Raygun

I

Rachael Gunn, deportista australiana conocida con el sobrenombre de Raygun, atrajo todo el protagonismo del estreno del breakdance como deporte olímpico. Con una actuación que sería calificada de controvertida, polémica pero sobre ridícula, pronto se convertiría en carne de memes y todo tipo de parodias.

Siendo el breakdance un deporte nunca antes visto en las olimpiadas, estaba todavía en pañales y para mucha gente la actuación de Raygun sería la primera toma de contacto con la nueva disciplina. Los que ya intuían que no era un deporte digno de aparecer en las olimpiadas, encontraron la confirmación a sus sospechas. Los que llegaban sin prejuicios, lo tuvieron demasiado fácil para subestimar la disciplina.

La historia fue tratada como tantas otras de hoy en día: noticia de unas pocas horas, trending topic, bromas fáciles y entierro en el olvido. Algunos han tratado de explicarla burdamente y con prisas. Casi todas las versiones polarizadas están plagadas de errores, simplificando el drama para hacer la narración más fácil y creíble. Me uno a ellos, aunque en mi descargo diré que le he dedicado algo de tiempo a desvelar el verdadero misterio del baile del canguro: ¿Cómo pudo ocurrir algo así?

La mayoría del tratamiento informativo se han centrado en la falta de profesionalidad de la atleta y ha asumido (y difundido la historia) que su clasificación se logró de forma irregular. Y es cierto que es la parte que desarrollaremos más en detalle en esta historia. Pero hay otra pregunta aún más inquietante. ¿Por qué la australiana Raygun realizó una actuación así?

La prueba de breakdance femenino de las Olimpiadas de París tuvo lugar en unas pocas horas del 9 de agosto de 2024. La competición comenzó en las 16:00 y a las 21:29 teníamos la final, que apenas duraría 10 minutos. Así, un deporte completo fue solventado en menos de 6 horas: fase de grupos, cuartos de final, semifinales y final. Al día siguiente, en la misma sede y con un horario similar, se solventaría la prueba de los hombres.

II

La pregunta inicial debería ser, ¿Por qué es el breakdance una nueva disciplina olímpica? La razón es relativamente simple: porque Francia es buena en ella y es un deporte “de los jóvenes”.

Cada año, se revisan algunas pruebas deportivas que pueden ser eliminadas de la competición y se incluyen algunas nuevas. El breakdance, a pesar de que para muchos “no sea un deporte” encaja a la perfección: es moderno, no es costoso de organizar, apenas necesitas una sala y lleva poco tiempo, en unas pocas horas tienes toda la competición completada. Para más inri, Francia es muy buena y ha tenido en Danny Dann a un finalista que partía con muchas opciones para ganar. Era inevitable que el deporte fuera incluido. Ahora bien, este deporte se enfrenta a un problema inesperado: los breakdancers son unos anarquistas y tienen una estructura totalmente descentralizada. Incluso la forma de elegir un ganador no estaba claramente definida hasta que se forjaron nuevos criterios, más claros, para la olimpiada.

El anuncio de que el breakdance sería un nuevo deporte olímpico se haría el 7 de diciembre de 2020. Tratándose de un deporte relativamente amateur, no hay algo parecido a federaciones nacionales. Las competiciones menores siempre se realizan de una forma caótica y casi altruista, y no ha habido un campeonato mundial al menos hasta que Redbull empezó a organizarlos en 2004.

El deporte, que consiste en un baile bajo el ritmo de la música, se enfrenta al absurdo de que la música casi siempre está protegida con derechos de autor, por lo que la emisión de las pruebas se encuentra con todo tipo de problemas de copyright, un desastre organizativo de cara a una mayor difusión del deporte. A diferencia de otras pruebas deportivas, es complicado encontrar clips completos de las batallas de las olimpiadas, la misma organización olímpica ha sido especialmente dura con el breakdance, no manteniendo las emisiones completas. Todo por culpa de la música.

Un deporte poco organizado, acabó bajo el paraguas de la World Dance Sport Federation, una organización cuya mayor responsabilidad siempre han sido los bailes de salón.

Las teorías conspiranoicas suelen comenzar aquí. Se ha escrito todo tipo de especulaciones sobre los siniestros objetivos ocultos de la dicha asociación, que usa al breakdance como topo, con la oscura intención de fondo de usarlos como punta de lanza para más adelante incluir los bailes de salón en las olimpiadas. Una teoría confusa y que hasta de ser cierta, no incluyen ningún plan de dominación del mundo.

Lo cierto es que la World Dance Sport Federation es una asociación pequeña, con bajo presupuesto y capacidad organizativa. Enfrentada al reto de organizar la prueba olímpica, su primer problema fue establecer unos criterios sólidos para definir el camino hacia las olimpiadas de París. Justificada o no en sus carencias, la organización ha sido la primera que ha tratado de tapar cualquier deficiencia en el proceso de clasificación de Raygun. Hay un dicho famoso de Paul Getty, “Si le debes 100 dólares al banco, es tu problema; si le debes 100 millones, el problema es del banco”. De una forma similar, si la deportista australiana hizo el ridículo, el problema es suyo. Pero si el ridículo es muy grande, el problema pasa a ser de todos los que tuvieron algo que ver con ella. Así, cada dirigente del nuevo deporte, de la delegación olímpica australiana y hasta el presidente de su país, han apoyado su actuación. Nada raro aquí, así que por favor, miren hacia otro lado.

III

Las olimpiadas de París han catapultado a Australia como una de las mayores potencias del deporte. Sólo detrás de las omnipotentes China y Estados Unidos y pisando los talones a Japón. 18 medallas de oro y un total de 53. Estamos hablando de un país muy serio y ambicioso que ha presenciado el espectáculo bochornoso del breakdance con los ojos de un perdedor para el que aquello de “lo importe es participar” no es suficiente.

Australia es un país orgulloso de sus deportistas y a ellos el show de Raygun no les ha dejado indiferentes. De hecho, les ha causado un enorme daño. La b-girl (nombre que se da a las bailarinas de breakdance) es el canario en la mina, que alerta sobre un problema mayor. Detrás de tantas medallas para Australia se esconde una pequeña gran injusticia: el país tiene prácticamente el monopolio de las plazas olímpicas para Oceanía. Un auténtico chollo que mantienen con un perfil muy bajo.

Los aficionados al baloncesto hemos visto durante años cómo Angola y Australia eran los convidados de piedra de los torneos olímpicos. Equipos lamentables que siempre participan y todo lo más dan un susto a alguno de los favoritos. Estos conjuntos se clasificaban con el chollo de las competiciones continentales. Mientras el torneo europeo y el americano son un combate infernal para obtener una de las dos plazas, o continentes repletos de países como Asia y África se pelean por una sola, Australia tiene prácticamente en el bolsillo la de Oceanía. Y claro, tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe y después de tantas participaciones, en alguna Australia ha acabado consiguiendo medallas (como un bronce en el baloncesto femenino en París 2024).

Así, una gran parte del éxito de Australia en las Olimpiadas se debe a que manda muchos más deportistas que el resto de países. En muchas competiciones, sólo los deportistas con una marca mínima consiguen su acceso. Pero a veces se dan unas plazas extra a los ganadores continentales, para dar más variedad a los participantes. Es por ello que casi todos los países tienen representantes olímpicos. Si sólo fueran los mejores deportistas la competición serían menos colorida y más aburrida. Cuando un deportista con sobrepeso de un país exótico aparece en pantalla nos sonreímos ante su ridículo y una actuación sin pena ni gloria.

Oceanía justifica su existencia independiente exhibiendo un continente con 15 países y 19 dependencias. Pero a la hora de la verdad, son prácticamente solo dos. Y Raygun ha despertado a la bestia. Ahora todos los ojos están mirando a Australia ¿Por qué un país tan bueno, también tiene a turistas de las olimpiadas? La pantomima de Raygun fue tan grotesca que inmediatamente se puso el foco en otra historia, mucho más interesante: ¿Cómo se clasificó Raygun para los Juegos Olímpicos?

IV

La clasificación para las pruebas de breakdance en las olimpiadas de París 2024 ha seguido criterios similares a otros deportes menores. Unos campeonatos continentales que repartían unas pocas plazas (en la mayoría de casos solo una) y luego un cupo de deportistas que podrían clasificarse mediante los puntos conseguidos a lo largo del 2023 en pruebas internacionales.

Así, el camino fácil era ganar un continental. El difícil, hacerlo a través de las pruebas internacionales, forzados a tener que ganar más de una para tener alguna opción real.

No se sabe en qué momento Rachael Gunn se vio con opciones para viajar a París. Me imagino que fue un proceso. La deportista australiana ha contado hasta la extenuación que dispone de un doctorado en breakdance, bajo el fascinante título de Deterritorializing Gender in Sydney’s Breakdancing Scene: a B-girl’s Experience of B-boying (La desterritorialización del género en la escena del breakdance en Sydney: la experiencia del B-boying de una B-girl) la doctora muestra cómo su investigación le llevó en 2017 a desvelar una de las grandes preguntas del hombre, a la que grandes pensadores no supieron dar respuesta. Un típico doctorado de pacotilla, muy localista (para que nadie de fuera pueda opinar) de un tema muy minoritario, poco académico y con las coletillas propias del siglo XXI, vacías de contenido. El breakdance le sirvió para comer y conseguir un trabajo de profesora universitaria. Ante tal esfuerzo divulgativo, se tomó unos años de descanso en la investigación y práctica aficionada del breakdance, pero el anuncio del nuevo deporte olímpico reavivó su interés, llevándole a volver a practicarlo.

¿En qué deporte encontramos a atletas que lo dejan un tiempo y luego lo retoman, si no es por una lesión o una sanción? En breakdance, desde luego. Su parte de baile hace que muchos de sus practicantes acaben enrolando las listas de otros tipos de danza, mejor vistos o con más perspectivas profesionales. La propia Rachael Gunn afirma que también dedicó su tiempo al claqué, el jazz o los bailes de salón. Ahora bien, gracias a su estudio de la comunidad del breakdance femenino, Rachael no sólo sabía sobre los problemas de desterritorialización o las dificultades de las b-girls. Haber participado durante años del breakdance en Sídney le llevó a una verdad académica que pocos conocían: es un deporte (al menos en la disciplina femenina) que practican cuatro gatos. Y en el que no hay una puntuación clara como en fútbol, el resultado es siempre un tanto subjetivo.

Inicialmente Raygun, junto con su marido, se enrolaría en la AusBreak, asociación de breakdance para Australia, con el foco puesto en Sídney. La posibilidad de participar en la organización del clasificatorio para las Olimpiadas era una grandísima experiencia. Posiblemente esa era su intención inicial. Sin embargo, pronto comenzó a darse cuenta del poco glamour de ese nuevo deporte olímpico. El presupuesto era muy limitado y la atención aún menor. La Asociación de Deportes de Baile necesitaba un socio local y acudió a la AusBreak para la organización del torneo continental. Lejos del encanto de organizar un gran evento, la asociación se veía obligada a hacer lo que podía con los medios de que disponía.

En algún momento, Rachael Gunn empezó a conectar los puntos en su cabeza. Un deporte minimalista. Una competición continental hecha con cuatro duros. Un deporte de pobretones. El detalle no menor de que para participar en las olimpiadas hay que tener al menos 16 años. La australiana tenía la intuición de que simplemente por el hecho de participar, tenía opciones ganar el torneo continental.

V

Lo que comenzó como una historia viral que ha llegado a todo el mundo, se ha ido volviendo primero continental y ahora se va haciendo más y más pequeña. El 28 de octubre de 2023 en Sídney tendría lugar el Campeonato Continental de Oceanía de breakdance. La ganadora, conseguiría una plaza directa para París. Raygun, la chica que meses después realizaría el baile del canguro ante el atónito público de París, sería una de las participantes.

¿Cuántos participantes atrajo la posibilidad de una plaza para las olimpiadas? Piensa en número. Ahora divídelo por 10. Redondea muy a la baja: apenas 15 participantes, 13 australianas y 2 deportistas de Nueva Zelanda.

El cutrerío de la competición saca los colores a la potente Australia. Un drama de sus torneos regionales es la desventaja a la que se enfrentan el resto de países. Un continente de cartón piedra, que usa a los otros 13 países como relleno. Pero a la hora de la verdad, la mayoría de las competiciones se van a realizar en Australia, y muchas de ellas en el eje Sídney-Camberra-Melbourne. Los gastos de desplazamiento tienen que ser costeados por los propios deportistas, y no estamos hablando de un billete de tren en alta velocidad. Hablamos de vuelos de larga distancia y estancia en ciudades de alto poder adquisitivo. Al final, la elección de la candidata para ir a París se dirimiría a un nivel no ya nacional, sino prácticamente local, entre las pocas participantes de Sídney.

En las conversaciones del desayuno entre Rachael Gunn y su esposo, Samuel Free ─practicante aficionado de breakdance y posteriormente entrenador olímpico─ a comienzos de septiembre, tuvo que surgir el asunto del bajo número de inscripciones a la competición femenina. A falta de poco más de un mes para el torneo Continental, no había ni 20 participantes y la mayoría de ellas serían conocidas. Como parte de la asociación que había organizado la competición, sabían de primera mano qué estaba ocurriendo. ¿Qué haría un organizador preocupado ante la baja participación? Pues depende. Si ese organizador es también un participante: callarse.

Se han dado muchos datos falsos sobre cómo sería la competición. Lo cierto es que ni Rachael ni su marido Samuel formaban parte de la directiva de AusBreak, pero sí que eran parte de la pírrica organización. Luego se diría que Samuel Free era uno de los jueces de la competición continental, algo que se puede verificar que no es verdad. Lo que es indudable es que la competición femenina tenía todos los ingredientes para que fuera ganada por Raygun: pocos participantes, se realizaba en su propia casa, conocía a los organizadores de la competición y gracias a su mil veces repetido doctorado en breakdance, tenía un cierto estatus del que carecían todas las demás.

Un dato mucho más siniestro, que curiosamente es de los menos comentados y que resulta demasiado fácil de comprobar es el que apunta a que la propia AusBreak anunció en sus redes sociales (la escasa forma de promoción de dicho campeonato) el 15 de septiembre, seis semanas antes que la competición, cómo se podían comprar las entradas para ir de público, pero que las plazas para registrarse como deportista ya estaban cerradas.

Sin embargo un mes después, el 16 de octubre volvieron a hacer un anuncio, esta vez indicando que quedaban 4 días para registrarse como deportista (siendo la competición el 28 de octubre).

La falta de transparencia entre las publicaciones es inquietante. A tan solo un mes y medio del campeonato apenas una publicación en la cuenta de Instagram, sin hacer mención a la condición de clasificatoria para París (en la imagen promocional) pero sobre todo indicando que era demasiado tarde ya para inscribirse. Luego, un artículo más cuidado cuando ya solo quedan dos semanas y 4 días para inscribirse. Lejos de hablar de incompetencia o torpeza organizativa, las teorías que hablan de intereses espúreos tienen mucho peso. En algún momento la organización no quiso tener demasiados participantes. 15 b-girls, casi todas de Sídney.

La final de la competición sería entre Raygun, la villana de nuestra historia y Holy Molly. El vídeo del combate está publicado y resulta dudoso que la ganadora fuera Rachael Gunn, aunque así fue.

A lo largo de esta historia he tratado de expresar que el pasaporte olímpico de esta deportista no se debe a una victoria, más o menos afortunada, en la final australiana. Su posición de autoridad en la escena de Sídney, el hecho de que tanto ella como su marido eran partes de la asociación que organizó el evento y la escandalosa falta de promoción de un evento tan importante hablan de una injusticia. Lamentablemente no hubo ninguna deportista que se sintiera perjudicada. Holy Molly, la otra finalista, nunca protestó. No hubo deportistas de otros países con mejor trayectoria ausentes de la competición. Pero Raygun quiso ver su camino allanado, a pesar de su elevada edad (35 años) y de su irregular trayectoria deportiva, se consideraba perfectamente cualificada para el puesto. Un deporte de aficionados en el que todos son amigos, la chica más lista de la clase se salió con la suya.

Para seguir mostrando que el cortijo era suyo, Rachael Gunn acabaría llevando a su propio marido como entrenador. Si el mérito de la deportista ha quedado muy cuestionado, el de su marido está fuera de toda duda: no tiene ninguno, más que ser el marido de ella. Un auténtico aficionado, sin ningún tipo de credenciales. Autodefinido como artista, en las entrevistas previas a la competición queda claro que estaba detrás de las grotescas coreografías. Una delirante pareja pagada de si misma, snob hasta la médula en un deporte de gente sencilla llena de camaradería, decidieron embolsarse todo el premio de la participación olímpica, sin repartir ni una migaja.

