Cada cierto tiempo aparece por lugares como del.icio.us, como muestra de las mejores noticias de la semana, artículos que nos enseñan como dormir mejor, aprender más, aprovechar mejor el tiempo: ser mejores.
La receta de la abuela.
La idea es buena, pero me sorprende como tanta gente añade a favoritos esas listas, que en su mayoría son obviedades. Desde luego, no hay nada como la promesa de una vida mejor. El secreto para conseguir crear una de esas listas de éxito es poner la felicidad muy al alcance de la mano. ¿Quieres dormir mejor? Lee un libro antes de acostarte. Mano de santo, sin pastillas ni brujería.
La realidad es la que todos conocemos: los que se quedan dormidos leyendo son los mismos que no necesitan consejos para dormir mejor. Los que padecen de insomnio ya lo han probado todo, empezando por lo más obvio.
Hace unas semanas encontrábamos una de esas listas. ¡ 77 maneras de aprender más rápido, más a fondo y mejor !, traducción del artículo 77 Ways to Learn Faster…
Una de las secciones nos da los secretos para mejorar nuestra memoria:
15. Eschuchar música.
16.Lectura rápida.
17. Usa siglas y otros recursos mnemónicos.
La parte de escuchar música es la que suele tener más éxito. Ah! entonces para recordar mejor basta con escuchar música vale pues entonces me lo grabo en delicious.
Lamentable método para mejorar la concentración:
14. Toma un baño o una ducha.
Todo estos consejos no sirven para nada, lo sabemos y aún asín los guardamos como tesoros.
Quien quiera mejorar su memoria tendrá que esforzarse. Cualquier consejo que nos de que no suponga un esfuerzo será la mayoría de las veces una tontería y como mucho supondrá una mejora insignificante.
La lección del maestro.
Harry Lorayne es un mago que nació en 1926. A pesar de ser muy conocido como mago, su fama se la labró con sus espectáculos de memoria. Cuando entrabas en el teatro para ver sus números, Harry estaba en la puerta para saludarte. Te preguntaba tu nombre y te daba las gracias por acudir.
Luego llegaba el número en sí. Lo más sorprendente es que Harry no sacaba a los voluntarios del público por el viejo criterio de tú el segundo de la tercera fila o con el más agresivo método del foco de luz en la cara. Simplemente llamaba a la gente por su nombre, porque se acordaba. Podía recordar los nombres de todas las personas que habían entrado en el teatro, después de un saludo de un segundo. Lo más curioso es que también podía recordarlo si una persona había venido anteriormente a su espectáculo, sorprendiendo por enésima vez a su público. Recordaba el nombre de cientos de miles de personas en todo el mundo. Y no había truco, sólo memoria. Y no era una memoria prodigiosa, era una memoria entrenada.
Muy interesante es por tanto su libro Como desarrollar una super memoria. que, a diferencia de otros libros de charlatanes, explica todo lo que hace falta para mejorar la memoria. ¿Cómo fue capaz de desvelar sus secretos? Por el sencillo hecho de que la inmensa mayoría de la gente no será capaz de tomarse todo ese tiempo para mejorar, o al menos para llegar al punto que el llegó. Porque su método supone un esfuerzo considerable, pero es un camino fácil de recorrer, eso sí, lleva tiempo.
Lo mejor de su libro es que narra las directrices que sigue la memoria. Nada de neurología para amas de casa, Harry Lorayne sabe de lo que está hablando porque vivía de eso.
El sistema del colgadero
Desde luego, sistema del colgadero es una muy desafortunada traducción de no sé qué expresión inglesa. La idea inicial de Harry Lorayne es que para recordar una cosa no hay nada como exagerarla.
Y recurre al clásico juego de campamento en que una persona dice el nombre de un objeto. La siguiente debe repetir ese nombre y decir el de otro objeto. Asín ad infinitum o hasta que a uno se le olvide la secuencia. La mejor técnica para sobrevivir a ese juego es exagerar las imágenes de los objetos a recordar. Si alguien dice un coche no pienses en un inocuo Seat Ibiza, sino en el coche de Fernando Alonso, plagado de publicidad, o mejor aún uno de esos coches de demolición de ruedas altísimas. Si se menciona un zapato piensa en los zapatos de un payaso, o en un elefante con zapatos. Para un reloj mejor el Big Ben que uno de pulsera.
La realidad es que las imágenes grotescas son más fáciles de recordar. Y para encadenar pensamientos basta con enlazar personajes grotescos. Por ejemplo, partimos de Fernando Alonso en uno de esos coches de demolición, cuando sale de él vemos que tiene unos enormes zapatos de payaso. Mira hacia arriba y ve la hora en el Big Ben. La secuencia es propia de las peores pesadillas, pero inolvidable. Y puede extenderse hasta el infinito, sin que se nos pierda ni un detalle. De hecho os prometo que la próxima vez que veáis a Fernando Alonso os acordaréis de esta historia completa.
