Cómo rellenar una encuesta

Aunque casi todos hemos dicho alguna vez eso de que “las encuestas siempre mienten” cuando nos toca responder solemos decir la verdad. Cada cual es libre de hacerlo. Personalmente creo que una encuesta es, más que una oportunidad para opinar sobre un determinado asunto, una excelente oportunidad para influir sobre dicho asunto.
Para realizar una estadística se escoge una muestra ( un grupo de personas, teóricamente representativo del total ). Se le pregunta a la gente de ese grupo y los datos que se obtengan se extrapolan al global. En una encuesta, lo habitual es que se pregunten a un mínimo de 1.000 personas y a un máximo de 4.000. Estudios que tomen muestras más amplias serán estudios más serios. Por lo general, se apuran las cifras, porque cada persona a la que se pide su opinión cuesta un dinero a la empresa de encuestas – el tiempo que está el encuestador tomando los datos y pasándolos a ordenador. Así, lo más frecuente es que un estudio tenga a unas 1.000 personas.


Pongamos ahora el caso de encuesta más común: un estudio sobre intención de voto. Supongamos que hacen la encuesta a 1.000 personas.
Si decimos que vamos a votar al partido A, a nivel de cálculo es como si, del total de habitantes de España, 40.000 personas ( 40.000.000 / 1.000 = 40.000 personas ) fueran a votar al partido A.
Mucha gente piensa que un voto no vale para nada, y por eso no va a votar. Pero, ¿40.000 votos no valen para nada? Porque cada vez que nos presentan una encuesta nos están dando la opción de votar varios miles de veces.
Los resultados de las encuestas tienen consecuencias de todo tipo. Una mala nota en la encuesta de popularidad de los políticos ha llevado a que el gobierno de Zapatero haga una campaña de popularidad. Lo mismo ha ocurrido en Estados Unidos con George Bush. Una mala imagen de marca para Mac Donalds fomenta que la empresa gaste más dinero en campañas de publicidad.
Cuando relleno una encuesta no me preocupo sobre qué me están preguntando, sino sobre qué consecuencias tendrá la encuesta que me están haciendo. Y respondo en consecuencia.
Si me preguntan por “¿Qué le parece la forma de enseñar del profesor A?” Responderé que excelente. Porque aunque haya sido un mal profesor, sé que esa respuesta nunca servirá para subirle el sueldo, o darle un premio. Todo lo más, un exceso de malas puntuaciones puede llevarlo a ser despedido. Otra cosa es que yo quisiera que despidieran a esa persona. En tal caso, pondría que es pésimo.
Si me preguntan por “¿A qué partido político piensa votar en las próximas elecciones?” Responderé que a Izquierda Unida ( 3º partido político en España ) , aunque no tenga intención de hacerlo, porque así, los dos principales partidos perderán algo de ventaja sobre este partido, y tal vez desarrollen una campaña política más moderada, en que tengan que considerar posibles pactos.
Si me preguntan por “¿Le parece segura su ciudad?” Responderé que Altamente insegura. Porque eso puede implicar a medio plazo que pongan más policías.
Si me preguntan por “¿Le parece limpia su ciudad?” Responderé que sucísima. Quizás la limpien un poco más.
Ante las preguntas de múltiples respuestas, debo tener más cuidado. Si me preguntan por los problemas que más me preocupan, puedo responder lo de siempre ( terrorismo, empleo, inmigración, vivienda, nacionalismos ) . Pero si de verdad deseo que, por ejemplo, el gobierno mejor su política de inmigración, debo decir que “inmigración” y escoger quizás otros tres temas marginales ( precio del pollo, estado de reservas en los embalses, relaciones bilaterales con Mozambique ). Así, en los resultados finales, la inmigración tendría 40.000 votos más, gracias a mí, lo que la haría subir con respecto a sus otros rivales.
Si me preguntan por “¿Cuántos encuentros sexuales realiza al año?” deberé decir un número elevado, porque así mejora la imagen de España de paraíso sexual y se fortalece el mito del macho ibérico.
Si me preguntan por “¿Cuántos libros lee?” diré que ninguno, para que aumenten las dotaciones presupuestarias en fomento de la lectura y para que el mundo tenga una imagen más ajustada a la realidad del español promedio.