VI

Ya hemos visto cómo Raygun llegó a las olimpiadas, tenemos ahora que fijarnos en el resto de competidoras. Y para sorpresa de muchos llegamos a una interesante observación: Raygun no era la peor entre las participantes. Es más, ni siquiera es la que peor lo hizo.

Si bien el esperpento de Rachael Gunn sería el más recordado, vino precedido de uno no menos inquietante. El estreno de Raygun tendría lugar a las 16:13, pero justo a las 16:00 tendría lugar un combate igualmente mediático. Manizha Talash, la representante del Equipo Olímpico de Refugiados, sería la que abriría la prueba.

Talash, originaria de Afganistán, es una refugiada que vive en España. En un video muy emotivo que circula por redes, cuenta su historia de cómo se inició en el breakdance en Afganistán. La historia es muy tierna y le ha permitido el acceso a las olimpiadas por la puerta grande de la solidaridad (o la puerta de atrás de no tener que demostrar la valía). Su actuación no sería la más ortodoxa, y le valdría, al igual que a Raygun, un resultado de 0 puntos. No obstante quedaría eclipsada con un detalle final. Terminando su baile, mostraría una capa con el texto Free Afghan Women (libertad para las mujeres afganas).

La normativa de las olimpiadas no permite mostrar ningún mensaje político en la vestimenta, lo que llevaría posteriormente a su descalificación. Puede sonar un tanto paradójico, que el Comité Olímpico invite explícitamente a un equipo de refugiados, pero luego no les permita expresar sus ideas. La realidad es que las olimpiadas son un circo en que el director decide qué reivindicación se hace y con qué mensaje. No hay espacio para espontáneos.

En el mundo actual de puros eslóganes y ningún contenido, los medios se harían eco de la noticia opinando sobre la descalificación de la deportista. ¿Justificada o no? ¿Medida excesiva? Gracias a esa capa, Talash consiguió dar visibilidad a su mensaje, trasmitir su imagen de doble víctima (de la represión de Afganistán y ahora del Comité Olímpico que la sanciona). Jaque mate mediático para una actuación de 0 puntos. Descalificada o no, ya estaba eliminada de la prueba. Su encuentro contra la holandesa India estaba encuadrado en la categoría batalla-pre-clasificatoria. Un concepto extraño, altamente corrupto como todo lo que rodea al Comité Olímpico. Una deportista sin opciones tiene la oportunidad de competir en el estreno, y lo hace contra la campeona europea. Sólo en caso de ganar, Talash podría haber pasado a la fase de grupos, en la que la esperaban estrellas como Raygun. Supongo que convencieron a India ─una joven de 18 años con méritos sobrados para estar en la prueba, y que no tenía por qué participar en un pre-clasificatorio─ con el premio de ser parte de la primera prueba olímpica de breakdance.

VII

Y como no hay dos sin tres, nos falta una tercera actriz en este drama de baile. Elmamouny, la representante de África. Su caso recuerda mucho al de Raygun. Con una actuación que no sería polémica, pero tampoco muy meritoria, y con un balance de 0-18 (contra la china Ying Zi), 0-18 (contra la japonesa Ami) y 2-16 (contra la italiana Anti), apenas si consiguió 2 puntos más que Raygun, que se iría con su casillero en cero puntos.

La competición continental africana recuerda mucho a la australiana, plagada de recortes de presupuesto y favoritismos. Celebrada en Marruecos en mayo de 2023, apenas con 13 participantes en el cuadro femenino (y otras 8 que se inscribieron pero no acabaron participando) 5 participantes locales, 8 de otras nacionalidades. Para sorpresa de nadie, los ganadores de la prueba masculina y femenina serían de Marruecos.

Del mismo modo que Australia y Marruecos tuvieron una discretísima actuación en el cuadro femenino, en el masculino pasaron sin pena ni gloria. J Attack, el australiano, apenas conseguiría 2 puntos en total, perdiendo 0-18 contra Danny Dann (el finalista francés) y 1-17 contra Phil Wizard (el canadiense que ganaría la competición). El australiano, en lugar de lamentarse de sus falta de posibilidades, hizo lo que pudo compitiendo contra los mejores del mundo y tendrá una foto para el recuerdo que mostrará con orgullo a sus nietos.

Así, el problema de Rachael Gunn/Raygun no era tanto que no tuviera opciones de ganar. El verdadero misterio de este drama fue su manera de afrontar la competición. La mayoría de deportistas deciden hacerlo con dignidad y discreción, dando lo mejor de sí mismos, pero respetando el espacio de honor, que pertenece a las verdaderas estrellas. Ellos han ido allí para vivir la experiencia, hacerse la foto, tener una historia que contar, y con un poco de suerte, poner a prueba las camas de cartón de la villa olímpica.

La australiana, sin embargo, tendría una aproximación totalmente original al problema de competir contra los mejores.

Nunca iba a ganar a esas chicas en lo que ellas hacen mejor, el dinamismo y las acrobacias así que quise moverme de una forma diferente: ser artística y creativa porque ¿Cuántas veces en tu vida vas a poder hacer algo así en un escenario internacional?

En lugar de ser una loba solitaria, Rachael Gunn se vio retroalimentada por su marido como entrenador, un pésimo breakdancer con aires de artista. Creyéndose más listos que nadie, en una burbuja que les mantenía totalmente fuera de la realidad, planearon al detalle el absurdo número de Raygun, gasolina para los memes.

En su cabeza, pretendían volver a aprovecharse del sistema. No podían luchar contra los mejores en la parte técnica, pero si la australiana se volcaba en el lado artístico, podría llevarse todos los puntos en disputa. Una astucia de nicho a la que fueron dando forma como en el cuento de la lechera. Se imaginaban que Raygun perdería casi todos los combates, pero quizás ganarían en la parte artística.

La puntuación del breakdance olímpico se basa en 5 aspectos: creatividad, personalidad, técnica, variedad, puesta en escena y musicalidad. Dando por perdido el aspecto técnico, pensaba que podían plantar cara ganando en el de la creatividad. En su fantasía, tal vez pensaban que imitar a animales era un rasgo de personalidad y que quizás en esa categoría podían arañar puntos.

Pero la realidad les dio un baño de humildad. En París no dejaban de ser unos pueblerinos con aires de grandeza. A ningún juez le tembló el pulso a la hora de puntuar con 0 la creatividad de sus bailes. Técnicamente eran otro 0. Pero es que en el resto de aspectos, tampoco valían nada.

Creo que ellos nunca pensaron en pasar a la historia con una actuación patética. En el mundo moderno y la economía de la atención, su jugada maestra les pondría en el foco de atención. Jamás pensaron en el lado negativo de la fama y Rachael Gunn se convertiría en un ridículo internacional que nunca será olvidado. Aunque, lamentablemente, hasta de la mala fama se puede vivir hoy en día.

En contra de lo que se ha llegado a publicar también, su lamentable actuación no ha tenido ningún impacto en la cancelación del deporte para los próximos juegos de Los Ángeles 2028. Del mismo modo que hiciera Francia, Estados Unidos ha especulado y elegido deportes en los que tienen opciones, el lacrosse y el softball entre ellos. La elección de los nuevos deportes se hizo ya en 2023, de ahí que lo que pasara en París, en París se quedaba.

VIII

En resumen, ¿Por qué ocurrió algo tan bochornoso como la actuación de Rachael Gunn? Se unieron muchos factores. De un lado, la facilidad para clasificarse siendo australiano, de otro, la fragmentación y el amateurismo del breakdance. Eso la llevo a las olimpiadas, algo que en sí no debería ser ningún drama, en un evento donde van 15.000 personas, hay unas cuantas personas que han jugado bien sus cartas.

El verdadero drama de Raygun estaba en que nunca nadie le dijo lo mala bailarina que era. Ella sabía que no era una de las mejores, pero no se imaginaba hasta qué punto era un fraude como persona. En un mundo en que opinar negativamente es juzgar, no se puede criticar porque se pone en peligro la salud mental y las opiniones discordantes son haters, en que los amigos son los primeros que jamás mencionan tus defectos ─si quieren seguir siéndolo en un tiempo en que se está a un click del destierro─ es cuestión de tiempo que a todos nos llegue la cura de humildad. En su caso llegó tarde, pero lo hizo con todo el peso de la ley y de la vergüenza pública y espero que jamás caiga en el olvido.

¿Y qué opino personalmente sobre el breakdance? Para escribir esta historia he tenido que ver más batallas de las que me hubiera gustado. Es un deporte espectacular, atlético y el punto amateur lo hace incluso más interesante. No hay complicadas reglas para entenderlo. Los mejores deportistas están a un nivel casi inalcanzable. Se me ocurren más de 10 disciplinas de las olimpiadas que tienen menos mérito para estar en la competición.

Y si sólo tienes que ver un vídeo de breakdance, que sea este: una historia muy bien contada:

Fuentes:

La crisis del Covid

Vengo de terminar el libro de Alex Berenson Pandemia: How Coronavirus Hysteria Took Over Our Government, Rights, and Lives, que trata sobre la pandemia del Covid-19 y las medidas que tomamos en aquel entonces.

La pandemia del Covid-19, que tomaría el mundo occidental en marzo de 2020 pasó de ocupar el centro de todas nuestras vidas a ser ignorada por completo. La mayoría de las personas la asocian con un mal sueño y una época peculiar en que se agotaba el papel higiénico y trabajábamos desde casa.

A mi sin embargo me fascinó el cambio de mentalidad y la amnesia colectiva. Como en todas las crisis, la memoria nos juega malas pasadas y acaba simplificando el relato hasta convertirlo en un cuento para bebés. La crisis del 2008, que golpearía especialmente a España, se resume entonces en que fue “una crisis que provocaron los bancos con su codicia”. La crisis del Covid va camino de una simplificación aún mayor.

Así, me puse a buscar en Amazon libros sobre la pandemia. Habiendo pasado ya bastante tiempo, me imaginaba que encontraría algo con cierta perspectiva o calidad histórica. Pero no fue así. Hay muy poco escrito al respecto, y lo único razonable fue ese libro de Alex Berenson.

Reconocido negacionista/terraplanista/anti científico/facha, Alex Berenson es un antiguo periodista del New York Times que ha publicado varios libros con mayor o menor éxito. Curiosamente su obra anterior trata sobre los peligros de la legalización de la marihuana por sus vínculos con enfermedades mentales. Durante los inicios del Covid se haría bastante famoso en Twitter (antes de leer el libro no lo conocía) y sortearía la censura de los verificadores gracias a simplemente publicar estudios científicos o resaltar contradicciones de los gobernantes acerca de la enfermedad. Un negacionista de los peores, pues se mantenía en el terreno de la verdad.

¿Por qué revisitar el Covid ahora? La respuesta me parece simple. ¿De qué nos sirve leer libros sobre la II Guerra Mundial o sobre la Guerra Civil española si algo que hemos vivido en propia persona, hace apenas 3 años, ya casi lo hemos olvidado? Y si no, tenemos una memoria totalmente equivocada de cómo ocurrieron realmente las cosas.

El Covid es uno de los pocos eventos históricos recientes que hemos vivido y ya se difumina en nuestra mente como una breve época entre unos confinamientos de dos semanas y una crisis que duró unos pocos meses. Permite ver hasta qué punto somos impermeables ante la realidad y como la tiranía de la noticia instantánea, urgente durante apenas 24 horas, nos anula el contexto de lo que nos sucede.

Un punto muy importante a considerar es que la crisis del Covid es la detonante de todas las futuras crisis por llegar. Los Estados se endeudaron para hacer frente a los gastos. España pasó de una deuda pública en el entorno del 95% a una al 120%. La diferencia no es numérica, sino de grado, pasando de una deuda muy alta, a una inasumible. En países como Estados Unidos, el incremento fue similar. Básicamente todos miraron al vecino y copiaron su reacción. Italia o Francia están igual que España así qué, ¿de qué preocuparnos?

La desquiciada solución al problema: imprimir dinero para pagar todos los gastos desembocó en la crisis de inflación que aún vivimos. Torpemente se le echó la culpa ‘a Putin’, pero la causa original no es otra que el exceso de liquidez inyectado al sistema durante la crisis del coronavirus.

Otra crisis anexa fue la de la democracia. Los gobiernos se volvieron mucho más democráticos tomando medidas dictatoriales ‘por el bien de todos’ y encantados de experimentar cómo los ciudadanos las acataban cuando no las alababan. Después de la crisis se demostró que podrían hacer lo que quisieran con los ciudadanos, en tanto en cuanto pudieran darle una imagen de modernez y solidaridad. Bastaba con tener contenta a la masa, que se erigiría como una suerte de policía de balcones, de redes sociales, de la moral. Ya no hay vuelta atrás ante eso.

Y entonces, ¿Qué fue la pandemia del Covid-19? Mirando retrospectivamente, una crisis ante la que sobre reaccionamos de una manera absolutamente patológica. La forma en que afrontamos la crisis la convirtió en una aún mayor.

Basta ver el ejemplo de los países más pobres. Sin una red que los protegiera ante una crisis de estas medidas, sin una sanidad pública decente, sin coberturas de desempleo, optaron por lo único que podían permitirse: no hacer casi nada. Por eso no nos llegaban noticias traumáticas de casos en Egipto, en Nigeria, en Bangladesh. La gente se seguía muriendo en un parto, por una enfermedad común, en una accidente laboral, como casi siempre. Algunos países con poblaciones altísimas mostraban un volumen de muertes y casos altos, pero no eran nada comparados con los países occidentales. Su situación económica era tan mala, que no podían permitirse preocuparse por el mundo, de la misma forma que un prisionero en el corredor de la muerte no pasa ni una noche del resto de su vida con pesadillas sobre el cambio climático.

¿Y por qué sobre reaccionamos tanto? El libro de Berenson aporta alguna luz al respeto, en un proceso interesante y que seguramente ninguno de nosotros ha pensado.

Los políticos tomaban sus medidas basados en los estudios de expertos (o comités de expertos que podían o no existir). Ahora bien, antes del covid-19, ser experto en pandemias era una de las mejores profesiones del mundo. Básicamente tenías que dar mensajes alarmistas y planes de acción que no serían implementados nunca. Durante décadas, se dedicaron a diseñar protocolos, ideas y medidas que no tenían ninguna aplicación práctica (gracias a Dios). Entre esos protocolos, figuraba la idea de los confinamientos. Ni qué decir tiene, algo tan drástico no había sido empleado nunca antes y los análisis al respecto eran muy teóricos y especulativos, válidos (o igualmente inválidos) para cualquier tipo de enfermedad.

Así, cuando los políticos convocaron a sus asesores, se encontraron con las medidas teóricas que se habían venido sugiriendo: confinamientos. Los políticos, que al menos tienen un contacto más directo con la realidad que los científicos, sabían que algo así no podría implementarse sin un enorme rechazo social. La única solución para promocionar una medida tan extrema era multiplicar el miedo hacia la enfermedad.

Por eso pasamos de “algo parecido a una gripe” a una enfermedad en que la gente se volvía negra, se deplomaba por la calle como zombies, atacaba a todo el mundo y les llevaba a una muerte horrible. La dramatización extrema funcionó y la gente aceptó cándidamente la medida.

El giro inesperado llegaría después: la gente estaba encantada con los confinamientos. La aprobación de los políticos que los convocaron se disparó por las nubes. Cuanto más extremo era un político al respeto, mejor resultado tuvo. Y claro, ya no había vuelta atrás: en cuanto la clase política vio que la gente quería eso, se volcaron en dárselo.

Como en ese mítico anuncio, en que los padres se vuelven locos tratando de encontrar un buen regalo para su hijo y luego se sorprenden al ver que lo que siempre había querido era simplemente un palo. Así, los políticos, con sus medidas populistas, absurdas y de cara a la galería se fascinaban ante el hecho de que lo único que la gente quería era menos libertad, cuanta menos, mejor.

La última pieza del puzzle la pondrían los medios de comunicación: en una mitad subvencionados con un catéter conectado a la Publicidad Institucional, en la otra alimentados a base de click bait, noticia sensacionalista y sin dejar que la verdad les estropeara una buena noticia, se dedicaron a propagar los peligros con su ventilador mediático.

