Franklin D. Roosevelt

En España nos compadecemos de un país como Estados Unidos con tres siglos menos de Historia que los encierros de toros españoles.
Por eso y muchas otras razones, nos reímos de grotescos dirigentes como George Bush y no acabamos de entender la idolatría que profesan los americanos hacia su presidente.
Una de las razones que justifica sobradamente la pasión de los estadounidenses por su presidente es el hecho de que a pesar de su limitada Historia, Estados Unidos ha tenido varios presidentes americanos que han sido mejores que todos los gobernantes que hemos tenido en España a lo largo de nuestra dilatada Historia.
No se trata de simpáticos Jefes de Estado, ni atractivos guaperas para el voto jubilado. Ni de tipos que tuvieron suerte de gobernar en tiempos de bonanza. Simplemente Estados Unidos ha gozado del lujo de tener personalidades extraordinarias que han dispuesto de la posibilidad de gobernar y lo han hecho de forma memorable.
Por supuesto se trata de seres humanos, con sus miserias y defectos. Pero eso no hace sino engrandecerlos más.
Tres presidentes destacan por encima de todos los demás. Tres presidentes que hacen sombra perpetua a cualquiera dispuesto a dedicarse a la política. Tres hombres, cada uno nacido en un siglo diferente. La existencia de estos majestuosos gobernantes alimenta el espíritu de los ciudadanos americanos como otrora las religiones ansiaban la llegada de un Mesías Redentor. Sólo que en el caso de los americanos la esperanza es más cierta.
El primero de todos es indudablemente George Washington. Un hombre tan extraordinario que recomiendo a cualquiera que se lea al menos su reseña de alguna enciclopedia. Quizás la mayor cualidad de Washington – y no era hombre que andara escaso de ellas – era su capacidad para despertar la admiración inmediata. Y no era brujería o una suerte de encanto, sino la conjunción de virtudes en una sola persona, todas evidentes en el trato con él. Nunca tuvo un enemigo y no porque no tomara decisiones comprometidas o porque tratase de agradar a todos. Es el único gobernante de Estados Unidos que ha ganado unas elecciones por unanimidad absoluta: toda la cámara le votó a él. Fue el primer presidente de los Estados Unidos y tras su segunda legislatura se abrió una profunda depresión: jamás podrían tener un gobernante tan bueno como él.
El segundo presidente extraordinario fue Abraham Lincoln. En su caso destaca su forma de tratar uno de los gobiernos más difíciles que quepa imaginar, el de los Estados Unidos instantes antes del cisma entre Norte y Sur. Lincoln era de Kentucky, un estado eminentemente rural y alejado de las élites políticas. Ya el simple hecho de que llegara a Presidente es algo más que suficiente para demostrar su valía.
Supo afrontar la Secesión sudista con mano firme pero no inflexible. Supo ganar una guerra contra el mejor General de los Estados Unidos. Supo coordinar la lucha, supo gobernar un país dividido. Supo hacer la paz, sin castigar al Sur, supo mantener al país unido. Y por encima de todo, luchó por la libertad de los negros aún antes de terminar la guerra, un asunto tan delicado que ningún político anterior había sido capaz de abordar con el coraje suficiente. Sólo su trágica muerte, justo después de terminar la guerra, impidió que esta libertad de los esclavos se convirtiera en una absoluta igualdad.
Si Washington fue el presidente del siglo XVIII y Lincoln el del XIX, no cabe duda que Franklin Delano Roosevelt fue el hombre del siglo XX.
Roosevelt era de una familia muy adinerada. No en vano era primo de un reciente Presidente de los Estados Unidos. Esto desde luego le facilitó mucho la vida política, aunque serían sus cualidades personales las que le harían prosperar de forma tan notable.
En 1920 sería el candidato demócrata para la vicepresidencia de los Estados Unidos, pero perdieron las elecciones ante los republicanos.
Un año después, en 1921, estando de vacaciones con su familia, Roosevelt contrae la polio y sufre una parálisis irrecuperable en sus piernas.
Y aquí la historia se vuelve mucho más compleja que con los anteriores egregios presidentes. No es un hombre del que no haya ni una historia mala, ni un hecho intachable. Ahora tenemos a un personaje de novela contemporánea: el hombre imperfecto que lucha contra su destino.
Roosevelt nunca quiso reconocer su enfermedad, ni ante los demás ni ante sí mismo. Luchó contra ella de una forma despiadada, absolutamente patológica. A partir de entonces se trató de demostrar una y otra vez que la enfermedad no podría con él. Y eso lo convirtió en una especie de superhombre.
Mucho de su éxito se debe indudablemente a la ayuda de su esposa, su mano derecha a lo largo de toda su carrera política. Roosevelt no sólo no se retiró de la vida pública, sino que se lo tomó con mucha mayor pasión. Continuó batallando en la circunscripción más difícil que existía entonces, la de Nueva York. Y entonces, llegó la Gran Depresión.
La Gran Depresión es una historia que todos los hombres deberían conocer. Igual que Blancanieves o La Cenicienta.
