El buzón

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Cuando aún no había comprado mi casa, el vendedor ya me hablaba de que no tenía la llave del buzón. Conforme se iba cerrando el trato, el destino de la llave era cada vez más incierto. Solo pasada la firma de la compraventa, se confirmó que jamás la conseguiría.

Me tocó reventar el buzón y buscar una cerradura compatible. No fue tarea sencilla, al tratarse de un modelo antiguo de buzones.

El buzón tenía correspondencia de varios meses, más de un año con toda seguridad. Entre el aluvión de publicidad de Carrefour, Media Markt, Telepizza aparecían cartas de bancos, documentos de la Seguridad Social y de Hacienda que más o menos iban dibujando una historia de los habitantes anteriores de la casa.

Al parecer había una persona empadronada en mi vivienda que actualmente vive en Marruecos pero sigue percibiendo algún subsidio social. Todo un clásico. Y una estudiante a la que enviaron el carné de conducir, y con la que tuve que quedar a través de Facebook para entregárselo. Y una familia cuyo exangüe saldo en la cuenta del Santander palidecía ante las notificaciones de comisiones: por tener la cuenta, por tener poco saldo, por recibir correo diciendo que se cobraban comisiones.

Tras tan desigual lectura, decidí que tiraría todas las cartas que llegaran a partir de ese momento. La rutina era sencilla: bajar a mirar el correo cuando tuviera que salir por cualquier motivo. Tirar las cartas al contenedor y hacer lo que tuviera planeado.

Un día sin embargo me di cuenta de que, a la misma distancia que el contenedor de la basura y también de paso, tenía un buzón. Como amante de lo bizarro no pude evitar la tentación de tirar un par de cartas en el buzón.

Para mi sorpresa, sin embargo, las cartas volvieron a mi buzón a los pocos días. Y digo sorpresa porque suponía que esas cartas, con franqueo pagado, supondrán un coste que ni el emisor ni Correos querrán tener que hacer frente en más de una ocasión.

Irremediablemente me vi forzado a echar las cartas de nuevo en el buzón de Correos. Esta vez camuflado como un activista contra las empresas del IBEX-35. El sobrecoste de tener que tramitar esa carta de nuevo tendría que ser pagado o bien por el banco o entidad de turno, o por Correos. En ambos casos dos enormes corporaciones que no tienen paridad en su Consejo de Administración. La realidad es que lo hice porque me costaba lo mismo que tirarlas a la basura: nada.

Así comenzaría un círculo vicioso entre Correos y yo. Las cartas iban y venían durante semanas hasta que ellos se hartaban e incluían un matasellos especial o yo me cansaba de hacer el idiota y las tiraba a la basura. Pero en la mayoría de los casos, las cartas podían cumplir más de 10 reenvíos sin que su destino de ser leídas se cumpliera.

Con semejante desatino, pude comprobar cómo el servicio de envío de cartas – con toda la razón del mundo – se ha ido convirtiendo en uno de las pocas prestaciones que han empeorado con la aparición de Internet. El envío de cartas se ha reducido dramáticamente – es razonable pensar que tenga que desaparecer. Y con ello los tiempos de entrega se han disparado. Antes recibías una carta de cualquier punto de España en menos de dos días. Ahora una carta local, enviada desde enfrente de mi casa, puede tardar 10 días en volver a llegar a mi buzón.

Con delirios de grandeza empiezo a pensar que mi esfuerzo para destruir al Banco de Santander es, al mismo tiempo, una labor solidaria, manteniendo la función de Correos, que al menos deberá mantener una sucursal para dar servicio a este bucle analógico.

3 comentarios en «El buzón»

  1. Hola. Este comentario es mera curiosidad, ninguna crítica, en todo caso una felicitación por tan buenos artículos durante tantos años que te llevo leyendo. El caso es que suelo percibir detalles que me hacen deducir la edad, sexo o costumbres de la persona a la que sigo… sin embargo en tu caso creo que sencillamente es todo una magistral colección de relatos más o menos ficticios, que insisto me gustan mucho. En algunos parece vislumbrarse que eres mujer en otros hombre, en algunos que eres de media edad, en otros parece que algo más mayor, en fin… que seguramente me quede con la curiosidad de si son reales o ficticios… o no, si nos lo confirmases.

    En cualquier caso gracias y enhorabuena! tus posts son muy interesantes y en su justa medida para no abrumar como hacen todos los demás que parece escriben por escribir.

    PD: yo también he pensado en esto de los buzones por sucederme exactamente lo mismo en donde vivo desde hace pocos años.

  2. En realidad esa ambigüedad siempre ha sido deliberada, la página tiene ya unos 12 años y antes en Internet se ocultaba celosamente la personalidad de los autores.

  3. Yo otro lector que te sigue y que se asoma cada mes y pico a ver si hay algo nuevo ya que has ido espaciando las entregas, algo totalmente lógico y normal. Siempre nos ocurre con muchos proyectos que iniciamos. Hay artículos del pasado que son buenísimos, pura magia. Esperamos que nos redactes alguno de esos pronto.

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