Cena de Navidad

Las navidades son patéticas. Creo que pocos blogs se librarán de hacer este comentario. Personalmente resaltaré una cosa que me pone el alma en los pies: el ver como personas de clase media/baja plantean sus compras para la cena de Nochebuena.
Dos son las opciones. Por un lado están los que derrochan más allá de sus posibilidades, los que, cansados de la rutina de la mortadela con aceitunas y el salchichón de batalla, optan por probar esos productos que les están vetados por el ahorro diario. Realizan una compra majestuosa, gastando en una noche lo que en un mes normal. Su mesa no desmerece a la de la Casa Real, la premisa es comer hasta reventar.
Más interesante, sin embargo, es el otro grupo. Son aquellos que, por su mezquindad, su pobreza, su desinterés por la Navidad, su necesidad de apretarse el cinturón, apenas entran en una compra especial. Algunos dulces de serie B, un pollo troceado, gambas congeladas. Palitos de merluza y croquetas de jamón. La lata de piña y la de melocotón. Las cajeras de supermercado no pueden contener una media sonrisa irónica. Esto es el capitalismo.
[Este post fue publicado originalmente el 24 de diciembre de 2004]