Hay mucha gente que cree que la Gran Depresión es que la bolsa cayó en picado y la gente perdió sus ahorros. Es una historia muy compleja, pero en cierto modo lo que aprendieron todos los gobiernos es que hay que soportar la economía, que no se puede dejar libre al Libre Mercado en determinadas situaciones críticas.
Tras las más que justificadas caídas en la bolsa, el gobierno adoptó una postura castigadora: las empresas deben purgar sus males, nosotros no haremos nada. Sin embargo las caídas en bolsa llevaron a otros problemas y al final una cosa por otra las empresas fueron cerrando una tras otra. El desempleo se disparó y la situación empeoraba día tras día en Estados Unidos y en Europa.
Cualquiera podía ganar al maltrecho gobierno saliente en las elecciones de 1932. Lo importante era conseguir la candidatura demócrata. A pesar de no ser el elegido por la directiva del partido, el lisiado de Roosevelt se hizo con la plaza consiguiendo apoyos importantes y mostrando una candidatura independiente.
Llegar a Presidente de Estados Unidos había resultado en cierto modo fácil. La parte más difícil era la siguiente: sacar al país del colapso económico en que se encontraba. Y ese mérito se le debe casi exclusivamente al tesón de Franklin D. Roosevelt.
Para ello dedicó su mandato única y exclusivamente a recuperar la economía. Su objetivo primordial era el sacar a la desaparecida clase media de la absoluta pobreza en que se encontraba. Las medidas de Roosevelt se suelen recoger en lo que se denomina el New Deal. Una forma nueva de hacer las cosas.
Puede parecer que Roosevelt actuó de forma ejemplar en el gobierno, hizo todo lo posible por relanzar la economía de los Estados Unidos. Pero para ello no dudó en aplicar todo tipo de medidas antidemocráticas. Si algo era lo mejor, no esperaba la aprobación de las Cámaras, de los reglamentos, el visto bueno de los jueces. Al día siguiente se empezaba a hacer.
La forma de gobernar de Roosevelt puede que haya sido única en la Historia de la Humanidad. Fue quizás el hombre capaz de aunar lo mejor, o lo único bueno, de los principales sistemas de gobierno: la democracia y la autocracia.
Si la democracia se interpone en el camino de lo correcto, al diablo con la democracia. Pero siempre actuando pensando en los demás, en el pueblo. Si tuviéramos buenos dirigentes a nuestra disposición así se debería gobernar: el pueblo elige, el representante gobierna.
Roosevelt creó cientos de pequeños organismos encargados de tareas concretas. Uno para aliviar el hambre de la gente, para que hubiera comedores públicos y se atendieran las primeras necesidades. Otro para coordinar la política monetaria. Otro para sanear el sistema bancario. Otro para relanzar la industria. A veces estos grupos tenían problemas entre sí al existir espacios comunes en sus jurisdicciones.
Los primeros 100 días de su gobierno fueron una maratón, quizás el mejor gobierno que jamás ha existido. Como unos padres que limpian la casa tras una fiesta organizada por los hijos, de forma urgente Roosevelt se encargó de arreglar una cosa tras otra, como si le faltara tiempo para empezar, como si tuviera tantas ganas de gobernar que no pudiera soportar guardarse ases en la manga para futuras campañas políticas.
Roosevelt recibió la reprobación de los jueces de su país con alguna de sus medidas, por considerar sus decisiones como en contra del Libre Mercado o por no haber cumplido los trámites legales correspondientes. Roosevelt tuvo que rectificar y deshacer algunas de sus decisiones. Pero lo hacía convencido de que hasta que los jueces actuaran aquello tendría efectos beneficiosos para la sociedad. Ningún otro gobernante americano ha tenido que ser reprendido por los jueces, salvo Roosevelt.
Roosevelt, un tipo que trataba de disimular su parálisis con muletas y en posturas forzadas apenas sujetado por los brazos o por su esposa, es uno de los mayores responsables de que tú y yo no vivamos en una Europa tal vez soviética, tal vez nazi, tal vez muy diferente.
Cómo sería este presidente para que los Estados Unidos hicieran la vista gorda a la ley no escrita que prohíbe que un dirigente pueda estar más de ocho años en el cargo. Esta ley existe como forma de respeto y admiración al gobierno de Washington, que no quiso prolongarlo por más tiempo a pesar de que nunca perdió el apoyo de toda la ciudadanía. Cómo sería Roosevelt para que la gente dijera, bueno, por favor, deja que contigo hagamos una excepción ahora que tenemos una Guerra Mundial.
Roosevelt murió en 1945, tras dejar a su país con la II Guerra Mundial medio ganada en ambos frentes. Cualquiera hubiera podido gobernar el país que Roosevelt dejó, ahora convertido en la primera potencia mundial.
Uno de los hechos más sorprendentes de la vida de Roosevelt es su lucha contra la polio, que le dejó paralítico de cintura para abajo. No sólo lucha personal sino en general contra esta enfermedad. Apoyó todo tipo de avances científicos, estudios, tratamientos y hospitales que lucharan contra la enfermedad. Y como no podía ser de otra forma, ante un hombre tan grande, resultó que con el tiempo se supo que la enfermedad que él había padecido no era la polio, sino una más infrecuente, el síndrome de Guillain-Barré. Esta forma de ironía del destino fortalece su imagen aún más: el hombre que luchó contra una enfermedad que ni siquiera era la que tenía.

