Burbuja

Decía un amigo mío que si repites una palabra muchas veces, acaba perdiendo el sentido, parece como si perdiera el significado. Mi amigo repetía tantas veces esta historia que él mismo acabó difuminándose. Luego he podido leer esta misma historia en periódicos y páginas webs varias veces.
Al utilizar un término con insistencia se nos vuelve cotidiano, le perdemos el miedo. Palabras como atentado, guerra y terrorista no causan el miedo que deberían porque están en los telediarios todos los días. Ni nos imaginamos el terror que debe ser vivir una guerra hoy en día, pero sin embargo, nadie se estremece al oír la palabra.
Si hay un término que en la actualidad ha perdido su significado, ante tan prolongada labor de desgaste, es la palabra burbuja.
Según define la Wikipedia:

Una burbuja económica (algunas veces denominada como “burbuja especulativa”) se refiere a una condición del mercado, donde los precios de los bienes o acciones aumentan hasta valores absurdos (que ya no se refieren a la utilidad del bien o al valor real de lo comprado). Ocurre cuando la especulación en el bien afectado causa que el precio aumente, produciendo una mayor especulación. La burbuja es seguida normalmente de una súbita caída de los precios, conocida como crash, o explosión de la burbuja.

Si consultas las noticias del día, encuentras que prácticamente todos los medios importantes de España hablan sin reparos de la burbuja inmobiliaria. A nadie causa extrañeza el término. Si a un experto constructor le preguntan si cree que explotará la burbuja, responderá que eso es metafísicamente imposible.
Sin embargo, volvamos a la definición anterior, quizás era demasiado larga.

La burbuja es seguida normalmente de una súbita caída de los precios, conocida como crash, o explosión de la burbuja.

No hay burbuja sin explosión. Aunque la definición de un margen a la esperanza (“normalmente” hace pensar en casos anormales), no conozco ni uno sólo caso de burbuja que no acabara desinflándose.
No puede preguntarse si una burbuja explotará, porque la confirmación – más que asumida a día de hoy – de que existe una burbuja, lleva implícita su desintegración posterior. Sólo el modo, el momento y la gravedad quedan en duda.
A lo largo de la Historia se ha cumplido una trágica regla: La explosión es siempre peor de lo que se imaginaba.
En resumen, si se habla de una burbuja, se habla de precios que han ido más allá de toda lógica. Junto a los ya manidos ejemplos de la burbuja inmobiliaria de Japón, de los tulipanes en la Holanda del siglo XVII, expondré una burbuja más pintoresca e interesante.
En los años noventa se produjo una significativa burbuja especulativa en los Estados Unidos en torno a unos osos de peluche, los Beanie Babies. Estos osos tenían cada uno un nombre una fecha de nacimiento diferentes. Pronto adquirieron gran popularidad entre los niños, pero casi inmediatamente los adultos los desplazaron del mercado. Pasó a ser un típico regalo entre adultos, como objeto decorativo.
En 1996, dos años después de su salida al mercado, mucha gente comenzó a coleccionarlos. Y después miles de personas se lanzaron al acúmulo de Beanie Babys, con intenciones especulativas. La empresa fabricante favoreció esta especulación, retirando algunos productos del mercado.
Al haber tantos especuladores, no pudieron manipular el precio de los osos de peluche durante mucho tiempo y se tuvieron que quedar con un stock de osos invendibles. Afortunadamente, un Beanie Baby es algo que puedes tocar, no como las acciones de una empresa o unos bonos del Estado.
Sólo en Ebay, diez años después, hay más de 17.000 anuncios vendiendo ositos de peluche Beanie Baby.
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3 comentarios en «Burbuja»

  1. Acabo de alquilar una habitación para forjar mi emancipación. Hay un sofá muy cómodo donde me puedo sentar y ver como se derrumba el mercado inmobiliario.

  2. Teorías como ésta me hacen sacar algo positivo de una desgracia como es el que no tenga la más mínima posibilidad de adquirir una vivienda en propiedad.

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