Lugares democráticos

Algunos de mis compañeros de colegio acabaron visitando la cárcel con frecuencia. Algunas de mis compañeras fueron prostitutas durante un periodo de tiempo. Gracias a Dios, le perdí la pista a muchos de ellos. También tuve algún compañero que acabó como economista o biólogo o profesor o músico pop de tercera categoría.
El siguiente paso educativo, esta vez por el instituto, me permitió conocer a gente que acabó como ama de casa, alguna modelo, dependientes en tiendas, pero sobre todo muchos futuros universitarios.
En la universidad, conocí sobre todo a gente que estudiaba lo mismo que yo, técnicos que acabaron de profesores, de programadores, trabajando para bancos.
Conforme va uno avanzando en la vida, el círculo se va estrechando. Cuando menos preparado está uno para conocer a personas diferentes – en el colegio – es cuando se tropieza con las personas más difíciles que probablemente encuentre a lo largo de su vida. Según se adquiere experiencia en el trato, se pierde la necesidad de conocer a gentes totalmente diferentes a nosotros. Al final, se encuentra uno con un círculo bastante cerrado, en que casi todo el mundo trabaja en casi lo mismo.
Los amigos que se distancian de mi rutina habitual se acaban difuminando, y el contacto poco a poco se va perdiendo. El que vive lejos se queda en un triste email anual. El que no tiene los mismos horarios, no existe.
Por eso, cuando estoy en según que lugares, me doy cuenta de lo poco democrático que son los lugares que solemos visitar a diario. Como en restaurantes que económicamente puedo permitirme. Por eso no me encuentro a famosos de la televisión, pero tampoco a quinceañeros o a pensionistas. Cuando voy de vacaciones, acabo en destinos de clase media. Ni me degrado en Benidorm, ni me explayo por la costa oeste de Canadá. Incluso mis compañeros de trabajo son, en su mayoría, de la misma clase social que la mía, muchos comparten aficiones, problemas y sueldos.


La persistencia en ver una y otra vez a las mismas personas ocasiona que se pierda el sentido de lo que ocurre realmente en la calle. Piensas que todo el mundo quiere un cambio de gobierno y te sorprendes cuando repiten los mismos por mayoría absoluta. Crees que la gente pasa estrecheces y te escandaliza el dato de ventas de televisores de plasma.
En pocas ocasiones, tenemos la oportunidad de visitar un espacio democrático, un lugar donde encuentres a personas de todas las clases sociales. Normalmente siempre son las bodas, bautizos y funerales. Junto a la comunión de tu prima puedes deleitarte con los invitados de algunos de sus muertos de hambre compañeros de clase que comulgan con un traje prestado. El salón de banquetes contiguo al de la boda que tú celebras puede tener mejores corbatas y menos tatuajes que el de la tuya. Cuando visitas un hospital o una sala de urgencias te das cuenta de los gitanos que viven tan cerca de ti, de las familias tan distintas a la tuya que existen.
Si hay un lugar democrático por excelencia es la carretera. Lamentablemente, sólo podemos darnos cuenta de ello cuando tenemos un accidente. Si nos ha dado un golpe otra persona podremos sorprendernos con su profesión – soldado, repartidor, político, carnicero, encofrador, empresario , niñato – tan distinta del micromundo en que vivimos. Gran parte de los problemas que se producen después de un accidente se deben al choque entre dos tipos de personas que nunca antes habían conocido. La dificultad para entablar una conversación usando el mismo lenguaje, en una situación de por sí problemática, puede desembocar en una pelea o una agresión.
Existen unas pocas profesiones que permiten el trato con un expectro amplio de la sociedad. Los médicos y los sacerdotes, pero también los auxiliares administrativos de las administraciones, los policías y los dependientes de tiendas. Usualmente son estas profesiones, las que trabajan con rangos amplios de la escala social, las que mayores niveles de estrés soportan.

4 comentarios en «Lugares democráticos»

  1. “Usualmente son estas profesiones, las que trabajan con rangos amplios de la escala social,las que mayores niveles de estrés soportan.”
    Muy cierto.

  2. He cambiado de trabajo y/o de domicilio muchas veces en los últimos años y eso me ha permitido conocer a gente de todas las edades y condiciones económicas (excepto a los más adinerados). Al igual que viajar, es todo un remedio para la cerrazón de mente y una dosis extra de eso que necesitamos todos, que es tolerancia y capacidad empática.
    Por cierto, otro lugar democrático podría ser internet, especialmente en sus foros o en los comentarios de blogs como éste.
    [Comentario zrubavel: Precisamente estuve tentado de expresarlo de forma totalmente opuesta. Uno de los lugares menos democrácticos que existe es Internet. Los mendigos no tienen blog propio. Tengo un post que habla sobre los gitanos y ningún gitano se ha dignado en dejar su opinión, sin embargo, uno que puse sobre los vegetarianos bien que ha obtenido sus buenas críticas.
    Internet es un lugar vedado, y el Web 2.0 es una velada forma de cerrar aún más el corral, alejando a los no iniciados en la informática y dejándoles a ellos las migajas de internet.
    Estoy totalmente de acuerdo contigo en que conocer a personas diferentes nos enriquece y nos da perspectiva.]

  3. Discrepemos de nuevo. El ejemplo del mendigo es tan extremo como su opuesto (pongamos un presidente de una multinacional). Salvo en circunstancias excepcionales, no vamos a encontrarnos con ninguno de ellos en un foro de internet… así como tampoco en el médico, en una cola de Hacienda o en un golpe de chapa en un semáforo.
    Simplemente vivimos en mundos diferentes. Sí, podemos encontrarnos con gitanos en urgencias pero ¿entablamos conversación con ellos?
    Mi ejemplo de internet como medio democrático se basa en gran parte en su carácter de comunicación bidireccional. Aquí cualquiera puede dar a conocer sus ideas y sus puntos de vista: tanto los buenos como los malos. Y llegar a mucha gente. Ésa es su riqueza. No se depende del apoyo de un gran grupo mediático, de que el gobierno de turno te conceda o no una licencia de radio o de que un anunciante te corte la financiación porque has osado criticar algo delicado.
    Yo me considero de izquierdas, y por mi trabajo lo normal es que trate con gente del mismo signo. Si no fuera por internet, tendería a caer en esa endogamia ideológica en la que no cabe la autocrítica, el mayor mal que aqueja a la izquierda española. Sin embargo, en la red he tenido oportunidad de conocer a gente de derechas, debatir temas con ellos y afianzar mi ideología, no en los preceptos de una comunidad cerrada y autocomplaciente, sino en una verdadera reflexión sobre lo que supone la izquierda, con sus virtudes y sus defectos.

  4. Sólo un apunte a Raúl, es normal que por aquí no se dejen ver presidentes de multinacionales por una simple cuestión estadística, hay pocos superdirectivos en relación con la población.
    Pero en cambio marginados hay a punta pala y ninguno pasa por aquí. Lo cual demuestra una vez más su marginalidad.
    Aunque para validar mi tesis habría que asumir que cuando entre un mendigo diga “Hola, soy Mendigo y opino que…”. Tal vez cualquiera de los que comentamos por aquí en realidad somos mendigos que posteamos desde cybercafés o con un portátil extraviado pirateando el WiFi de algún nota desde debajo del puente. Vaya usted a saber.

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