Ser grande

Si nos preguntan por una gran persona de la Historia, solemos pensar en aquellos que la transformaron completamente. Jesucristo suele vencer en las encuestas al hombre más grande de la Historia. Quizás Alejandro Magno ocupe el segundo lugar.
Sin embargo, inconscientemente solemos asociar la grandeza con la bondad. Personas como Ghandi fueron más buenas que grandes. En mi opinión, muchas personalidades fundamentales de la Historia, grandísimos hombres, fueron auténticos indeseables.
El compositor Richard Wagner tiene una de las biografías más infames de entre todos los músicos de la historia. Pero hizo algo que ningún compositor importante soñó con hacer.
Mozart compuso sus primeras piezas con cinco años. Johannes Brahms aprendía a tocar el piano con tres años. Frederic Chopin había publicado sus dos primeras polonesas para piano con siete años.
Wagner, sin embargo, siempre quiso ser escritor dramático. Cuando cumplía los dieciocho años se dio cuenta de que el teatro que existía en su época era demasiado pequeño. La concepción del teatro que abarcaba su cabeza era muy superior a lo que el mundo le estaba ofreciendo.
Con dieciocho años, Wagner creó el concepto de la Gesamtkunstwerk (la obra de arte absoluta). Pensaba que había que fusionar todas las artes bajo un mismo espectáculo (música, teatro, efectos visuales, drama). La ópera del momento era el mejor espectáculo artístico de la época, pero el contenido dramático que se ofrecía era muy pobre. Las historias eran muy sencillas y hasta ridículas. Faltaba el pathos del teatro griego.
Lejos de tratar de convencer con sus escritos a que otros siguieran sus ideas, se puso el mono de trabajo y, con dieciocho años, se apuntó a la escuela de música. Este simple hecho, junto con su capacidad para llevar su determinación hasta las últimas consecuencias, lo convierte en el hombre que se dedicó a la música más grande de la Historia.
La producción musical de Wagner prácticamente se limita a las óperas, algo inaudito en la profesión de compositor. Su obstinación le llevó a crear en los últimos años de su vida la mítica tetralogía del Anillo del Nibelungo. Cuatro óperas (El crepúsculo de los dioses, Sigfrido, La Walkiria, El oro del Rin) soberbias, majestuosas, basadas en el poema épico alemán Das Nibelungenlied del siglo XII.
Cuatro óperas con argumentos complejos, con vestuarios de época extensísimos, ambientaciones majestuosas, música de primerísima calidad.
Las óperas de Wagner son muy largas, fácilmente pueden durar cinco y seis horas, contando los descansos. En vida de Wagner se inauguró para sus trabajos el teatro del Bayreuth, en Baviera, diseñado por el mismo Wagner. Entre sus peculiaridades se encuentra el hecho, ahora habitual, de que la orquesta queda totalmente invisible para el público, quedando todo el espacio escénico para los cantantes-actores.
Desde entonces esta pequeña ciudad del sur de Alemania acoge cada año un festival que suele coincidir con todo el mes de agosto. En mi modesta opinión, toda persona a la que le guste la música clásica debería realizar al menos tres cosas antes de morir:
La primera es oír una ópera de Wagner en Bayreuth, es caro, hay que planificarlo con meses de antelación, pero es algo que no se puede dejar pasar.
La segunda es oír la Novena sinfonía de Beethoven, la música más grande jamás compuesta, en una interpretación tan buena como resulte posible.
La tercera es asistir a una representación de una de las mejores orquestas del mundo – la Orquesta Filarmónica de Berlín es la mejor. Y si puede ser para una gran pieza para orquesta (una sinfonía de Mahler, la Turangalila de Messiaen, un concierto del siglo XIX, una sinfonía de Beethoven o Brahms).

2 comentarios en «Ser grande»

  1. Coincido con Bachan, me gustan los músicos menos excesivos. A Wagner no puedo evitar asociarlo con Apocalypse Now, lo siento. Y con la frase de Woody Allen aquella de “cuando escucho a Wagner me entran ganas de invadir Polonia”.
    La semana pasada estuve en Berlín en una plaza preciosa con la Konzerthaus, creo que allí está la Filarmónica de Berlín pero igual me cuelo. Había un ciclo de música española (por las banderas más que nada) Plaza muy bonita, como todo Berlín.

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