Muerte por asfixia

Una noticia que cada cierto tiempo salpica los noticiarios es la de la muerte de una persona, más o menos famosa, en una práctica masturbatoria conjugada con una asfixia parcial. La Wikipedia le da el romántico nombre de “asfixia autoerótica“.

El caso más conocido, sin lugar a dudas, es el de David Carradine, pero continuamente aparecen casos de personalidades públicas que sucumben ante tan arriesgada práctica.

No tiene sentido siquiera considerar si bajo los efectos de estas asfixias aumenta la sensación erótica. El riesgo es simplemente demasiado elevado. Si la restricción del aire se realiza apretando el cuello, como en un ahorcamiento, las consecuencias son totalmente imprevisibles. El cuerpo tiene una reacción automática ante la presión sobre la vena carótida, limitando el oxígeno que accede al cerebro y restringiendo el ritmo del corazón. Es demasiado fácil que se produzcan daños cerebrales irreversibles o la muerte. Si pierdes la conciencia en plena asfixia, no podrás hacer nada para recuperar el flujo del oxígeno y aunque pudieras tal vez sea ya demasiado tarde.

En España murieron durante el año 2010, 71 mujeres víctimas de violencia machista o doméstica (crímenes pasionales en el pasado). En Estados Unidos mueren entre 250 y 1.000 personas en prácticas de asfixia “lúdica” (muertes accidentales). Si ponderamos estas tan indeterminadas como cuestionables cifras al tamaño de España, estaríamos hablando de que en España morirían entre 40 y 160 personas cada año por estas macabras prácticas.

De estas muertes por asfixia hay que realizar una división en dos grupos. Está por un lado la práctica autoerótica, realizada casi siempre en solitario. Y por otro, una terrible sucesión de muertes que se producen en juegos entre adolescentes, alentados por la leyenda urbana (y nunca mejor aplicado el término) de que en los primeros momentos de la ausencia de oxígeno se produce una especie de “colocón”.

No es mi intención revolcarme en los lodazales de estas prácticas ni atraer visitas que dan muy mal fario. Me llama la atención de todas estas muertes el hecho de que siempre se las relaciona con el suicidio. Y esta asfixia es la antítesis del suicidio simulado. El suicidio simulado es aquel en el que se quiere aparentar que se va a morir pero lo importante es llamar la atención. El caso clásico es la despechada mujer que se atiborra a pastillas y tras tragar la última descuelga el teléfono de las emergencias o de su desatento marido. En estos casos la víctima no quiere morir, y normalmente no lo hace, pero se deja llevar por una extraña parafernalia mental que le lleva a seguir tan tortuoso camino.

En las asfixias autoeróticas o causadas por “amigos” sucede diametralmente lo contrario. La persona se acerca a la muerte mucho más de lo que cree y bajo ningún concepto querría llegar a ella. Su mayor interés es que aquello no trascienda y nadie sepa de tan bizarra práctica.

Pero tanto en un caso como en el otro, si se llega a un desenlace fatal, la víctima está muy cerca de ser identificada con un suicida. En el primer caso, siempre se considerará que se trataba de un suicidio. Y es que el suicidio simulado sólo puede ser ficticio si este no llega a su aparente fin. Una persona que se tome una sobredosis de pastillas, llame a todos los números de atención, deje la puerta de casa abierta, llame a los vecinos y pida un taxi para ir a un centro de salud, y aún así muera, es considerada una suicida y recibe el correspondiente tratamiento legal.

Las asfixias autoeróticas son tan vergonzosas que lo habitual es que la familia de la víctima trate de disimular las pistas que pudieran llevar a dar un veredicto forense acertado. Si el muerto aparece colgado, desnudo, con pornografía, su dolida y arrepentida madre se encargaría de vestirlo, ocultar la literatura y darle una vestidura decente – como tanto preocupaba al protagonista de la novela de Delibes.

Ahora bien, ¿Hasta qué punto es esto legal? No deja de estar interponiéndose en la investigación de una muerte, de forma deliberada. Casi con toda seguridad el forense dará un veredicto erróneo. Y qué importa si ya está muerto y no va a haber asesinos.

