The rest is noise

Dependiendo del gusto personal, la música clásica tiene un punto final. Este puede estar en el barroco, en el romanticismo, en Mahler, en Stravinski o hasta en Bartok. Y el resto de la música compuesta adquiere la categoría de matraca. El resto es puro ruido.
Bajo este punto de vista, lo más normal es abandonar la música contemporánea en algún punto. Y no es algo falto de lógica, es que mucha música es simplemente ruido. He estado en alguno de esos estrenos mundiales y ves al público que no sólo no está disfrutando, sino que está deseando que se acabe. No es que no guste, es que desagrada.
Hay casos en que sin embargo es cuestión de entrenar el oído. Y merece la pena el entrenamiento. Plantarse antes de Bartok es un gravísimo error.
Como preguntaban en los comentarios de otra entrada, hay un desconocimiento sobre autores del siglo XX (digamos posteriores a 1950) que hagan música que se pueda oír. Y que no deje de ser música contemporánea. Porque pirados que sigan haciendo conciertos barrocos, siempre habrá.
Una excelente ayuda puede ser este artículo de Metafilter. No merece la pena que saque los nombres propios en forma de lista.
Si alguien no entiende inglés, puede saber que aquellos pares de palabras que empiecen ambas mayúsculas son nombre y apellidos de compositor. Lo siguiente es buscar ese nombre en Youtube para ver qué hay de ese autor. Y si no suena demasiado mal, pues al Emule con él.
La lista es muy interesante y completa, de algunos no había oído siquiera su existencia. Yo sólo añadiría dos nombres que no mencionan en ese artículo, de mi experiencia propia: Olivier Messiaen y Osvalod Golijov.
En todo autor contemporáneo hay una de cal y otra de arena. Algunas piezas son muy raras y otras muy sencillas, como ocurre con las primeras obras de Gorecki (raras) y las últimas (sencillas).

Nota: The rest is noise (Lo demás es ruido) es el título de un blog y un libro de Alex Ross, el comentarista de música clásica del New Yorker. Ambos son referencias excelentes para aprender más sobre la música clásica del siglo XX y el XXI.

Compositores contemporaneos

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Un gráfico muy interesante, que me ha costado un poco conseguir. De él hablan en este interesante artículo del New Yorker, escrito por Alex Ross, autor de uno de los mejores blogs sobre música clásica. El artículo es una especie de opinión conjuntada de dos libros de reciente publicación:

En estos dos libros se trata sobre la formación del concierto de música clásica. Cómo lo que era un lugar festivo en el que charlar, comer y ligar con buena música de fondo se convirtió en un sitio donde hasta toser está mal visto.
El culpable de todo no es otro sino la burguesía, que con estos códigos de conducta se apoderó del espectáculo musical, dejando de lado a aquellos que no fueran capaces de seguirlos.
Como dato curioso, quizás lo que más, es la gráfica de más arriba, que he obtenido del primero de los libros antes citados. Es el porcentaje de piezas de compositores ya fallecidos que se programaban en tres de las principales ciudades del mundo musical europeo: Paris, Leipzig y Londres.
Como puede verse, conforme el concierto se iba encorsetando en la forma que ahora conocemos, se iban descartando más y más a los autores de la época, en beneficio de los compositores del pasado. En la época de Tchaikovski, Verdi y Brahms se reponía más a autores como Beethoven y Mozart.
La situación ahora es aún más exagerada. Si no fuera por los compromisos de premios y los amiguismos con compositores, apenas si se programarían piezas contemporáneas. Es más, si se le dejara votar al público no se estrenaría ni una sola.

Podcast de Radio Nacional

Por fin Radio Nacional está sacando podcast de algunos de sus programas. En particular hay muchos de música clásica, y uno de ellos es ¡El mundo de la fonografía! Desde aquí intenté crear un podcast de El mundo de la fonografía, pero sin éxito.
Eso sí, en versión reducida pero bastante completa (70 minutos el episodio). También merece la pena oír al menos una vez en la vida el programa Ars Sonora, para ver lo desmadrada que está la “Música Clásica experimental”, o lo que es lo mismo, las matracas más extrañas que hayas podido oír en toda tu vida. Por ahora el podcast no tiene entradas, pero está puesto en la lista así que será cuestión de tiempo.
Delicatessen es otro buen programa, con piezas cortas y sencillas, además de amplias explicaciones.
En general merece la pena perder un rato y probar algunos de estos podcast. Es fácil. Y es gratuito.

