Cansado después de la jornada de trabajo, me tiré en el sofá y me dediqué a una de las cosas que menos hago: ver televisión.
Empecé viendo un programa paradigma de la estupidez: totalmente al azar escoges una caja que contiene un premio. Luego, se van mostrando las opciones descartadas, tratan de convencerte de que elijas
otro premio, etc. En un mundo de personas inteligentes, el concurso duraría un minuto. 30 segundos para decidir, 10 segundos para abrir la caja, 20 segundos de gestos de alegría o pena por parte del concursante. Para colmo de males, el programa ni siquiera es original. Existe una réplica en otra cadena, con la sutil diferencia de que mientras el presentador marea la perdiz para que aquello dure más que un rato tienes la opción de ver a chicas estupendas que nos hacen recordar lo lejana que está la verdadera liberación de la mujer. Siempre han dicho que la televisión es la caja tonta, se ve que se echaba en falta un concurso de cajas para tontos.
Aunque tampoco quiero pasarme. Porque fui capaz de vez más de 15 minutos del programa, lo que me hace pensar tal vez, bajo estados muy graves de cansancio o necesidad de relajación, estos concursos resultan atractivos. Tal vez vivamos más en un país de gente cansada que de gente idiotizada.