El surnormal

Tengo un primo que cuando nacio se vió que no andaba muy católico de cráneo para adentro. Sin embargo para los padres, mis tíos, era un niño absolutamente normal y así se le tenía que tratar. Ahora con la distancia no sé qué es lo que tenía. No parece que fuera Síndrome de Down pero desde luego se notaba a golpe de vista que algo fallaba.
En presencia de mis tíos todo era de lo más normal en el niño pero cuando volvíamos a casa se hablaba sin tapujos de que habían tenido un niño subnormal, con una poca de maldad porque mi tío era un hijo de puta “y se merecía algo asín”.
El niño fue creciendo y su sur(porque era un niño del sur de España) y normalidad (porque era perfectamente normal a los ojos de sus padres) se iban haciendo más y más evidentes. Tenía más cabeza que un burro blanco y gestos bruscos con la cabeza que no hacían presagiar nada bueno.
Con mi primo di mis primeros pasos en la hipocresía y en la tolerancia. Puede pensarse que tengo más desarrollada la primera cualidad o incluso algo atrofiada la segunda. El caso es que me resultaba tremendamente absurdo oír los planes de los padres sobre los futuros estudios universitarios de su hijo. Derecho estaría muy bien, pero habrá que esperar a ver qué decide él.
Las historias sobre sus problemas en el colegio eran constantes, casi siempre culpa de profesores y compañeros. El tratarlo como a una persona normal se convertía en un perpetuo problema. Los padres no querían entender por qué los niños se metían con él o se peleaban con un niño perfectamente sur-normal.
Las reuniones familiares eran tristes porque la mayoría de la gente se alegraba de que si algo así tenía que ocurrir le hubiera ocurrido a mi tío, que era un degenerado. Aunque tenían que tratar a mi primo como a un niño normal el trato era de forma inconsciente como el que recibe un niño pequeño. Los regalos por su cumpleaños eran de dos y tres años menos de su edad física y a él le encantaban.
Mis tíos seguían sin embargo hablando de su paso por el instituto, de cuando se echara novia y su inevitable paso por la universidad. Era mi tía la que sobre todo se preocupaba por él, tanto por hacerle la vida lo más normal posible como por hacernos creer a los demás que aquello alguna vez ocurriría.
Cuando mi primo despertó a la adolescencia lo hizo como un animal de bellota. Era un tipo corpulento, muy superior a su edad física y cuando le daba un calentón y se encontraba con la chica de la limpieza no atendía a razones. Esta lo conocía de hace muchos años pero no dejaba de ser un tío como un armario con la polla en la mano y más dura que el cemento armado. Esta lo rechazaba con mano izquierda pero cada vez le era más difícil. Al final la tuvieron que despedir.
Su despertar a la sexualidad fue infernal, lo hizo incontrolable. Las anécdotas se contaban con demasiada seriedad. Al niño le gustaba más un culo que a un tonto un lápiz. Quizás recibió algún tipo de medicación para detener lo que podía acabar en tragedia. No lo sé porque no le pregunté a mis tíos.
Estos se separaron. Los motivos son lo de menos. Llevaban muchos años sufriendo a un hijo perfectamente normal. Se echaban la culpa mutuamente por tener un ADN defectuoso. Mi tía porque fumaba durante el embarazo. Mi tío por ser medio estéril. En el divorcio salieron todos los trapos sucios del mundo. Mi tía, por no ser de sangre, quedó marcada por mi familia como la culpable de todo: del nacimiento del niño, de su incorrecta educación, de la separación. Además se quedó con el niño y con la casa.
En este caso la custodia fue una bendición para mi tío que nunca había hecho nada por su hijo y que por fin lo podía perder de vista. Tenía los fines de semana pero iba a por él uno sí uno no, y eso si no estaban las vacaciones de por medio. Además, por ser un niño perfectamente normal no tenía que pagarle ninguna manutención especial. El niño era culpa de mi tía y ella tuvo que encargarse de él.
Un día mi tía entendió que algo no había ido bien y decidió apuntar al niño a una formación profesional agrícola para que aprendiera alguna cosa práctica. En mi familia se vió como una rendición y motivo más para insultar a mi tía: había renunciado a la sur-normalidad de mi primo, echándolo a los leones de la Formación Profesional. Aparte esta era una formación profesional para tontos.
De esta historia tengo sólo un regusto amargo. Sé que mi tía es, fue y será una persona íntegra y admirable. Y mi tío un desgraciado. La supuesta normalidad de mi primo fue un continuo problema por cuanto mis tíos tenían que sufrir constantemente las frustraciones que da el no cumplir los objetivos de una vida normal. El no poder entender determinadas matemáticas o filosofía elemental, el no tener verdaderos amigos, el no poder dejar al niño solo, el que no quisiera salir con los amigos por las tardes, el no poder encontrarle novia, el no saber controlar sus instintos.
Gran parte del problema creo que estuvo en no aceptar una situación desde su origen. Mi primo era un subnormal, o deficiente mental, o necesitado de educación especial. De haberlo sido cualquiera de sus resultados (como aprender a jugar al ajedrez, terminar la primaria con cierta normalidad, el no jugar mal al fútbol) se podía entender como un pequeño triunfo. Pero al ser una persona absolutamente sur-normal se convertían en trivialidades que no merecían la más mínima celebración.
Esto por un lado frustraría a mi primo, que nunca tenía nada de qué alegrarse o que le hiciera sentirse mejor que los demás. Por otro acababa con la paciencia de mis tíos que sólo vivían en continua derrota. Mi tía podría haber recibido comprensión por parte de su familia y la vida habría sido más llevadera. Pero eligió un camino demasiado duro y lleno de sufrimiento.
Por eso mi opinión es que las personas diferentes tienen que serlo y no deben esforzarse lo más mínimo en tratar de conseguir la normalidad, que además suele ser patológica. La búsqueda de una normalidad inexistente causa enormes frustraciones y al final suele terminar en la rendición tras una agotadora lucha. Derechos para todos, igualdad ante la ley y ante los ojos de los demás, pero con diferencias.
Gracias a mi primo aprendí que merece la pena ser subnormal.
Entrada relacionada:

8 comentarios en «El surnormal»

  1. Extraordinario artículo Zrubavel.
    He vivido cerca de mí alguna situación como la que describes, mucho menos extrema afortunadamente. Creo que el ser humano no aprende que sus defectos son parte de él mismo. Nos empeñamos en ocultar las diferencias que puedan desviarnos de la normalidad establecida, cuando creo que deben ser mostradas como un rango más de normalidad.

  2. Un tio (hermano de mi padre) adoptó a un niño que resultó ser un subnormal, no parece down tampoco, pero es lento en aprendizage y se rie y habla solo a media calle. Mi tio y su esposa se esforzaron por que su hijo fuera normal, lo metieron a escuela normal, le dieron todo normal, incluso se empeñaban en presentarlo a la familia como un digno representante del apellido, lo que causaba siempre el repudio de todos, pues su origen no era ni siquiera cercano a nuestra sangre, creo que si lo hubieran presentado desde el principio como el niño adoptado y subnormal se le habría tenido más consideración… Ahora que mi tio falleció de diabetes y su esposa está en fase terminal por un fallo en el riñón, se queda este (ahora joven) sin haber aprendido nada adecuado y con una “familia” que lo rechaza. Menos mal que al parecer entrará como empleado de limpieza en el hospital donde su madre adoptiva acude, si no, el haber intentado meter al chico a la familia con calzador y pidiendo un trato normal para él sólo le habrá perjudicado. Ah, y sí, parece que pueden ser tontos como piedras, pero cuando se trata del despertar sexual están más puestos…

  3. Me ha gustado mucho tu artículo. Y además estoy de acuerdo con tus conclusiones.
    En ocasiones, se nos obliga a ser “normales”, a adaptarnos a diferentes estándares que funcionan como patrón de la gente “normal” y que, en realidad, nos apartan más de lo que se considera normal porque generan un salto desde nuestra particular concepción del mundo y el que nos intentan imponer.
    ¿Quién no ha sentido nunca que aquello que llamaban “normal” estaba, en realidad, en las antípodas del término?

  4. Me ha encantado esta entrada. Tengo un par de amigas que estudian magisterio de Educación Especial y me van contando cosillas, y no son extraños los casos de niños con problemas (ya no digo deficientes mentales, sino a lo mejor simplemente que les cuesta entender las mates) a los que parece que intentan que se sitúen al nivel de los demás pretendiendo que no hay tal problema. En fin, esta es la sociedad que nosotros creamos…

  5. Por “desgracia” es algo que conozco de cerca, y nadie prepara a la gente para casos así, y mucho menos ayuda, fuera de asociaciones que no siempre responden como debieran, porque con normas vacías de contenido no se consigue más que propaganda barata (el párrafo de ley resulta bastante más barato que dotar de medios materiales para resolver directamente el problema, pero si lo pone en la ley nos lo creemos).
    Además, en estos casos suele darse una primera fase de NEGACION, que por desgracia a veces no se supera, y que impide intentar mejorar la situación.
    La “normalidad”, muchas veces depende de la forma en que has aprendido a afrontar esos problemas o adaptar tus expectativas a la realidad, si no lo haces es peor.
    Pero nos venden una imagen irreal, y si no la disfrutamos, sufrimos aún más.
    Cuesta mucho asumir y aceptar que hay muchas cosas que no podrás hacer jamás.

Los comentarios están cerrados.