El ajedrez ruso durante la guerra fría/

El éxito de la serie de Netflix Queen’s Gambit (Gambito de dama) —que trata sobre la ficticia vida de una ajedrecista americana en los años 60— ha despertado el interés por el ajedrez de la época en que la URSS era la incuestionable dominadora.

Aunque la serie tiene muchos errores, son muchos más los aciertos y se ha respetado la realidad llegando a unos niveles de veracidad jamás logrados en ningún relato sobre el ajedrez. En un momento de la serie la protagonista tiene que marchar a un torneo en Rusia, donde se enfrentará a la élite mundial. Creo que puede ser interesante hablar un poco sobre cómo era ese mundo de verdad y las opciones narrativas que se abren de cara a la segunda temporada de dicha serie.

Paradójicamente, aunque los mejores jugadores del mundo vivían casi en su totalidad en la URSS, los principales torneos se solían celebrar en otros países. Basta revisar los lugares donde se celebraron los Torneos de Candidatos (el previo para la elección del rival que desafía al Campeón del Mundo) o La Olimpiada de Ajedrez (una competición por equipos en que se enfrentan 4 jugadores de cada país contra otros 4 rivales).

Candidatos: 1950: Budapest, 1953: Zürich, 1956: Amsterdam, 1959: Yugoslavia, 1962: Curaçao

Olimpiadas: 1950: Dubrovnik, 1952: Helsinki, 1954: Amsterdam, 1956: Moscú (la excepción), 1958: Munich, 1960: Leipzig, 1962: Varna, 1964: Tel Aviv, 1966: La Habana, 1968: Lugano, 1970: Siegen.

Aunque la URSS tenía todo el derecho del mundo a declarar su supremacía ajedrecista, no podía decir lo mismo de su poderío económico. No disponía de mucho dinero para organizar las competiciones —de las que al mismo tiempo podían ausentarse los participantes extranjeros, dada la dificultad burocrática para viajar a la URSS por aquel entonces— a la vez que muchos de sus mejores jugadores conseguían su principal fuente de ingresos de dichos viajes. Un muy buen jugador era pagado con la opción de viajar al extranjero y ahí ganar dinero que valía muchísimo más de vuelta en su país.

El nivel de pobreza era surrealista: el Campeón del Mundo podía viajar a Estocolmo a competir en una Olimpiada de Ajedrez, ser la mayor celebridad de la competición y, al mismo tiempo, no poder permitirse hacer una llamada de un minuto a casa o tomar una bebida en el bar del hotel—o considerar lo mismo que cualquiera de nosotros pensaría de pedir una botella de champán, sin preguntar el precio antes, en un restaurante de Dubai.

Así, aunque los torneos no se solían celebrar en la URSS, a veces ni siquiera en países del bloque comunista, su supremacía era incuestionable. En el torneo de Candidatos de Curaçao 1962, donde se elegiría al rival del campeón del mundo (que ya era soviético), participaron 8 de los mejores jugadores del mundo. Dos eran estadounidenses, uno checo y los otros cinco, soviéticos. Uno de los americanos había ocupado su puesto porque el jugador clasificado, Leonid Stein, era también soviético y se había impuesto una norma que limitaba el número de jugadores de un mismo país que podían participar.

Pero es que en el torneo previo, del que se habían extraído seis de esos ocho mejores jugadores, Estocolmo 1962, donde figuraban jugadores españoles, argentinos, colombianos, sólo habían tomado parte cinco jugadores rusos, de los que se habrían clasificado cuatro, quedando fuera el quinto por la limitación antes indicada.

Si los rusos hubieran podido enviar 20 jugadores, habrían acabado entre los 18 primeros lugares. Si fueran 50 jugadores, hubieran copado la mayoría de los 60 primeros puestos, sin el menor atisbo de duda. En el torneo de élite de Curaçao había jugadores peores que jugadores rusos que jamás abandonaron su ciudad natal para jugar una competición.

En dicho torneo de Curaçao uno de los jugadores participantes fue el brillante jugador americano Bobby Fischer, que acabaría logrando la proeza de ser Campeón del Mundo. La serie The Queen’s Gambit está parcialmente basada en aspectos de su vida, su genialidad y capacidad de lucha. Asímismo el hecho de aprender ruso como paso previo a mejorar su capacidad ajedrecística. Afortunadamente la serie es una ficción y usa una protagonista más ejemplar: la vida de Fischer está plagada de aspectos poco edificantes, como su obsesión patológica contra los judíos.

Como aparece en la citada serie, ganar a los rusos, aún cuando fuera puntualmente, era difícil, pero posible. Lo que resultaba totalmente imposible era intentar arrebatarles el título de Campeón del Mundo.

La ruta era simplemente demasiado difícil. Uno debía ganar el campeonato nacional, para después competir en un torneo continental. Los mejores de cada continente se enfrentaban luego en el torneo de Candidatos, donde ya había un par de jugadores clasificados del ciclo mundial anterior (el perdedor del anterior Campeonato del Mundo y el subcampeón del anterior torneo de Candidatos) . Estos dos jugadores, casi con toda seguridad, iban a ser soviéticos.