Versiones Comparadas

Al final en el artículo sobre “Versiones Comparadas” (Radio Clásica, Jueves de 13:00 a 14:00) apenas si hablé sobre el propio programa. He estado oyendo mucho el último que se emitió así que tengo ganas de comentar más al respecto.
Como ya dije anteriormente, es un programa que escoge una obra musical y en que el locutor, algo más que una voz que lee sino también el guionista y la persona que escoge las obras, se dedica a decidir cuáles son las mejores versiones que se han grabado sobre dicha pieza musical.
Inevitablemente este programa nos lleva a la comparación con el busque, escuche, compare… de Clásicos Populares (Radio Clásica y Radio 1, de lunes a viernes de 15:00 a 16:00). Clásicos Populares es un programa que puede describir despectivamente como de “Música para amas de casa”. No se le puede descalificar sin más por cuanto lleva décadas en antena y ha hecho mucho bien por la difusión de la música clásica.
Pero la sección en que sen comparan versiones de Clásicos Populares es la antítesis del programa que presenta Ángel Carrascosa.
La primera es populista y democrática: el presentador, dicharachero hijo de un famoso director de orquesta, expone algunos fragmentos de las versiones más selectas que existen sobre una pieza musical. Luego los oyentes llaman al programa y votan sobre cuál es la versión que más les ha gustado. Al terminar se erige un vencedor y se lee quiénes eran los intérpretes de cada una de las versiones.
Muy social y “rollo 2.0” aunque llevan años haciendo lo mismo y lo cierto es que a la gente le encanta el formato.
La alternativa de Versiones Comparadas es absolutamente dictatorial: un tipo al que no conoces de nada ha decidido por ti qué es lo bueno y qué lo malo. La mejor versión la oirás entera. De las malas, ni una nota. De las interesantes, algunos fragmentos.
Los que se han criado en Internet pensarán que ese sistema es de otra época y no sirve de nada. Pero ahora viajemos en el tiempo, veamos lo que sucede entre bambalinas:
Fernando Argenta, para sus Clásicos Populares, va a la mediateca de Radio y Televisión Española. Escoge cuatro o cinco versiones que tengan buena pinta: Karajan, Carreras, Yo-Yo Ma, Martha Argerich, gente que suena bien.
Fernando no tiene que hacer más, las presenta al público y este decide. Luego lee los intérpretes. Eso es todo.
Ángel Carrascosa también se va a la mediateca. Pero antes ha pasado por la biblioteca y ha recopilado el listado completo de las versiones existentes en el mercado. Muchas son antiguas y puede que la calidad del sonido no sea óptima. Algunas serán difíciles de conseguir o directamente imposible. Va al archivo de Radio Nacional y se las lleva todas a casa.
Ahora le toca la difícil tarea de escucharlas una a una. Se sentará en el sofá del salón, si no hay niños correteando y tendrá que prestarles atención de principio a fin. Las versiones muy malas pueden cortarse tras cinco minutos de audición, pero normalmente los malos intérpretes no tienen opción de grabar discos (sólo en música clásica) así que a todos se les debe dar una oportunidad.
En el caso de la pieza que estuve oyendo, los Cuatro Últimos Lieder, de Richard Strauss (un músico tan grande que ni se le pudo echar en cara que fuera amiguete de Hitler), el futuro locutor ha tenido que oír más de veinte versiones. Si cada versión son 15 minutos y sólo se oye una vez eso ya son 5 horas de audición, con el detalle de que la fatiga de oír una y otra vez la misma pieza exige paradas frecuentes.
El veredicto de Ángel Carrascosa es implacable: la versión de cierto director famosísimo es anticuada, impropia de un músico de tanta categoría. Una soprano es demasiado estridente. Los violines de la orquesta un poco apresurados, a la otra cantante le falta talla.
En Versiones Comparadas se ha hecho un trabajo profesional. Puedes no estar de acuerdo con la decisión del realizador, pero aprecias mucho su trabajo. En Clásicos Populares tienes una cosa entretenida, pero de poco valor.
Después de oír todas las versiones, con espíritu crítico, puedes atreverte a desechar una en que el director es Herbert Von Karajan, o que la cantante es Monserrat Caballé. Y hay que tenerlos muy bien puestos para criticar la dirección de Karl Böhm: amigo personal de Richard Strauss, experto en la música del compositor alemán y encargado de muchos de sus estrenos. Si tomas un puñado de CDs de la videoteca esas tres versiones seguro que irían en el manojo.
Y luego, dar como la mejor versión a una en que tanto la orquesta, como el director, como la cantante, no son primerísimas figuras -aunque sí excelentes, la soprano Reneé Flemig, el director Christoph Eschenbach, la Orquesta Sinfónica de Houston – es una muestra de gran juicio. A mi eso me vale mucho más que los que recomiendan lo evidente y lo probable.
No todo son descalificaciones. Los adjetivos positivos son mayoría y son difíciles. Decir “es muy bonita esta versión” es simple pero destacar entre las de dos primeras espadas lo que hace resaltar a una de otra es tarea harto complicada. Me quedo con una valoración: admirablemente cantada y prodigiosamente dirigida.
Hacen falta más contenidos como estos. Tras un programa de hora escasa se ocultan muchas horas de trabajo de un profesional de gran valía. Luego puedes disentir de las valoraciones del presentador, pero entiendes su postura o tratas de entenderla, porque es una opinión que aprecias por todo lo que tiene detrás. A mi la anecdótica votación comandada por jubilados forofos de la zarzuela no me aporta nada.
Habrá quien piense que la democracia tiene que invadir todos los espacios de la humanidad y que todo mejorará gracias a ella. No siempre es asín. Si pensamos en el artículo de la Wikipedia sobre los Cuatro Últimos Lieder veremos que nunca podría darse una valoración sobre las distintas versiones grabadas. Eso no cumpliría los estándares de calidad y sería descartado. Pero esa sería la diferencia. Ese dato haría el artículo algo realmente valioso. La entrada sobre Renée Flemig indica en su discografía esa grabación de Strauss, pero la enumera en una lista sin decir que es portentosa, y primus inter pares, por el contexto sólo podría deducirse que es uno de los primeros discos que grabó.
De hecho el artículo alemán sobre esta pieza tiene la horrorosa sección de las “Grabaciones realizadas por Famosos” (Bekannte Aufnahmen) en la que se cita a la principal de Elisabeth Schwarzkopf, Radio-Symphonieorchester Berlin, George Szell (el año auténtico es el 1966 no el 1965) pero se ignora a los en su momento casi desconocidos Eschembach y Flemig.
La opinión de una persona a veces vale mucho más que las decisiones consensuadas de la masa. Y cada cosa en su contexto.

