Sorteos del siglo XXI

Con la entrada en la era de la desinformación se generó un nuevo negocio: el de los SMS como forma de sorteo. Mandas un mensaje inusualmente caro a un número de teléfono y participas de un sorteo. Pensándolo bien, huele mal de salida.
Por un lado, el mensaje en sí no es trivial. Si hablas con una chica por teléfono, puede equivocarse anotando tus datos y apuntar Valbuena en vez de Balbuena, pero poco más, en cualquier caso, estás dentro del sorteo. Con este novedoso sistema, un espacio de más o de menos, una palabra mal escrita, y directamente estás fuera del concurso. Lo malo es que como el SMS lo has mandado a un número caro no importa que eso vaya al cubo de la basura virtual, el dinero lo has perdido.
Por otro, me escama que no tengan más información tuya que el número de teléfono. Supongo que ellos te llamarán y tratarán de obtener tu información, pero no creo que, si lo intentan infructuosamente un par de veces, insistan más.
En muchos casos, no hay fiabilidad de premios. No te indican cuándo se realizará el reparto de premios, lo que convierte el concurso en una entelequia. Pero el gobierno, presente, pasado o futuro, permite estas situaciones con total impunidad.
Sabemos que un buen pellizco de impuestos van a las arcas del Estado, pero no me siento mejor cuando sé que han sido sacados de bolsillos de incautos, de pardillos y de despistados, que seguramente necesitarán más ese dinero.
Otro fragante uso del SMS es el de las votaciones. Bajo un aparente interés por conocer la opinión de los oyentes, se esconde una encubierta forma de enriquecimiento. La primera edición de Gran Hermano resultó sorprendentemente rentable simplemente con eso. La gente votaba, como en las elecciones, por sentir que participa de lo que pasa en el mundo. Al final, los beneficiados, los de siempre.
Otros concursos sorprendentes son los de las empresas de alimentación. Envías dos tapas y todos tus datos y puedes ganar algunos premios. Para la empresa anunciante no es más que una barata forma de obtener censos de clientes y bases de datos con información de consumidores, que les ayudan a realizar sus políticas de publicidad. Si en el concurso de Ligeresa sale que la edad media de sus consumidores es de 30 años, pongo un anuncio con personas mayores y trato de pegar otro bocado de mercado. Estas engañosas formas de obtener la información son, al menos, inocentes, y solo perjudican si recibes, de higos a brevas, unos cuantos folletos con publicidad.

Caja de tontos

Cansado después de la jornada de trabajo, me tiré en el sofá y me dediqué a una de las cosas que menos hago: ver televisión.
Empecé viendo un programa paradigma de la estupidez: totalmente al azar escoges una caja que contiene un premio. Luego, se van mostrando las opciones descartadas, tratan de convencerte de que elijas
otro premio, etc. En un mundo de personas inteligentes, el concurso duraría un minuto. 30 segundos para decidir, 10 segundos para abrir la caja, 20 segundos de gestos de alegría o pena por parte del concursante. Para colmo de males, el programa ni siquiera es original. Existe una réplica en otra cadena, con la sutil diferencia de que mientras el presentador marea la perdiz para que aquello dure más que un rato tienes la opción de ver a chicas estupendas que nos hacen recordar lo lejana que está la verdadera liberación de la mujer. Siempre han dicho que la televisión es la caja tonta, se ve que se echaba en falta un concurso de cajas para tontos.
Aunque tampoco quiero pasarme. Porque fui capaz de vez más de 15 minutos del programa, lo que me hace pensar tal vez, bajo estados muy graves de cansancio o necesidad de relajación, estos concursos resultan atractivos. Tal vez vivamos más en un país de gente cansada que de gente idiotizada.

