La noticia que no te dejan ver

Cómo se pasan los de las noticias. Le dan la vuelta a todo. Ahora celebraban el triunfo de un modesto: una simple guarda de seguridad del Museo del Prado era capaz de obtener un doctorado, Cum Laude. Se jactan de los méritos de esta persona, de su capacidad de lucha, etc. Sin embargo, todo es al revés. En realidad nos encontramos con una licenciada en Historia del Arte. Que sale a la calle y se da cuenta de que su título, aparte de para animar algunas conversaciones, no sirve para encontrar un trabajo. Incluso tiene que tirar de enchufe – su padre trabajaba en el museo – para conseguir un puesto precario en algo remotamente relacionado con sus estudios.
No contentos con ello, la mantienen en dicha ocupación durante 9 años, sin perspectiva alguna de promoción a un puesto adecuado a su carrera. En primer lugar, por la competencia. Pues ella no es una excepción. Cada vez que vamos a un museo y nos dan la entrada, o nos guardan la postal con el cuadro que nos gustaba, tenemos que pensar que en la mayoría de los casos la persona que nos está atendiendo tiene una licenciatura. En Geografía, en Historia, en Historia del Arte, en Humanidades…Así, no es de extrañar que alguna de esas muchas personas, quemadas por las abochornantes perspectivas laborales, acabe, en su tiempo libre, obteniendo un doctorado. Es lo de menos.
En mi opinión, el museo habría debido acallar el suceso tanto como pudiera. No hace sino dejarlos en evidencia.