Así, lo sorprendente del terror es que iba a ser provocado sólo para permitir los confinamientos. Pero en cuanto se supo que la gente lo que quería era miedo, nos sirvieron litros y litros hasta que ya no pudimos más con él.

Los políticos que trababan de minimizar los riesgos, como Donald Trump, eran ridiculizados, los que los exageraban, disparaban su aceptación. Es por ello que Argentina, un país de grandes recursos naturales, conseguiría el nada honroso mérito de tener el confinamiento más largo de todo el mundo. Países como Nueva Zelanda se aislaron del mundo y mostraban cómo una mujer presidenta podía dirigir mejor que nadie (luego lograría una reelección con la mayor ventaja jamás conseguida por su partido en toda la historia). En realidad la fórmula del éxito era sencilla: cuanto más extremas fueran las medidas, mejor.

¿Y por qué los confinamientos? La idea con los mismos era evitar que los hospitales se colapsaran. Paradójicamente, pocos hospitales lo hicieron. Llegaron a niveles de carga altísima pero nada más. Esta fue una constante por casi todo el mundo. En España se construyeron decenas de hospitales de campaña que luego apenas tendrían pacientes. En Madrid, El hospital Zendal, creado para la pandemia, sería luego ridiculizado por la misma gente que exigía medidas más extremas ante la pandemia.

Un punto interesante sobre la pandemia es ¿si pudieras viajar atrás en el tiempo, qué cambiarías? Los que hayan perdido a un familiar querido con la enfermedad, se sorprenderán reconociendo que, quitando la idea de comprar acciones de Tesla o Bitcoins, no se les ocurre nada que podría haber evitado lo inevitable. A pesar de estar durante meses en una continua sobredosis informativa, aún hoy en día la gente lo desconoce casi todo sobre la enfermedad, sobre su prevención o su cura.

Al menos uno debería evitar la enfermedad en los primeros meses desde enero a abril de 2020, la idea detrás de los encierros. Un dato poco conocido ( o no aireado lo suficiente) es que muchos tratamientos médicos al inicio de la pandemia fueron muy ineficientes. Desde el principio se asoció la idea de dejar a los pacientes más graves con un respirador y la demanda de estos aparatos estuvo totalmente desatada. Se hablaban de camas de hospital necesarias y de respiradores. Los países se robaban los unos a los otros cargamentos de estos aparatos médicos.

Dejar a los pacientes con los respiradores tenía una ventaja bastante macabra: un paciente en un respirador no se pasa el día tosiendo y llenando de gérmenes el ambiente. La medida tal vez no fuera la mejor para los pacientes, pero sin lugar a duda lo era para los sanitarios, que se deshacían de una posible fuente de contagio. Entre los aplausos a las ocho a los héroes de la Sanidad y los insoportables Tiktoks con coreografías desde el corredor de la muerte, muchos médicos y enfermeros se enfrentaban por primera vez a algo que ponía a prueba su vocación. Muchos optarían por alargar bajas laborales, o inventárselas. Otros por cancelar sus contratos o no aceptar plazas en la primera línea de atención al coronavirus. Conocedores de primera mano del tipo de tratamiento que estaban dando a los enfermos, eran los primeros interesados en no tener que pasar por una hospitalización.

Así, el tratamiento con respiradores poco a poco se iría eliminando, sin dar mucha información al respecto. La obsesión por alimentar el miedo continuo a la enfermedad ocultaría la relativa simplicidad de la misma: sólo atacaba seriamente (salvo contadas excepciones) a personas con mucha edad, mucho más a los hombres que a las mujeres, a personas con sobrepeso y con enfermedades previas graves como la diabetes o pulmonares.

La mortalidad de la enfermedad siempre fue mucho más baja de lo que los medios mostraron (sobre todo al principio). Se hablaba mucho del 1% (que es el típico número bajo como para que nadie lo discuta, pero alto como para mostrar que el riesgo es real) pero simplemente con un poco de rigor se llegaba más bien a algo entre el 0,3% y el 0,2%. Es decir, hasta 5 veces menos.

Las muertes de personas jóvenes se mostraban en grandes titulares. Lo que no se mostraba tanto es que en los contados casos en que esto ocurría, eran personas con otras patologías, o que directamente morían con Covid-19 (que no de Covid-19). Incluso algunos casos de suicidio o sobredosis fueron asociados con la enfermedad, simplemente porque resultaba mediáticamente conveniente.

Así, algo tan sencillo como que los únicos que realmente deberían preocuparse por la enfermedad eran las personas mayores, no pudo decirse durante la mayor parte de la pandemia. Pronto se giró hacia que una persona de menor edad podía acabar contagiando a un mayor, y que por esa responsabilidad, debía evitar contagiarse.

Del mismo modo en que se tomaron algunas medidas desacertadas con los tratamientos de la enfermedad, las medidas educativas fueron planeadas no pensando en los alumnos que las sufrirían, sino en los propios profesores. Las mascarillas en clase, las lecciones online obligatorias, fueron provocadas por los sindicatos de profesores que estaban a un paso de negarse a volver a las aulas. Su fuerza de presión se midió en las restricciones conseguidas. En algunos países, no se continuaron las clases presenciales en casi un año. En otros se reanudaron pero con medidas extremas que convirtieron la experiencia educativa en una auténtica pesadilla, gasolina para futuras generaciones de psicólogos y psiquiatras.

En perspectiva sin embargo, las personas mayores lo tuvieron muy complicado para evitar la enfermedad. Los casos más peligrosos, las personas muy mayores, a veces estaban ya en hospitales o residencias de ancianos, lugares que jamás estuvieron libres de infecciones. Las visitas al centro de salud para renovar pastillas o recibir otros tratamientos eran la verdadera ruleta rusa donde contraer la enfermedad. Las únicas medidas que podían haber funcionado eran a nivel individual: aislando los hijos a sus mayores. Tener a toda la población encerrada en sus casas era una medida excesiva, que sólo aplicaba el refrán de mal de muchos, consuelo de tontos.

Así, los confinamientos y las restricciones se iniciaron para aplanar la curva y evitar que los hospitales se desbordaran. Luego, cuando se vio que esto no iba a suceder, para disminuir las muertes. Luego para disminuir los casos. En el pico de la histeria colectiva se empezó a fantasear con la idea de llegar a los cero casos (algo que ni China, con unas medidas distópicas, era capaz de lograr). Luego llegarían las vacunas y alargaríamos la histeria un poco más. Primero, hasta que todo el mundo estuviera vacunado, luego hasta que todos tuvieran la segunda dosis. Luego se pondría el foco en los pocos no vacunados (un número irrisorio en países de ovejas como España) que serían los causantes de todos los males: ellos serían super trasmisores de la enfermedad (en especial, los niños) y los responsables últimos de que la enfermedad no terminara. Luego había que esperar a las dosis de refuerzo, luego llegaría el pasaporte covid, para evitar que los no vacunados pudieran hacer vida normal (nadie los obligó a vacunarse).

Nunca me quedó claro en qué momento se acabó con la narrativa del miedo. Tal vez fue al ver que llegar a una cuarta dosis de la vacuna ya era demasiado, al hartazgo de la gente sobre el mismo tema. La enfermedad nunca desapareció. Las vacunas no acabaron del todo con ella. Tal vez ya se murió toda la gente que se tenía que morir. El caso es que al unísono, la dejamos atrás de una forma más psicológica que física.

Así, las medidas que tomamos no fueron dictada ni por expertos ni por políticos, sino por nosotros mismos. Nos sirvieron dos semanas de confinamiento y pedimos cinco minutitos más, luego otras dos más, y luego ya una más para acabar de redondear.

Las absurdas mascarillas en exteriores (y en gimnasios) se eternizaron por el simple hecho de que es lo que la gente demandaba. Las vacunas, las dosis, se extendieron a niños (una auténtica aberración) y a embarazadas. Hubo gente que manipuló documentos para ponerse más dosis de las que les correspondían.

Y entonces, qué conclusión saco de la crisis del Covid-19. Que básicamente vivimos en una sociedad que se va a dejar llevar por miedo ante cualquier problema. Es una sociedad infantilizada y tendrá reacciones inmaduras. Europa, enfrentada ante los problemas demográficos, para pagar las pensiones y mantener sus valores y cultura, no hará nada razonable para afrontar sus desafíos. Simplemente seguirá dando bandazos, respondiendo con gestos, imprimiendo dinero. Y no es porque tengamos pésimos políticos (que los tenemos) sino porque esos son los que demandamos tener.

La crisis del Covid-19, a diferencia de otras enfermedades, prácticamente dejó sin tocar a los jóvenes, que con gran sorpresa se veían obligados a cambiar toda su vida ─apuntados con el revólver de la solidaridad─ ante un problema que no les afectaba.

Ya mentalmente deteriorados por la absoluta falta de privacidad, la máquina de destruir cerebros que son los mini vídeos de las redes sociales, la ausencia de relaciones íntimas para un enorme porcentaje y la soledad en un mundo de amigos virtuales, la pandemia les enseñaría, ya fuera con clases presenciales o virtuales, que no son importantes para la sociedad.

Pasar años fundamentales de tu formación emocional y personal con una mascarilla, sin salir de fiesta, aprendiendo online en clases desestructuradas, sin mirar a los ojos a otras personas, causará daños irreversibles a muchas generaciones. Los jóvenes han vivido el desprecio de la sociedad que los trataba peor que a los negacionistas: supertrasmisores de las enfermedades, se recomendaba que se los sentara en las cenas familiares en una mesa aparte, como si fueran del servicio. Detrás de la muerte de cada persona mayor por covid a través de una elaborada cadena de contagios, hay un joven irresponsable que sólo se preocupaba por vivir. La única esperanza de una lección positiva es que estos jóvenes hayan aprendido algo, y cuando ellos ocupen nuestro lugar, lo hagan mejor que nosotros. Lo veo poco probable, y más con la sobredosis de inseguridad, esquizofrenia y aislamiento que les hemos brindado. Pero quien sabe, espero estar equivocado.

Algunas frases resaltadas del libro:

En todo el mundo, probablemente mata alrededor del 0,1 o el 0,15 por ciento de las personas que infecta. En otras palabras, aproximadamente 999 de cada 1.000 personas que la contraen sobrevivirán. Ese hecho es la verdad no declarada más fundamental sobre el coronavirus. Simplemente es mucho menos mortal de lo que la mayoría de la gente cree.

En Minnesota, la edad promedio de las 1.000 muertes por COVID es casi 84 años.

Han muerto más personas mayores de 100 años que menores de 50 años. En todo el mundo, es casi seguro que han muerto más personas mayores de 100 años que menores de 30 por SARS-COV-2.

Se han pospuesto millones de cirugías “electivas” en todo el mundo, lo que ha provocado una miseria indescriptible para los pacientes que sufren de dolor crónico, problemas en las articulaciones y otras dolencias, e incluso la muerte en los casos de personas que necesitan cirugía cardíaca o atención oncológica.

Porque nuestra respuesta al coronavirus es el peor error de política pública en todo el mundo en al menos un siglo, desde la Primera Guerra Mundial, cuando los líderes europeos enviaron a millones de jóvenes a la tumba por razones que ni siquiera podían explicar.

Ésta es la verdadera historia de la pandemia: una parte de pandemia, cinco partes de histeria.

La respuesta fue un ejemplo temprano de lo que se convirtió en un tema importante en la cobertura del coronavirus: los esfuerzos abiertos de los medios por avergonzar a cualquiera que pareciera no tomarse la epidemia lo suficientemente en serio, especialmente a los jóvenes.

Amenaza percibida: un número sustancial de personas todavía no se sienten suficientemente amenazadas personalmente; podría ser que se sientan tranquilos por la baja tasa de mortalidad en su grupo demográfico…. Es necesario aumentar el nivel percibido de amenaza personal entre aquellos que son complacientes, utilizando mensajes emocionales contundentes. [énfasis en el original]

Si bien su riesgo percibido disminuyó ligeramente con el tiempo, se mantuvo en alrededor del 12 por ciento hasta que finalizó la encuesta en junio de 2021. Las mujeres, que tenían menos probabilidades de morir que los hombres, creían que su riesgo era mayor. (la gente pensaba que tenía un 12% de probabilidades de morir por la enfermedad, cuando el % real está en no más del 0.3%).

Lo peor de todo es que a principios de abril de 2020 teníamos pruebas sólidas de que el coronavirus esencialmente no se propagaba al aire libre y, por lo tanto, obligar a la gente a permanecer en casa no sólo era inútil sino contraproducente. En mayo de 2021, incluso el New York Times reconoció: “No hay una sola infección por Covid documentada en ningún lugar del mundo por interacciones causales al aire libre, como pasar junto a alguien en la calle o comer en una mesa cercana”.

La regla llevó a absurdos. Algunos estados, como Arizona, al menos intentaron asegurarse de descartar a las víctimas de suicidio, homicidio o sobredosis de drogas que habían tenido pruebas positivas de Covid. Otros estados incluyeron incluso a aquellas en su recuento de muertes por Covid. Los CDC informaron en un artículo de marzo de 2021 que las personas más jóvenes eran especialmente propensas a ser clasificadas erróneamente como fallecidas por Covid.

En septiembre de 2020, Service Corporation International, el mayor operador de funerarias estadounidense, informó que, en cualquier caso, alrededor de un tercio de todos los funerales de personas que habían muerto a causa de Covid se habrían producido en 2020. Otro tercio o más habría ocurrido en 2021, dijo la compañía.

Además, parte del aumento de 2020 provino de muertes causadas por los confinamientos. Las muertes por desesperación surgieron. El aumento de las sobredosis fue el ejemplo más evidente. El número de estadounidenses que murieron por sobredosis aumentó en al menos veinte mil en 2020, hasta casi cien mil, el total más alto jamás registrado. También aumentaron los homicidios y las muertes por accidentes de tránsito. Otras muertes ocurrieron cuando las personas retrasaron la atención médica porque temían ir a los hospitales y contraer el virus, aunque son mucho más difíciles de cuantificar.

Pero la gripe era relativamente más peligrosa para los niños y adolescentes que el Sars-Cov-2. Un artículo en The Lancet sugeriría más tarde que en los grandes países de Europa occidental, aproximadamente uno de cada millón de adolescentes había muerto a causa del coronavirus hasta febrero de 2021, todos el primer año de la epidemia.

Cuatro estudios individuales de Brunei, Guangzhou China, Taiwán China y la República de Corea encontraron que entre el 0% y el 2,2% de las personas con infección asintomática infectaron a alguien más.

Con el tiempo llegué a creer que una explicación puramente psicológica era la única respuesta que tenía sentido. Las máscaras eran inútiles como protección, pero las autoridades de salud pública las necesitaban como significante. Verlos en otras personas daba miedo, un recordatorio del peligro del coronavirus. Mi máscara te asusta. Tu máscara me asusta.

Para muchas personas, el fin del uso universal de mascarillas marcó el fin de la pandemia.

Las muertes relacionadas con el alcohol en Gran Bretaña se dispararon un 20 por ciento en 2020.

Se trataba de una contabilidad de partida única, que contemplaba únicamente los activos y no los pasivos. Sólo tuvo en cuenta las vidas que las cuarentenas podrían salvar y no las que podrían costar.

Alerta climática

Recientemente leí el libro Falsa alarma: Por qué el pánico ante el cambio climático no salvará el planeta de Bjorn Lomborg. Publicado en 2021, el libro trata de dar una aproximación racional hacia el enfoque que estamos dando al problema del cambio climático.

Acostumbrados a la polarización, los efectos de la actividad del hombre sobre el clima se han convertido en otro foco de división. Como el tema se aborda de forma dogmática y con más ferocidad que si se tratase de una nueva religión, la batalla gira en torno a argumentos absurdos: el cambio climático existe o no existe.

Ambas posturas son defendidas numantinamente. De un lado, los no creyentes (gran atisbo de que el cambio climático se trata como una pura religión) que están equivocados en la base misma. Si partes de una premisa falsa, puedes demostrar cualquier cosa. Pero los defensores de que el cambio climático es real lo hacen con tanto fervor, que se limitan a eso: demostrar que existe. Acumulan una enorme pila de datos científicos, pruebas y consensos sobre el tema.

Si conseguimos trascender de la superficialidad ─un debate que no nos solemos permitir─ podemos hacer como Bjorn Lomborg en este libro, intentar discutir sobre la solución que estamos dando, o tratando de dar, al problema del cambio climático.