Deportes de segunda

Continuando mi periplo iniciático por el mundo de la televisión, puse la segunda cadena y estaba terminando un partido de baloncesto. A mí el baloncesto me gustaba mucho de pequeño, cuando España era una potencia y el Real Madrid se hinchaba de Copas de Europa. Luego no sé qué paso, supongo que se dejó de invertir dinero, y los jugadores siempre eran los mismos. Es como si ponemos la televisión dentro de cinco años y vemos que Zidane, Ronaldo y Figo siguen jugando en el Real Madrid. Y es que los mejores eran siempre los mismos.
Además, en el baloncesto, se llegó a perder la gracia de la victoria controlada. Cuando yo lo veía, si ibas ganando de 20 en el descanso, raro era que acabaras perdiendo. Luego las remontadas épicas eran la costumbre, y esto, en vez de dinamizar el juego, lo convertía en aburrido, porque no disfrutabas cuando tu equipo iba ganando de 30, pues sabías que aquello iba a durar lo que la encarcelación de los miembros del equipo A en un taller lleno de herramientas.
Mención especial merece las estadísticas de tiro. Cuando yo veía el basket se hichaban de meter canastas, y hacer 100 puntos no era una utopía. Ahora los resultados son mínimos – dicen que por una mejora de las defensas. Imagínense que los partidos de fútbol acabaran siempre por 0-0 o 1-0 y sabrán lo que siento cuando veo estos nuevos pobres resultados.
Así, cuando veo el baloncesto, siento una especie de nostalgia, por los tiempos en que era mi deporte favorito, y de pena porque tras tantos años aún hay jugadores de cuando yo seguía dicho deporte.
El caso es que quedaba un minuto y estaban empatados. Tras fallar más que una escopeta de caña, terminan en prórroga. En el estado de atontamiento en que me encontraba, me quedé viendo la prórroga, para matar la curiosidad y saber quien ganaba. Cuando queda un minuto para el final están otra vez en las mismas: empatados y me pregunto si volverán a empatar.
En esas estaba cuando veo como la pantalla de televisión se va haciendo pequeña. Antes de que me diera tiempo de llamar al psiquiatra veo que es que empezaba el partido del Valencia-Villareal, que ocupaba la pantalla grande, dejando en una esquina ínfima, a prueba de dioptrías, el final del baloncesto.
Me sentí dolido por el trato tan denigrante hacia el espectador. Un ferviente seguidor del baloncesto se tiene que haber acordado de toda la parentela de Urdaci y compañía. Para colmo de males, el que era un Real Madrid-Estudiantes de baloncesto se convirtió en un Valencia-Villareal de fútbol, otra vuelta de tuerca para los sufridos madridistas que han vuelto a ver a su equipo poniendo los pies en el suelo.

Malos Tratos

Sorprendido veía hoy las estadísticas sobre malos tratos relativas a Europa. Resulta que somos un país del montón en lo que a malos tratos se refiere, muy por detrás de países de la talla de Alemania y Finlandia(que es toda una potencia). Una amiga mía que es alemana me comentaba lo sorpendida que estaba por la de muertes que tenemos en España. Ahora me doy cuenta de que lo único sorprendente es el apoyo mediático que tienen estos incidentes.
¿Es buena la publicidad que se les da? La verdad es que creo que no. Lo único bueno es que han conseguido atraer la atención de los gobiernos, que prometían hasta el infinito en las campañas electorales mejorar las condiciones de las maltratadas.
Al final, los que deciden son los medios de comunicación. Y yo, que pienso mucho y mal de ellos, creo que lo hacen para ocultar otras noticias. Ahora los telediarios son aburridísimos. Tienen 5 minutos de Irak y compañía, al menos 3 de malos tratos y 15 de fútbol o deportes. El resto son cuatro pinceladas de lo que pasa en España y el mundo.

