No mueras, por amor de Dios. Incluso recuerdo que un día fue noticia porque no había muerto nadie en accidente de tráfico, por primera vez en varios años. Parecía como si los periodistas se sintieran defraudados, como cuando el Real Madrid empata sin goles en casa, queremos que la racha sea infinita, queremos más muertos.
    El fracaso de la invasión americana de Irak se expresa en múltiplos de cadáveres. El doble de muertos en la posguerra que en la invasión. Casi el triple. Los miles de heridos, que arruinan sus vidas, no cuentan. Solo muertos y más muertos.
    Si me atracan en la calle, me roban el dinero, el móvil, las tarjetas de crédito, las llaves, lo pasaré mal. Puedo poner denuncia, pero sé que nadie se encargará de investigar. Sin embargo, si un barco naufraga, tal vez dos docenas de guardias civiles busquen el cadáver que falta como si les fuera la vida en ello. ¿Para qué, cuando se sabe que se está muerto? No solo nos fascinan los muertos, queremos ver el cuerpo. A efectos legales, en cierto modo, una persona no está muerta si no hay cadáver. Un asesino al que no le encuentren los cadáveres quedará impune, aun cuando testificara en su propio perjuicio. El seguro de vida no se cobra sin fiambre. La familia no descansa hasta que sabe que su hijo desaparecido se ha convertido en un montón de huesos viejos encontrados por casualidad en unas obras.
    ¿Por qué ese interés por la muerte? ¿Por qué morir es más importante que vivir? Es más trágica la muerte de Marco Pantani que la vida que tuvo tras las sanciones de dopaje. Recordamos los aniversarios de la muerte, en periódicos, dando conciertos, reeditando libros. Pero nadie recuerda los hechos de los vivos. Preguntamos quién murió, o nació, tal día como hoy. Nadie quiere saber que se inventó, que se creó, cómo se vivió.
    Y es que nos gusta la historia cerrada, el final a la americana, el borrón y la nueva cuenta. Queremos la cifra exacta de muertos bajo las torres gemelas. Para poder olvidar más fácilmente, para no preocuparnos, para saber que al menos tendremos garantizado un día de fama, aun cuando no estemos para disfrutarlo.