El mundo de la fonografia Podcast

Ya se había hablado aquí anteriormente sobre el programa de Radio Clásica El Mundo de la Fonografía.
Presentado por José Luis Pérez de Arteaga, se emite los sábados y domingos de 16:00 a 19:00 desde hace por lo menos 20 años. Es posiblemente el mejor programa de música clásica que se puede oír en español y salvo para los eremitas, el horario de emisión es harto complicado.
Para quien tenga la duda, la sintonía de inicio del programa El Mundo de la Fonografía es la banda sonora de la película Rebeca (dirigida por Alfred Hitchcock) compuesta por Franz Waxman.
Dado que Radio Nacional todavía no emite podcast, supongo que por cuestiones técnicas que no porque sientan que este formato no tiene futuro, una inmensa minoría de gente añorábamos poder cargar estos programas en el reproductor de mp3 y oírlos cuando nos diera la gana. Y como la música clásica es marginal, nadie parecía dispuesto a hacerlo.
Asín que me ha tocado a mi. El asunto es el siguiente: en la medida de lo posible, iré colgando los programas de sábados y domingos en el Emule. Cada vez que suba un nuevo programa, pondré un comentario en esta entrada con el link del Emule. Porque aunque los subiré casi todos, cuando tenga el ordenador apagado no será posible realizar la grabación, así que habrá algunos que se perderán.
Si quieres suscribirte a esta especie de podcast basta con que te suscribas a los comentarios de este artículo (envías un comentario cualquiera, rellenas con tu correo electrónico real y checkeas el campo “Quiero recibir un email cuando alguien incluya un nuevo comentario.”). Con eso, cada vez que suba algo tendrás un email y con solo pinchar en el elink, teniendo el Emule abierto, comenzarás a descargarlo.
Tecnológicamente funciona del siguiente modo: uso el programa Replay AV 8, que casualmente encontré en el Emule. He estado comparando numerosas alternativas, empezando por las gratuitas y la mayoría no grababan bien, o tenían un funcionamiento complicadísimo. Este programa es muy natural: indicas qué emisoras quieres grabar, que días de la semana y a qué horas. Y ya está, si lo tienes abierto cuando llega esa hora, se pone a grabar sin más y cuando llega la hora de fin del programa, termina la grabación.
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El Replay AV 8 graba en un formato de sonido de Windows, pero el mismo programa viene con un conversor a mp3 (Replay Converter) que te permite realizar la conversión de forma automática, como una propiedad de la grabación. Así, tras configurar el programa, basta con tenerlo encendido y hace todo el trabajo sucio, sólo te queda subir los mp3 al reproductor.
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Cuento todo esto porque si alguien se anima a hacer lo mismo, habrán más episodios de El Mundo de la Fonografía disponibles para la gente. También para el que quiera aprovechar para grabar otras emisoras de radio y otros programas.
Para el que quiera configurar grabaciones automáticas de Radio Clásica, la url es: http://www.rtve.es/rne/audio/RNEclasica.asx
El podcast viene del siguiente modo: El programa dura 3 horas y me parece una barbaridad generar un fichero mp3 de tal duración. Tienes que oírlo todo seguido, no puedes alternar con otras músicas salvo que quieras volver a empezar desde el principio. Así, he decidido partirlo (con el mismo programa Replay AV 8) en pistas de 15 minutos cada una. El problema es que el programa no hila muy fino y algunos trozos de música se oyen al final de una pista y al comienzo de la siguiente.
Para quien lo prefiera, hoy he empezado a grabar el programa también en una única entrada. Total, es gratis.
Junto con el programa en mp3, incluyo el texto del boletín de programación de Radio Clásica con el contenido del mismo. Para los coleccionistas. Y como no me gusta anunciar cosas que luego no voy a ser capaz de continuar, primero me he grabado un mes de programas antes de hacer este anuncio de publicación.
Un pequeño problema: El programa suele ser de 16:00 a 19:00, pero es relativamente frecuente que vea acortada su duración por retrasmisiones especiales. Así, algunos de los podcast tendrán una hora o dos extra de el inicio de otro programa. Además, como no siempre empieza a las 16:00 en punto, también se oye el final del programa que le antecede. Si me dedicara a quitar esas partes perdería el tiempo suficiente como para aburrirme y no hacerlo habitualmente. A mi no me molestan estas pequeñas cosas.
Otra cosa: esto no es un thriller. Da igual oír los programas de hace diez años, son tan interesantes, o tal vez más, que los actuales. No importa lo que se oiga, cada programa es independiente de los otros.
Por favor, si no vas a oír el programa, algo más que razonable, te agradecería que te lo descargases igualmente del Emule. Esto no es Lost en inglés y Alta Definición y si se consigue que haya al menos dos fuentes de las que descargar ya será todo un récord. Total, no ocupa casi nada. Gracias.
Nota: Este no es un programa de iniciación a la música, normalmente las piezas serán muy modernas y a veces verdaderas matracas.
Cuestiones legales: No gano nada con esto. No hay publicidad ni mi nombre sale por ninguna parte. El programa de radio no tiene publicidad y no pierde audiencia. Lo emite la Radio Pública, que a su vez trasmite por streaming y P2P toda su programación. Esto tiene que ser 100% legal .
Mundo Fonografia Apr 26 2008.zip
Mundo Fonografia Apr 20 2008.zip
Mundo Fonografia Apr 13 2008.zip
Mundo Fonografia Apr 12 2008.zip
Mundo Fonografia Apr 06 2008.zip
Mundo Fonografia Apr 05 2008.zip
Mundo Fonografia Mar 30 2008.zip
Mundo Fonografia Mar 29 2008.zip

Abono de la Orquesta ORTVE

Este viernes terminaba la temporada de conciertos de la Orquesta de Radio Televisión Española. Como para tanta otra gente, uno de mis propósitos habituales era “ir más al teatro”. Pero por una cosa o por otra siempre se acaba dejando de lado, como para tantos otros propósitos.
Así, para forzarme un poco, me aboné el año pasado a los conciertos de la Orquesta de Radio Televisión Española (ORTVE). El abono no es más que una compra de todas las entradas para la temporada. Las entradas no tienen tu nombre así que se pueden revender o dar a un amigo. La compra de todas las entradas tiene la siguientes ventajas:

  • Sólo tienes que ir a taquilla una vez
  • Obtienes un descuento del precio de cada una de ellas por separado, como un 10%
  • Siempre te sientas en la misma silla (esto también puede ser una desventaja) eso te identifica con el territorio y te hace sentir más cómodo, como si estuvieras en tu casa

Aparte, los abonados tienen la opción de algunos conciertos gratuitos, para los que sólo hay que recoger la entrada en taquilla.
Los abonos de esta orquesta dividen la temporada en dos partes, conciertos “A” y “B”. Se van dando en semanas sucesivas, por lo que el que se abone a uno de las dos series, sólo tiene que ir al teatro cada dos semanas. Creo que es una medida racional; si se va cada semana puede convertirse más en una obligación que en un placer.
A modo de resumen y para el que le pueda interesar, cuento la experiencia en general.
1) Público. Como ya expliqué en otro artículo, es gente entre mayor y muy mayor. No me gustan demasiado los abueletes y no abundaré más en el tema. Sin considerar la edad, la gente no es especialmente educada. He visto a gente cambiarse de sitio (algo muy habitual en cualquier espectáculo; compras la entrada barata y te mueves al asiento caro) una vez ha empezado la música. Esto puede ser de tener más o menos educación, pero en música clásica es una desfachatez. Hay que respetar a los músicos, más que al resto del público, pues están en un estado de concentración muy intenso y una distracción de ese tipo le puede descentrar por completo y eso puede significar que comentan errores y esto a su vez a que pierdan su puesto en la orquesta – y con él su trabajo.
Como sólo estoy abonado a la mitad de los conciertos, cuando tocaron la Sinfonía nº9 de Beethoven compré entrada aparte. Al hacerlo en el último momento me tocó en el “gallinero” (visibilidad reducida + de lejos + sillas apretadas + calor). Allí lo cierto es que la vergüenza estaba por completo olvidada. Hubo gente hasta a la que le sonó el móvil ¡Y respondió!
A los que les parezca que soy quisquilloso, que lo soy, deben entender que la música clásica no es como el cine. En el cine, muchas veces, vas a una película de estreno y quieres enterarte de lo que ocurre. En la música clásica vas a una película que ya has visto mil veces. Quieres oírla con calidad de sonido, pero también es sobre todo una experiencia. Es muy infrecuente eso de “escuchar música”, normalmente se oye mientras se hace otra cosa. Pero estar simplemente escuchando es una experiencia gratificante que puede romperse con cualquier distracción.
2) Orquesta. La Orquesta de RTVE es una orquesta excelente. Son buenos músicos, la calidad de sonido del teatro es bastante buena. Traen a solistas de talla mundial. Los directores, Adrian Leaper es el titular, suelen ser de prestigio internacional. Sólo se puede hablar bien de los músicos de esta orquesta.
3) Taquilla. El personal de las taquillas del teatro es lo peor del funcionariado en España. Aplican el horario al milímetro, te pueden cerrar la taquilla a las 18:59:59 con un único cliente esperando ser atendido. Atienden de mala gana, hablan por teléfono en larguísimas llamadas personales y te tienen esperando. La gestión de la venta de abonos es del siglo XIX: casi todo se escribe en papel (me imagino que porque una empresa externa introducirá la información en el ordenador) se esperan colas absurdas de horas para atender a una docena de personas. No hay que despedir por edad, hay que despedir por ineficiencia.
4) Instalaciones. El Teatro Monumental es un poco antiguo, pero se han realizado algunas remodelaciones y no da la impresión de “esto se puede venir abajo en cualquier momento” que dan algunos cines “con solera”. Las butacas son cómodas (el gallinero es otra cosa, allí demasiado es que se puede uno sentar) la temperatura es agradable. Hay suficientes acomodadores y son personas amables.
5) Trato al abonado. Una cosa que me molesta muchísimo es cuando te piden todos tus datos en un sitio, a veces con exagerado detalle, para luego no hacer uso de esa información -salvo para el envío de publicidad o venta a empresas de publicidad. El teatro estuvo cerrado en tres conciertos y ¡Nadie me llamó o me envió un email o me mandó una carta! ¿Para qué querían esos datos entonces? Cuando ha habido conciertos especiales para abonados tampoco me han avisado de nada. Hoy en día se pide la información de forma rutinaria, como un robo que debes tolerar.
En los conciertos anulados te encontrabas bastante gente en tu misma situación: hecho un tonto, te tenías que volver a casa y preocuparte de recuperar el dinero de la entrada pasando otro día por taquilla (¡Porque las taquillas no admitían devoluciones hasta la semana siguiente!). Lamentable gestión.
6) Piezas musicales. En los conciertos a los que he ido se ha llegado a un razonable equilibrio entre piezas clásicas (siglo XIX para abajo), piezas “modernas” (1900-1960), estrenos (siglo XXI), música coral y aniversarios (este año era el del 75 cumpleaños de Anton García Abril).
Lo bueno de estos conciertos es la obligación. Si vas por gusto sólo lo haces a aquellos en que se tocan tus piezas favoritas, como la antes citada Sinfonía nº9 de Beethoven o el llenazo de Carmina Burana. Jamás iría por voluntad propia a un estreno de una obra de Antón García Abril. Y luego puede ser una agradable sorpresa – como sucedió con el concierto de cierre – o una enorme decepción, pero siempre es necesario situarse ante situaciones nuevas. De esta temporada salgo con una imagen mejorada de Schubert o Bruckner. El descubrir cosas nuevas a veces sólo se consigue mediante la obligación, como cuando se oye la radio.
7) Programa. El programa de mano de la ORTVE es quizás lo que más agradablemente me ha sorprendido de todo. Excelentes las introducciones de Pablo Larrañeta: eruditas e interesantes, dos adjetivos difíciles de compaginar. Es una pena que ese material no se publique aunque sea en un blog, y se quede en la lectura caprichosa del día del concierto.
Hay muchos Pablo Larrañeta en Internet, pero ninguno que parezca tener relación alguna con la música. ¿Cómo es esto posible? Su capacidad para encontrar paralelismos entre piezas que, a veces, carecen de toda relación. O para narrar el momento exacto en que se compuso una determinada obra. Su estilo recuerda al mejor Stefan Zweig (http://es.wikipedia.org/wiki/Stefan_Zweig), informando, entreteniendo y sin perderse en divagaciones.
Aprovechando que esto es una página sin ánimo de lucro, voy a reproducir uno de sus programas. La descripción de la Sinfonía nº4 de Chaikovski, al tiempo que va desvelando la biografía del compositor es una verdadera maravilla, esbozada con gran precisión en muy pocas líneas. Se puede ver una imagen más grande con solo ir pinchando en cada una de ellas.
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Miserere de Allegri