Lo más curioso de todo el tema es que parece que sólo mueren con esta práctica personas famosas. Y es que aparece uno de los tabús del suicidio: los seguros. Normalmente ningún seguro pagaría cantidad alguna por una muerte voluntaria. Pero una muerte accidental, eso ya es otra cosa. Los pobres diablos de más imaginación que vida sexual poco pueden dejar, más que un recuerdo no demasiado malo a los familiares que les sobrevivan. Pero las celebridades tienen mucho dinero y un suicidio impide cobrar algunas primas interesantes. Así, cuando lo más normal es que se taparan las vergüenzas de los famosos y se airearan las de los pobres diablos, en este caso suele suceder totalmente lo contrario. También hay otro punto a tener en cuenta y es la necesidad de justificar que no se ha producido un asesinato. A un desconocido, no lo quiere matar nadie, pero ante una persona de posición, hay que dar alguna explicación extra.

Del mismo modo que los medios de comunicación tienen un pacto de silencio – más o menos razonable – sobre el suicidio, sobre estas muertes tienen una actitud de absoluta glotonería. Que demuestra hasta qué punto es necesario dicho pacto, o de lo contrario la crueldad y el morbo se apoderarían de las televisiones hasta límites que aún no conocemos. ¿Quién no supo de la muerte de David Carradine por televisión? Sin embargo se produce un daño enorme al dejar caer aquello de la práctica autoerótica. Porque muchos se preguntarán, ¿Si el marido de una supermodelo se entretenía haciendo esas cosas, qué límites del placer no se traspasarán con ello? Se despierta la curiosidad de personas con muy pocas luces. Y es que el tratamiento de estas noticias es como el de algo muy conocido que “ahí está” y que de vez en cuando se muere uno por ello.

El juego de las parcelas de interés también se muestra en estas muertes. Los psiquiatras prefieren pensar en las 1.000 muertes anuales, tratando de crear especialidades nuevas, muertes que acercar a su corral.

El tratamiento que da uno de los expertos a este tipo de prácticas de asfixia por placer, a parte de la medicación con antidepresivos, es realmente brutal:

Personalmente he empleado anti-andrógenos y, en un caso, la castración.

Más sobre todo esto.

7 comentarios en «Muerte por asfixia»

  1. En España, normalmente, los seguros de vida cubren la muerte por suicidio, aunque con un periodo de carencia de un año desde que se contrata la póliza.
    Se considera a las personas aversas a la muerte, y el hecho del suicidio como derivado de una patología mental y, por tanto, una acción CONDICIONADA por dicha patología; por otro lado, en ciertas circunstancias físicas del asegurado, se podría excluir por causa preexistente.
    Creo.
    Por añadir algo.
    No quiero decir con esto que planifiquéis un suicidio por amor.
    Y si teneis enfermedad preexistente pues consultad.
    Bueno, vivid la vida y bebed vino. Resumen.

  2. como morir asficciado por unno mismo q tal si cuelgan un tema de esos van a tener muchas visitas okis y avex subanlo

  3. El suicidio por asfixia fue la opcion que valore durante añoos de depresion. Ahora lo comento con tranquilidad y era para mi la mejor opcion porque es rapido seguro y sin dolor (no es un simulacro) y solo hacen falta tres elemento. Bolsa, cloroformo y goma elastica. No quiero incitar a nadie, es solo un comentario con mi opinion.

  4. Vivo en Madrid y necesito que alguien a quien le guste matar, que le fresco mi vida para que me maten… no quiero vivir. me quiero matar pero no me atrevo con mis manos y las veces que le he intentado despierto en el hospital con heridas menores.. y no graves..

    O SI ALGUIEN SE QUIERA SUICIDAR EN GRUPO QUE SE COMUNIQUE CONMIGO.

  5. Busquen de Dios locos….la vida es un un regalo no se ahogen por cosas que tienen solución .. cuantos niños con cáncer hay o enfermos esperando un trasplante …con ganas de aferrarse a la vida… Los problemas son pasajeros ….y todo tiene solucion.

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