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Hace un par de meses, los periódicos nos sorprendían con un curioso artículo sobre la corrupción. Unos investigadores habían detectado un excelente caso de estudio que permitía comparar la corrupción entre distintos países. Para ello, se había tomado el registro de multas de aparcamiento de los miembros de las Naciones Unidas, en la ciudad de Nueva York, durante un periodo de cuatro años.
Y es que bajo la inmunidad diplomática, los embajadores en la ONU de todos los países del mundo podían permitirse aparcar mal, o no pagar los tickets de aparcamiento, sin arriesgarse a sanción alguna. Así, en una situación homogénea para todos los países, puede verse de qué países eran los diplomáticos que más multas acumulaban y cuáles de ellos no las pagaban. Y esto puede servir como medida comparativa de la corrupción intrínseca de los políticos de cada país del mundo.
Mirándonos al ombligo, encontrábamos a España en un lugar bastante preocupante. El 53º del mundo en una lista de 146 países. Teniendo en cuenta que hubo una época en que se aspiró a ser uno de los ocho países más ricos del mundo, el nivel de corrupción es cuanto menos llamativo.
El ranking sin embargo es muy variable. Los países que ocupan los primeros puestos arrasan. Cada diplomático Kuwaití, de media, cometió 246,2 infracciones. El segundo país peor parado, Egipto, salta hasta las 139,6 infracciones. Es una diferencia abismal.
En el puesto 20º se encuentra Serbia y Montenegro, con 38 infracciones, en el puesto 40º Sri Lanka con 17,2 infracciones. Los españoles tan sólo cometieron 12,7 infracciones.
El entorno de España, los países con que debemos compararnos, arrojan resultados similares. Marruecos destaca con 60, Italia nos aventaja con 14,6. Portugal tiene 8,8. Grecia maravilla con 0 infracciones, al mismo nivel que los países nórdicos, Japón y Canadá. Algún día habrá que escribir sobre Grecia.
En el siguiente escalón, Francia tiene 6,1 infracciones.
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