A Walk in the Woods

A Walk in the Woods es el nombre de una novela que publicó en 1998 el famoso escritor de viajes – que alcanzó su mayor fama por un libro de divulgación científica – Bill Bryson. En ella narra la historia de dos viejos que, sin pensarlo demasiado, deciden realizar el Sendero de los Apalaches: una ruta de senderismo de unos 3.500 km, es decir, unos cuatro Caminos de Santiago – de los de verdad. La novela está basada en hechos reales que protagonizó el escritor de la misma junto con un amigo suyo.

Sobre dicha novela se ha llevado al cine recientemente una adaptación, protagonizada por Robert Redford. De la película me ha llamado muchísimo la atención el desquiciado uso de la edad por parte de esta versión.

Robert Redford protagoniza la película por el sencillo hecho de que es él el que decidió llevarla al cine, tras disfrutar mucho con la novela. Incluso había pensado que su compañero de reparto fuera su amigo Paul Newman.

Ahora bien, la esencia misma de la novela es un hecho real: dos tipos sin condición física, descuidados y con vidas muy sedentarias, se lanzan a un último reto físico que tiene pocas perspectivas de tener éxito. La historia gira en torno a dicho desafío y la edad de los participantes es aún más importante que el hecho de que se lleve a cabo en el Sendero de los Apalaches o cualquier otro lugar.

Sin embargo, hoy en día parece que no se puede decir que una persona de 47, la edad con que Bill Bryson escribió el libro, puede ser ya mayor y estar en declive. Bill Bryson es un gran escritor pero nunca se ha preocupado mucho por su dieta o por hacer ejercicio. No deja de ser una persona bastante común para su edad.

Ahora bien, para adaptar la novela no se puede usar un actor de su edad. George Clooney tiene 54 años y un aspecto mucho más deportivo del que encajaría en ese papel. No obstante, con Robert Redford, que cuenta con 79 años, se da un salto en la ficción totalmente delirante.

En la película se trata de solventar esa desproporcionada diferencia de edad haciéndolo pasar por alguien más joven. Rejuvenecer a un actor viejo para que parezca un viejo pero no demasiado, es bastante grotesco. Para colmo de males, en la película representa a la mujer del protagonista (Robert Redford) la actriz Emma Thompson, que tiene el mismo aspecto y corte de pelo que hace 30 años. Esta actriz tiene en la actualidad 56 años – 23 años menos que Robert Redford.

Elegir a una actriz que puede considerarse el equivalente femenino a Jordi Hurtado es un despropósito absoluto que hace aún más confusa la historia. Tenemos a un hombre de 79 representando a uno de 47 con una mujer de 56 que aparenta 40.

Estamos acostumbrados a que los actores tengan parejas femeninas mucho más jóvenes, pero en una película que va sobre viejos y el mismo acto de envejecer, se ha cometido un despropósito digno de mención.

Nota: Al margen de eso, es una película que no está mal, dentro de que es una historia donde no caben los giros inesperados, enredos de pareja o ningún tipo de aventura exagerada.

Power for Youth

Me envía ING un enlace a una página que han creado para Unicef, “Lo que de verdad pensamos“. Se trata de un vídeo donde se le pregunta a gente de todo el mundo, ¿Qué piensan de los adolescentes?. Tras recoger sus opiniones negativas al respecto – que los adolescentes son egoístas, inconstantes, insolidarios, incapaces de completar nada, hedonistas – se muestran casos concretos donde jóvenes brillan en ciencia, deporte, arte o solidaridad.

Tras ver dichos casos que contradicen las opiniones expresadas por esas personas anónimas, se les vuelve a pedir que opinen, esta vez dándose cuenta de cuán equivocados estaban.

Se trata del típico vídeo buen rollero que te saca una sonrisa. Pero que es una enorme tomadura de pelo a poco que uno deje de lado la parte emocional.

Cuando se nos pregunta por los adolescentes, los jóvenes, las mujeres, los negros, los rusos, los minusválidos, cualquier colectivo, se espera que demos una opinión general sobre un individuo promedio. Y así hacen las personas que salen al comienzo del vídeo. Y su definición, no es del todo desacertada. Sin embargo, mostrando los casos extremos y excepcionales se trata de desmontar un razonamiento mediante emociones.

El mismo caso hubiera sido si, en lugar de mostrar jóvenes prodigios, hubieran recurrido a jóvenes violadores, asesinos múltiples, locos peligrosos – que los hay entre los adolescentes. En este caso, nos hubiéramos sospechado que estamos ante una preocupante pieza de propaganda radical. El joven promedio no es tan terrible como tratan de mostrarnos.