9 comentarios en «Franklin D. Roosevelt»

  1. La duda es: ante esta encrucijada histórica en la que nos encontramos, ¿será el ganador de noviembre, ya sea McCain u Obama, capaz de convertirse en el Washington, el Lincoln o el Roosevelt del s.XXI? ¿Perderán los EE.UU. su posición de liderazgo en favor de alguna de las potencias emergentes?
    Vivimos tiempos interesantes, sin duda.
    — Wayfarer
    P.D. Que no nos pase ná…

  2. Técnicamente no dejó a EEUU vencedor, con la guerra encarriladilla vale, pero aún no se había rendido ninguno de los dos frentes.
    Lo digo más que nada porque esto le eximió de la responsabilidad de haber sido la única persona en la historia de haber dado la orden de lanzar una bomba atómica, a pesar de si haber sido responsable de su fabricación.
    [Comentario zrubavel: Tienes razón, no es una diferencia baladí y por eso he corregido el texto. Gracias.]

  3. “No se puede dejar libre al Libre Mercado en determinadas situaciones críticas.”
    No hemos aprendido nada.

  4. Muy buena la entrada, te hice caso y me puse a leer sobre G. Washington. un detalle, ahora sí que está escrita la ley por la que no se puede ser reelegido después de 2 mandatos presidenciales, la enmienda 22.

  5. En esta lista falta el enorme y carismático Reagan, otro peso pesado en la lucha contra el comunismo.

  6. En general estoy de acuerdo con el sentido de tu post. La actitud de los mexicanos hacia Estados Unidos no es muy distinta a la que describes de los españoles.
    Si tuviera que elegir a 3 presidentes yo habría elegido a Jefferson, Lincoln y Reagan. Sinceramente creo que Roosevelt está sobrevaluado.
    Muchos ecnomistas creen que las políticas que impulso durante la “gran depresión” fueron precisamente las que la hicieron “GRANDE” por su duración.
    Además sobran políticos hambrientos de poder que lo usan como ejemplo para exigir mayores poderes, porque quieren “ayudarnos” como lo hizo Roosevelt, cuando ellos distan de tener la altura de dicho personaje.
    Te invito a ver el siguiente cartón del caricaturista Paco Calderón:
    http://pacocalderon.net/modules/myalbum/photo.php?lid=2279
    [Comentario zrubavel: Me parece totalmente equivocada la argumentación de Paco Calderón, la crisis a la que se enfrentó Coolidge y la que afrontó Roosevelt no tuvieron nada que ver. De hecho Roosevelt tuvo que encararla con tanta dureza porque la actitud de la inacción, la línea de acción de su predecesor, fue la que lo empeoró todo. Y lo de que la Guerra Mundial fue la solución, eso ya no se sostiene por ninguna parte.]

  7. Artículo excelente y buen antídoto contra cierto antiamericanismo tan abundante últimamente.
    No fue presidente, pero a mi me fascina Benjamin Franklin, porque creo que él fue el último renacentista: científico, inventor y político.

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