Fotos de pisos en alquiler y venta

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La foto que muestro es la única imagen de un piso que se oferta en alquiler en el portal de Idealista.com. Junto a ella aparecen dos fotos: ambas vistas de Madrid desde la terraza.

Realmente nos cuesta vender nuestros productos, pensamos con algo de presunción que se pueden vender solos, que son pan caliente y que el mundo está lleno de clientes interesados.

Por eso a veces se ven anuncios tan ridículos y grotescos como este. El piso no parece ser una ruina, por las descripciones que ofrecen. Pero la vista de una polea con unas cuerdas colgando sugiere la imagen de un ahorcado o algo por el estilo. ¿Lo mejor que tiene la vivienda es la entrada? ¿La polea es de buena calidad? El anuncio quedaría mejor sin esa foto. Y aún mejor con otras fotos del resto de la vivienda.

Gimnasios exclusivos

Siempre he sido de ejercicios en casa con métodos rudimentarios o de gimnasio municipal con poco glamour y escasa asistencia de público pero hace unos días estuve de acompañante en algunos de los gimnasios más elegantes y caros de Madrid.

Territorio tan desconocido como incómodo, estuve prestando la atención desde la distancia que da el visitarlos sin tener la más mínima intención de apuntarme.

Lo primero que sorprende es que los precios son altos, muy altos (más de 150 euros al mes) pero tampoco excesivos para los servicios que ofrecen. En alguno sólo por poder aparcar en pleno centro de Madrid sin tener que pagar nada más, ya se justifica gran parte de ese desembolso.

La matrícula de inscripción es una tomadura de pelo en que parecen caer todos. Se supone que es un precio exorbitante (300 euros, 500 euros) pero en todos los casos coincide que el día que te vas a apuntar hay una oferta especial (que sólo dura hasta el lunes siguiente) en que la matrícula te sale gratis o en apenas 50 euros. Esta forma de oferta permanente siempre me ha causado bastante repulsa porque es un engaño evidente (en el gimnasio ni siquiera intentan hacerte creer que estás de enhorabuena) y hace que el resto de la locución pierda validez para conseguir la venta.

A pesar de la exclusividad la realidad es que no hay gimnasio (o habrá pocos) lo suficientemente exclusivo como para poder vivir tan solo de los clientes que sean exclusivos. Como sucede en los restaurantes, lo ideal es ser distinguido sobre el papel pero tener un público lo más plural posible. De ahí que los precios sean asumibles incluso para empleados de clase media resultona. Obviamente no tiene sentido que un sitio de supuesta élite alcance a los mileuristas, pero sí que se pelea por atraer a los jefes de esos mileuristas que, sin ser nadie, se pueden permitir un gasto como ese.

El hecho de que sea un sitio exclusivo (o VIP para no repetir tanto el adjetivo pero que es un término penoso) sí pero no es una característica que me sorprendió. Se nota sobre todo a la hora de pagar, pues la forma de realizar el desembolso es más brusca que un eructo en un funeral. Normalmente en un gimnasio de barrio se paga por meses. Pero aquí no: se paga por domiciliación bancaria. Y ante la perspectiva de borrarte la cosa se pone complicada pues tienes que preavisar con muchos días (más de un mes) de antelación. Y eso seguro que da problemas pues te van a seguir queriendo cobrar mucho tiempo. El concepto de pagar mes a mes parece no existir.

Una vez dentro, aparece la figura del entrenador personal. El entrenador personal es un monitor de gimnasio que se te ofrece para que haga un seguimiento personalizado de tu trabajo. La idea obvia es cobrarte un montón de dinero más por tener a alguien encima de ti diciéndote los pesos que tienes que poner y el ejercicio que te toca practicar. Según se quejan en Internet, si decides no contratar al entrenador personal te tratan un poco mal. Siempre es triste cuando ves que tratan de sacarte los cuartos por varios frentes y que te toca proteger tu dinero.

Luego está la cuestión del personal que te atiende que son personas en una difícil situación social: la cola de león. Están tratando todo el tiempo con personas VIP y eso exige ir bien maquilladas o bien afeitados, con ropa que no sea de mercadillo ni trajes del C&A, aparentando estar en el mismo ajo que la persona a la que se está ayudando.

Por supuesto que trabajar en uno de estos sitios tiene un atractivo adicional que, paradójicamente, se descontará del sueldo. Muchos son los que querrán trabajar ahí, por lo que no hace falta ofrecer un sueldo muy elevado. Con lo que se crea una situación algo paradójica. Además, estas personas que atienden a los VIPs también se ven obligados a tratar con las cabezas de ratón que son las que realmente mantienen vivo ese negocio. Gente algo mejor que yo que puede llevar ropa de marca pero también algo de mercadillo o alguna camisa del C&A. Con lo que se crea un conflicto: la chica de Armani de oferta se cree que el que tiene ropa de la línea cara de C&A es un muerto de hambre. Cuando es el que puede pagar en el gimnasio que ella jamás podría alcanzar.

Este tipo de sitios la verdad es que desincentivan la clásica actitud de apuntarte al gimnasio y tardar una semana en medio abandonarlo y un mes en dejarlo oficiosamente. Son lugares a los que apetece ir. No hay tanto macarra ni tanta máquina oxidada y sudada. Los vestuarios no son un poema y uno se olvida de la eterna patata caliente de la toalla mojada, pues hay servicio de toallas gratuito. Todo son comodidades y atractivos para ir al gimnasio. Luego cada cual hará lo que le dicte su conciencia.

Qué leer

Uno de mis propósitos de año nuevo fue tan modesto como asequible: durante el 2010 las novelas que leyera tendrían que ser todas de autores españoles – que no escritores en castellano – y bastante recientes, idealmente del siglo XXI pero aceptando obras de mediados y finales del XX. El objetivo era cubrir una vergonzosa laguna de mi conocimiento.

Empecé la andadura con Antonio Muñoz Molina del que escogí Beltenebros. Un buen libro, un gran escritor. Los escritores americanos suelen ser muy talentosos, en los españoles se ve más trabajo y esfuerzo recogido.

Salvo una excepción tan involuntaria como afortunada, he sido capaz de ceñirme a mi propósito inicial. Mi mayor sorpresa ha sido Francisco Umbral, del que siempre había oído maravillas pero nunca había sabido por qué – ya lo sé.

Sería una pena que me dejara un gran libro en el camino. Apelo al buen gusto de la mayoría de vosotros para que me recomendéis libros que cumplan estas restricciones. Además tienen que ser buenos de forma más o menos incontestable, no demasiado experimentales o para gustos. Gracias.