Promesas electorales

En plena campaña política uno se harta de oír cómo nos prometen siempre las mismas cosas. Bueno, las mismas no son. Lo que hacen es que toman un listado con los resultados de la última encuesta del CSIC y dicen que van a arreglar los 5 problemas que más preocupan a los españoles.
Luego, nunca explican cómo lo van a hacer. Por un lado, porque es algo que ni siquiera se han planteado. Por otro, porque saben que es lo de menos. Como dice el refrán, prometer hasta meter. Y una vez metido, olvidar lo prometido.
Actualmente los asuntos que más preocupan son el terrorismo, el paro, la inmigración y la vivienda. Es en esos temas en los que unos y otros hacen promesas imposibles.
Como ciudadano, me hago la pregunta de si yo podría aportar alguna solución. Cuando veo que no, comienzo a preocuparme, pues entiendo que si no se me ocurre nada a mí, tal vez sea porque no haya solución. Además, hay que tener en cuenta que una vez sales elegido eres deudo de promesas y pactos previos. De ceñirte a presupuestos y de quedar bien con casi todos.
Personalmente no me preocupa el terrorismo. En tanto y cuanto tengamos unas fuerzas de seguridad mínimamente honestas no alcanceremos situaciones tan salvajes como las de Irak. Un atentado de vez en cuando es un riesgo mínimo comparado con la mucha gente que muere por otros motivos, por ejemplo,los accidentes de tráfico.
Además, pienso que el peligro de morir es secundario ante la necesidad de vivir bien. Es por eso que pienso que los otros tres aspectos son mucho más importantes.
De la vivienda no hablaré ahora. Y creo incluso que el paro y la inmigración son un mismo problema y que, solucionando uno, podría arreglarse el otro. Los inmigrantes vienen a España a trabajar, ante promesas de éxito y dinero fácil. Promesas que muchas veces son dadas por familiares sin ánimos para explicar su fracaso a esperanzados compatriotas.
Es absurdo que España, con uno de los índices de desempleo más altos de Europa tenga tantos inmigrantes. En realidad ellos vienen a España por otros motivos. En el caso de sudamérica, por la facilidad del idioma. En el caso de África, por cuestiones geográficas. En ningún caso porque sea este el país ideal para ellos.
Es como cuando conoces a una chica en un bar y acabas casándote con ella. No es la mujer de tus sueños, pero coincidió que estaba en un sitio accesible a tí y que te dió la oportunidad de hablar con ella.
Para España, la universalidad del idioma supone más un problema que una ventaja. Nuestros empresarios tratan de dar el golpe maestro en Sudamérica, que es como jugar a la ruleta rusa, pues un cambio de gobierno, una mala cosecha o quién sabe qué dan la vuelta a la situación económica de la noche a la mañana. También ellos han optado por ese mercado por el idioma, no porque sea más atractivo que otros. Casi nadie mira hacia Asia, que parece confirmada como el futuro. Sin estudiamos las inversiones de las principales empresas españolas(Telefónica, Endesa, BBVA, BSCH, Repsol…)todas han apostado fuerte por sudamérica. Con la reciente crisis perdieron mucho dinero, pero de todos modos no se les abre la esperanza de un crecimiento brutal a medio plazo.
Mientras, los sudamericanos vienen aquí un tanto engañados. No sé hasta qué punto compensa cobrar 10 veces más que en tu país cuando no te sientes valorado ni en tu trabajo, que es de mínima cualificación y retribución. Cuando la mayoría de la gente que conoces está en tu país. Cuando ves que todo lo más que ganas ahora lo estás gastando en el nuevo way of life del consumismo.
Sí, pero aquí tienen derechos. La esclavitud de occidente es mucho más sutil que la anteriormente conocida. Te atrapan en una red, de la que puedes salir cuando quieras. Pero te han enseñado a no querer salir. El mundo que nosotros tenemos no es mejor que el de ellos. El sufrimiento de un niño que trabaja 12 horas al día es menor que el de un niño de escuela bilingüe que sufre el escarnio de sus compañeros por ser el menos pijo de la escuela. El hambre del que no tiene qué llevarse a la boca es menor que la del que no puede cenar en un buen restaurante un sábado por la noche.
Por todo eso, estoy en contra de la inmigración. Porque ellos pasan a estar peor, aunque los más crean que han mejorado. Y por encima de todo porque su miseria aceptada sin reparos hace que el padre de familia, trabajador acostumbrado a hacer fuerza con huelgas, sea un cero a la izquierda, que no tenga más opción que aceptar lo que se le ofrece, o marcharse.
Así, creo que el problema del paro es el problema de la inmigración. Otra cosa es decir que la culpa es de los inmigrantes. No, la culpa es de los que han permitido que vengan con esas condiciones. De la indolencia de la policía a la hora de pedir papeles. Y por encima de todo, de los despiadados empresarios que hacen contratos basura, a veces no escritos, para beneficiarse de la situación.
En España no falta trabajo, faltan sueldos. Si me van a pagar poco más que el sueldo mínimo, me compensa no trabajar y cobrar el sueldo mínimo. Así de fácil. La medida propuesta por el PSOE es más que necesaria. Subir el sueldo mínimo para que los contratos siempre sean al alza. Y así, la gente gana más y es más feliz. Era fácil, pero nadie lo había hecho hasta ahora. En realidad, tampoco ellos, pues se han conformado con decir que lo van a hacer.

