Complemento ideal de todo jefe cobarde es el mando intermedio, que resulta, a los ojos de los empleados, como un jefe dóberman, el hombre sin familia, implicable, el jefe al estilo antiguo, dictatorial. A los ojos de sus superiores es un jefe sparring que aguanta los golpes y protestas de esa triste necesidad para las empresas que son los empleados.
El jefe dóberman ansía ser, algún día, un jefe cobarde. Lo que él no sabe es que nunca lo será. Está donde está porque tiene dotes de dóberman, no porque la empresa lo valore o porque tenga dotes para la dirección. Es una persona válida para un puesto determinado y, como tal, la empresa lo mantendrá en ese puesto tanto como le resulte posible.
Si el jefe dóberman se pone pesado, las imaginativas soluciones empresariales pasan por las posibles:
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El jefe cobarde
Cuando llegué a mi primer trabajo, lo primero que me enseñaron fue un gráfico con la estructura jerárquica del proyecto. Aún no sabía ni dónde tenía que sentarme, pero aquel jefe entendió que esa retahíla de nombres me sería de gran ayuda. Aquel proyecto, como tantos otros, se caracterizaba porque había más jefes que no jefes. Lo que más me sorprendía era que, con frecuencia existía una relación del tipo:Antonio es jefe de Belén. Y Belén es jefa de Carlos y de David.
Una persona es jefe de otra persona. Y esa otra, como mucho, de dos o tres personas. Esa estructura es completamente ineficiente.
Si Antonio dice a Belén lo que hay que hacer, y Belén se lo dice después a Carlos y David, entonces es claro que, o bien el puesto de Belén, o bien el de Antonio, es totalmente superfluo.
Con el tiempo, me di cuenta de que estos mecanismos se basan en la cobardía. Antonio quiere que Carlos se quede esta noche comprobando unos informes. Pero no se la encarga directamente a Carlos. Le dice a Belén que ella se lo diga a Carlos. Belén no puede quejarse, diciendo que Carlos tiene que ir a casa, a cuidar de sus hijos. Belén sabe que a Carlos le vendrá mal tener que quedarse, pero no puede defenderlo a priori.
Así, ahora Belén se encarga de notificar “la mala noticia” a Carlos, que puede quejarse, pero entonces Belén le dirá que ella no tiene la culpa. Que la orden viene de “más arriba”. Carlos puede quejarse todo lo que quiera, Belén, todo lo más, puede trasladar su queja a Antonio. Pero si lo hace, quedará como una jefa blandengue y maleable. Belén se limita a repartir trabajos sucios y a aguantar lo que le tengan que decir sus empleados.
Por supuesto, la compañía podría ahorrarse unos buenos miles de euros al año despidiendo a Antonio, que es un cobarde o a Belén que es prescindible. Antonio tendría que dar la justificación a Carlos de porqué él tiene que quedarse a comprobar los informes. Quizás no haya un motivo claro. Pero como superior jerárquico tiene que establecer tareas pertinentes para el mejor funcionamiento de la empresa. Y si esa tarea lo es, seguro que sería capaz de justificarlo ante Carlos.
La solidaridad mal entendida
En los últimos tiempos las condiciones laborales han empeorado notablemente para los trabajadores. Lo que nuestros padres consiguieron con huelgas en las que perdían su sueldo y a veces su puesto de trabajo, para ganar en dignidad personal y profesional prácticamente se ha esfumado.
Y nadie sabe exactamente qué es lo que ha ocurrido, pero ha sido así. Un día se convocó una huelga general y para sorpresa de los gobernantes la asistencia fue mucho menor que en otras ocasiones(otra cosa es la abochornante manipulación y exageración llevada a cabo por TVE). Supongo que esta prueba definitiva no era necesaria para confirmar mis sospechas.
Antes, la gente se quejaba. Ahora, se lamenta. Antes, mis compañeros oían mis problemas. Ahora, los compadecen. Por alguna extraña razón, existe la creencia en que ante cualquier abuso de la patronal no queda sino agachar la cabeza, porque ya no se piensa en la posible respuesta por parte de tus compañeros. El trabajador se siente sólo y eso le hace comportarse más cobardemente, lo cual, al final, perjudica al grupo.
Ingeniero o fontanero
Estas vacaciones he leído un libro de ensayos de Paul Krugman. Se trata de un gran economista que trata de acercar los divinos temas de la economía mundial al lector medio sin grandes conocimientos. Inspirado en el clásico estilo de Carl Sagan, lo hace bastante bien.
Uno de sus ensayos más interesantes es “Mirando hacia atrás”. Una fascinante predicción sobre como será el mundo dentro de un siglo. No tanto sobre qué tipo de robots habrá o si el hombre será inmortal. No olvidemos que es un economista. Enumera lo que considera los principales errores que estamos cometiendo ahora y que, dentro de 100 años, harán que nuestros descendientes se avergüencen de nosotros.
Cada uno de esos puntos resulta tremendamente interesante. Como nota curiosa, ya en 1997 habla del fin de los derechos de autor. De que el cantante que quiera ganar dinero tendrá que dar conciertos, porque los discos serán gratuitos. Eso, sólo 8 años después, parece más que evidente que será así.
El punto que me interesa es el del futuro del trabajo. ¿Mejor ser ingeniero, o fontanero?