En 1959, Igor Stravinsky se hallaba de viaje por Japón, dando conciertos y asistiendo a todo tipo de entrevistas y actos oficiales. Stravinsky es a la música clásica del siglo XX el equivalente a los Beatles respecto del pop: el mayor referente y la autoridad más respetada.
Entrevistaron a Stravinsky en la radio japonesa NHK, donde el compositor sugirió que le gustaría oír algo de música clásica japonesa contemporánea. Era algo que esperaban pero que no estaba totalmente programado. Los responsables de la radio tenían una selección de piezas de autores japoneses. Por error alguien eligió una cinta con el Requiem de Toru Takemitsu.
Cuando se dieron cuenta del error, se dispusieron a cambiar la cinta, pero Stravinksy les dijo que dejaran la música hasta el final.
Más tarde, en una rueda de prensa, le preguntaron al compositor ruso si consideraba que alguna de las piezas de música japonesa que había escuchado era de calidad. Stravinksy elogio ampliamente la composición de Takemitsu, sin mencionar a ninguna de las demás.
Al día siguiente, Stravinksy invitó a comer a Takemitsu y de nuevo reiteró sus alabanzas.
Aunque había recibido algunos premios de composición, tanto en su país como en Europa, Takemitsu no era uno de los compositores más valorados en su país y prueba de ello es que no pretendían programar ninguna de sus obras en la muestra que dieron ante Stravinsky.
Merced a este afortunado error, el compositor japonés alcanzaría una fama y reconocimiento extraordinarios. Hoy en día es considerado el compositor más importante de toda la historia de Japón (y uno de los más importantes de finales del siglo XX) y suyas son bandas sonoras tan conocidas como la de Suna no onna (de 1964, Woman in the Dunes en inglés) o Ran de Kurosawa (1985).
Fuentes:
Artículo de la Wikipedia sobre Takemitsu.
The Music of Toru Takemitsu, libro de Peter Burt.
No sé si has visto Ran, pero es una película fascinante por muchas cosas y por la música en particular.
En un principio puede parecer una elección errónea porque por momentos da la impresión de que no acompaña a la acción, como si el compositor hubiera creado su música sin conocer las imágenes que iba a acompañar y ahí está la maravilla. El ver una sangrienta batalla en la que los sonidos propios se vuelven inaudibles y son sustituidos por las bellas melodías de Takemitsu te crea un sentimiento muy profundo de reflexión sobre la inutilidad de las consecuencias del odio irracional de los distintos bandos y sientes dolorosamente cada muerte.
Aunque no viene al caso, Ran es también uno de los mejores ejemplos de la utilización del color en el cine.
Desconocía la historia del ascenso de Takemitsu, gracias por contarla.
[Comentario zrubavel: Un detalle que me ha sorprendido de la biografía de Takemitsu es que hizo bandas sonoras para aburrir (¡más de cien!) porque era la única forma de ganar dinero para un compositor (aquello del “que den conciertos” de los defensores de la “cultura libre”, si no hubiera tenido que perder tanto tiempo con eso, tal vez hubiera creado aún mejores obras). Sólo al final de su carrera pudo realizar bandas sonoras a gusto y sin presiones, analizando los guiones y trabajando a conciencia. No he visto la película pero sé que es una de las más valoradas de la historia del cine.]