Personalmente me preocupa un poco la deriva creciente hacia contenidos sin ninguna lógica pero con mensaje positivista. Una tergiversación positivista no deja de ser una manipulación. Peligrosa por cuanto nos aleja de la realidad, mostrándonos un mundo ideal que, simplemente, no es así.

Un aspecto interesante de los adolescentes presentados en dicha promoción es que aunque todos son indudablemente grandes ejemplos, no se tratan de los mejores en su categoría, sino de aquellos que tienen más repercusión mediática en redes sociales.

Me centraré en Luke Harmon-Vellotti, que tiene página web para fans y patrocinadores, uno de los chicos mencionados en la promoción. Es un “ajedrecista, tres veces campeón nacional de Estados Unidos”. Lo de los campeones nacionales siempre me ha puesto de los nervios. ¿Sabías que el Villareal ganó la liga de fútbol 2014/2015? No, no fue el Barcelona. Eso sí, estoy hablando de la categoría juvenil. ¿Qué mérito extraordinario tiene que un adolescente gane el Campeonato Nacional para adolescentes? ¡Sólo un adolescente puede ganarlo!

El problema es que hay docenas de ejemplos de jugadores jóvenes con carreras más espectaculares. Irán tiene a un chico de 12 años que ya es más fuerte que Vellotti. De China, mejor ni hablar.

Para más inri, ¡Vellotti es ya un jugador de ajedrez retirado!

vellotti

Otro caso del que seguramente se podría hablar mucho es el de Alyssa Carson que “aspira a ser el primer humano en llegar a Marte”. Teniendo en cuenta que la NASA no tiene nada claro que esté dispuesta a enviar una misión a este planeta, y que aún así está muy por ver que no se le adelantara otro país. Pero al tratarse de una joven, no se tiene por qué destruir ilusiones. Según se lee entre líneas en las noticias que hablan de Alyssa, hay sospechas razonables de que ni siquiera pueda llegar a ser una astronauta. Es una más dentro de tantos aspirantes.

En resumen, las historias de buen rollo que cada vez nos invaden más, una y otra vez nos recuerdan aquella frase de “no dejes que la verdad te arruine una buena historia”. Nunca antes la verdad había sido menos importante que en estos tiempos de superficialidad y “me gusta”.

Perros abandonados

A primeros de año siempre se oye la noticia de la gente que regala mascotas y la alerta de que muchos de esos animales acabarán, pocos meses después abandonados.

La solución que mencionan para evitar este problema es siempre la misma: adoptar perros, en vez de comprarlos.

Es sorprendente como se puede aceptar algo tan falto de lógica, que se repite año tras año, tan solo porque emocionalmente se percibe como la medida adecuada.

Supongamos que los perros fueran teléfonos móviles de última generación y que los que los compran no son otros sino abuelos, con su escasa facilidad para adoptar nuevas tecnologías.

Tarde o temprano se enfrentan a los problemas de usar aparatos tan complejos. En muchos casos la dificultad les supera y acaban solicitando volver a los teléfonos que tenían antes.

Ahora apliquemos la lógica de los perros abandonados: en lugar de comprarse un Iphone nuevo, hubiera sido mucho mejor que se compraran un plasticoso Samsung de gama baja y encima de segunda mano. De esa forma, se evitarían los problemas de abandono de teléfonos móviles.

Lo obvio es que es mucho más fácil que el abuelo sepa manejarse con un teléfono de primera calidad, con usabilidad cuidada hasta el paroxismo y estética provocadora de erecciones, antes que con un telefóno que evoca miseria, descuido y en que nada funciona del todo bien.

El que compra y abandona cuando el cachorro crece y se convierte en un problema es una persona de valores morales en números negativos. Si adoptara un perro, sus valores no cambiarian. Por el contrario, se daría cuenta mucho antes de que no quiere un perro estéticamente mediocre, ya mayor y con posibles problemas psicológicos. Y lo abandonaría. El número de abandonos aumentaría, pues habría más motivos para el rechazo, incluyendo los atenuantes psicológicos de “yo no soy el que lo abandonó la primera vez” y el nada despreciable de valorar poco aquello por lo que no se ha pagado nada.

Adoptar perros es muy noble, pero si le preguntas a una persona que trabaja en un refugio para animales maltratados, ante cualquier problema su solución será “que hay que adoptar más perros”. ¿Violencia de género? Hay que adoptar más perros. ¿Desempleo? Adoptar perros.

La verdadera solución es que ese tipo de personas no compre perros jamás. Y los que si tienen humanidad, que los adopten o compren. Pero como todo tiene que ser democrático, tenemos que aceptar este tipo de consejos genéricos, vacíos de contenido y que, la verdad, nunca solucionarán nada.