Con la caída del Imperio Romano cambiaron mucho las cosas en el mundo. Uno de los grandes afectados fue el Teatro. El teatro romano no tenía tanta calidad como el griego pero era un espectáculo en el sentido moderno de la palabra.
El circo romano era algo tan maravilloso que si hoy en día se reabriera, y nos olvidáramos por un momento de nuestro moderno concepto de la ética, produciría unas taquillas más suculentas que cualquiera de los musicales de éxito. No habría que cambiar ni modernizar nada.
Las naumaquias o batallas navales, no tan conocidas por nosotros, han sido posiblemente el mayor espectáculo de la Historia de la Humanidad con unos presupuestos que dejarían en ridículo a cualquier superproducción de Hollywood. En las naumaquias se reproducían batallas navales famosas. En algunos casos las reproducciones eran versiones ampliadas de la batalla: si allí lucharon 100 barcos la naumaquia era de 200 y un volumen de actores colosal, muchos de los cuales morían en la fidedigna representación.
Con el fin del Imperio el Teatro (occidental se entiende) cayó en las manos de la Iglesia Católica. Por supuesto que siguieron existiendo gañanes que se disfrazaban y hacían reír a la gente con sus comedias aficionadas e itinerantes. Pero no dejaba de ser un Teatro de segunda categoría. Durante la Edad Media y el Renacimiento las mejores representaciones teatrales eran organizadas por la iglesia. La misma Misa Católica no deja de ser una obra teatral que se tenía lugar con periodicidad conocida y a la que el público llenaba casi todas las sesiones.
La Semana Santa siempre ha sido tiempo de grandes actos religiosos. Uno de los mayores eventos del año era el que ocurría en Roma, en la Capilla Sixtina. El Jueves y el Viernes Santo se celebraban unos oficios tenebrosos de enorme impacto emocional. El oficio se iniciaba a las tres de la mañana. La iglesia estaba iluminada con 27 velas que iban siendo apagadas sucesivamente.
Para tan importante celebración era fundamental una música de fondo. Ya en 1518 bajo el reinado del Papa León X (1513-1521) el compositor Constanzo Festa compuso en 1514 un canto que acompañase a la liturgia. La obra, llamada Miserere por el comienzo del texto cantado, era una obra para doble coro, de cuatro y cinco voces respectivamente, usando como letra el Salmo LI de la Biblia en latín (el L de acuerdo a la griega).
Dicho salmo reza así:

Miserere mei, Deus: secundum magnam misericordiam tuam.
Et secundum multitudinem miserationum tuarum, dēlē iniquitatem meam.
Amplius lavā me ab iniquitate mea: et a peccato meo mundā me.
Quoniam iniquitatem meam ego cognōscō: et peccatum meum contra me est semper.
Tibi soli peccāvī, et malum coram te fēcī: ut justificeris in sermonibus tuis, et vincās cum judicaris.
Ecce enim in inquitatibus conceptus sum: et in peccatis concepit me mater mea.
Ecce enim veritatem dilexisti: incerta et occulta sapientiae tuae manifestasti mihi.
Asperges me, Domine, hyssopo, et mundābor: lavābis me, et super nivem dēalbābor.
Auditui meo dabis gaudium et laetitiam: et exsultabunt ossa humiliata.
Averte faciem tuam a peccatis meis: et omnes iniquitates meas dele.
Cor mundum crea in me, Deus: et spiritum rectum innova in visceribus meis.
Ne projicias me a facie tua: et spiritum sanctum tuum ne auferas a me.
Redde mihi laetitiam salutaris tui: et spiritu principali confirma me.
Docebo iniquos vias tuas: et impii ad te convertentur.
Libera me de sanguinibus, Deus, Deus salutis meae: et exsultabit lingua mea justitiam tuam.
Domine, labia mea aperies: et os meum annuntiabit laudem tuam.
Quoniam si voluisses sacrificium, dedissem utique: holocaustis non delectaberis.
Sacrificium Deo spiritus contribulatus: cor contritum, et humiliatum, Deus, non despicies.
Benigne fac, Domine, in bona voluntate tua Sion: ut aedificentur muri Jerusalem.
Tunc acceptabis sacrificium justitiae, oblationes, et holocausta: tunc imponent super altare tuum vitulos.

