Idiomas flexibles I

Dice la Wikipedia que un Pangrama, o frase holoalfabética es un texto que usa cada una de las letras del alfabeto. Los pangramas apenas si tienen interés puramente desde el punto de vista teórico, aunque también se usan como ejemplo para mostrar tipografías. En los programas de Microsoft Office se emplea como ejemplo para el castellano la absurda frase de:

El veloz murciélago hindú comía feliz cardillo y kiwi. La cigüeña tocaba el saxofón detrás del palenque de paja.

Este ejemplo tiene la ventaja de incluir no sólo las 27 letras del alfabeto sino que también aparecen todos los firuletes (todas las tildes posibles y la diéresis).
El ejemplo que se usa para probar las letras en inglés es la frase:

The quick brown fox jumps over the lazy dog

Para escribir un pangrama en castellano nos encontramos con el problema de que determinadas letras son muy infrecuentes, de ahí que aún buscando el texto más inverosímil que podamos imaginar, son necesarias muchas palabras para incluir todas las letras. Si nos olvidamos de los acentos y diéresis, uno de los pangramas más cortos que existen es:

Queda gazpacho, fibra, látex, jamón, kiwi y viñas.

Aún así, tiene 38 letras, repitiendose por tanto 11 letras.

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Cocina sencilla para tiempos complicados

Un libro de cocina un tanto inusual es el que escribiera Igone Marrodán Prados en 1995. Alejado del glamour de la guía Michelín, distanciada de los tenedores de los cocineros-estrella. Sin el ansia por mostrar cuantas más recetas mejor del 1080 recetas de cocina. Un libro de cocina para pobres. Y para aquellos que carecen de toda instrucción en los fogones.
El libro se publicó de forma oportunista, no en un auge de la cocina de autor, o de la dieta mediterránea. Simplemente auspiciado por la crisis económica de 1992.
Su introducción es de un pesimismo que parece fuera a presentarnos platos realizados con mondas de patatas, sopas bobas o hervidos de malas hierbas.

Y al estar planteado PARA TIEMPOS COMPLICADOS, como son los actuales, además de presentar recetas que se elaboran con ingredientes de ajustado precio susceptibles de ser sustituidos por otros similares que según la temporada pueden resultar aún más baratos, hago hincapié en cómo canalizar las sobras de las preparaciones para la realización de otros platos, apuntando tras el desarrollo de cada receta las posibles variaciones y su posterior uso.

Sólo por eso, ya el libro merecería la pena. Pero en realidad lo compré como transición hacia mi emancipación. Nunca antes había cocinado nada más complejo que un bocadillo y tuve que curtirme en la cocina leída para aprender hasta lo más elemental.
El único libro que vi que tratara lo más simple entre lo simple sin soberbia y sin darlo por sabido, fue este.
La receta del huevo frito ocupa casi dos páginas y tiene una frialdad propia de un matemático. Además de detallarla hasta lo irracional, indica todas las posibles variaciones y qué alimentos combinan bien con los huevos fritos.

Es mejor no escatimar aceite y poner abundante en la sartén en que se van a freír huevos, ya que éstos salen mucho mejor si pueden nadar en la grasa y el aceite sobrante se utilizará después para hacer todo tipo de guisos y frituras al no haber absorbido ningún aroma ni sabor. La sartén más adecuada será una de pequeño diámetro y preferentemente profunda.

Para evitar que al freír el huevo la clara se pegue en la espumadera, conviene mojar ésta en el aceite ya caliente antes de incorporar el primer huevo.[…]

En este libro se encuentran las recetas más sencillas que quepa imaginar. Patatas fritas. Tortilla francesa. Cómo cocer la pasta. El arroz con leche. También hay sitio para platos más complejos, algunos son muy elegantes y excelentes para quedar bien ante invitados de apellido Borbón.
¿Cómo diablos se publicó un libro así? Estamos ante una obra única en la literatura culinaria. Un libro austero y modesto en que la cocinera no trata de asombrarnos con rebuscadas combinaciones (también llamadas maridajes o fusiones) sino que se limita a expresar los cánones de la cocina, sin ningún tipo de alarde por su parte. El libro no tiene ni una foto en sus 550 páginas. Y tampoco tiene tantas recetas como quepa esperar. La propia autora lo indica: pocas y bien explicadas, contando todas las variaciones que admite el plato.
El punto grotesco lo da la continua racanería en los ingredientes. Resulta divertido que en todo momento la autora nos recuerda que un ingrediente se puede cambiar por otro, sin que pase nada. Si no tienes pato puedes usar un pollo que sabe igual. Si no tienes ternera pues no la eches. Si quieres ahorrar echa una cucharada más de caldo. Con las sobras de este plato puedes hacer unas croquetas de esta forma.
Para colmo sorprende el pragmatismo al mencionar la competencia de los productos preparados. La autora no hace ascos a las patatas congeladas, considerando la opción de usarlas para hacer una tortilla española.
Este libro me salvó el cuello en su momento. Aún hay muchas recetas que no he intentado y hasta hoy hacía años que no lo volvía a ojear. Qué de recuerdos.
Datos para localizar el libro:
– Es un libro que tiene más de diez años, luego las tiendas de segunda mano y las bibliotecas son lugares idóneos para dar con él. Es un libro de bolsillo, lo cual significa entre otras cosas que cabe en un bolsillo y hasta aquí puedo leer.
– Es de la colección El libro de bolsillo de Alianza Editorial, el nº 1718 con ISBN 84-206-0718-5. Es absurdo eso del ISBN, es como buscar a una persona de la que sólo conoces el DNI, sin el nombre no vas a ninguna parte y el nombre suele ser único de por sí.
– En Iberlibro lo venden a 10€. Y si lo compráis a través del link que pongo aquí (Cocina sencilla para tiempos complicados), me enviarán un plato de cocido a casa.
¿Qué hace una página seria como esta hablando de un libro de cocina? Cuando me planteo mi lista de los diez libros que más me han marcado, hay Premios Nobel, obras centenarias, autores idolatrados que acaban quedándose en el camino. Pero nunca puedo dejar fuera a este libro.
Artículos relacionados:


♦ El libro de los avaros
♦ Manual del aventurero
♦ Trampa 22

Superficie de España

I

Los conocimientos de geografía de los estadounidenses suelen ser muy escasos. En gran parte porque viven en un país de tamaño colosal y se dedican principalmente a estudiar su propia geografía, ya de por sí suficientemente compleja. Se conocen los 50 estados que lo componen, sus capitales y principales ciudades y dónde están situados, que no es poco.
A los españoles les ofende que algunos norteamericanos no estén seguros de la ubicación de nuestro país. Antes de llevarse las manos a la cabeza, no estaría de más preguntarse cuántos de las capitales de Europa se conoce cada uno, o precisar mínimamente dónde se encuentra Letonia.
Los libros americanos suelen refererirse para ponderar los países extranjeros usando referencias de sus propios estados. Italia es un poco más larga que Arizona. Francia tiene un 80% del tamaño de Texas. Suecia es la décima parte de California.

II

La superficie de España no es un número definido. Resulta sorprendente la cantidad de valores distintos que se citan, dependiendo de la fuente. En la misma Wikipedia hay enormes diferencias. La Wikipedia en inglés habla de los 505.992 km². Pero según del idioma el país parece ir menguando:
505.992 km² (inglés)
505.811 km² (español)
504.782 km² (francés, portugués, árabe)
504.646 km² (alemán)
En todos los casos se supone que están incluidas todas las colonias y territorios de ultramar. Según parece el dato más fiable es, como siempre, el de la Wikipedia en inglés.

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Telefonos

Una excelente oportunidad de hacer el ridículo se nos presenta cuando tenemos que anotar un número de teléfono. En los orígenes de los teléfonos móviles era habitual apuntar el móvil de una persona en una hoja de papel bajo el título de “móvil”. Lo cual no dejaba de ser ridículo, porque al menos en España es bastante conocido por todo hijo de vecino que cualquier número de teléfono que empiece por 6 es un móvil.
Así, apuntar móvil es como anotar el nombre de una persona y escribir junto a él la palabra nombre, o apuntar una ciudad mayor – como París o Barcelona – y escribir aclaratoriamente ciudad.
Para colmo de absurdo se tiene tendencia a no escribir el nombre de la persona que nos da el teléfono. Tras pocas horas ese papel comienza a perder significado para convertirse en un número carente de sentido por completo. La causa que achaco a que normalmente no escribamos el nombre de la persona que nos da su teléfono es que por lo común no sólo no conocemos el teléfono de la persona que nos lo da, sino que tampoco tenemos mucha idea de su nombre completo y tratamos de pasar por listos, no preguntando lo obvio.
Cuántas hojas de papel llenas de teléfonos acaban apareciendo con el tiempo, teléfonos de los que no estamos seguros de a quién pertenecen. Algunas veces hay una pequeña aclaración, como un nombre de pila, que resulta insuficiente. Guardamos esa hoja de papel sin atrevernos ni a romperla ni a llamar al número de la persona desconocida.
En mi caso siempre he tenido la tendencia a comportarme como si fuera muy listo. Si quiero guardar una contraseña en un papel no escribo en la hoja “usuario zrubavel: contraseña magdalenas3”. Ni por supuesto barbaridades como “email bill.gates@gmail.com, contraseña mac3intosh”. Todo lo más suelo escribir una contraseña y a veces ni siquiera completa, una pista para dar con ella.
Cuando anoto un nº de cuenta de banco, o de tarjeta de crédito, separo las cifras para que parezcan números de teléfono, o tacho algunas cifras para dar pie a confusión.
Estos sistemas, lejos de garantizarme una gran seguridad, me han llevado a numerosos problemas y a todo tipo de papeles crípticos. Si dramático es tener un teléfono que no sabes a quién pertenece, ni te cuento un número que no sabes ni lo que es. Puede ser una fecha enmascarada, una contraseña, un número de teléfono ofuscado, o quién diablos sabe que.

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Mercado de alquiler

Irracionalidad nº 3.400 del mercado inmobiliario español.
Tómese uno de los barrios más exclusivos de Madrid, quizás el que más exclusivo resulte sea La Moraleja, donde viven un montón de celebridades y gente con mucho dinero. La Moraleja tiene su propio servicio de seguridad privada, amén del que pueda tener cada una de los chalets que la componen.
Con Google maps puede verse una toma aérea del barrio. Lo azul son piscinas, la mayoría particulares. Lo verde son árboles, ese vegetal que en otra época abundaba en España. Lo verde continuo son campos de golf. Sí, hay más de uno.
Visítese la página de compra y venta de vivienda de Idealista y trate de buscar un piso de alquiler en La Moraleja. Sí, es cierto que la mayoría de las 89 viviendas que encuentro son chalets, algunos de muchos metros cuadrados.

Ahora vayámonos al otro extremo de Madrid, a uno de sus barrios más populares – por no decir menos ricos, o tal vez más pobres: Carabanchel. En esta vista de Google maps nos hacemos a una idea de cómo es el barrio. Lo anaranjado son bloques de edificios. Lo verde vuelven a ser árboles.
Y procédase a realizar la misma búsqueda de vivienda de alquiler en la misma página. Se vuelve a elegir todo sin filtro alguno.

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