Discurso alquilista

Alquilar vivienda o comprarla? Incluyamos al debate una opinión, expresada por Al-Kindi dentro de El libro de los avaros, en el siglo IX, esto es, hace más de 1.200 años.

Alojarse en una vivienda alquilada es más acertado que hacerlo en otra comprada, porque el comprador encierra su inversión, se obliga a cumplir condiciones y queda a merced de adversidades a la par que rehén del precio pagado. Quien adquiere una casa toma un garante que no guarda el pacto o un fiador insolvente. Y si se ausenta de ella la añora, pero si la ocupa le fuerza a gastos y le expone a jaleos: si el vecindario le maltrata; si no recibe el respeto debido; si el sitio donde reza está lejos, así como el lugar de su comercio; o si sus necesidades son desmedidas. Entonces se percata de haber cometido un error eligiendo esa y no otra y desconfía de su buen juicio por haberla preferido. Quien así se ve es esclavo de su casa y siervo del vecino. Por contra, el arrendatario tiene en su mano la elección y todo a su favor, pues cualquier vivienda es para él lugar de esparcimiento si así le place, o tienda de comercio, o residencia si tal es su deseo; no tiene que aguantar la más mínima sujeción, ni el menor agravio, no sabe de vejámenes ni sufre ofensas vergonzosas, no ha de guardarse de envidiosos, ni debe halagar a gentes enredosas. El propietario traga amarguras, se bebe copas de rabia, ha de afanarse en procurar de todo lo necesario para vivir y soportar vilezas por grande que sea su orgullo; si perdona es reprimiéndose y no se le toma sino a guisa de impotencia; si pretende hallar compensación se arriesga a los mayores rechazos. El Enviado – Dios lo bendiga y salve – dejó dicho “El vecino antes que la casa [Pregunta por el vecino antes que por la casa ] y el compañero antes que el camino”.

El inquilino vive confiado sin pensar en incendios o inundaciones, en el alabeamiento de una pilastra, en la rotura de una viga, o en que los cimientos se reblandezcan, en la caída de un tabique, en la mala vecindad o en la envidia de sus semejantes, mientras el dueño no para de vivir en la desgracia, o esperando que ésta llegue.

Y aseveráis que si el comprador es un mercader, invertir el importe de la casa en su comercio le sería más provechoso, así como que resultara más inteligente trasferirlo a diversas compras de género. Y si no se trata de un comerciante, todo cuanto hemos descrito y enumerado basta para impedirle adquisición alguna.