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La obra a cantar en el servicio de Semana Santa fue cambiando con el tiempo. Pero los sucesivos autores decidieron respetar la letra y el estilo originales de Constanzo Festa. Hasta diez compositores prestaron su música a la mágica celebración. Sin embargo en 1638 Gregorio Allegri realizó una versión musical del texto bíblico que tuvo tanto éxito que el entonces Papa Urbano VIII decidió que perdurara en el tiempo. Hasta hoy en día.
En la actualidad enciendes el televisor y tienes varias decenas de espectáculos a tu disposición. Internet es casi infinito. En el siglo XVII apenas si había sucesos más interesantes que ver como el caballo montaba a la yegua. Una obra musical que sólo se interpretaba dos veces al año, en la sala más majestuosa de la Cristiandad, con las mejores voces de Italia – o sea del mundo – asistiendo a la misa el propio Papa. Celebrándose a las tres de la mañana. Con el terrorífico juego de luces. Ni qué decir tiene que pasó a ser uno de los actos culturales más importantes del mundo.
Lo que en el pasado no era sino marketing es hoy recordado como censura. Ante el éxito del Miserere de Allegri el Papa dio un paso adelante para aumentar dramáticamente la fama de estas Misas de Semana Santa: prohibió la copia de las partituras de Allegri. Nadie podría salir de la Capilla Sixtina con alguna de ellas. So pena del castigo eterno: la temible excomunión.
El objetivo no era prohibir por prohibir. La idea era aumentar la mística que envolvía esta obra. Y desde luego que el Papa lo consiguió.
El Emperador de Austria Leopoldo I de Habsburgo (1640-1705) había oído hablar de la obra a algunos de sus dignatarios que habían estado en alguna visita a Roma. Le contaron maravillas del Miserere de Allegri. Hasta el punto de que el monarca solicitó al Papa una copia de la partitura para que pudiera ser representada en su capilla real.
El Papa no tuvo sino que aceptar, llegando por primera vez una copia legítima del Miserere fuera de Roma con dirección a la Librería Imperial de Viena. Pero tras la representación el Emperador quedó muy decepcionado con la pieza, hasta el punto de creer que el Papa le había engañado, enviándole una obra menor en lugar del auténtico Miserere del que tantas maravillas había escuchado. El Papa pidió explicaciones a su Maestro di Cappella y lo destituyó.
Este pobre hombre sin embargo solicitó dar una explicación al Papa en una audiencia. Y consiguió convencerle hasta el punto de recuperar su puesto: la partitura era lo de menos. La música de Allegri no tenía nada de extraordinario. Era el conjunto simbólico que conseguían formar en un día y un lugar tan especiales. Pero el Maestro de Capilla le habló al Papa de las improvisaciones. Porque a pesar de tener una partitura que cantar, el coro de la Capilla Sixtina disponía de unas técnicas especiales de improvisación basadas en el original que convertían la pieza en algo único cada vez que era representado y más allá de la mera partitura musical. Como director del coro, él sería capaz de trasmitir al menos esa música al Emperador de Viena. Tras dirigir al coro austríaco el Papa y el Emperador recuperaron la confianza mutua y el músico su puesto de trabajo.
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Esta historia no serviría sino para aumentar el prestigio del Miserere de la Semana Santa de Roma. Hacia 1770 se conocía que existían tres copias de la partitura de Allegri: la copia de la Librería Imperial de Viena, otra que tenía el rey de Portugal y una tercera en manos del renombrado pedagogo y compositor italiano Giovanni Battista Martini (1706-1784).
Y entonces apareció Mozart. Con trece años y acompañado de su padre Leopold, también compositor, el pequeño Mozart visitó durante 15 meses Italia, aprendiendo música de algunos de los mayores expertos de su tiempo y conociendo las bellas ciudades italianas. De tal suerte que el 11 de abril de 1770, jueves, Mozart tuvo la oportunidad de asistir a una de las interpretaciones del Miserere de Allegri en la Capilla Sixtina.
Al volver a su alojamiento el joven Mozart puso en práctica una de sus habilidades tan bien retratadas en la película Amadeus: recordar la música con sólo oírla una vez. Y se dispuso a trascribir la partitura completa del Miserere. Esta facultad extraordinaria no tenía sin embargo ninguna utilidad, salvo para ocasiones tan excepcionales como el Miserere de Allegri. Al día siguiente Mozart volvió a oír la pieza, para sólo realizar algunas correcciones menores a su texto inicial.
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Este es un punto delicado. La única información fiable de que se dispone es la que el propio padre de Mozart contó, en una carta que envió a Salzburgo, donde ambos vivían. En ella decía:

“Habrás oído hablar del famoso Miserere en Roma, que es tan apreciado que hasta los intérpretes tienen prohibido bajo pena de excomunión el llevarse aunque sólo sea una parte de él, copiarla o dejársela a nadie. ¡Pero nosotros ya lo tenemos! Wolfgang lo ha trascrito y lo enviaríamos a Salzburgo con esta carta si no fuera porque es totalmente imprescindible que nosotros estemos allí para la representación. La forma de interpretarlo contribuye mucho al efecto que produce la música más que la pieza en sí. En cualquier caso, siendo uno de los secretos de Roma, no queremos dejarlos caer en otras manos.”