Fast food

En la sección de necrológicas de “El País” del 2 de Mayo de 2004, hablan sobre la muerte de Phil Sokolof.
Sin lugar a dudas, fue un tipo interesante. Dueño de una gran empresa, amasó una fortuna. Pero tuvo un ataque al corazón y decidió cambiar por completo su forma de vivir, orientándose hacia mejorar la alimentación de los americanos. Se dedicaba a realizar peticiones a las grandes empresas de comida rápida y productos ricos en grasas para que modificaran sus menús. También publicaba anuncios en los periódicos del tipo “¡McDonald’s, vuestras hamburguesas tienen demasiada grasa!” ocupando toda una página de un prestigioso periódico o incluso colocando anuncios de esta guisa en los prestigiosos intermedios de la SuperBowl.
Sin embargo, me ha llamado especialmente la atención un párrafo:
“Tras sobrevivir a un infarto casi mortal en 1966, a los 43 años, vendió en 1992 su empresa, Phillps Manufacturing, para dedicar todo su tiempo a la cruzada contra el colesterol que había lanzado en 1985.”
Me parece un formidable ejemplo de una frase mal redactada. Saltos en el tiempo hacia adelante y de vuelta atrás, sin un triste punto. Leo quien es el autor del artículo: Dennis McLellan.
Supongo entonces el pobre Phil, incansable luchador contra la comida rápida, después de muerto fue víctima de una traducción rápida, nueva moda en el mundo del Copy+Paste y traductores automáticos. Descanse en paz.

Tuertos en países de ciegos

Siendo un tuerto que vive en el país de los que ven, siento una inmensa alegría siempre que me tropiezo con uno de mi tierra. Intercambiamos opiniones, vemos qué tal nos va, en qué podemos ayudarnos. A veces, sin embargo, me tropiezo con compatriotas que han renegado de su tierra originaria. Acostumbrados a la marginación, a que se les haga de menos, en vez de tratar de no caer en los mismos errores que cometieron con ellos, han decidido marcharse a un sitio donde puedan aplicar todo lo que les han hecho.
Y es que, por regla general, no hay persona más cruel con un ciego que un tuerto. Porque conoce todos los defectos que estos tienen, pero también encuentran algunos más, de los que ellos están exentos. Y se ceban con dichos defectos. Se acercan a los invidentes y les susurran al oído todo lo que no son capaces de ver. Le explican que aunque no son capaces de ver, deberían poner más de su parte.

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Malta

La historia fubolística española está plagada de momentos negros y actuaciones para el olvido. Aún así, siempre nos las hemos dado de figuras y favoritos, aunque la historia nos acabe poniendo en nuestro sitio. Cuando se apela a los grandes resultados logrados por España, los de mi generación siempre sacan a colación el mítico 12 -1 ante la selección de Malta.
Este partido ha sido retrasmitido por televisión cientos de veces, vendido en los nuevos formatos de video, en CD y en DVD. Para todos es una causa de orgullo, motivo para sacar pecho y alegrarse de haber nacido en la piel de toro. Pero, salvo los empedernidos futboleros, pocos saben la trascendencia de aquel choque. Porque si nos paramos a pensar, España nunca ha ganado nada, y raro sería que lo único que lograra tuviera que disputárselo a la débil Malta. Así, la verdad es que merced a ese partido, España consiguió la clasificación para la Eurocopa del 84. La trascendencia de dicha clasificación radica en el eterno estado de crisis del fútbol español. Como los resultados nunca acompañaban, no sabíamos a quien echarle la culpa. Y España, que había conseguido una de sus escasas participaciones en mundiales a costa de organizar el mundial del 82, estaba muy quemada por el resultado allí obtenido. Una renqueante clasificación como segundo de grupo y una flagrante eliminación a las primeras de cambio. Y poco después, España, se encontraba con su habitual destino, que era el de no poder clasificarse para los campeonatos. Porque la plaza para el europeo se la estaba llevando Holanda, con todas las de la ley.

