Buena suerte

Flujo piroclástico


El flujo piroclástico es uno de los efectos tan frecuentes como devastadores de las erupciones volcánicas. Es el descenso desde la cima del volcán de una mezcla de gases, rocas y cenizas, a altísimas temperaturas (100-800ºC) y a una velocidad vertiginosa, que puede superar los 150 km/h.
La marea tiene un poder destructor arrebatador y arrasa con todo lo que encuentra. Su textura es una incierta mezcla entre lo sólido, lo líquido y lo gaseoso. Puede desplazarse varios kilómetros incluso sobre la superficie del mar. Y es letal. La fuerza de su propio movimiento de expansión le permite segar edificios, talar árboles. Y el gas que se mueve por el aire quema todo lo que se encuentra a su paso, además de resultar venenoso.
No se sabe aún lo suficiente sobre este fenómeno, en parte porque es bastante improbable – no abundan los volcanes activos – y porque todo aquel que ha estado cerca de un flujo piroclástico ha muerto. Sólo de esas lecciones de muerte se han podido obtener algunas conclusiones. Pompeya es el caso más famoso, pero no el único.

El desastre de Saint-Pierre


Saint-Pierre era la principal ciudad de la isla del Caribe Martinica, una colonia francesa de las pocas que aún quedan en el mundo. Saint-Pierre tenía un volcán, el Monte Pelée. Y los volcanes suelen ser un motivo perpetuo de preocupaciones, aunque en este caso los habitantes de esta población se habían acostumbrado a las continuas llamadas de atención del suyo. Sin embargo, el 25 de abril de 1902, el volcán erupcionó.
Desde luego que los habitantes de Saint-Pierre no quedaron impasibles ante la actividad del volcán, pero no en balde habían realizado sus estudios de riesgo y consideraban que su ciudad no corría peligro. Tras la primera explosión del 25 de abril se fueron sucediendo los episodios volcánicos, con resultados que preocuparían hasta a los más calmados del lugar.
Quizás el suceso más sorprendente de todos los que siguieron a la erupción fue la invasión de serpientes. Escapando de los vapores malsanos y venenosos de la montaña, una miríada de serpientes emigró de forma forzosa y acelerada hacia Saint-Pierre el 3 de mayo de 1902. Cientos de serpientes, de casi dos metros de largo invadieron la ciudad. Estas serpientes(Bothrops lanceolatus), tremendamente venenosas, pertenecen a una especie única en el mundo que sólo se desarrolla en la isla de Martinica.
Todo aquel animal o persona que se cruzó en su camino murió. Los soldados y los gatos gigantes de Martinica las mataron mientras pudieron, pero fueron muchos los que murieron, estimándose en unas 50 personas las bajas causadas por este extraño incidente.


Con una paciencia que habría dejado a Job en ridículo, la mayoría de la población de Saint-Pierre se quedó en la ciudad. En realidad, según los últimos conocimientos de la ciencia, no corrían peligro. Lástima que la ciencia se nutra de experiencias como la de los habitantes de esta población insular para ir cambiando sus opiniones.
El 8 de mayo de 1902, día de la Ascensión, el flujo piroclástico arrasó con la ciudad. No merece la pena entrar en detalles escabrosos. La ciudad tenía unos 29.000 habitantes. Y todos murieron. Todos, salvo tres personas. Si ser el único superviviente de un accidente aéreo es altamente improbable, sobrevivir al desastre de Saint-Pierre fue como ser el único superviviente de 100 accidentes de avión.

Los supervivientes


La historia de los tres supervivientes es un bello ejemplo de cómo funciona el azar.
Léon Compere-Léandre era un zapatero de la isla. De los tres supervivientes quizás fue el que más suerte de todos tuvo, por cuanto no hubo ninguna circunstancia atenuante ni hizo nada especial respecto del resto de la población que acabó muriendo:

Sentí el horrible golpe del viento, la tierra comenzó a temblar, y el cielo se oscureció de repente. Me metí en casa, con gran dificultad subí los tres o cuatro escalones que me separaban de mi habitación y sentí cómo mis brazos y piernas se abrasaban, así como mi cuerpo. Me tiré debajo de una mesa. En ese momento otras cuatro personas entraron a refugiarse en mi cuarto, gritando de dolor, aunque no parecían tener signos de quemaduras. Diez minutos después, murió la pequeña Delavaud, de unos 10 años. Los otros tres se quedaron en la habitación. Yo fui al cuarto del padre Delavaud, que estaba vestido y tumbado sobre la cama, muerto. Perdí el conocimiento para recuperarlo una hora después. Vi que el tejado estaba ardiendo. Con las fuerzas que me quedaban y a pesar de estar lleno de quemaduras, salí corriendo de allí hacia el pueblo de Fonds-Sait-Denis a seis kilómetros de Saint-Pierre.