Muchos de los que niegan la existencia del cambio climático lo hacen porque quieren seguir contaminando con su coche diésel. O auténticos bárbaros que comen chuletones. En el fondo de sus cabezas, estos degenerados sospechan algo que casi todos, de forma más o menos consciente, imaginamos: que por comernos un chuletón más o menos, por tomar un vuelo más o menos a París, por que una vaca se tire más o menos pedos, no vamos a salvar al planeta.

En el libro, Lomborg empieza a desgranar las estadísticas de la verdad de una forma que a veces resulta casi dolorosa.

Partamos del hecho de que la Unión Europea, respecto a las emisiones de CO2, es un actor irrelevante. Si un meteorito borrara a Europa de la faz de la tierra, el problema de las emisiones mundiales seguiría prácticamente igual. Hasta qué punto esto es así, Lomborg lo resalta con el caso de EEUU. El problema de las emisiones de CO2 es un problema de tres países: China, India y Estados Unidos.

Puesto que Estados Unidos emite cerca del 40 por ciento de las emisiones de CO2 de los países ricos, en un escenario ideal en que los Estados Unidos pasaran a no consumir combustibles fósiles a partir de hoy mismo, la reducción de las temperatura global sería de aproximadamente 0,16° en 2100.

LAMENTABLEMENTE, LA GRAN MAYORÍA de las acciones que las personas pueden tomar al servicio de la reducción de emisiones, y ciertamente todas aquellas que se pueden lograr sin interrumpir por completo la vida cotidiana, harán una pequeña diferencia práctica. Eso es cierto incluso si todos los hacemos.

Simplemente, haciendo un cambio absolutamente drástico (no bajar un 10% el consumo, bajar el 100% y para siempre) aún así sólo supondría una mejora mínima en un plazo larguísimo.

El aumento de la temperatura va con cierto retraso. Si de repente desapareciera la humanidad entera y con ella todo tipo de emisiones, el planeta se seguiría calentando. Obviamente el aumento se ralentizaría e incluso detendría con el tiempo.

Lamentablemente, para algunos “defensores” de las políticas de defensa del medio ambiente, este escenario sin humanos en la tierra, no resulta tan traumático. Las políticas anti CO2 se han convertido en un fin en sí mismo, por encima de todos los problemas de la Humanidad. Todo el mundo occidental se muestra muy preocupado con la situación del planeta. Pero esta preocupación acaba en el momento en que le toca el bolsillo.

Una encuesta del Washington Post de 2019 mostró que, si bien más de las tres cuartas partes de todos los estadounidenses piensan que el cambio climático es una crisis o un problema importante, la mayoría no estaba dispuesta a gastar ni siquiera $24 al año para solucionarlo.

Del mismo modo, cuando se le pregunta a la gente sobre los problemas reales:

Una encuesta global de la ONU de casi diez millones de personas encontró que el clima es la prioridad política más baja, muy por detrás de la educación, la salud y la nutrición.

Al margen del grave problema que es el cambio climático, cualquiera con un poco de sentido común estará de acuerdo en que el asunto se trata de una forma dogmática y fanática. Hay una narrativa única que se tiene que aceptar en bloque.

Uno de los puntos más absurdos es aquel que defiende que el cambio climático perjudica a todos, que no puede haber beneficiados de que algo así ocurra.

A nivel geográfico, Rusia sería uno de los países más beneficiados de que el planeta se calentase un poquito más. No sólo porque gran parte de su negocio gira en torno a la venta de combustibles fósiles, sino porque tiene encima de sí un enorme océano que se pasa la mayor parte del tiempo congelado. Los osos polares que mueren por culpa del cambio climático (spoiler: no solo no mueren sino que está aumentando su población) no son una gran preocupación para los rusos. Tener una vía de comunicación marítima gigantesca los convertiría, de la noche a la mañana, en una potencia marítima. Del mismo modo, sus gastos de transporte de mercancías se reducirían colosalmente. No es de extrañar que se pasen los días rezando por que el cambio climático vaya lo más rápido posible.

La mayor beneficiada del cambio climático, sin embargo, es la flora. Gracias al aumento del CO2 y de la temperatura, las plantas crecen más que si este problema no se hubiera producido.

Es bastante notable que durante unas pocas décadas obtuviéramos el equivalente a dos nuevos continentes completamente verdes debido al dióxido de carbono, y prácticamente nadie ha oído hablar de eso.

Otro detalle siniestro es el de las muertes. Aunque se producen muertes por el aumento de la temperatura, es el frío el que causa muchas más muertes a nivel global. Pero como este dato no interesa, se quita de la narrativa “cambio climático = todo mal”.

Los científicos encontraron que el calor causó casi el 0,5 por ciento de todas las muertes, pero más del 7 por ciento de todas las muertes fueron causadas por el frío.

En el mundo en que vivimos, todos sabemos que el dinero gastado por los políticos se mueve entre la ineficiencia más absoluta y el derroche total. Pero creemos que el problema del cambio climático, que mueve cantidades del orden de los billones, se va a solucionar de una forma óptima. Para los defensores de la naturaleza, es un problema tan grave, que no deberíamos hablar de dinero. Pero sin embargo, el dinero sí que es importante. Se está gastando a toneladas, en muchas medidas cuestionables, casi todas muy deficientes.

Es este malgasto el que despierta las conciencias de los “escépticos” que tienen dudas muy razonables sobre el sentido de lo que está ocurriendo. Las políticas de subvenciones a coches eléctricos, energías renovables, el castigo a los coches contaminantes ─coches de pobres─ a las calderas antiguas ─de casas pobres─ dinero que va a comprar paneles solares que se han construido, en gran parte, usando carbón super contaminante. El limitarse a mirar una parte de la ecuación, el resultado final, ignorando todo el proceso hasta llegar ahí “porque eso mata el relato”.

Lomborg es especialmente crítico con las energías renovables. Este es un tema interesante pero complejo. La inmensa mayoría de la población cree que las fuentes de energía son intercambiables. Lo que se hace con petróleo, se puede hacer con energía solar. No sólo esto no es así, sino que nunca podrá ser así, al menos con la tecnología que tenemos en estos momentos. Pero es un asunto complejo de explicar (sobre el que no hay polémica alguna). Tenemos la tendencia a pensar que los problemas son escalables. Ahora tenemos motos eléctricas, pronto tendremos coches eléctricos (estamos en ello) pero cuando empezamos a pensar en camiones, vemos que se empieza a complicar el asunto. Y luego vienen los aviones y barcos.

La postura del autor del libro es que estamos gastando ingentes cantidades de dinero en una serie de tecnologías que no tienen mucho más recorrido posible. En España misma, la instalación de placas solares y molinos de viento ha ido tan lejos que ya tenemos el 100% de lo que objetivamente podemos aprovechar. Si tuviéramos el doble de placas que ahora no podríamos generar el doble de energía, o al menos no sin cambiar completamente el sistema de transporte de la misma.

Está claro que tenemos un problema, pero las soluciones que estamos poniendo sobre la mesa no tienen un recorrido viable. Hay que pensar que el presupuesto que estamos empleando en “arreglar el cambio climático” no lo estamos empleando en otros problemas. Es significativo el caso de los países del tercer mundo. Antes pedían dinero para mejorar sus infraestructuras, su educación y su sanidad. Pero ahora sólo reciben fácilmente el dinero para combatir el cambio climático. El 20% de las ayudas que se conceden son para eso. Tratándose de países pobres hacen lo que la misma España ha hecho recientemente con los Fondos Europeos: enmascarar políticas ecológicas y luego gastar el dinero como buenamente puedan.

Un punto básico, muy recalcado a lo largo del libro, es el de las medidas para paliar el cambio. Está ocurriendo, ya no se puede evitar eso. Pero en lugar de gastar toneladas de billetes en “detener el cambio climático” deberíamos empezar a gastar más en protegernos contra los efectos inevitables (efectos que van a suceder aunque el planeta dejara de emitir para siempre). Los daños en la costa, los efectos de la subida del nivel del mar, incluso el aumento de la temperatura en las casas, deben ser combatidos inmediatamente. A nivel personal, casi todos lo hacemos: compramos aparatos de aire acondicionado, mejoramos el aislamiento de nuestras ventanas. Pero a nivel gubernamental, está mal visto gastar en paliar las consecuencias.

Quizás también crean que reconocer la necesidad de adaptación es admitir la derrota en la batalla contra el cambio climático.

El autor no se limita a pintar un futuro negro sobre lo que estamos haciendo y el sinsentido de gasto que no lleva a ninguna parte. Trata de dar soluciones. Una de las más inesperadas es el enfocarse en ayudar a que los países más pobres salgan de la pobreza. Podríamos sacar a todos los países del mundo de la pobreza extrema por una fracción del coste que estamos empleando en políticas ineficaces contra el cambio climático. Estos países, con más dinero, podrían protegerse de los daños mucho mejor y podrían contribuir a implementar las políticas globales de una forma más eficaz.

Otro de los problemas es el tecnológico. Nos estamos empecinando en tecnologías que no pueden solucionar el problema. Los coches eléctricos, los paneles solares, llegan hasta donde llegan, luego no tienen más recorrido. Tienen que aparecer nuevas tecnologías, mucho más drásticas. Y hay que invertir en ese tipo de investigación, improductiva en gran parte.

El problema de fondo con el cambio climático es el dogmatismo y el fanatismo de la gente. Todo es cuestión de grados. Podríamos vivir en un mundo mucho mejor, con muchas menos muertes, en el que la temperatura suba 5ºC para el 2100, pero estamos obsesionados con conseguir que sean 4ºC para el 2100, cuando ese grado de diferencia puede implicar millones de vidas de personas y animales. No tenemos que obsesionarnos por un mundo “menos caliente” sino por un mundo mejor.

Los activistas preferirían que redujéramos las emisiones de dióxido de carbono a toda costa antes que invertir en una solución que pudiera permitir que las fábricas siguieran arrojando dióxido de carbono al aire. Los activistas están menos preocupados por reducir el aumento de la temperatura que por reducir el uso de combustibles fósiles. Esto parece irrazonable.

Para los activistas de salón, la mayoría de los gestos heroicos que realizamos para limitar nuestra huella de carbono se pueden igualar comprando derechos de emisión de CO2. Puedes elegir entre viajar en bicicleta a todas partes, no comer carne, no tomar aviones a lo Greta Thumberg, puedes tomar cada una de las medidas que imagines “por un mundo mejor”. Pero lo que estás restando del CO2 del planeta se puede igualar simplemente comprando derechos de emisión de CO2 por aproximadamente 1,5€ al año.

El escándalo Niemann

En la Sinquefield Cup de septiembre de 2022, un torneo de ajedrez que se celebra en Estados Unidos, Hans Niemann ─un chico de 19 años─ le ganó su partida al campeón del mundo, el noruego Magnus Carlsen.

La entrevista posterior ─el ajedrez se ha convertido en un deporte más que se retransmite a través de internet y a veces tiene audiencias de cientos de miles de personas─ nos abrió una ventana a un personaje totalmente surrealista, que parece sacado de la época de la guerra fría. Lejos de ser el típico ajedrecista gris, tímido y con dificultades para comunicar y relacionarse con otros, se nos mostró a una persona interesante, divertida y con capacidad para narrar. Quizás estaba viviendo el momento más feliz de su existencia, y describiendo las sensaciones casi en vivo. Para su desgracia, el peor día de su vida estaba a punto de llegar. Y no tendría que esperar mucho: menos de 24 horas.

El campeón del mundo, Magnus Carlsen, se retiraba del torneo de ajedrez y dejaba un mensaje crítico en su cuenta de Twitter, indicando que no podía contar todo, si no quería meterse en problemas.

Inmediatamente estaba abierta la veda para atacar a Niemann. Y lo haría todo el mundo y por todos los frentes imaginables: en la vida real, en internet y hasta en el plano imaginario. De repente todo el mundo sabía, pensaba o sospechaba que Hans Niemann, el chico de pelo y lengua descontrolados, era un tramposo.

La historia escalaría por derroteros grotescos, una ficción de Reddit acabaría divulgada por Elon Musk ─sin indicar que era algo hipotético o inventado─ y pocas horas después, los medios de comunicación generalistas conseguían que todo el mundo “supiera” cómo se habían hecho esas trampas.

La historia consiguió una repercusión extraordinaria, impropia del aburrido ajedrez, y los que se dedican a divulgar contenido sobre ajedrez pronto aprendieron que la mejor forma de mejorar las audiencias era hablando más y más sobre ella.

Se han grabado cientos de horas de vídeo sobre el tema, todos los periódicos han publicado este drama por entregas. No voy a volver a escribir después de un año para contar más de lo mismo. Detrás de la historia de las trampas en el juego hay algo aún más interesante: el mundo del ajedrez y cómo ha ido evolucionando en los últimos años. La historia de Niemann, en la que él no es más que un personaje secundario, muestra todos los claroscuros de esa transformación.

¿Cómo llegó Hans Niemann a enfrentarse contra Magnus Carlsen?

En una entrevista posterior a su magnífica victoria, Hans Niemann relata una mítica anécdota. Cuando él era pequeño, Magnus Carlsen, el ya entonces campeón del mundo de ajedrez, viajó hasta su ciudad para dar una sesión de partidas simultáneas. Fascinado con la idea de poder participar en ella, Hans le pidió a su madre que le inscribiera para poder jugar una de esas partidas. Su madre se informó al respecto y vio que para ello había que pagar 2,000 dólares. Era mucho dinero, pero ella entendió que sería un sueño cumplido para su hijo, así que le dijo “es mucho, pero sé que tienes muchas ganas así que te lo voy a pagar de todas formas”. Y el hijo, que quería superar el gesto de madraza, se revolvió con una respuesta aún mejor: “No te preocupes mamá, algún día jugaré contra Magnus Carlsen, pero lo haré gratis”.

Y el tiempo nos trae de vuelta a septiembre de 2022, donde efectivamente, Niemann está cumpliendo la promesa que le hizo a su madre. Pero ha decidido mejorarla un poco: le están pagando por jugar contra él, y además, va a ganar la partida.

Esta anécdota, oculta la complejidad de cumplir ese simple sueño. Hans no quería ganar al campeón del mundo, sólo quería poder enfrentarse a él alguna vez en su vida.

Como cualquier disciplina deportiva, los aficionados no tienen opciones reales de luchar contra los profesionales. A veces lo hacen, de forma puntual, contra profesionales de segunda fila. En un torneo Open, cualquiera puede jugar contra un Gran Maestro, si tiene suerte en los emparejamientos iniciales.

Del mismo modo, los Grandes Maestros (un grandilocuente título que tiene demasiada gente, casi 2000 personas) aspiran a enfrentarse a los jugadores de super élite, entre los que se encuentra Magnus Carlsen, el tope de la pirámide. Pero a diferencia de los aficionados, que pueden hacerlo con algo de suerte, los Grandes Maestros tienen que aspirar a coincidencias aún mayores. Por ejemplo, La Olimpiada de Ajedrez, un torneo bianual por equipos nacionales, donde Noruega, el país del Campeón del Mundo, no es ninguna potencia y a veces se arrastra jugando contra países que no tienen a jugadores de élite entre sus filas.

El encuentro entre un jugador de super élite, y uno que simplemente es un profesional es bastante infrecuente en ajedrez. No es como el tenis, donde aún hay que batir a rivales muy inferiores en las primeras rondas del Grand Slam. Es algo más parecido a una Champions League, casi siempre son los mismos equipos de Italia, Inglaterra, España, Alemania o Francia. Y de vez en cuando algún exótico equipo de Rumanía, Holanda o Croacia. Pero siempre los mismos sospechosos habituales.

Como ocurre en el ´fútbol, la diferencia entre jugadores de super élite y profesionales no es tan grande. El igual que el Alcorcón le puede ganar una vez al Real Madrid, un profesional puede hacerlo ante alguien teóricamente muy superior. En general la diferencia entre estos jugadores está en que el de élite es capaz de jugar bien en todas las posiciones y el profesional sólo en aquellas que conoce bien. Ahora, bien, en un campo nevado, ¿Apostarías por el Real Madrid o por un equipo ruso?

