Hace pocos días se conoció un caso más de una mujer que murió asesinada a manos de su marido. Estos asesinatos antes se llamaban crímenes pasionales, en una falta absoluta de tacto y respeto por las víctimas. Hoy en día se busca tanto la palabra correcta que se ha caído en el poco acertado víctimas de la violencia de genero.
La mujer asesinada estaba separada de su asesino. En estas noticias es interesante observar los nombres que se dan a la relación entre asesino y víctima. Se trata de evitar el término pareja o incluso marido. Estaban casados, eso queda claro, pero nada más. Muchas veces se usan palabras como ex pareja sin que sean del todo precisas. La separación provisional, antes del crimen, o el hecho de no poder estar casado con una persona que ha fallecido, provocan que el usar el término para un matrimonio en firme no se deslice en la noticia. Es como si Fernando Alonso muriera en un circuito de Fórmula Uno – Dios no lo quiera – y los periodistas se refirieran a él en términos del ex piloto de Ferrari.
En el caso de esta noticia en concreto sucede que la mujer fallecida había denunciado a su futuro verdugo por malos tratos y que el juez de turno había descartado esta denuncia por no encontrar evidencias de que dicho maltrato hubiera sucedido. Lo llamativo de la noticia, y por lo que la recalco, es que se está tratando de argumentar que está claro que el archivo de esta denuncia fue un error gravísimo que además pudo provocar el asesinato. Se está echando parte de la culpa sobre una supuesta inoperancia de los jueces.
Sin embargo es un error de lógica el pensar que porque el hombre haya asesinado a la mujer entonces eso demuestre que la maltrataba. Casi con toda seguridad sería así, pero el hecho de que sucediera el asesinato no prueba absolutamente nada. Con las pruebas previas al juicio, se determinó que no había suficientes indicios de maltrato. Ese es un hecho probado: pudo haber maltrato pero no había pruebas suficientes. El hecho de que a posteriori se haya producido un asesinato no demuestra nada sobre la situación previa. No crea mayor certidumbre sobre las pruebas presentadas en su momento al juez. Los jueces no trabajan con la verdad absoluta, se limitan a sopesar pruebas. No se les puede culpar de equivocarse si no tuvieron pruebas adecuadas.
En este caso siniestro la cabeza de turco tendría que haber sido la persona que defendió a la futura asesinada en el juicio por malos tratos. No supo mostrar a los jueces lo que estaba sucediendo de forma convincente. Sin embargo sucede al revés: ese abogado protesta diciendo que el juez se equivocó en su veredicto y que por su culpa esa persona acabó asesinada.
Absurdamente, creemos en un mundo donde abundan los malos jueces, ignorando que la mediocridad está más generalizada del lado de los abogados defensores.
Fuentes: No indico el caso de asesinato porque al final da igual, por desgracia dentro de poco tiempo ocurrirá otro. Y gran parte de los protagonistas serán los mismos, con otros nombres.
Si quitar parte de culpa a los malos magistrados (que haberlos, haylos), también se suele echar injustamente la culpa a los jueces cuando hay malas leyes, es decir, malos legisladores.
Al respecto de estos casos que mencionas, aún no comprendo por qué motivos tan sagrados sigue sin admitirse como prueba válida una grabación en vídeo de las agresiones cuando se hacen en el ámbito privado. Sé que permitirlo chocaría con el derecho a la intimidad, pero en este caso en concreto se podría hacer una excepción en pro de un bien mayor (muchos otros derechos y libertades chocan entre sí y hay que decantarse por priorizar unos sobre otros).
Y no sólo para agilizar las denuncias verdaderas, sino para descartar las falsas (que son otra lacra).
Muy sensato lo que dices.
un saludo.
Pues sí, es muy acertado tu comentario, porque tendemos en este país, sobre todo los medios de comunicación, a hacer juicios paralelos y a querer dar a entender lo que no es, es decir, que la mujer ha muerto porque el juez no verificó los malos tratos de su marido unos meses antes.
Es como lo de Marta Domínguez, ya la han crucificado, ha pasado de ser la mejor atleta española de la historia, a un grano purulento. ¡Y todavía no se la ha juzgado! Cuando esto ocurra podremos decir y opinar lo que queramos, pero mientras ¿dónde está la presunción de inocencia?
Totalmente de acuerdo con los “errores judiciales” que se “demuestran” a posteriori, según los medios.
Este tema de la violencia de género (o violencia por razón de sexo, que dice la RAE. Yo prefiero: violencia doméstica) es muy complejo de abordar. Ya no sólo por la complejidad de cada caso, simplificado hasta la vergüenza por los medios (“la mató porque era un machista”) sino por la corrección política que impide alejarse de ese enfoque simplificado.
El otro día escuché en la radio que en Francia e Inglaterra hay más casos que en España pero tienen mucha menor difusión pública y, cuando la hay, es mucho menos morbosa, limitándose a contar los hechos (y no interrogando a vecinos que no conocían a la pareja ni de vista).
Extraordinario. Un magnífico análisis. A mí me parecería mucho más lógico culpar (en el sentido policíaco-moral que tienen los culpabilizadores de tertulia apresurada) a los maestros del agresor, que a los jueces que en su momento le dejaron libre.