La burbuja emocional

I
Es una pena que no tengamos la misma tradición de apuestas que el Reino Unido y no se pueda distinguir el porcentaje de gente que cree que va a ocurrir algo y los que creen que no va a ser así. Nos habría sorprendido ver cuantos incautos creían que la selección española era, una vez más, la favorita de la Eurocopa. También podríamos ver la opinión respecto a temas de mayor trascendencia. La gente apostaría por la retirada de tropas de Irak, y habría ganado. Y una apuesta a largo plazo sería la de la explosíon de la burbuja inmobiliaria.
Me decanto por pensar que va a medio explotar, categoría que ninguna casa de apuestas aceptaría. Quisiera expresar mi opinión al respecto, como persona que todo lo piensa y que vive metida en la más pomposa de las ciudades afectadas por la burbuja, Madrid.
En Madrid los precios subieron de forma casi natural hasta que llegó la especulación con mayúsculas. Una de las principales causas, según apunta sin el más mínimo rubor el mismísimo gobierno, fue el blanqueo de dinero que se produjo con la llegada del Euro. Y es cierto, pues recuerdo que eran más frecuentes los carteles del tipo “compro casa, no me importa como esté, pago al contado”. Al margen de la lamentable vista gorda del perpetuo gobierno de república bananera que los españoles siempre tendremos, la situación hizo que los precios sobrepasaran el límite de lo razonable. Ahí es donde se encuentran ahora.
II
La situación para un comprador es la siguiente: Si compra porque quiere independizarse, se da cuenta de que los pisos valen, al menos, 40 millones. Desde luego, hay pisos a 25, a 30, a 35… pero la actitud es siempre, ¿voy a comprarme un piso que está lejos del trabajo, es viejo, es pequeño, está en una mala zona, gastándome tanto dinero? Porque pagar 25 millones por algo que no gusta es más que ofensivo. Y entonces la gente insiste en los de 40(y tantos). Entonces empiezan las cuentas que no salen. De salida, una persona sola en España no puede pagar la letra resultante. Claro, los actores buenos de la televisión tal vez. O el ingeniero Cum Laude que encuentre un trabajazo de enchufe. El resto de los mortales, que son mayoría, no puede. Surge entonces la obligación de comprar en pareja.
Esto es terrible por múltiples aspectos. Usando un ejemplo que repetiré, nos recuerda a los tiempos en que las mujeres tenían que casarse para tener la opción de vivir en una casa propia(del marido). La liberación lleva a que la situación sea idéntica para hombres y mujeres. La primera concesión es que para vivir independiente hay que vivir en pareja.
Otra desventaja de la compra forzada en pareja es que precipita los acontecimientos. Parejas que no están al 100% bien, pero que quieren tener dónde convivir optan por comprarse la casa antes de ver si son aptos el uno para el otro. Esto ahora recuerda a los tiempos en que la gente se casaba virgen y luego se llevaba muchos chascos sexuales. Ahora te puedes dar cuenta de que ella es muy guapa arreglada, pero horrible por la mañana, o que él tiene la fea costumbre de no tirar de la cadena.
El tercer problema, tal vez el mayor, es que en vez de unir a dos personas con una ceremonia bonita y una hoja de papel ahora se las une con una piedra atada al cuello. Juntar a dos personas por algo malo es terrible.
Primero por la dependencia que se crea, que nos hace recordar los tiempos en que las mujeres no se podían divorciar porque entonces se quedaban sin dónde vivir. Ahora también los hombres se pueden quedar sin un techo.
Todo esto desemboca en que muchas de estas parejas acaban rompiéndose. Entonces surge un problema, que suele resolverse poniendo el piso en venta. La oferta de vivienda seminueva no deja de aumentar. Pero es difícil de vender, porque tiene casi el precio de la nueva pero no las facilidades de pago de aquella.
III
Habiendo llegado a los 40 millones las posibilidades de recuperar la inversión son mínimas. Dado que al principio se pagan casi sólo intereses, y los gastos de comisiones, notario, etc, aparte de la depreciación del dinero con el tiempo, esa casa que valía 40 millones hace un año ahora tendría que venderse por, al menos, 45. Pero esto ya traspasa el margen de lo humanamente posible. Porque el banco no te permitirá un letra de más del 55% de tu sueldo, sea o no compartido. Con el número 45 esto ya casi no es posible. Las parejas se lo piensan, y muchas deciden no comprar.
Pero la pescadilla se muerde la cola, y ese divorciado inmobiliario, que de chiripa ha conseguido vender su casa a 45 millones, se encuentra sin pareja, tal vez con unos ahorrillos de un par de millones y sin la más remota posibilidad de comprar. Ante la desesperación, una actitud cada vez más común es la de hacerlo de nuevo con una pareja reciente, si no funcionó con tu novia de diez años, ¿por qué no habría de hacerlo con ésta con la que llevo sólo tres meses? Y la gente salta de nuevo al tren de las compras, con precios aún mayores, con parejas peores, con más años y menos ilusiones.
IIII
Así, creo que la burbuja más peligrosa es la emocional. Las estadísticas dicen que hoy en día la mitad de las parejas acaban en divorcio. Si le preguntan a mi madre por qué hay ahora tantos divorcios, te dirá que porque la gente no aguanta ni una, que exige demasiado. Pero tal vez esa sea la actitud correcta.
Gran parte de la culpa de estas separaciones las tienen los pisos y las circunstancias en las que la gente acaba comprándolos. No sé si la burbuja inmobiliaria explotará, pero creo que la emocional sí que lo hará, y las consecuencias serán terribles. Un mundo de parejas mal avenidas, de solteros a la fuerza. Y de pisos tremendamente caros.