Mucho tiene que haber en juego para que recordar una secuencia de objetos sea de alguna utilidad. Sin embargo todos sabemos lo útil que es recordar números – cada vez menos en la época de los móviles (que nos roban) y los ordenadores personales (que se formatean accidentalmente).
Tener el móvil de una persona es útil. Recordar el número para siempre es un lujo y un detalle excelente para hacer pensar a una persona que nos importa algo. Por ejemplo a un cliente.
Para recordar los números Harry Lorayne desvela una extraña verdad: los números son imposibles de recordar porque no nos dicen nada en sí mismos. Pero los objetos no. De ahí que es más fácil recordar objetos que números. Y ahí es donde revela la técnica fundamental para la memoria: cambiar cosas difíciles por fáciles, aunque a efectos informáticos supongan un mayor esfuerzo.
Recordar un 7 son unos pocos bytes de memoria. Recordar a una tía muy fea y asignar esa tía fea al número siete es un esfuerzo mnemotécnico inmensamente superior, pero para la mente humana es mucho más cómodo.
El método de Lorayne propone transformar los números en objetos y recordar los objetos a través de una de esas secuencias grotescas. Vamos con un ejemplo:
El número de teléfono para las reclamaciones técnicas de Orange es el 954040025.
Vamos a asignar el 9 al Buho. Nos imaginamos a los malnacidos de Orange y a nosotros llamándoles por teléfono y que nos tienen esperando durante horas, hasta que se hace de noche y vemos un buho, un buho monstruoso que nos asusta y hace colgar.
Vamos a asignar el 5 a la palabra Ley. Pensamos que salimos corriendo huyendo de ese buho y nos tropezamos con un juez, de esos que tienen peluca y un libro de derecho procesal tremendo, amén del martillo. Caerá sobre nosotros todo el peso de la Ley.
Vamos a asignar al 4 la palabra Oca. Huímos del juez de primera instancia y nos tropezamos con un rebaño de ocas. Las ocas pueden parecernos dulces pero ese bicho es un animal del mismísimo diablo. Las ocas son territoriales como los tigres y atacan a las personas con furia. No necesito exagerar a una oca para pasar miedo.
Vamos a asignar al 0 la palabra Rey. Nos podemos imaginar al Rey que queramos, por ejemplo al Rey de España dando su discurso anual por Navidad. Si queremos hacer algo más grotesca la imagen, podemos pensar en cuando la televisión era en blanco y negro y contaba más o menos lo mismo que ahora.
Salimos huyendo de las ocas y nos tropezamos con el rey como busto parlante. Las ocas invaden el escenario pero sigue soltando su rollo de que España va bien.
Otro 4 y otra oca. La oca furiosa le arranca la cabeza de un picotazo al rey. Todo chorreando sangre, la grabación continúa.
Otro 0 y otro Rey. Tenemos por fuerza que asignar a la imagen del Rey siempre el mismo Rey. Caminamos huyendo de aquel escenario y nos encontramos en otro a otro Rey, soltando el mismo rollo, como si nada. Menuda pesadilla.
Otro 0 y otro Rey. Nos damos cuenta de que en realidad este nuevo Rey no suelta su discurso solo, hay otro justo detrás de él, hablando de que las Fuerzas de Seguridad del Estado nos protegen contra ETA. Feliz Navidad.
Asignamos al 2 la palabra Noe. Y tras salir de RTVE nos tropezamos con Noe en su arca, borracho como una cuba. El arca de Noe es inolvidable y más allí aparcado al lado de las oficinas de Televisión.
Otro 5 y otra Ley. Nos encontramos al juez de antes, que está quitándole todos los puntos del carné a Noe, por conducir borracho. Le van a caer varios años y el arca seguro que se lo lleva la grua. Dramático final a nuestra llamada a Orange.
Así, recordar el número de Orange es imposible, pero la historia que comienza con una llamada, un buho, la ley, la Oca, el rey, otra oca, otro rey, otro rey, Noe y la ley es bastante sencilla. Y os aseguro que la recordaréis durante un tiempo. ¿El secreto para desarrollar una supermemoria? Recordar las asignaciones entre números y palabras.
Es decir, para recordar mejor hay que aprender una serie de técnicas, antes de recordar la primera palabra. Por eso este sistema no tendría mucho éxito entre los vagazos del mundo actual. Queremos tener una mejor memoria, pero con trucos como ducharnos o escuchar música. Nada que suponga un esfuerzo mayor.
El sistema de Harry Lorayne asigna a cada cifra un sonido consonántico.
Al 0 el sonido de la RR. No la letra r, el sonido de R fuerte.
Al 1 el sonido de la T o la D.
Al 2 el sonido de la N. Esta es fácil de recordar porque la n tiene dos palos.
