Muertes inusuales II

Recién leído “Cien años de soledad” el primer pensamiento que me aborda es que la vida de mi familia es y ha sido muy aburrida. Llena de sucesos monótonos, apenas salpicada por algunos detalles de chispa.
Para todos nosotros ocupa un lugar de privilegio la muerte de mi abuelo materno, por una inyección de penicilina siendo él alérgico. Es toda la maldad que afortunadamente ha sabido mostrar el destino con los míos.
Me pregunto qué tal encajará en la vida de tantas personas el hecho de que un tío tuyo haya muerto en circunstancias inusuales.


El primer ejemplo que se me viene a la cabeza es el del granjero al que se le vino un tejado encima, muriendo instantáneamente. En sí el hecho no tiene nada de especial, salvo porque justo en el momento en que ocurrió tenía a una gallina ensartada por su hombría. Y claro, el juez tuvo que levantar el cadáver con gallina y todo.
No me imagino cómo sería el velatorio de mi tío Pepe si le ocurriera algo así. Los hijos pequeños, sin uso de razón, cuando pregunten a su madre que cómo murió su padre y tenga que suavizar la historia.
¿Qué es de la memoria de los muertos en sucesos grotescos? Como el político extranjero que murió en una fantasía masturbatoria que incluía taparse la cabeza con una bolsa de plástico, como el único muerto en la represión de una manifestación de más de 50.000 personas, como el chico que murió preparando el petardo más grande del mundo para el año nuevo que no llegaría a ver.