Así, en el mundo del ajedrez, se ha creado una especie de élite, que va a los torneos por invitación. Siempre son los mismos nombres: Carlsen, Caruana, Giri, Aronian, Vachier-Lagrave, Firouzja…La lista tiene algunos nombres fijos y otros que van cambiando. Es una especie de club de élite, con muy pocos miembros, donde todos se conocen entre sí. Carlsen y Giri jugaron entre sí al menos 6 veces en 2015, las mismas que Caruana contra Giri y en los mismos super torneos.

La Sinquefield Cup es uno de esos super torneos. Al conseguir su invitación en 2022, Niemann logró acercarse a uno de estos torneos tan exclusivos. Un buen resultado, le podría acercar al sueño de ingresar en dicha élite. ¿Qué mejor que ganarle al campeón del mundo ahí? ¿Un incentivo para hacer trampas?

La acusación contra Niemann no vendría de su victoria contra Carlsen, sino por su camino hasta llegar ahí. ¿Cómo había conseguido subir todos los peldaños necesarios para acercarse al grupo de la élite?

Ajedrez online

El confinamiento global encerró a todo el mundo en casa ─a unos más que a otros─ durante bastante tiempo. Fue un boom para las empresas de reparto de comida, pero también para las plataformas de ajedrez. El juego al ajedrez online se multiplicó y con él la organización de torneos y la retransmisión de las partidas. Una partida de ajedrez es aburrida hasta para el que la está jugando, pero se puede animar mucho con comentarios jocosos, con análisis de opciones y con historietas más o menos relacionadas con la partida y los jugadores que la están luchando.

Servicios que llevaban décadas existiendo, de emisión de competiciones, se fueron profesionalizando y mejorando, hasta el punto de dar una calidad totalmente equiparable a la de las televisiones (y con un contenido totalmente adaptado a su público).

Al mismo tiempo, el boom de Twitch y Youtube creó un nuevo tipo de producto: la emisión de partidas de ajedrez en directo. Podías ver comentarios jocosos de un jugador de élite mientras jugaba su partida contra otros rivales.

Al igual que los blogs, que nacieron hace más de 20 años, nos mostraron que había aficionados que escribían mejor que profesionales (o que si no lo hacían mejor, al menos resultaban más interesantes y de paso, más exitosos) la emisión en vídeo de ajedrez creó nuevas estrellas. Una de las más inesperadas fue Hikaru Nakamura.

Nakamura un jugador americano, estuvo en la élite mundial durante más de una década. En algún momento quedó claro que era bueno, pero no tanto. Como tantos jugadores de tenis que siempre han estado en el circuito, pero nunca han ganado, ni ganarán, un Grand Slam. En algún momento empezó a resultar una broma para Magnus Carlsen, el campeón omnipotente, que casi siempre le ganaba, y nunca perdía contra él. Nakamura tenía un pie fuera de la élite cuando empezó a crear su personaje en Twitch. Ahí explotaba una cualidad de segunda fila: su habilidad en las partidas rápidas.

Aunque Nakamura no tenía opciones reales al campeonato del mundo, en las partidas rápidas si era uno de los indiscutiblemente mejores. Y en las partidas ultra rápidas (en las que apenas tienes un minuto para toda la partida) era─y probablemente todavía es─ el mejor de todos.

Las partidas rápidas siempre son más divertidas que las lentas. Ver jugar al mejor del mundo, mientras dice tonterías y entra al trapo en memes y challenges, todo unido a una forma de narrar que funciona bien en Internet ─pero que hasta entonces sólo le había servido para tener pocos amigos en el mundo real─ originó un cóctel explosivo que simplemente funcionó a la perfección. Nakamura se convirtió en una estrella.

Con millones de seguidores o suscriptores, Nakamura pronto escalaría en popularidad e ingresos, en algún momento superando al mismísimo Campeón del Mundo. Posiblemente sea ahora el ajedrecista mejor pagado, y puede que de largo.

Paradójicamente, su carrera ajedrecista seria vivió una especie de renacimiento. Como era famoso por Twitch, los organizadores lo querían de vuelta en los super torneos. Y como no se lo tomaba tan en serio, además de que sus rivales lo consideraban una presa, tuvo una serie inesperada de éxitos. Hasta el punto de acabar jugando el torneo donde se elije al candidato que desafiará al Campeón del Mundo. Para él era una situación surrealista: no podía dejar pasar la oportunidad, pero cada día que pasaba esforzándose en dicho campeonato, estaba perdiendo dinero de sus retransmisiones.

Con el confinamiento se suspendió toda la actividad de torneos de ajedrez. Pero gracias entre otros a Magnus Carlsen, se consiguió crear una serie de competiciones online con partidas rápidas. Y lo que nació como una especie de sustituto barato del ajedrez de verdad, se acabó convirtiendo en el nuevo centro del juego. Cuando Netflix estrenó su exitosa serie sobre una Campeona del Mundo (en realidad basada muy libremente en la historia de uno de los campeones del mundo más machistas que han existido jamás) todo el mundo se volcó en el ajedrez, descubriendo un mundo floreciente en las redes. Plataformas de juego online, torneos de élite comentados por los mismos medios y emisión de partidas rápidas con bromas por Twitch.

En este mundo en transformación se ha criado Hans Niemann, nuestro anti héroe de pelo encrespado. Un jugador que ve a Kasparov como un tipo viejo y malencarado y a Fischer o Capablanca como personajes en blanco y negro de la historia. Para él, el mundo del ajedrez está lleno de partidas rápidas, ordenadores y emisiones por Twitch.

Los ordenadores

¿Cómo se puede hacer trampas en ajedrez? El simple hecho de hacer la pregunta, muestra un amplio desconocimiento sobre el estado del juego. Desde hace muchos años, los ordenadores son muy superiores a las personas. La superioridad es total: un ordenador, pensando durante un sólo segundo, da una propuesta muy superior a la del campeón del mundo pensando durante una hora.

Los programas de ajedrez están por todas partes, son gratuitos y pueden emplearse de todas formas: con aplicaciones en el móvil, conectados a la nube, desde el PC. Hay formas de la vieja escuela que pueden funcionar, pero son todas ineficientes y arcaicas, comparadas con algo tan simple como conseguir una ayudita del ordenador.

Los torneos de ajedrez nunca han sido lugares glamurosos y las medidas de seguridad se han movido entre lo escaso y lo inexistente. No se puede usar el teléfono móvil, y es obligatorio tenerlo apagado. Pero en las competiciones entre aficionados, es frecuente que los jugadores mantengan su teléfono en el bolsillo. Lo único que les separa de hacer trampas es su propia moral.

Además, no hacen falta trucos muy elaborados. Una única consulta en el momento crítico de la partida puede ser suficiente para dar la vuelta al resultado. Imagina un examen de oposición donde pudieras simplemente revisar online una cosa, pero la que tú quisieras, después de haber revisado las preguntas. Una visita al cuarto de baño mientras el rival piensa, es todo lo que hace falta para tener un conocimiento muy superior de la posición y sus posibilidades.

Pero volvamos a la historia de Hans Niemann. Un joven que se ha criado con el ajedrez por internet. Con dos mundos paralelos pero relacionados: el de los torneos de élite presenciales y el de los torneos por internet. Desde luego en los primeros, hacer trampas es más difícil y arriesgado, pero jugando en pijama desde internet, engañar es demasiado fácil.

Las principales plataformas de ajedrez son tres: lichess.org, chess.com y chess24.com.

La primera es, de momento, una plataforma sin ánimo de lucro, elaborada con código abierto y sin mucho dinero, pero que funciona muy bien. Llena de funcionalidades ingeniosas, es demasiado buena para ser verdad.

Luego vienen chess.com, un sitio web americano muy bien financiado y muy profesional, que ha sabido conectar con el público de una forma seria y lucrativa. Y luego chess24.com, la versión europea, que como en todas las cosas relacionadas con internet, siempre es un poco más libre, pero menos rentable y a la larga, acaba siendo engullido por la versión americana (que está en trámites de comprarla).

Así, chess.com es el centro de todo el ajedrez online, donde está todo el dinero y donde todo el mundo quiere estar. Las partidas que se emiten por Twitch son de allí, los torneos con premios son de chess.com. Nakamura, la estrella online, tiene un contrato con ellos. Quien quiera triunfar en el juego online, tiene que hacerlo desde esa plataforma.

Title Tuesday

Chess.com organiza todo tipo de torneos online. Muchos restringidos a la élite de siempre, pero algunos también abiertos a todo tipo de competidores. A veces se realizan torneos clasificatorios masivos, donde cualquiera puede participar y tener su opción de llegar a enfrentarse contra la élite.

Los incentivos son muy grandes y la gente está en casa con el pijama puesto. Al igual que en los torneos de aficionados, la única limitación es su propia moral. Aunque ahora, el riesgo es casi cero. Nadie puede verte, nadie tiene por qué sospechar.

Y esto me retrotrae a mi época del instituto, donde los laboriosos profesores de inglés nos intentaba convencer de que tuviéramos un penpal una persona del Reino Unido con la que podíamos intercambiar correspondencia (por carta, con sellos) para mejorar nuestro inglés. Pocos lo intentaban siquiera, menos eran los que perduraban. Y algunos de los que más lejos llegaban en la correspondencia eran aquellos que se inventaban una vida mejor. ¿Para qué le voy a contar una vida de mierda a un piojoso de Belfast, cuando la puedo edulcorar y adornar tanto como quiera? Además, es más fácil escribir en inglés “I was working in my startup and in the beach last weekend” que “I was at home most of the weekend, scrubbing toilets for some money”.

Este género tan bizarro, el de la vida inventada escrita en inglés, siempre terminaba de la misma forma: en algún momento, antes o después, nos dábamos cuenta de que la otra persona llevaba el mismo rollo que nosotros. También él se estaba inventando sus barbacoas de los fines de semana, sus novias portada de playboy y la riqueza de sus padres. Y aún a pesar de haber estado fingiendo durante meses en cartas mentirosas, nos sentíamos engañados por el otro. Esto solía terminar de la siguiente forma: exagerábamos nuestras mentiras durante unas cuantas cartas más, para tratar de quedar por encima del otro. Y en algún momento, se interrumpía la comunicación por completo.

¿Y qué tiene esto que ver con el ajedrez? Pues en que en los torneos de ajedrez por internet, todo el mundo tiene la sensación de que el otro se está inventando cosas con ayuda del ordenador. Y entre profesionales, o aspirantes a serlo, va cundiendo la idea de que la única forma de estar a la altura, es igualando la apuesta. Recurriendo a trampas similares.

El principal torneo de chess.com es el Title Tuesday, un torneo que sólo pueden jugar personas con un título (semi-profesionales). En él juega toda la élite mundial y es una gran oportunidad para enfrentarse a los mejores jugadores. Los jugadores titulados tienen algunos privilegios en la plataforma, como la opción de acceder a utilidades que sólo los usuarios de pago tienen. Pero para ello tienen que identificarse. Puedes llamarte bombegranate pero a nivel interno queremos saber que en realidad eres Fabiano Caruana, el ex-subcampeón del mundo.

En estos torneos juegan cientos de jugadores, la élite del ajedrez presencial y por internet. El jugador que más veces ha ganado esta competición ha sido Hikaru Nakamura, antes mencionada estrella de Twitch y las retransmisiones online.

Durante dichas partidas, la sensación de que tu rival “va dopado” es muy común. Alguien como Nakamura o Carlsen sólo espera ser derrotado por rivales de super élite, gente que conocen desde hace años. Cuando el que les gana es un rival a priori inferior, o desconocido, la primera impresión es que ha habido algún tipo de trampas.

El brasileño Luis Paulo Supi, un Gran Maestro alejado de la super élite, ganó a Magnus Carlsen con un remate muy espectacular en una partida rápida por internet. Mientras los aficionados nos alegrábamos por su proeza, la super élite se mesaba los cabellos con la sospecha de siempre: esté habrá tenido una ayudita extra.

¿Cómo se controlan las trampas?

Las trampas en el ajedrez online han sido una constante desde sus inicios. La única forma que existe para tratar de controlarlas es mediante algoritmos. Se compara las jugadas realizadas por el jugador con las sugerencias del ordenador. Demasiadas coincidencias, despiertan una sospecha que puede provocar una inmediata suspensión del jugador. En otros casos, se crea una duda razonable, que puede ser analizada a posteriori con la ayuda de una persona. Hay jugadas muy buenas pero muy fáciles de encontrar, pero otras que son geniales jamás se le ocurrirían a una persona. Algunas veces el tiempo de reflexión puede indicar una pista: una jugada muy compleja encontrada en demasiado poco tiempo.

El método está lleno de claroscuros, porque no deja de ser una heurística con algo de probabilidad pero un mucho de intuición y opinión. No es sólo qué jugada hizo esa persona, sino saber cuál es su nivel (todos los jugadores tienen un rating, más alto cuanto mejor es un jugador) y en función de eso, establecer si se han hecho trampas o no.

Por lo general, no se puede saber si alguien hace trampas de forma puntual. Puede detectarse si se hace de forma frecuente y retirada, a través de una muestra de datos lo suficientemente amplia. Así, no puede precisarse si una persona ha hecho trampas tres o cuatro veces, sino que lo ha hecho en un rango de varias partidas.

El sistema también funciona como las validaciones de Instagram o Youtube sobre qué es contenido aceptable y qué no. El algoritmo puede detectarlo por sí mismo, pero puede recibir un empujoncito por parte de los usuarios, que a veces reportan comportamientos sospechosos. Y al igual que en esas plataformas, a veces una acción conjunta de sospecha es ya una prueba en sí misma. Si todo el mundo denuncia a un canal por homófobo, no hace falta ni revisar el contenido: el pueblo ha hablado, el contenido es censurado.

En ajedrez, el sistema de validación de trampas, siempre ha sido muy laxo. Las sanciones siempre llegan a posteriori (no se analizan rigurosamente todas las partidas de todos los jugadores, pero si ganas el torneo y nadie te conoce, se mirarán una a una y con lupa) y además se hacen en silencio. Aparte de que la gente no se identifica con su propio nombre, los jugadores sancionados no son expuestos públicamente. Todo ocurre por la puerta de atrás. Un día pierdes contra drdrunkenstein y meses después contra manwithavan y nunca imaginaste que eran la misma persona. Tampoco sabrás si algún día el Doctor Drunkestein es alguna vez sancionado.

DrNykterstein

En todo este entramado con millones de jugadores de ajedrez no todo el mundo tiene los mismos privilegios. Encima de la pirámide, a cientos de metros de altura, se encuentra Magnus Carlsen. A veces se hace llamar el DrNykterstein pero todo el mundo sabe que es él. No es solo el Campéon del Mundo. Es el jugador con más rating de todos los tiempos y el jugador con más rating del mundo desde hace más de una década. Tal vez haya sido el mejor jugador de la historia del ajedrez.

Pero con el confinamiento pudimos ver otras facetas suyas, no tan obvias para el gran público: es el principal accionista del portal chess24.com (que recientemente anunciara la intención de ser comprado por chess.com). Es una celebridad de primer nivel en su país, Noruega, donde sus partidas se retransmiten por la televisión. Un super torneo de ajedrez no puede llamarse como tal si no tiene a Carlsen entre sus participantes. Y las audiencias online de los torneos pueden caer a la mitad, dependiendo de si el campeonato tiene a Carlsen o no.

Estamos ante una estrella del nivel de Maradona, pero que al mismo tiempo es el principal accionista de la principal fuente de información sobre el juego. Si Carlsen se diera un fuerte golpe en la cabeza y olvidara cómo se juega por completo, todavía sería la persona más importante del mundo del ajedrez, algo así como el Harvey Weinstein del deporte. Nadie puede jugar ninguna cosa importante si él no está de acuerdo. Una mala palabra suya, basta para arruinar cualquier vida.

El peor día de su vida

Así, toca volver a la historia de Hans Niemann, ahora que están puestas, de verdad, todas las piezas sobre el tablero.

Niemann ganó a Carlsen e inmediatamente se desencadenó una tormenta. No es la primera vez que pierde ante un jovencito. Pero nunca antes lo había hecho contra alguien que le era totalmente desconocido.

Bueno, no del todo. En el mundo del ajedrez, todo el mundo se conoce. Y antes de enfrentarte a un rival, tienes que ver sus partidas, para tratar de encontrar sus puntos débiles. Carlsen ya tenía una impresión de Niemann, de que era un jugador de una categoría inferior. Pero sobre el tablero se encontró a una persona con la autoestima de un narcisista, tan limitado en sus conocimientos que jugó por encima de sus posibilidades sin darse cuenta. Nunca podrá saberse (o sí, más sobre esto abajo) si Niemann hizo trampas en esa partida. Pero en caso de que lo hubiera hecho, el riesgo hubiera sido demencial, casi suicida.