Este texto es fundamental para entender lo que estaba a punto de ocurrir. Porque tras dejar Roma, los Mozart viajaron a Bolonia, a encontrarse con el compositor Martini, antes citado. Quiso el destino que en ese momento y en ese lugar coincidieran las dos (tres contando a Leopold Mozart) únicas personas del mundo que tenían la partitura, fuera de Roma y de las bibliotecas de dos reyes. Allí había ido Mozart a aprender del maestro italiano.
Por otro lado, el musicólogo inglés Charles Burney había dejado Londres hacía varios meses. Su objetivo era escribir un libro sobre la música de Francia e Italia. Quiso el destino que llegase a Bolonia justo en el momento en que los Mozart estaban visitando a Martini. Y entonces hay una parte que nadie conoce ni probablemente conocerá jamás. Se sabe el resultado: que Burney volvió a Inglaterra y publicó la partitura del Miserere de Allegri. Y es que los ingleses hacía algunos años que no tenían ningún respeto o miedo a la Iglesia Católica.
La versión más extendida por Internet, Wikipedia inclusive, es la simple: Wolfgang Amadeus Mozart liberó la pieza musical y la puso al alcance de todo el mundo. Se convirtió así en un príncipe de los hackers del siglo XVIII. Esta historia sin embargo es quizás la menos probable de todas.
Por un lado, Mozart no era más que un niño. Genial y un músico de talla adulta pero a fin de cuentas un niño que jamás habría hecho algo así sin el consentimiento de su padre. Más sospechosos resultan Martini y Leopold Mozart. Mozart padre parecía dispuesto a distribuir la pieza si esta podía aportarle algún beneficio económico, pero siempre con el respeto máximo a la Iglesia y al Papa. Giovanni Battista Martini tenía también una copia de la partitura, obtenida por métodos desconocidos. Quizás todos se aprovecharon de la triple coincidencia. Burney desde luego, pues fue capaz de publicar la obra y ponerla al alcance de todo el mundo, hasta hacerla una de las piezas de música religiosa más populares de la actualidad. Quizás Martini obtuvo un beneficio económico y trató de aprovecharse de la oportunidad de culpar a los Mozart. Leopold disponía de una buena forma de congraciarse con el público inglés y de aumentar la popularidad de su hijo pero cuesta creer que eso valiera más que el presentarse en Salzburgo con la partitura.
Pudiera darse incluso el caso de que Burney robara la obra o la copiara aprovechando algún descuido del equipaje de los Mozart. Incluso se cree que Burney la pudo obtener algunos días antes en la misma Roma, del Maestro de Capilla Santarelli. No podemos saberlo. Lo que sí que es cierto es que nunca mencionó el nombre de Mozart. Aunque puede que tan sólo para protegerle de las iras de la Iglesia Católica y para salvar su alma.
Pero casi exculpa por completo a los Mozart la versión publicada por Burney. Si hubiera incluido las improvisaciones ajenas a la partitura original la hipótesis mozartiana ganaría mucho peso. Pero al haber ocurrido justo lo contrario todo apunta a que aún disponiendo de la partitura obtenida por Mozart no habría sido capaz de obtener “la original”, sin las improvisaciones.
Lo cierto es que no se armó ningún alboroto con la publicación del Miserere. El Papa sabía que la música era lo de menos. Jueves Santo. Capilla Sixtina. Un coro a nueve voces. Tres de la mañana. ¿Quién necesita una partitura?
Fuentes:

Reparto:

Versiones comparadas

¿QUÉ ES P2P?
[…]
Hasta ahora, esta tecnología ha permitido a millones de usuarios de Internet de todo el mundo compartir todo tipo de archivos en la red. Si funcionaban con licencia o no, ha sido otra cuestión.
Si es indudable el éxito de dicha tecnología (más del 60 % del tráfico actual de Internet es tráfico P2P), por qué no plantearse, entonces, su uso lícitamente, como es este caso. Una de las primeras aplicaciones ha sido la telefonía (Skype), pero otras ya están tomando el relevo apuntando maneras. La distribución de vídeo y audio a través de esta tecnología permite, pues, distribuir contenidos de mejor calidad.

Radio (y Televisión) Española emite sus programas en P2P con calidad CD en Internet. Pero con los podcast (programas de radio grabados) va muy atrasada, apenas si hay programas disponibles.
Los jueves echan un programa en Radio Clásica “Versiones comparadas” que es un auténtico lujo para oír como podcast: toman una obra importante del repertorio clásico y junto con la historia de su composición van narrando las distintas versiones que se han grabado a lo largo de la Historia y cuales son las mejores.
Esto permite contar un montón de subtramas en torno a un hilo central, aderezado con música, lo cual es muy ameno. De paso te hace conocer una obra a la perfección. Ese es uno de los métodos más eficaces de aprendizaje que existen: saber mucho de poco para acabar sabiendo poco de mucho.
El programa de versiones comparadas lo radian los jueves de 13:00 a 14:00. Es un horario pésimo y por el tipo de programa es una pena perderse una edición.
El programa de hoy ha tratado sobre el Concierto para Orquesta de Bela Bartók. Bartók era un músico húngaro extraordinario de comienzos del siglo XX que tuvo que emigrar a Estados Unidos cuando la cosa se puso fea en Europa.
Estados Unidos se benefició de la fuga de cerebros masiva del periodo de las Guerras Mundiales. Muchos músicos consagrados se murieron de asco al llegar allí mientras que otros que no habían logrado nada en su país natal prosperaban en el país de las oportunidades. Bartók fue uno de los que no tuvo éxito y pasó penurias económicas en Estados Unidos.
Serguei Koussevitzky era un director de orquesta de origen ruso que había tenido mucho éxito a ambos lados del Atlántico y para hacerle un favor le solicitó un encargo a Bela Bartók. Este compuso su Concierto para orquesta y Koussevitzky tuvo la oportunidad de estrenar la obra.
Contaban en el programa que la versión que grabara Koussevitzky pocos días después del estreno (en 1944) es posiblemente la mejor versión grabada que aún existe de dicha obra. El Concierto para Orquesta es una obra majestuosa que ha sido interpretada y grabada miles de veces, pero aún la primera impresión es la mejor de todas. Esto desde luego no es nada frecuente en música.
Si lee uno la página de la Wikipedia sobre el Concierto para Orquesta uno no obtiene la información importante. No se suele decir mucho, pero la Wikipedia no es peor que la Enciclopedia Británica por la veracidad de los hechos ni por la cantidad de información, sino por la absoluta objetividad que trata de practicar, que la convierte en peor que una versión escrita por un ser humano, como el presentador de “Versiones Comparadas”.
Hay una reseña muy interesante en esta página sobre el Concierto para Orquesta de Bela Bartók y sobre su vida en general en Estados Unidos.
Para los que suelen quejarse de las Sociedades de Autor, esta perla:

El diagnóstico era sombrío: Bartók tenía leucemia. La ASCAP (Sociedad Norteamericana de Compositores, Autores y Editores), sociedad que se encarga de los derechos de autor, asumió todos los gastos de su atención médica.