Sobre las causas de su supervivencia, se dieron enormes coincidencias. Si se hubiera refugiado en la habitación del padre Delavaud cuando todo ocurrió, habría muerto. Si no hubiera cambiado de habitación un rato después, habría muerto. Si no hubiera salido corriendo en vez de quedarse guarecido, habría muerto.
Tras el desastre, Léon Compere-Léandre se quitó de en medio y evitó la vida pública por completo, a pesar de que el haber sobrevivido a tamaño cataclismo le habría permitido ser una celebridad.
Havivra Da Ifrile era una niña pequeña cuando ocurrió el accidente. Por ser el día de la Ascensión, iba a la catedral de Saint-Pierre, cuando su madre la mandó a hacer un recado. En el camino hacia la tienda de su tía, Havivra pasó junto a una atracción turística de la isla, un antiguo cráter satélite al volcán. Al acercarse a él pudo ver cómo salía humo de su interior. Y pudo ver cómo ese humo lanzaba bolas de fuego azulado. Y también pudo ver como ese fuego mataba a tres personas, antes de salir corriendo hacia la ciudad. Ella siguió corriendo, siempre un poco más rápido que las nubes de aire incandescente y venenoso que mataban a todo lo que se encontraba a su paso. Tuvo la feliz idea de elegir un escondite propio de una niña pequeña. En vez de ocultarse en su casa corrió hacia el puerto de la ciudad. Allí tomó un pequeño bote propiedad de su hermano y fue rumbo a una cueva en que solía jugar a los piratas junto a sus amigos.
Havivra Da Ifrile evitó el desastre yendo más rápido que el flujo piroclástico. A pesar de la cierta seguridad de la cueva, hasta allí llegó la onda expansiva de destrucción y también sufrió quemaduras severas por todo el cuerpo pero se salvó de una muerte más que cierta.
Ludger Sylbaris fue el tercero de los supervivientes. En realidad, es el único de los tres supervivientes del que hay constancia cierta de su existencia. Tal vez las otras dos personas no estuvieran exactamente en la ciudad cuando ocurrió el desastre. Indudablemente Sylbaris tenía una coartada perfecta porque cuando los equipos de rescate lo descubrieron, cuatro días después del desastre, Ludger Sylbaris se encontraba en una celda de la prisión de Saint-Pierre. Para su suerte le tocó la peor celda de toda la cárcel: una sala subterránea sin ventanas y apenas ventilada a través de unas rejas estrechas en la puerta, con la salida de aire hacia un lugar que no daba directamente al volcán.
También dentro de su celda se notó el efecto destructor. Según el mismo contó mucho después, a eso de la hora del desayuno el aire se oscureció. Aire caliente mezclado con cenizas entró a través del conducto de respiración. Tuvo el acierto de evitar respirar ese aire caliente que resulta letal. La ola de calor duró un breve instante, lo suficiente como para causarle quemaduras en las manos, brazos, piernas y espalda. Pero su ropa no se quemó y consiguió sobrevivir.
Otra historia de supervivencia es la de cómo aguantó en esas condiciones, presumiblemente sin agua ni alimento, hasta que llegó el equipo de rescate cuatro días más tarde. Cuenta la Wikipedia que Ludger Sylbaris estaba condenado a muerte pero que tras pasar tan dura prueba recibió el perdón total. Así, pasó a ganarse la vida trabajando en el circo de Barnum & Bailey. Su número se limitaba a la enumeración de lo que había vivido en Saint-Pierre. El número se llamaba El hombre que sobrevivió al Juicio Final.
Fuentes: Los detalles de la historia los he tomado de la Wikipedia y han sido sucesivamente señalizados. Y la historia de las serpientes la leí en el libro “The book of lists”.
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Un comentario en «Buena suerte»

  1. Muchas gracias por el artículo, estaba buscando información sobre volcanes peleanos y en concreto informarme mas sobre esta tragedia. Ha sido muy interesante. Mi profesora no nos había explicado lo de las señales sobre serpientes, ni que habían 3 supervivientes. Gracias de nuevo!
    Mar.

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