Un jugador que llevaba toda su vida preparándose para llegar a esa partida, para jugar contra Magnus Carlsen sin pagar, ¿Qué incentivo tenía para ganarle haciendo trampas?

En cuanto terminó la fatídica partida, comenzó una preparación hacia atrás, como en una compleja película de Christopher Nolan.

De inmediato se activaron todos los protocolos de alerta. Como cuando algo terrible le pasa a un político español, inmediatamente todos sus hooligans se encargan, sin que nadie les diga nada, de encontrar las explicaciones, los culpables, los fallos en el relato. No hay que pedir nada, simplemente dejar que los demás lo hagan por iniciativa propia.

Pronto se supo que Niemann estaba en las listas de sospechosos de las torneos online, listas que circulan en petit comité entre la gente que tiene acceso a información privilegiada. Y claro está, todo el que quería congraciarse con Magnus Carlsen (básicamente el mundo entero del ajedrez) trató de ayudarle como pudo. Unos acusando, otros difamando, otros bromeando. Y chess.com dando a su futuro accionista el bien más preciado: información confidencial sobre el jugador y su historial dentro de la plataforma.

Las insinuaciones de trampas pronto escalaron a una denuncia clara y abierta por parte del Campeón del Mundo, que anunció que no jugaría jamás en un torneo donde lo hiciera Hans Niemann. Y la plataforma chess.com preparó un dossier explicando todo lo que sabían sobre Niemann y que este nunca había contado.

El informe Niemann

Semanas después de que el escándalo sobre Niemann ocupara todos los medios de comunicación, chess.com lanzó un informe tratando de ser exhaustivo con el alcance de las trampas que Niemann había hecho en el pasado. El informe fue muy duro con el jugador, pero al mismo tiempo, casi sin darse cuenta, expuso todo tipo de vergüenzas internas de la plataforma. Estando todo el mundo obsesionado con Niemann, estas han quedado un poco en segundo plano.

Al parecer, Niemann hizo trampas en numerosas partidas jugadas en la plataforma. Como habíamos mencionado más arriba, las trampas no pueden valorarse sobre un movimiento en concreto o tan siquiera una sola partida. La sospecha siempre irá sobre un volumen de partidas.

Mientras le incriminaban sobre más de 100 partidas jugadas en chess.com, abrían una parte siniestra al mundo de las trampas online. En dicho informe explicaban cómo era su sistema de detección de trampas. Y para hacerlo, tenían que ir exponiendo a más jugadores, no sólo a Niemann. De hecho 4 jugadores del top 100 mundial figuran en sus informes (anónimos, aunque los nombres circulan por todo Internet y uno de ellos, como no, tenía que ser español).

Según su propio informe, cientos de jugadores titulados habían sido descubiertos haciendo trampas en el pasado. Pero su forma de tratar con las trampas, es, cuanto menos, sorprendente.

El jugador es expulsado de la plataforma y recibe un aviso donde se le indica que hay razones de peso para pensar que ha hecho trampas. Se le ofrece, no obstante, un camino de redención: que lo reconozca.

En tal caso, todos sus pecados se le perdonan. Se le permite crear una cuenta nueva, con todos los privilegios de los jugadores titulados. Y aquí no ha pasado nada.

Así, los jugadores tienen dos opciones: ser expulsados para siempre de la prácticamente única plataforma online de ajedrez. O aceptar cualquier tipo de acusación con tal de volver a tener todas las posibilidades del resto de jugadores.

Además, en dichas comunicaciones se menciona la respuesta de alguno de estos jugadores, donde claramente menciona que el motivo por el que hizo trampas fue para subir en el rating de la página y tener más opciones de jugar contra rivales superiores, para así obtener mayores audiencias de Twitch y más ingresos.

Se ha creado un mundo oscuro donde la gente ya no quiere ser mejor jugador, quiere tener más seguidores y para tenerlos, tiene que aparentar ser mejor jugador. Y qué mejor forma de llegar a aparentar eso, que jugando “con ayuda”.

También recuerda un poco al mundo del fitness, donde todo el mundo trata de ganarse la vida recomendando planes de entrenamiento y dieta. Pero la única forma de llamar la atención de los demás es teniendo un cuerpo muy por encima de la media. Y para hacer eso, llega un momento en que la dieta y el entrenamiento no son suficientes: hace falta una ayudita extra en forma de química.

La lista de cientos de jugadores “dopados” con ayuda del ordenador está sólo en manos de chess.com. Se han filtrado algunos nombres, pero mientras no sea algo oficial, la imagen de estos jugadores no se verá del todo dañada. La lista es enorme, y Niemann es simplemente un nombre más.

Desafortunadamente para Niemann, cometió el error de ganar al campeón del mundo. Para entrar en la élite, hay que hacerlo dando pasos pequeños. Inmediatamente toda su carrera, sobre torneos presenciales u online, se ha puesto en entredicho. Vivimos en un mundo tan absurdo, que tanto valora la fama, que hasta un daño tan grande le puede resultar beneficioso. Con la salvedad de que Carlsen no va a querer jugar en un torneo que tenga a Niemann, cualquier organizador puede conseguir un montón de atención simplemente contratando al polémico jugador.

Pero el establishment del ajedrez está en tan pocas manos (fijaos que en ningún momento he mencionado a la Federación Internacional de Ajedrez) que si Niemann quiere jugar con las reglas del juego, tiene que plegarse a los designios de Twitch, chess.com y Magnus Carlsen. Una confesión de que hizo trampas para ganar al Campeón Mundial sería suficiente. Lo sancionarían unos cuantos meses, daría un buen ejemplo y volvería a los torneos, conservando su fama. La verdad es secundaria, aquí todo se mueve por incentivos. Y esos los deciden los que mandan.

Tuberculosis

En la novela que estoy leyendo, me encuentro con estos párrafos que os paso a traducir.

Vacunaciones. De vez en cuando hacían vacunaciones masivas en prisión. Un equipo de sanitarios del Ministerio de Salud ─como el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, excepto que no tan profesionales y casi nunca de forma gratuita─ llegaba y simplemente inyectaba a todo el mundo. No era obligatorio, pero te presionaban mucho para que te pusieras estas inyecciones. Tenía mucha desconfianza hacia estas “vacunas” porque realmente no sabías lo que te estaban inyectando, si funcionaría o si lo necesitabas.

Muchos de los sudamericanos hacían cola porque pensaban que valía la pena tener cualquier cosa gratis, y muchos de ellos nunca habían recibido vacunas o inoculaciones contra nada. Normalmente me negaba a ponerme las inyecciones, lo que a menudo resultaba en discusiones acaloradas con otros reclusos del ala, quienes veían mi negativa como un riesgo para ellos. Creían que si no me ponía la inyección, fuera por lo que fuera, me enfermaría y los contagiaría. Por supuesto que nunca lo hice, hasta la única vez que cedí y acepté ponerme una inyección contra la tuberculosis, bajo la amenaza de ser expulsado del ala. Esto habría significado perder mi teléfono móvil y probablemente todas mis posesiones.

Estaba seguro de que viniendo de un país europeo me habrían vacunado en la infancia contra enfermedades como esta. Traté de explicárselo al cabo ya otros que se quejaban de mi negativa, pero no lo aceptaron.

‘¡O tienes la inyección o te echamos de la celda!’

‘Oh, a la mierda, hazlo entonces’.

Todavía lamento intensamente esas palabras. De hecho, lo haré por el resto de mi vida, que sin duda se ha visto acortada como resultado de tomar esa inyección.

El libro se llama “El Infierno” y narra la experiencia de un inglés, Pieter Tritton, cumpliendo una condena de 12 años por tráfico de drogas en una cárcel de Ecuador.

El escepticismo ante un tratamiento tal vez innecesario, o cuando menos redundante, la superstición con que muchos aceptaban todo tipo de medicamento y la desconfianza que despertaba en los compañeros por no querer vacunarse, muestran el ambiente que uno puede encontrarse en una cárcel así: rodeado de personas sin ningún tipo de formación, violentas y habitualmente drogados a todas horas.

I don’t want to live in America

Hace diez años os contaba sobre la letra de la famosa canción “I want to live in America”.

Hoy he escuchado con algo más de atención la famosísima canción del musical West Side History, I want to live in America.

La canción es una apología de las maravillas de vivir en América (Estados Unidos), y suele reproducirse cuando se trata de ensalzar el sueño americano. Se trata de un diálogo entre dos chicas, emigrantes de Puerto Rico. Una es la gran asimilada al país de acogida, que se dedica a elogiar al país de las barras y estrellas. La otra defiende el país de sus recuerdos, con imágenes positivas.

Aunque es una especie de dialéctica, la realidad es que la pro-americana destroza a su compatriota en el debate de las ventajas o desventajas de Puerto Rico. Y por lo tanto la canción tiene muchas líneas que ridiculizan por completo al Estado de Puerto Rico. Hoy en día no se podría haber producido un texto tan ofensivo hacia un país o región. Un musical excelente como West Side History se habría tenido que cancelar sine die por cuestiones morales.

Diez años después, en 2021, se ha estrenado una nueva versión del musical, esta vez dirigida por Steven Spielberg. Como cabía esperar, el texto de esta canción no podía quedarse así.

Ahora Estados Unidos vive en un mundo lleno de arrepentimiento y sentimiento de culpa. La idea de ofender a un colectivo minoritario no sólo está totalmente descartada, sino que suscita la respuesta contraria: hay que ensalzar todo lo que no sea mayoritario.

El giro de guion es sutil, prácticamente invisible para cualquiera que no conozca este oscura historia de tercera fila. La canción, que originalmente caracterizaba a San Juan, capital de Puerto Rico, como un lugar infame del que emigrar sin mirar atrás, ahora lo ensalza como una ciudad encantadora. Es Nueva York la que tiene que justificar que es un lugar mejor, y no esta claro que lo consiga.

(Letra obtenida de este vídeo):

[ANITA]
Puerto Rico
You lovely island
Island of tropical breezes
Always the pineapples growing
Always the coffee blossoms blowing
And the money owing
And the babies crying
And the people trying
I like the island Manhattan
Smoke on your pipe and put that in!

[GIRLS]
I like to be in America
Okay by me in America
Everything free in America

[BERNARDO]
For a small fee in America

[ANITA]
Buying on credit is so nice

[BERNARDO]
One look at us and they charge twice
[ROSALIA]
I have my own washing machine

[INDIO]
What will you have though to keep clean?

[GIRLS]
Skyscrapers bloom in America
Cadillacs zoom in America
Industry boom in America

[BOYS]
Twelve in a room in America

[ANITA]
Lots of new housing with more space

[ALL]
Lots of doors slamming in our face

[ANITA]
I’ll get a terrace apartment

[BERNARDO]
Better get rid of your accent
[GIRLS]
Life can be bright in America

[BOYS]
If you can fight in America

[GIRLS]
Life is all right in America

[BOYS]
If you’re all white in America

[BOYS]
La la la la la la, America
America
La la la la la la, America

[ANITA]
America

[GIRLS]
Here you are free and you have pride

[BOYS]
Long as you stay on your own side
[GIRLS]
Free to do anything you choose

[BOYS]
Free to wait tables and shine shoes

[BERNARDO]
Everywhere grime in America
Organized crime in America
Terrible time in America

[ANITA]
You forget I’m in America

[BERNARDO]
I think I’ll go back to San Juan

[ANITA]
I know a boat you can get on (Bye Bye!)

[BERNARDO]
Everyone there will give big cheer!

[ANITA]
Everyone there will have moved here

En la versión original se decía de Puerto Rico:

Always the population growing…
And the money owing.

Pero ahora se habla de que las deudas están en América:

Buying on credit is so nice,

One look at us and they charge twice

El crimen estaba en Puerto Rico,

And the babies crying.
And the bullets flying

pero ahora está…en Nueva York:

Everywhere grime in America
Organized crime in America

La sobrepoblación era de Puerto Rico:

Hundreds of people
in each room!

Pero ahora se ha movido a Nueva York:

Twelve in a room in America

Está claro que el texto original era bastante ofensivo con Puerto Rico, pero la versión se ha modificado tanto, se le han dado tantos brochazos de buenismo que el concepto ha quedado irreconocible. Un montón de puertorriqueños quejándose sobre Nueva York, ciudad a la que a duras penas consiguen encontrar ventajas. El surrealismo alcanza tal punto que una de los pocos méritos de Nueva York es que ahí es donde vive…una de las inmigrantes que canta.

You forget I’m in America!

Intentar entender una historia del pasado, aplicando valores del presente, es una misión casi imposible. Es como ver un partido de fútbol sala creyendo que se juega con las reglas del balonmano: pasa a ser un pésimo espectáculo de balonmano, cuando quizás fuera uno decente del deporte original.

El ejercicio de traducción, de una canción racista, hacia una empoderadora, recuerda a las alteraciones de guión que se producían con la censura. El protagonista iba a besar a una chica, pero esa escena se quitaba y se cambiaban un par de frases del diálogo, creando una extraña sensación: ahora resulta que eran hermana y hermano, lo que desvirtuaba todo el contenido anterior. La que era una rutinaria historia de amor ahora se ha convertido en un thriller inquietante y extraño.

¿Por qué tantas personas se han marchado de Puerto Rico, hacia un país mucho más inseguro y hostil? ¿Tal vez hayan sido secuestrados o llevados allí como esclavos?

Tras esta disgresión sobre una historia tan marginal, recomendaros la película, que está muy lograda en todos los aspectos y respeta con mucho al original.

Vacaciones 2050

Según el plan “España 2050”, para conseguir un futuro más sostenible, nuestro país debe adaptarse poco a poco hacia un mundo donde los desplazamientos se realicen por medios de transporte menos contaminantes, en muchos casos sustituyendo el avión con el tren. Teniendo en cuenta que los políticos no saben ni lo que van a hacer la semana que viene, el plan no deja de ser un brindis al sol que traspasa lo surrealista.

La lucha en favor del ecologismo se ha convertido en una auténtica ficción: Coches eléctricos que contaminan menos que los de diésel, pero claro, sacando de la ecuación lo que cuesta ─en términos contaminantes─ hacer un coche nuevo; vehículos que no contaminan, porque funcionan con hidrógeno ─sin tener en cuenta que ese hidrógeno se obtiene del gas, en un proceso que además le hace perder eficiencia energética; reemplazar la carne ─por su alto consumo en agua─ con alimentos ultraprocesados, que aparentemente se obtienen de la nada.

Así, se me ocurrió la idea de salir de una distopía ─la sanitaria─ entrando en otra: la ecológica. ¿Cómo sería disfrutar las vacaciones de este año moviéndose en tren en lugar de avión?

Teniendo en cuenta que vivo en un extremo de Europa, la opción de hacer todo el viaje en tren es absolutamente inviable. Así que tuve que empezar con un vuelo, a Amsterdam.

Es sorprendente lo que ha cambiado el transporte aéreo. Antes había una sana competencia y se podía ir desde A hasta B usando diferentes compañías, precios y horarios. Ahora muchas rutas, algunas de ellas muy frecuentadas, apenas si tienen un vuelo diario. Los aviones no se llenan y los precios han aumentado más de un 50% desde antes de la pandemia. Ha subido el precio del petróleo, las empresas están arruinadas ─muchas de ellas siguen apenas vivas gracias a ayudas estatales─ y el número de usuarios ha caído en picado. Alguien tendrá que pagar los platos rotos, o una parte de la vajilla al menos.

Mientras los aviones se llenaban de polvo en aeropuertos secundarios, con costes de aparcamiento más bajos, las aerolíneas se han dedicado a una sola cosa: mejorar la experiencia de compra de sus páginas web.

Lo que ocurre en la web de reservas de una aerolínea sería intolerable o directamente ilegal, en cualquier negocio, especialmente offline. La experiencia recuerda a cuando uno entraba en Ikea y tenía que recorrer la tienda completa para poder salir. Con el añadido de tener a talibanes armados parapetados detrás de algunos muebles.

En cada paso hay un extra que pretenden cobrarte, extra que no te dejan esquivar fácilmente. Rechazarlos invoca agresivos pop-ups que te hacen dudar si será posible volar sin facturar tres tipos de maleta diferente o alquilar un coche. El engaño está ahora sustentando en que la facturación de maletas es prácticamente ineludible, junto con el miedo Covid, que permite introducir diferentes tipos de seguro.