En el citado torneo de Curaçao de 1962, Fischer criticó la actitud de los jugadores rusos. Según él, al tener tantos jugadores del mismo país, y tener que enfrentarse todos los jugadores entre sí, cuando había un jugador ruso que ya no tenía opciones matemáticas de quedar en los primeros puestos, este se dejaba ganar fácilmente contra los rivales rusos que iban mejor clasificados, mientras ofrecía la máxima oposición posible al resto de rivales.

En un ejemplo futbolístico, imaginad que los equipos de Madrid jugaran pensando en el bien común de la región. Si el Atlético de Madrid hubiera empezado muy bien la liga, ver como Real Madrid o Getafe se limitan a jugar con suplentes contra ellos, mientra que intentan destruir con todas sus fuerzas al Barcelona, Real Sociedad y Sevilla. En una liga con pocos equipos y con muchos más equipos de Madrid, puede verse como esa actitud pondría las cosas muy fáciles para hacer ganador al Atlético de Madrid.

La acusación de Fischer era en gran parte teoría de la conspiración, pero tenía su parte de verdad. Los rusos eran muy superiores a sus rivales, pero al mismo tiempo tenían órdenes expresas de pensar en el bien común de su gran nación, lo que los hacía aún más difíciles de superar.

Cuando un jugador no soviético tenía una partida aplazada, tenía que estudiarla precariamente por sí mismo, a veces restándole horas de sueño a su ya larga jornada. Los soviéticos sin embargo trabajaban en equipo. Mientras el jugador se dedicaba a descansar, el resto trabajaban de forma coordinada en encontrar los mejores planes para la continuación de la partida.

Muchos años después, en Sevilla 1987, Kasparov y Karpov se enfrentarían por el Campeonato del Mundo. Uno de los factores decisivos para la victoria de Kasparov sería, en sus propias palabras, disponer de un mejor equipo de preparadores para las partidas aplazadas, en particular al genial Sergey Dolmatov.

En la época de los años 60, los soviéticos eran los únicos que contaban con ayuda para las partidas aplazadas. Efim Geller, un fortísimo jugador que nunca llegó a Campeón del Mundo, era mucho mejor en esa faceta del juego que durante las partidas. En la Olimpiada de Varna de 1962, el vigente campeón mundial Botvinnik aplazó una partida contra la estrella americana Fischer. La posición de Botvinnik parecía desesperada, pero un desquiciado Geller, trabajando en ella durante toda la noche, fue capaz de encontrar un plan salvador para su compañero.

Todo eran dificultades para conseguir apenas acercarse a desafiar al Campeón Mundial para alguien que no fuera soviético. Incluso Fischer, durante algunos años, descartó la idea, al considerarla imposible. En 1970 ni tan siquiera tomó lugar en el torneo nacional, primer paso para poder llegar a ser un aspirante al campeonato mundial. En un gesto muy cinematográfico, su amigo Paul Benko le cedió su plaza para que Fischer viajara a Palma de Mallorca en el torneo Interzonal, torneo que ganaría el americano.

Aunque la victoria de Fischer en el Campeonato del Mundo pudo explicarse en la URSS como un fallo de Matrix su supremacía se acabaría resquebrajando desde dentro. Era tal su superioridad que muchos jugadores muy buenos veían pasar su vida y sus opciones sin siquiera tener la oportunidad de competir en Torneos Internacionales. El pastel se cocinaba en la URSS, pero sólo podían comer de él unos pocos privilegiados. El resto se fueron marchando lentamente, en la medida de sus posibilidades. Muchos marcharon a los Estados Unidos, cuando les dejaron.

Un ejemplo es el de Boris Gulko, hijo de un soldado ruso destinado en la Alemania del Este. En 1977 ganó el Campeonato de la URSS, una de las competiciones más complicadas que uno pueda imaginar. Tras esta victoria, ante la ausencia de invitaciones para torneos internacionales — la URSS no andaba corta de otros jugadores talentosos que promocionar antes que a él— solicitó abandonar el país, permiso que no le fue concedido hasta 7 años más tarde, en 1986. Durante todo ese tiempo, su carrera quedó en suspenso. Aceptado en Estados Unidos, allí sería uno de sus principales jugadores, también ganando el Campeonato de EEUU. Gulko, Shabalov, Alburt, Yermolinsky, serían los nombres más comunes de los jugadores de Estados Unidos en la Olimpiada de Ajedrez. Rusia B, como se la solía llamar, de forma peyorativa. Una puntera selección nacional hecha con jugadores sobrantes.

Los jugadores que abandonaban la URSS dejaban de existir. Genna Sosonko, uno de ellos que marchó para Holanda, cuenta muchas de esas historias en su interesante libro Russian Silhouettes. En la URSS, cuando daban las noticias sobre un campeonato, no mencionaban a los disidentes. Y cuando digo que no los mencionaban es literal. Si daban la crónica de un torneo que había ganado Sosonko, el recorte de prensa del diario ruso narrando la crónica de la competición, sólo mencionaba al segundo y tercer clasificados, con total normalidad.

