Complemento ideal de todo jefe cobarde es el mando intermedio, que resulta, a los ojos de los empleados, como un jefe dóberman, el hombre sin familia, implicable, el jefe al estilo antiguo, dictatorial. A los ojos de sus superiores es un jefe sparring que aguanta los golpes y protestas de esa triste necesidad para las empresas que son los empleados.
El jefe dóberman ansía ser, algún día, un jefe cobarde. Lo que él no sabe es que nunca lo será. Está donde está porque tiene dotes de dóberman, no porque la empresa lo valore o porque tenga dotes para la dirección. Es una persona válida para un puesto determinado y, como tal, la empresa lo mantendrá en ese puesto tanto como le resulte posible.
Si el jefe dóberman se pone pesado, las imaginativas soluciones empresariales pasan por las posibles:
a) Meter a un jefe dóberman subalterno. Así, si Carlos es un jefe cobarde y David es un jefe dóberman, con meter a Carolina en el puesto de David y a David en un puesto “superior”, pero siempre por debajo de Carlos.
b) Subirle el sueldo y cambiarle la denominación del puesto. El jefe dóberman sigue haciendo lo mismo que siempre pero siente que, al ganar más, y llamarse su puesto de otra forma, está escalando en la estructura de su compañía.
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