Cuando completas la compra, habiendo pagado algún extra de más, te encuentras con la gracia de que el gobierno del país de destino te pide alguna documentación extra. En mi caso, Holanda se comportó de buen rollo, pero España me hizo rellenar un proceso tan absurdo como innecesariamente complejo.

Ha sido este un muy buen verano para viajar. Destinos masificados en verano, como Amsterdam, estaban muy despejados. Hoteles con habitaciones libres donde elegir, precios mundanos y museos que no parecían el metro en hora punta. Antes de la pandemia, algunos destinos se habían vuelto totalmente imposibles. Barcelona estaba absolutamente fuera de control: en fechas como el anual Mobile World Congress era casi imposible encontrar una habitación libre, aún pagando fortunas. En verano la visita a la Sagrada Familia implicaba colas extenuantes. París o Londres, en verano, sólo podían verse dedicando horas de espera a cualquier atracción importante, para luego disfrutarlas en pésimas condiciones. Me imagino que el Barrio Rojo de Amsterdam iría igual, teniendo que aguardar en cola junto a las ventanas, detrás de tus futuros compañeros de cama.

Las “medidas sanitarias” contra el virus, en Holanda, se limitaban a llevar mascarilla en los transportes públicos. Para un español, acostumbrado a llevar doble mascarilla hasta en exteriores, totalmente somatizado con la experiencia del confinamiento, la sensación de desnudez es más agradable que un final feliz en la calle de los neones rojos.

A diferencia de España, Países Bajos todavía no ha vivido la Sexta Ola, pero con tan poca precaución, es cuestión de tiempo que haya una catástrofe. Creo que deberíamos empezar a hacernos a la idea de una Unión Europa sin Holanda.

En Amsterdam, paseando por la calle, podían detectarse a los españoles de la misma forma que se diferencian a los islamistas más extremos: por cómo se tapan. Si una familia pasea con mascarilla por la calle en ese país, puedes afirmar con un 100% de seguridad que son españoles.

La sobredosis de seguridad a que estamos acostumbrados en nuestro país choca con el mundo real que hay ahí fuera: pasear por las calles de Holanda con mascarilla es percibido como algo grotesco. El kit clásico es el de una familia con dos hijos en que los niños llevan mascarilla ─no están vacunados, son super contagiadores─ y uno de los progenitores también ─se considera persona de riesgo, especialmente por estar en contacto con dos menores no vacunados.

Se suponía que se viajaba para aprender de otras culturas, pero cuando se dispone de una formación superior, no es necesario dejarse influir por costumbres bárbaras. Visitar una ventana del barrio rojo, tras un turco, un francés, un paraguayo y dos rumanos, pero salir con una sonrisa de oreja a oreja oculta bajo la mascarilla protectora.

De Holanda pasé a Alemania, en un trayecto de unas cuatro horas. Las webs de trenes han captado el mensaje de la agenda progresista y se están adaptando a tomar el relevo de las aerolíneas. En Alemania podías comprar un billete, pero sin tener un asiento asignado ─algo que tenía un precio extra. Pero a diferencia de los aviones, no te dan el asiento más repugnante posible, sino que te dejan a tu aire recorriendo el tren como en el juego de las sillas. ¿Está este asiento libre? De momento, el resto de extras eran fáciles de evitar.

Alemania tiene mucho parecido con España, y cada región tiene reglas propias. En la primera región que visité, había que llevar mascarilla en interiores. Pero en la segunda, habían sustituido esto con un proceso de check-in. Das tus datos personales en cada sitio que entras y así, si se detecta un caso, es fácil informarte de que quizás estás en riesgo. O al menos dar la impresión de que un proceso así va a tener lugar. Con un poco de sentido común, es casi imposible conectar una hoja de papel rellena en una cafetería con ninguna base de datos en tiempo real.

En algunas tiendas de Alemania exigían mascarillas FPP2 para entrar, un progreso bastante sorprendente, que extraña no se haya implantado en España, el país más seguro del mundo. Tengo entendido que eran requeridas para el transporte público durante algún tiempo, pero ya son cosa del pasado.

Tras cruzar todo Alemania ─un país precioso que absurdamente casi nadie considera para sus vacaciones, más allá del manido Berlín─ tocaba Austria.

El país creador del Red Bull, donde nació Arnold Schwarzenegger y otras celebridades menores como Mozart y Freud, tiene trenes más baratos ─así que supongo que más ecológicos y progresistas ─ que su vecino del norte.

En mi nuevo destino turístico pude encontrar una novedad en la lucha contra la pandemia: el carné de vacunación lo piden en todas partes, hasta en las terrazas de los bares. Pero luego van totalmente por libre, no llevan mascarilla en ningún sitio, quitando los transportes públicos. En uno de los hoteles en que me alojé, pude ver cómo algunos españoles se quejaban en las valoraciones, indicando que el personal de recepción les atendió sin mascarilla. Nada como viajar para imponer tus convicciones a los demás, aunque sea con el pataleo de las votaciones por internet.

Visitar Austria, sin apenas turistas, en verano, ha sido una experiencia extraordinaria. Moverse por sus maravillosos museos por salas totalmente vacías me ha hecho darme cuenta de que no es que no me gusten las exposiciones, lo que no me gusta es ver un cuadro dando codazos, guardando turno, esquivando selfies. Lo que es, a título personal, una vivencia muy positiva, se traduce también en un sentimiento de pena al saber que si de cada diez turistas sólo había uno este verano, hay cientos de damnificados que se han quedado sin trabajo, cadenas de producción destrozadas que jamás volverán a ser lo que eran.

En la última noche austríaca tuve la oportunidad de ir a un concierto popular ─algo que otros años hubiera costado semanas de reserva previa─ donde pude contemplar a los viajeros españoles más auténticos. Una pareja, con su inexcusable mascarilla en exteriores, que se plantó en un concierto de música clásica con dos niños que no tendrían más de 5 años. Durante toda la primera parte estuvieron hablando o llorando sin parar. En la segunda no sé si los echaron, o se fueron en un inesperado gesto de sentido común. Aunque también puede ser que se marcharan escandalizados porque en cuanto se apagó la luz y empezó a sonar la música, todo Dios entre el público se quitó la mascarilla, convirtiendo un acto cultural con el aforo al 100% en una auténtica tragedia sanitaria.

La vuelta a España tuvo que ser también en avión. Me acostumbro a la agenda del futuro poco a poco. Quedé atrapado en la trampa perfecta: el traicionero proceso de compra de billetes de aerolínea no me dejaba facturar sin pagar un extra, y gobierno de España me requería que completara un detallado informe sobre quién era, a dónde iba y de dónde venía. El proceso era un tedioso formulario, celada mortal para abuelos, donde tienes que registrarte, recibir un SMS de activación (estando en el extranjero) y luego completar un formulario en varios pasos.

Para completar el formulario tenías que indicar tu número de asiento y para poder tener número de asiento tenías que hacer check-in ─algo que no quería hacer pagando. Además la compañía decía que sin el formulario para España rellenado, no iban a dejar volar.

El paso más delirante del formulario era que había que introducir tu tarjeta de vacunación (como PDF) y de ahí podían validar que eras apto para entrar en el país. Así que básicamente el pasaporte Covid sólo sirve para rellenar un segundo pasaporte, que ese sí es imprescindible.

Ni qué decir tiene, los mostradores de check in de la aerolínea era una auténtica carnicería. La mitad de la gente llegaba, tras una larga cola, a toparse con que le faltaba algún documento. O el requerido por España, o el hecho de que ya no se puede hacer check in en el aeropuerto (hay que hacerlo antes, por Internet). Personas mayores con su pasaporte covid plastificado que no han hecho un trámite online en su vida, agobiados ante la acelerada agenda digital.

Han sido unas muy buenas vacaciones, en lo personal. Pero no deja de ser triste ver a los que no estaban viajando: los jóvenes. Muchos atrapados en su calendario de inmunización, que no les garantizaba un viaje cómodo, o simplemente en su ruina personal y económica, la generación ignorada. Más familias y personas mayores como yo, en lugar de veinteañeros dispuestos a volver a casa con un montón de historias que contar y alguna nueva ETS que ocultar.

Personalmente creo que no hay vuelta atrás a la “antigua” normalidad, en lo que a turismo se refiere. Hay gente que este año se ha quedado fuera del mercado, ya sea por problemas económicos, por miedo a la pandemia, o por el muy razonable miedo a verse atrapado en un sinsentido de PCRs positivos, contacto con algún positivo o simplemente síntomas de fiebre causados por una resaca brutal que te dejen en tierra.

Pero lo mismo volverá a pasar el que viene. Habrá nuevos pobres, nuevas personas que han empezado a trabajar y no tienen vacaciones. Nuevas olas, nuevos países en rojo. Nuevos conflictos bélicos. Y luego, las aerolíneas no van a volver a lo de antes. No van a ofertar tantos vuelos. Y recíprocamente, una parte enorme de la demanda ha desaparecido: el turista barato que se compraba un vuelo a Ibiza para un par de noches, porque era más barato que salir de fiesta en su país, el viajero de eventos masivos, como conciertos o festivales, el turismo de lujo de los congresos.

Se nos olvida lo que ha costado llegar a este ecosistema turístico. De 2009 a 2019 el turismo ha subido un 50% en España, aprovechando los problemas de otros destinos, un boom económico y una profesionalización del sector. Pretender volver a lo de antes, en un año o en dos, es demasiado optimista.

Los viajes en avión no hacen sino depreciarse en calidad y precio. Tienes que pasar más horas para realizar los trámites, te dejan volar con menos equipaje y hay todo tipo de limitaciones en lo que puedes transportar. Además de que el riesgo de cancelación o de pérdida del vuelo porque falte algún documento ha dejado de ser irrisorio. Se dice que los vuelos de larga distancia no son rentables si no se completan con pasajeros en primera clase, algo que empieza a resultar una utopía en los tiempos en que ya no se hacen desplazamientos por trabajo, así que imagina planificar todas tus vacaciones y que semanas antes la aerolínea te avise de que cancela el vuelo ─su nuevo comodín tras la pandemia, anular sin coste ni alternativa lo que no resulte rentable.

Es cuestión de tiempo que los destinos turísticos cambien, enfocándose más hacia destinos más cercanos. Es lo que ha sucedido los dos últimos años, pero no veo un motivo por el que solo sea una tendencia provisional. En ese sentido, en Europa, Francia tiene muchas ventajas al respecto, con una ubicación geográfica mucho menos periférica que España, Grecia o Turquía.

Viajar en tren es muy agradable en comparación a hacerlo en avión, no tiene ni una sola desventaja. Pero será una opción sólo para aquellos países con muchos vecinos próximos. Y España, no es uno de ellos.

Lo que nadie te cuenta sobre el Bitcoin

Siria es un país precioso y sorprendentemente poco conocido. Albergó la civilización más antigua del mundo, conserva impresionantes tesoros arqueológicos como Palmira (el enclave quizás más emblemático) y Apamea, fortalezas y castillos que evocan la época de los cruzados, y tiene una capital, Damasco, llena de palacios, mansiones y mezquitas con el refinamiento del Islam de los Omeyas.

Por ser un destino aún (sorprendentemente) no demasiado conocido para el turismo español surge a veces una especie de disyuntiva errónea: “¿Siria o Jordania?” porque son dos países muy distintos. A mi me gustaron mucho los dos.

Siria tiene cuantitativamente muchas más cosas que ver (Palmira, Alepo, Apamea, Krak de los Caballeros, Bosra etc..) y arqueológicamente es mucho rica que Jordania.

Desde luego que Siria, en su momento, era un lugar fantástico para visitar. Una persona muy depistada y con un buscador poco afortunado podría haberse topado con esa página, que tan bien describe un paraíso turístico. ¿Por qué visitar los sitios de siempre, cuando existe Siria?

Luego uno podría informarse mejor: se trata de un país barato, no está muy lejos, tiene playa, la gastronomía es propia de la dieta mediterránea. Además, la economía ha crecido vertiginosamente en los últimos años, a pesar del Coronavirus. ¿Por qué no elegirlo entonces como destino de nuestras vacaciones?

Pues por el mismo motivo por el que, tal vez, no sea buena idea invertir en Bitcoins. Preguntando a un español por las ventajas de viajar a su país, quizás te responda que el clima, la comida, las mujeres (y los hombres y personas no binarias), la bebida barata y ubicua, la alegría de su gente, las fiestas. Pero casi con toda seguridad se olvidará de la gran diferencia entre España y Siria (y muchos otros destinos): la seguridad.

Y ese es el problema con Bitcoin. No tienes que entender la arquitectura, no tienes que saber lo que son los nodos, no tienes que leerte 100 páginas antes de saber si Bitcoin es para ti o no. Por encima de cualquier perspectiva de futuro sobre esa moneda, o las otras, el aspecto que menos se menciona, y que para mi resulta más importante es el de la absoluta ausencia de seguridad en todo lo relacionado con las criptomonedas.

Imagina que tienes una modesta cantidad de dinero ahorrado y decides invertirlas en Criptomonedas. Realizas un par de búsquedas en Internet, ves algún que otro vídeo informativo. Incluso antes de que te decidas a comprar Bitcoins, ya has pasado al lado oscuro.

De repente todos los anuncios que ves en la red, en tu teléfono móvil, son sobre chiringuitos financieros que quieren ayudarte a completar tu inversión.

Tratándose de un producto que aún no ofrecen los bancos tradicionales, sólo hay dos tipos de actores que te permitan realizar la conversión: los bienintencionados y los directamente fraudulentos. Desafortunadamente, no es tan obvio distinguir unos de otros.

Hay apenas un puñado de plataformas más o menos fiables (como Binance o CoinBase) y todo el resto son directamente estafadores.

¿Hay algo más aburrido (e igualmente ruinoso) que seguir las propuestas de inversión que te sugiera tu banco? Con un poco de mala suerte puedes recibir llamadas de comerciales de otros bancos, los cuales conoces aunque sólo sea por el nombre. Con el Bitcoin y otras criptomonedas, es como si recibieras llamadas de bancos locales de Sudán del Sur. Bancos y prestamistas para ser más preciso. O peor aún, gente que afirma ser un prestamista, pero que no tiene nada de dinero, hasta que tú se lo des.

Incluso para alguien que escoja una buena plataforma de intercambio de monedas, existe el riesgo no trivial de que dicha plataforma sea hackeada. Los piratas informáticos han asaltado rutinariamente sistemas de bancos y tarjetas de crédito, pero se han podido hacer con modestas sumas de dinero. Atacando una plataforma de criptomonedas pueden llevarse todo el dinero. No estamos hablando de millones, sino de billones de euros.

Y no es algo que haya pasado una vez, sino muchas veces, hasta la fecha.

Mt. Gox was a bitcoin exchange based in Shibuya, Tokyo, Japan. Launched in July 2010, by 2013 and into 2014 it was handling over 70% of all bitcoin (BTC) transactions worldwide, as the largest bitcoin intermediary and the world’s leading bitcoin exchange.
In February 2014, Mt. Gox suspended trading, closed its website and exchange service, and filed for bankruptcy protection from creditors.[6][7] In April 2014, the company began liquidation proceedings.

https://en.wikipedia.org/wiki/Mt._Gox

Tras Mt.Gox, apareció Bitfinex:

Bitfinex was founded in December 2012 as a peer-to-peer Bitcoin exchange, offering digital asset trading services to users around the world. Bitfinex initially started as a P2P margin lending platform for Bitcoin and later added support for more cryptocurrencies.

In May 2015, 1500 bitcoins were stolen during a hack.

In 2015 the exchange’s customers were hacked, losing about $400,000, and in 2016 about $73 million more was stolen from its customers’ accounts. 

https://en.wikipedia.org/wiki/Bitfinex

Esta página tiene una lista de lugares legales que resultaron atacados. Estamos hablando de los sitios legales e importantes, los pequeños simplemente desaparecieron sin hacer ruido y sin ningún tipo de devolución a sus clientes.