En ese estado, hundido moralmente por su incapacidad para adaptarse al país y con los días contados, Bartok compuso con un adelanto de 500 dólares del director Koussevitzky la que acabaría siendo su obra más conocida (que no la mejor pero sí una de las más asequibles).

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Conciertos para viejos

La imagen que uno tiene de los conciertos de música clásica es la de un espacio elitista de hombres encorbatados y mujeres en traje de noche. Puede ser asín en La Scala de Milán y en ciertos conciertos pero lo general es encontrar a gente vestida en ropa de calle de lo más normal.
En España lo habitual es que los conciertos estén atiborrados de abuelos y abuelas. No es exagerado decir que la media de edad del público debe estar en torno a los 60 años, a pesar de algunos padres demasiado comprometidos que llevan a sus hijos a empaparse de cultura y a salvar la media.
Es triste que la cultura sea un reducto de ancianos pero perfectamente comprensible. Si los responsables del Ministerio de Cultura tuvieran dos dedos de frente y observasen eso se darían cuenta de que algo no va bien y tal vez intentasen cambiarlo.
Lo habitual es la vía frívola: conciertos de Alejandro Sanz acompañado por una Orquesta Filarmónica. Conciertos con versiones para orquesta de piezas de Ragetón o bandas sonoras.
Digo yo que podría tratarse el tema con la seriedad que se merece. La música clásica es casi siempre subvencionada con lo que no veo problemático distribuir esas subvenciones de otra forma. Los abuelos van a los conciertos porque para ellos no resultan especialmente caros. Sin embargo sí lo son para los jóvenes, entendiendo por jóvenes esa categoría tan extensa y moderna de personas de menos de 35 años. 20 euros por un concierto puede resultar disuasorio cuando uno no es un maniático de la música.
Nunca hay descuentos para jóvenes en los conciertos. Con precios generales para todos no se puede. A veces descuentos pírricos como un 5% para quienes tengan el Carné Joven. Para una pareja joven que aún esté estudiando en la Universidad es sencillamente inviable o un malgasto absoluto.
Me gusta el modelo que tienen en Londres. Allí el teatro es caro, como todo, pero está tirado de precio para los jóvenes. Recuerdo que vi un Hamlet que costaba 60 libras (unos 90 euros) y resultaba totalmente inasequible a mi bolsillo pero que gracias a un carné de estudiante se redujo a 10 libras. Sí, eso son descuentos para jóvenes, no un 5% sino un descuento de más del 80% del precio.
Aquello no estaba abarrotado de jóvenes ni mucho menos pero tampoco parecía un viaje del IMSERSO. Era una muestra de población normal y corriente, con gente de todas las edades, como debiera ser. El joven que se aficione al teatro o la clásica no tendrá más narices que pasar por el aro de la cultura cara cuando tenga edad. Pero al menos llegará a ese momento. Aquí el joven hace lo que tiene que hacer: aquello que puede permitirse.
Sin embargo la directora de la institución, María José Prieto se jacta de que entre sus planes se encuentra:

Entre los próximos objetivos destacan reforzar el papel de la orquesta dentro de RTVE, potenciar el archivo sonoro y rejuvenecer el público que asiste a los conciertos.

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Musica clasica: que no oir

La música clásica, como el buen vino, es uno de los grandes placeres de la vida. Todos hemos bebido kalimotxos y cervezas, pero una buena botella de vino es simplemente otra cosa.
Con la música ocurre lo mismo: hay grandes músicos de rock y de pop, de flamenco y de hip-hop. Pero la música clásica está a otro nivel y todo el que se acerca a ella acaba cayendo en sus redes y lamentando no haberla conocido antes.
Hace tiempo que llevo pensando escribir alguna recomendación sobre como iniciarse en la música clásica. Sin embargo no dejo de ser un aficionado y la tarea me viene grande. Lo que sí que me atrevería a decir es cómo no hay que hacerlo.
El problema que tienen los expertos en un tema es que a veces les cuesta relativizar. Pocos expertos en vinos te dirán que un L’Ermita de Álvaro Palacios es un vino que no merece la pena. Pero para un aficionado tal vez los matices que tenga no compensen el excesivo precio o directamente no puedan ser percibidos por el iniciado.
Hay numerosas piezas de música clásica que son majestuosas, pero que para el oído poco entrenado pueden ser un infierno. Lo mejor para disfrutar de la música clásica es ir a un concierto en directo, donde se oye bien de verdad y uno no tiene la opción de escapar. No son caros. Pero mirad el programa antes de ir. Tened mucho cuidado con este tipo de piezas. Evitadlas siempre.

1) La tortura minimalista.

El minimalismo musical puede resumirse como “música muy repetitiva”. Aunque a uno puede acabar enamorándole este tipo de composiciones, hay que entender que suelen resultar una pesadilla para el poco acostumbrado a esta economía de recursos:

Ese tipo de música suele referirse a composiciones de música clásica “actual” de finales de los años 70 y principios de los 80 del siglo XX.

2) La matraca para viento.

No nos engañemos, los instrumentos de viento son una demo de los instrumentos de verdad. Lo bueno de un clarinete es que lo puedes llevar en el autobús. Un piano o un violonchelo es un trasto enorme difícil de transportar. La mayoría de la gente que estudia instrumentos de viento lo hace por economía de espacio y de dinero.
La música para instrumentos de viento se hace pesada muy pronto. Si además nos tropezamos con un grupo de cámara (pocos músicos), el mal rato está garantizado:

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