De todos los jugadores exiliados de la URSS, el más pintoresco de todos fue Viktor Korchnoi. Con 10 años se vio atrapado en 1941 en el asedio de Leningrado, viviendo con su abuela y la hermana de esta. Fue esta una experiencia parecida a nuestro actual confinamiento, sólo que sin internet, prolongado durante 3 años ininterrumpidos, sin comida ni calefacción y con continuos bombardeos. Korchnoi tuvo que convivir con el cadáver de su abuela parcialmente congelado durante más de una semana, porque intentar salir a enterrarla era una sentencia de muerte. Para Korchnoi la nueva normalidad era no comer y tuvo que ser tratado por su desnutrición de esos años tan duros.

Con una infancia así, Korchnoi no tuvo tiempo de ser un niño prodigio del ajedrez. A todo llegó tarde. Si Kasparov jugó su primer mundial con apenas 21 años y Magnus Carlsen con 22 años, Korchnoi tuvo su primera final por el Campeonato del Mundo con 45 años. Luego llegaría a los 70 años conservando un temible nivel de juego, algo a lo que no se ha acercado ni los campeones del mundo más laureados.

En la época del americano Bobby Fischer, Korchnoi era uno de sus principales rivales. Cuando Fischer ganó el torneo de Palma de Mallorca, pasó al sistema de eliminatorias que dirimiría el aspirante al Campeonato Mundial. Ese sistema se había creado, sustituyendo al antiguo torneo de Candidatos, en gran parte por las peticiones de Fischer, que argumentaba, con motivo, que un torneo con tantos representantes soviéticos era imposible de vencer para un jugador que no lo fuera.

Fischer fue eliminando a todos sus rivales, de forma despiadada, hasta llegar a la final. En la otra parte del cuadro, Korchnoi se enfrentaría a Petrosian, duelo de soviéticos. Las autoridades rusas plantearon la cuestión abiertamente: ¿Cuál de los dos sería un rival más difícil para Fischer? Petrosian fue mejor vendiéndose como un candidato más complicado y las autoridades, muy probablemente, sugerirían que ese era el resultado deseable de su semifinal. En aquella época, la diferencia entre recibir órdenes y sugerencias no era tan clara. Una sugerencia mal entendida podía llevarte a la cárcel.

Así, Korchnnoi perdió ese encuentro (y más tarde, Petrosian perdería contra Fischer) pero empezó a darse cuenta de que estaba malgastando posibilidades profesionales simplemente por estar en el país equivocado. La URSS tenía tantos buenos jugadores, que no podía promocionarlos a todos. Siempre tenía un joven talento y un ex-campeón que había caído en gracia a las autoridades. No había sitio para tanta gente, Korchnoi no era ni joven ni simpático y acabaría exiliándose de forma bastante tormentosa para su familia.

Para pesadilla de las autoridades de la URSS, tras el torbellino Fischer —que se retiró del ajedrez tras ganar el Mundial, quedando para siempre con un aura de leyenda — el siguiente rival externo por el título Mundial acabaría siendo Victor Korchnoi, un exiliado demasiado fuerte para ser ignorado de las crónicas periodísticas. Así, en los artículos detallando su lucha por el Campeonato Mundial contra Karpov (spoiler: ganaron los rusos) en lugar de su nombre se decía ‘El Innombrable’.

En conclusión, la época del ajedrez soviético de los años 60 y 70 fue muy interesante, aunque la mayoría de sus deportistas individuales sólo tuvieron uno o dos momentos apasionantes. La superioridad de este país era tal, que resultaba imposible simplemente intentar plantarles cara. Eran muchos, muy buenos y encima estaban bien organizados. Podían dedicarse al juego profesionalmente y tenían auténtica devoción en su propio país. Tenían tantas ventajas que no consideraron seriamente a los rivales como Fischer, al menos al principio, y no volcaron todos sus recursos políticos. Su apabullante superioridad acabó volviéndose contra ellos, porque muchos de sus jugadores terminarían marchándose y convirtiéndose en sus propios enemigos.

Extra:

Me ha gustado este vídeo similar hablando sobre el tema:

Es un claro ejemplo de la batalla ganada por Youtube a los blogs.

3 comentarios en «El ajedrez ruso durante la guerra fría/»

  1. ¡Me encantan estos artículos sobre el ajedrez! Como gran aficionado durante los 70, soy un fan de la época soviética. Y muy bien el haber resistido la tentación de llenar el artículo de nombres, no hablar de Tal, Keres, Spassky (otro del sitio de Leningrado), Reshevsky,…

  2. Al margen de lo interesante y ameno de todo el artículo, me encantó la siguiente frase:
    «Fue esta una experiencia parecida a nuestro actual confinamiento, sólo que sin internet, prolongado durante 3 años ininterrumpidos, sin comida ni calefacción y con continuos bombardeos.»

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