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ZP

En mi país tenemos a un presidente de gobierno que parece salido de las páginas finales del cuento de Navidad de Dickens. Se comporta como el típico hombre honrado que, por una rocambolesca historia de guionista, acaba siendo presidente de gobierno, y sigue haciendo las cosas igual que siempre.
Se trata de uno de los sueños que alimentan muchas películas. En este caso, es real. Ha cometido todos los errores posibles de la política. O mejor dicho, ha hecho todo lo que los políticos no suelen hacer. A pasado de atacar ferozmente desde la oposición a mirar con lástima a los PPerdedores, a ofrecerles su colaboración en todo momento, a preguntarles antes de actuar. Parece como si se sintiera mal por haber ganado.
De un plumazo, en vez de marear la perdiz de las tropas españolas en Irak, que es lo normal, en vez de embarullar ganando tiempo ante los electores, diciendo que después de junio sería julio, que después de julio esperamos a un pronunciamiento de la ONU, que por aquí que por allí, ha cogido como cualquier hijo de vecino haría y a echado un vistazo: todo igual que siempre. Para qué esperar: nos vamos.
Porque no creo que esta sea una medida populista. Zapatero se ganó muchas simpatías con la promesa de retirar a las tropas. Sacándolas antes de tiempo no hace sino comprometer a España ante el pez gordo de USA. Pero ha demostrado una honestida política que, al menos a mí, me ha dejado perplejo.
Y es que sus formas son las de una persona que no sabe de política, cuando esto no es así. Y nos chocan, porque estamos acostumbrados a mirar por todas partes a mentirosos, a aduladores, a oír medias verdades. Me gusta la forma de comenzar de Zapatero. Creo que he disfrutado de un buen gobernante, aunque solo fuera por estas 2 semanas. En muchos países del mundo, nunca podrán decir eso.

Inventos

Siempre he pensado que inventar algo exitoso debe ser la leche. Hacer algo que la gente de veras necesite, muchas veces algo que ha nadie se le había ocurrido antes. Para hacerlo, hace falta mucho trabajo, pero sobre todo, suerte. De vez en cuando sale en las noticias el informe sobre una feria de inventores. Suelen tener ideas originales, pero abocadas al fracaso, las mejores acabarán siendo anunciadas en las nocturnas teletiendas, con el consiguiente rechazo inherente a lo que se parece más a un timo de feria.
En España hemos inventado cosas realmente curiosas, simples y necesarias. Los dos inventos más significativos que conozco son el chupachups y la fregona. En ambos casos la idea es la misma. Existe un producto en el mercado(caramelo o bayeta) y se le adosa un palo. Le pones el copyright y a ganar dinero. Pero no es tan simple. Estas dos ideas originan tenian todas las papeletas de fracasar. Seria interesante conocer qué golpe de suerte las hizo tornarse en triunfadoras.
Las primeras amas de casa, durante años, pensaban que la fregona era un producto para guarras, pues es una especie de limpieza en sucio. Al final, la comodidad y quien sabe qué más hicieron que este producto arrasara. Sin embargo, fuera de España sigue siendo un producto exótico, lo cual me choca porque para mí, el tener una fregona en casa es tan elemental como la televisión o el frigorifico.

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Los vegetarianos

Hay un amplio porcentaje en el mundo de gente que es vegetariana, algunos por necesidad, los menos por convicción. Los defensores de dicha forma voluntaria de vida suelen confundirse en su argumentación a favor.
Por un lado, se dice que es más sano que comer carne. Esto, simplemente, es mentira. Las necesidades de numerosos nutrientes, que se consiguen con un modesto filete a la semana, solo pueden igualarse con ingentes cantidades de verduras. En algunos casos, sin éxito. Una amiga mía fue vegetariana durante dos años y al final lo dejó porque no conseguía suficientes cantidades de hierro. Normalmente se dice que con tomar complejos vitamínicos, arreglamos estas carencias. Sin que esto sea del todo cierto, me pregunto si es más sano tomarse un filete de pollo a la semana o una pastillita todos los días. La vitaminas de las pastillas no se consiguen juntando tres productos de andar por casa, requieren un proceso muy meticuloso con el que se obtiene un producto muy poco natural.

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