Al 3 el sonido de la M. Y la M tiene tres palos.
Al 4 el sonido de C o K. Y es fácil porque Cuatro empieza con K.
Al 5 el sonido de L. Para esto basta con pensar en los 50 latinos, la L para el cinco.
Al 6 el sonido de S. Seis empieza con S.
Al 7 el sonido de F. La letra F se parece al 7.
Al 8 el sonido de CH. Aquí no se admiten quejas.
Al 9 el sonido de P o B. Ambas letras se escriben como 9 invertidos.
Con esta comparativa hemos de formar palabras para cada número. El 0 es una palabra que sólo tenga el sonido de consonante R, por ejemplo Rey. Recordemos que la asignación es fonética, no grafológica. No importa cómo se escriba una palabra sino cómo suene.
Los veinte primeros números quedarían entonces:
0: rey
1: tea
2: Noe
3: amo
4: oca
5: ley
6: oso
7: fea
8: hucha
9: buho
10: torre
11: teta
12: tina
13: tomo
14: taco
15: tela
16: tez
17: tufo
18: techo
19: tubo
20: noria
Si sólo usáramos una palabra para cada una de las cifras el sistema sería demasiado limitado. Todo serían historias de ocas y reyes. Lorayne propone recordar al menos 99 números. Así, un número de teléfono de 9 cifras se limita a recordar 5 palabras encadenadas en una historia. Lorayne usaba una lista de 1.000 palabras, porque él era un profesional y se lo podía permitir.
El sistema en práctica
El sistema que sugiere funciona. De hecho, aún recuerdo muchos teléfonos usando este sistema. Y leí el libro hace más de diez años. Recuerdo muchos de los números de esa lista de 100, de hecho la lista la he tomado de esta página, pero podríamos ampliar:
21: nata
22: nena
23: gnomo
24: nuca
25: nilo
26: nuez
27: naife (una naife es un diamante, la puñetera f suele dar problemas)
28: nicho
29: nube
30: mar
31: meta
Hay que fijarse que lo importante es que sean nombres concretos de cosas claras. Por ejemplo un nicho es más fácil de recordar que la noche, porque un nicho es algo que se puede tocar. Como muy bien sabemos un piso es algo que se puede tocar, pero un piso en nuestra cabeza se puede confundir con una adosado, una hipoteca o un apartamento. Ideas claras de objetos concretos y bien definidos, de las que hemos de hacernos una imagen permanente. Para mi Ley es una cosa y la Ley de recordar es siempre un mismo juez con peluca.
El libro se extiende en técnicas para habilidades concretas, como aumentar la memoria para los nombres de persona, palabras extranjeras y para recordar caras. He de reconocer que esas técnicas no me valieron para nada y me parecieron forzadas.
La principal utilidad que la Lorayne a su método es el recuerdo de cartas. Con una lista similar se pueden recordar el orden de las 52 cartas de una baraja que estuviese desordenada, prácticamente sin esfuerzo. Le dediqué tiempo a su método y era capaz de recordar una baraja completa en unos cinco minutos. Con más práctica se pueden recordar dos barajas en el tiempo que se tarda en ver las 104 cartas. Esta habilidad le ha permitido a Lorayne algunas habilidades que otros magos de cartas – porque aparte de con la memoria Lorayne es famoso como mago – no pueden ni permitirse.
Hace muchos años Uni2 – la actual Orange – vendía unas tarjetas para llamar por teléfono desde cabinas. La tarifa que ofrecía para llamadas interprovinciales era mucho mejor que la de Telefónica y mucha gente, entre ellos yo, la usábamos. El código de acceso era un número de unas 15 cifras que permitía llamar con un determinado saldo. Si recordabas ese número podías llamar desde cualquier cabina con un saldo determinado. En aquella época yo recordaba el número de memoria.
Un día sin embargo Telefónica de España hizo una de las suyas y bloqueó el acceso con el número 900 de acceso a Uni2. Ese día te encontrabas a muchos pobres diablos con una tarjeta que no servía para hablar por teléfono. Tras probar en varias cabinas, parecía que el fallo era permanente. Me encontré a una mujer que se encontraba en la misma situación que yo. Había intentado llamar sin conseguirlo. Tenía el código apuntado en una hoja de papel. Gracias a las técnicas de Lorayne pude memorizar su código de acceso a golpe de vista y cuando Telefónica solucionó el acceso pude haber llamado usando su código (pero no lo hice porque mis estándares del honor son muy elevados). Cuando vi que podía recordar todos los datos de la tarjeta de crédito de la persona que compraba delante de mi en el supermercado, con solo verla una vez, me di cuenta de que era mejor no poner a prueba mi endeble ética, y dejé el libro y me dediqué a otras cosas, aprendiendo a olvidar a base de duchas y escuchando música.