En el mundo actual donde hay docenas de discriminaciones y micro agresiones, la mención continua a nuestros derechos nos hace pensar que siempre habrá alguien que velará por nuestros intereses. Se nos cae el móvil al wáter y esperamos que el seguro del hogar nos lo pague. Nos estrellamos contra columnas invisibles en los garajes y es responsabilidad del seguro del coche volver a dejarlo como nuevo. Incluso remotamente nos suena que nuestras cuentas corrientes están garantizadas, al menos hasta 100.000 euros. Y puede que sea así, pero en el momento en que el dinero abandona nuestro banco y aparece en otro lugar donde se pueden comprar criptomonedas ─estas empresas siempre están basadas en paraísos fiscales con vacíos legales que ningún abogado se plantearía desenmascarar─ nuestra economía pasa a estar regida por la legislación de Siria: te expones a riesgos y engaños que ni te imaginas. Estás participando de una actividad no regulada, moviendo tu dinero a paraísos fiscales y empresas opacas. Ya nadie estará de tu lado.

Los propios usuarios habituales de estas plataformas bromean sobre la supuesta seguridad de los fondos.

¿De qué sirve si el Bitcoin multiplica su cotización por 100 o por 1.000, si para cuando quieras materializar tu inversión, es muy probable que otro se haya quedado con lo que era tuyo?

Al mismo tiempo, al tratarse de una inversión “avanzada” es tratada con sospechas a nivel fiscal. Imagina que inviertes 30.000 euros en comprar un flamante Bitcoin. De repente, un afamado emprendedor dice que el Bitcoin es la moneda del futuro y tu Bitcoin pasa a valer 50.000 euros, luego 100.000 euros, luego tal vez 500.000 euros.

Pero desafortunadamente, en una confusión recibiendo un SMS que parecía del banco, acabas perdiendo tu Bitcoin, que acaba en manos de personas que viven en países del Tercer Mundo, donde los pobres tienen que buscarse la vida para prosperar.

¿Has perdido 30.000 euros o 500.000? Según como lo mires, podrás llorar más o menos. Aunque es posible que Hacienda, la encargada de recaudar nuestros impuestos, entienda que han sido 500.000. Y también es posible, aunque pensarás que es una macabra teoría conspiracionista por mi parte, que intente cobrarte los impuestos de esas ganancias. Porque ante los ojos de la autoridad fiscal, ese robo del que tu hablas es indemostrable.

En una economía donde la riqueza se debe redistribuir, tu inversión de 30.000 euros puede acabar desembocando en una deuda de 250.000 euros. ¿O acaso pensabas que la peor inversión posible es aquella en que pierdes el 100% de tu dinero? Las hay peores y el sistema fiscal siempre encuentra una forma de inventarlas.

Tampoco es necesario extenderse mucho más. ¿Compras Bitcoins? Te van a intentar engañar en cada parte del proceso, vas a recibir emails, SMS de engaños a cada momento. Van a intentar hackear la plataforma que tiene tus Bitcoins, y lo van a intentar los mejores piratas informáticos del planeta.

Pero tal vez lo que es peor, el Estado va a ignorarte cuando vengas llorando, o peor aún, va a preguntar “¿Qué hay de lo mío?”. Va a inspeccionarte, va a sospechar de tu dinero desde el mismo momento en que tienes una moneda que no controla. Quizás decida, de un día para otro, prohibir el uso de plataformas, o de la moneda en sí. O contar sólo tus ganancias ignorando tus posibles pérdidas intermedias.

¿De verdad quieres irte de vacaciones a Siria?

Opiniones y reviews

Voy sacando el contenido que he publicado en Twitter, que casi nadie lee y que sin embargo pueda ser intemporal. Aquellas cosas que no son copiadas/retuiteadas. Supongo que tendré que borrar mi cuenta alguna vez, de cara a mi futura candidatura al Ministerio de la Verdad.

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Si esta es la mejor opinión jamás escrita a un producto de Amazon se dice y no pasa nada. (Entrar al enlace para leerla entera).

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2)

Agradece cada día que no vives cerca de este psicópata de los clavos

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3)

¿Qué es lo contrario a un comentario de un vídeo de Youtube? Las opiniones de discos de música clásica en Amazon. Algunas, como esta, a veces son como pequeños ensayos.

4)

Qué diría Plinio el Viejo sobre las tartas del Mercadona.

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5)

A veces, cuando lees las opiniones negativas escritas por una misma persona, se te forma una imagen inquietante donde el único producto defectuoso es el comprador.

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6)

Los cortes más repugnantes de la carne de cerdo. Magro tercera, magro diafragma. Traducido al chino, por si acaso.

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7)

Ikea lo ha vuelto a hacer: inventar un sofá cama que es peor sofá que cama.

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8)

La influencer abanderada del veganismo a la que pillaron comiendo pescado aún mantiene millones de seguidores en Youtube Pero sólo para poder criticarla en cada vídeo que publica. Los seguidores, en muchos casos, sólo están ahí esperando a ver tu desgracia.

Esta historia es interesante (y corta para Twitter y las noticias del día que apenas duran unos minutos).

En marzo de 2019, una famosa Youtuber (o influencer, o como se llame en el futuro) que se definía como adalid del veganismo, mostró en uno de sus videos, sin darse cuenta, un plato de pescado, que se estaba comiendo. Como no podía ser de otra forma, sus seguidores, gente ante todo calmada y tolerante, se abalanzaron sobre ella, llenándola de descalificativos y acusaciones.

Un año después, su canal seguía activo, pero los vídeos estaban llenos de gente que simplemente comentaba para criticarla y, como ese enlazado más arriba, tenían más votos negativos que positivos. Su horda de seguidores resultaron no ser fans, sino manifiestos enemigos.

Pero con paciencia, el tiempo lo cura todo, dos años justos después sigue teniendo muchos seguidores, pero ya nadie se acuerda de su polémica.

9)

En la versión actual (2019) de la página de compra online de Mercadona, no sólo aparece el precio en pesetas, es que encima aparece antes que el precio en euros. El euro se introdujo en 2002, o sea, hace casi 20 años.

10)

Vale que sean grupos de rugby, pero no ves a esos equipos delante de los otros todos los días.

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11)

Reseñas con spin-off (la misma persona deja esas 3 reseñas).

11)

El almizcle es una de las sustancias más complejas y fascinantes descubiertas por el hombre, en el siglo IV. Procedente de una glándula que emite un olor insoportablemente desgradable, tiene que ser secada, luego mezclada con alcohol y finalmente diluida.

Llegar a descubrir semejante proceso, sin educación, sin ciencia, sin laboratorios y pasando hambre, tiene un mérito que no sabemos apreciar.

12)

Consejos para mujeres viajeras de Lonely Planet, London vs Moscow. Rusia es un país oprimido, pero el único riesgo es que te sientas peor vestida de la cuenta. Londres es una ciudad igualitaria, pero ten cuidado de con quién vas ah y seguramente te metan mano en el metro.

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13)

Si escuchas música clásica en Spotify no importa con qué empieces (ópera, barroco, contemporánea, música de cámara), el algoritmo de sugerencias siempre te acabará incluyendo en la lista la Gymnopédie #1 de Satie.

13)

La baja altura de Napoleón era propaganda inglesa para desprestigiarlo (fake news). En realidad medía 1.70m, posiblemente por encima de la media en la época. El Duque de Wellington medía 1.75m.

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14)

Coherencia.

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15)

Estado del piso: para entrar a morir.

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16)

En EEUU puedes saber si alguien ha estado en la cárcel no sólo por los tatuajes, sino también por las gafas. Cada año cambian el color de la montura, aunque el modelo es así de demigrante siempre.

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17)

Falta de empatía nivel Dios:

18)

Cuando preguntan a la gente ‘¿Cuál es la cosa de la que más te arrepientes?’ y llega uno que simplemente eclipsa a todos los demás comentarios.

I was 14. My mom was sick in the bathroom, seemed to have a stomach bug because she was throwing up. My dad was busy getting ready to go to work and told me to keep an eye on my mom. I brushed it off, because I had homework and wanted to get on the computer to message my friends. 20 minutes or so later, he was about to head out the door when he asked me if she was doing okay. I said I hadn’t checked yet, sighed and made my way to the bathroom. That’s where we found her dead on the floor from a heart attack.

I know it’s not my fault that she died, but if I had just gone to check on her sooner or sat with her for a while, it’s possible the paramedics could have gotten there in time to save her.

My father ended up going kinda nuts after that, became abusive, and I moved in with a foster family – my life was absolutely forever changed by her death.

19)

Lo cómodo que son los sofás de Ikea que en el catálogo 2018 muestran a una familia y uno de los hijos prefiere ver la película sentado en el suelo.

20)

El consejo más importante de todos a la hora de viajar. La gente suele olvidar que casi todas las habitaciones de un hotel son diferentes (en vistas, en tamaño, en cercanía al ruidoso ascensor). Los que vengan de un portal de reservas o con chollos tipo Groupon tendrán siempre las peores de todas.

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Youtubers en andorra

Un interesante video (o no) en que podemos ver a Ibai Llanos ─el youtuber/comunicador más famoso de hoy en día en España─ con David Broncano, presentador ganador de tres premios ondas, dos en la radio y uno en la televisión.

Al principio del mismo plantean hacer ‘Tier List’, que es encasillar de una larga lista en categorías (de mejor a peor). Ibai, que es el que dirige el programa, recibe la sugerencia de su audiencia de hacerlo con humoristas y con Comunidades Autónomas. Broncano se muestra claro: van a meterse en un jardín que prefiere evitar. Ibai le empuja a que se moje, empiezan con la lista de humoristas y Broncano dice que es incapaz de hacer eso: los humoristas que aparecen son amigos y compañeros de profesión. Apenas situa a algunos en la sección de ‘los mejores’, pero es incapaz de votar por los demás, menos aún de situarlos en las categorías de ‘humoristas que no hacen gracia’.

Luego con las Comunidades Autónomas sí que se atreven a entrar al trapo, pero de nuevo Broncano se muestra titubeante: todas son o extraordinarias o muy buenas, quizás con la excepción que permite la broma ya manida de reírse de Murcia. Ibai se atrave a dejar en el último lugar a Ceuta y Melilla, mientras que Broncano regatea posiciones para intentar subirlas a todas: ninguna merece ser menos que buena.

A mi ese video, que me interesa poco y no he visto más allá de ese punto, me ha parecido un indicativo claro de la diferencia entre la televisión ‘oficial’ y la televisión ‘actual’. La que ven abuelos como yo y la que ven, y verán ya siempre, los jóvenes.

¿Qué interés hay en un producto tan blando y deslavazado como una lista en la que todos sean excepcionales? ¿En ver a alguien incapaz de hacer una pregunta incómoda que no esté guionizada y más que premeditada?

La televisión actual polariza en política e intenta llenar de miedo con la crisis sanitaria y económica. Pero es incapaz de nada más. Los pocos programas donde hay sangre, insultos y personas que se echan al barro, son los que triunfan. La isla de las tentaciones, superando audiencias del 50%, arrasa con todo lo demás. La parrilla está llena de programas de investigación a toro pasado, de telediarios rellenados con memes y vídeos que ya todos hemos visto días antes por otros medios.

Recientemente la televisión actual encontró una especie de filón en la noticia sobre los Youtubers que se marchan a Andorra para pagar menos impuestos, o simplemente vivir mejor. Todo se llenó de supuestas mesas de discusión ─llenas de expertos en todo─ en la que el contrapunto lo daban las opiniones de Youtubers.

Una muestra clara de que estamos hablando de una batalla ya ganada en la que el vencedor se marchó a casa hace meses, está en el hecho de que a este debate se han prestado periodistas e incluso políticos de primera línea, mientras que en la contraparte apenas si han podido contar con Youtubers de segunda y tercera fila (en lo que a audiencias hablamos, muchos de los mejores creadores tienen audiencias modestas). Ellos ya saben que salir en televisión no les aporta nada positivo y están cansados del parasitismo de la gran pantalla, que nutre muchos de sus programas con corta-pegas de vídeos robados de sus plataformas.

A mi me fascina, y por eso he querido escribir este artículo, cómo han cambiado las tornas. Youtube fue creado en 2005 como una forma de poder compartir vídeos de películas y televisión (y vídeos de gatos que nadie veía). Tras conseguir sobrevivir a las continuas demandas, la plataforma consiguió facilitar el borrado del contenido con copyright.

Muchos años después, es ahora la televisión la que se nutre de contenido de Youtube. Desde los telediarios a programas de humor y parodia con resúmenes de vídeos actuales ─que antes eran de otras cadenas─ todos tienen una gran parte de su contenido robado de las redes sociales, a veces con muy sutiles atribuciones de autoría, si es que las hay.

El minuto de este vídeo, entre el 15:58 y el 17:00, es una joya. El Youtuber Roma Gallardo explica, más con sorpresa que con ánimo peyorativo, cómo han abordan las televisiones los debates a los que le han invitado: usan sus vídeos sin pedir permiso, consiguen su teléfono no se sabe muy bien cómo. Luego él sólo pide una cosa a cambio: poder subir a sus redes sociales sus intervenciones en la televisión. La mayoría de las televisiones se lo niegan, y una de ellas, activamente, le denuncia y consigue la retirada de un audio de 10 segundos de su intervención.

No extraña que Youtubers de gran renombre, con audiencias que dejan en ridículo a las de la televisión actual, no se presten a participar en sus programas. Su opinión va a ser cortada y pegada (o sea, manipulada) por otros que tienen intereses propios, entre los que no figura promocionarles o dejarles en buen lugar.

Sobre la discusión de Yotubers en Andorra, se han publicado cientos de horas de opiniones y ya no está en el centro del debate. Afortunadamente para mi, no he visto muchas de ellas, pero creo que el foco realmente interesante no se ha mencionado mucho. Era precisamente otro tema de actualidad: el de enfermeros y médicos que deciden marcharse de España a trabajar a otros países.

Todo lo que pueda decirse negativo de esos Youtubers que usan nuestras carreteras y que gracias a nuestros impuestos consiguieron estudiar la Enseñanza Secundaria, puede decirse de estos médicos y enfermeros. Peor aún, los Youtubers siguen prestando el mismo servicio a su país, mientras que los médicos que se marchen dejan una vacante que España tiene que cubrir, a veces con dificultades.

La verdadera cuestión no era si se pagan muchos impuestos o pocos, o si hay que arrimar el hombro. ¿Está mal pagar menos impuestos, pero irse a otro país donde los ingresos son mayores, eso no es ningún problema? Entonces es que es posible que no haya ningún problema en que la gente se marche a donde pueda y quiera.

Otro asunto relevante es el de la sostenibilidad de el modelo de negocio Youtuber (streamer o creador de contenido, como se prefiera llamar). En España, y tal vez en muchos otros países, cuando un negocio empieza a ser muy rentable, el gobierno suele aparecer con regulaciones e impuestos ─a veces bienintencionados─ que en muchos casos acaban destruyendo esa nueva forma de obtener ingresos.

El ejemplo más claro es el de los alquileres turísticos. Hubo un boom que duró unos cuantos años, pero apenas llegaron las normativas, restricciones e impuestos a la actividad, muchas personas fueron expulsadas totalmente de esta forma de emprendimiento. Algo parecido sucedió con los juegos como el póker online o las apuestas deportivas. Un fructífero negocio para personas talentosas que fue totalmente destruido a base de regulaciones.

A Youtuber, Twitch y las plataformas que sigan surgiendo en los próximos años, también le llegará su San Martín. De momento, lo que les ha salvado, es la dificultad para la monetización de estas plataformas. Google, el dueño de Youtube, sigue haciendo cábalas para conseguir que el negocio sea rentable para ellos mismos, máxime para que aparezcan agentes externos, en forma de gobiernos, ‘a llevarse lo suyo’ ─que se supone será lo de todos.

Cuando los gobiernos encuentren la forma de ganar dinero con eso, o de impedir que otros lo hagan, el negocio se irá al traste. Estoy seguro de que eso llegará, antes o después. Por supuesto, los primeros espadas, como El Rubius o Ibai, siempre encontrarán formas de seguir siendo relevantes. Pero como suele suceder en estos casos, las medidas que los gobiernos tomen pensando en personas como ellos, acabarán haciendo sólo daño en los influencers que tienen números interesantes pero que a duras penas llegan para pagar la hipoteca.

Y todo empezará como siempre: no está bien que un comunicador al que ven menores de edad, se atreva a decir que Melilla es peor que Galicia. Porque si esto se dijera en la televisión nacional, habría consecuencias legales. Nada como crear un observatorio de redes sociales que valide este tipo de contenidos antes de que sean visibles para la audiencia general. Y claro, lo suyo sería que el observatorio, lo pagaran de alguna manera Youtube y Twitch. Y todos sabemos cómo continua esta historia.