Lista de dias del año ordenados por importancia

Para los amantes de las efemérides, hay una sección dentro de la Wikipedia que se refiere a cada día del año. Así, podemos ver qué ocurrió tal día como el día en que nacimos, o ver quienes nacieron el mismo día que nosotros. Por supuesto, la sección correspondiente al idioma inglés es la más completa de todas las páginas que componen la Wikipedia.
Cabe entonces realizar una comparativa entre los diferentes días del año. Porque aunque a nosotros nos parezca la distribución de los hechos a lo largo de la Historia como casi aleatoria, la realidad es que no es de ningún modo así. Hay días del año en que ocurrieron muchas cosas y otros en que no pasó casi nada, cualquiera que haya leído alguna que otra efemérides siente esa diferencia. ¿Qué días del año son los más importantes?
Mi primera impresión era clara: el día más importante del año será el 1 de enero. Cientos de acontecimientos comienzan con esa fecha, por ser inicio del año. El 1 de enero de 1986 España entra en la Unión Europea. El 1 de enero de 1995 entra Suecia, Austria y Finlandia. El 1 de enero de 2002 entra en vigor el euro como moneda europea. Y así un largo etcétera.
Como día menos importante del año, el gran candidato tenía que ser, como no, el día bisiesto del 29 de febrero.
Así, he tomado todas las páginas correspondientes a los días del año y me las he abajado al ordenador. Las he ordenado por tamaño decreciente. Y he obtenido la siguiente lista. Las páginas con ficheros más grandes son las que tienen un texto mayor y por tanto más enlaces a hechos remarcables en determinada fecha. Las más pequeñas son aquellas sobre las que menos se podía decir. Este criterio quizás no sea el más adecuado de todos, pero es sencillo de medir, claro y unívoco.

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El extraño cuadro pseudo-auto-referente

El efecto Droste se refiere a aquellos dibujos autoreferentes, esto es, que se refieren a sí mismos. Como la etiqueta de este bote de polvo para hornear, en que se refleja el mismo dibujo del bote. Y dentro de ese dibujo de la etiqueta hay otro y asín sucesivamente en forma infinita.
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Aplicado al arte hay numerosos ejemplos, algunos complejos como los de Escher, otros más sencillos como el cuadro realizado por Caspar Morel del Museo Histórico de Amsterdam.
El artículo de juegos de ingenio sobre las obras autoreferentes, escrito por Diego Uribe, es muy interesante.

Pontus Fürstenberg


Relacionado con ese tema, hay un cuadro no muy conocido del Museo de Arte de Goteborg. Del artista sueco Carl Larsson (1853-1919) el cuadro se titula Interior de la galería Fürstenbergska.
Pontus Fürstenberg fue uno de los hijos de un empresario textil sueco. Nacido en 1827 en Göteborg, no recibió una gran educación. No se le daba bien la escuela y con 26 años se dedicó del lleno a los negocios de su padre. Más tarde se acabó implicando en la política dentro de su ciudad, siendo nombrado alcalde de Göteborg en 1869.
En 1860 Fürsttenberg comenzó a interesarse por el arte. No sería sin embargo hasta que se casó con Göthilda Magnus, la acaudalada hija de una familia poderosísima dentro de Göteborg, cuando Fürsttenberg pudo dedicarse plenamente al arte. Había estado acumulando obras de autores suecos y de otros países, formando una colección de arte bastante respetable.

Carl Larsson


Carl Larsson fue un importante artista sueco, nacido en 1853. Aunque trabajó y estudió en Paris, no obtuvo ningún tipo de reconocimiento para su obra. Finalmente volvió a Suecia donde se acabaría labrando una fama muy respetable, siendo uno de los más importantes representantes de la vida artística sueca.
En 1885 Carl Larsson recibió el encargo por parte de Pontus Fürstenberg de dibujar la galería principal con los cuadros que este poseía. Fruto de ese encargo nacería este cuadro:

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Charles Wells

Estadísticamente hablando, la ruleta es el juego más aburrido que existe. Todas las estrategias que puedan emplearse tienen una probabilidad de éxito totalmente similar. Si juegas las tiradas pares apostando al siete y las impares apostando al catorce, si juegas alternativamente al rojo y al negro, si siempre juegas al pasa, si en manos sucesivas apuestas por el número de la mano en que estás jugando, todas estas estrategias ganarán – salvo por el detalle del 0 ó 00 – el mismo dinero en promedio.

I

La única forma racional de aumentar esa probabilidad es teniendo en cuenta el hecho físico de que esa ruleta es un objeto fabricado por el hombre, y por tanto imperfecto. Y es un aparato accionado por otro hombre, el crupiere, y por tanto susceptible de cometer errores.
La aproximación racional hacia el juego tenía mucho más éxito en la antigüedad. En el siglo XIX, Joseph Jagger estudió los patrones que seguían los números en una de las ruletas de Montercalo, encontrando que estaba estaba viciada, haciendo más probable que salieran determinados números. Apostando masivamente sobre ellos tuvo la oportunidad de romper la banca de tan prestigioso casino, ganando una fortuna a lo largo de varios días de juego.
No fue, sin embargo Joseph Jagger la única persona capaz de romper la banca en Montercalo. En primer lugar, porque el concepto romántico de “romper la banca” suena a que el casino se arruinara y no tuviera dinero suficiente para pagar al jugador. En realidad, romper la banca no significa más que dejar sin fichas suficientes para pagar la mesa en que el jugador está apostando. Cuando esto ocurría, había que parar el juego – poniendo un paño negro en el caso de Montercalo – hasta que el crupiere pudiera volver con más fichas. Y entonces, el juego continuaba.

II

Así, una historia más interesante que la de ese jugador, resulta la de Charles Wells, que también rompió la banca de Montecarlo.
Charles Wells consiguió una enorme suma de dinero – 4.000 libras de la época – mediante un esquema fraudulento de venta, sobre algo tan absurdo como una cuerda de saltar a la comba con música. El dinero sucio tiene tendencia a permanecer en lugares poco limpios. Con todo ese dinero conseguido en Inglaterra, Wells se plantó en Montecarlo en 1891, dispuesto a jugar.
Su técnica era no tener técnica alguna. Jugaba a un número, luego pasaba al rojo, o al negro. Pero él fue el hombre que hizo buena la regla de “tienes una probabilidad entre un millón de romper la banca”. Porque ese día Dios se sentó a su lado y casi todo lo que Wells apostaba acababa saliendo, rompiendo la banca varias veces sucesivas (la mesa tenía 100.000 francos en fichas, de ahí que si Wells hubiera apostado a un número sus 4.000 libras y hubiera acertado, habría roto la banca en una sola tirada). El colmo de buena suerte lo tuvo cuando se sentó a la mesa por tercera vez. Apostó al cinco y acertó. Volvió a hacerlo y volvió a salir el cinco. Así, hasta cinco veces sucesivas, rompiendo la banca de la forma más inverosímil de toda la historia.

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Secadores de pelo

Hace unos días estuve mirando las opiniones de los consumidores sobre los secadores de pelo en la página de Amazon. Era la primera vez que leía este tipo de revisiones, antes sólo lo había hecho para las opiniones sobre libros.
He de reconocer que son una lectura provechosa y práctica. La tecnología de los secadores de pelo, silenciada por los i-pods y la telefonía, avanza a una velocidad de vértigo. Sin embargo, lo que más me llamó la atención sobre dichas valoraciones era la vida que había detrás de ellas. Los secadores de pelo habían sido unos regalos brillantes hechos por novios que se convirtieron en el definitivo, habían sido enormes decepciones que se averiaban a los pocos días, fueron un gran paso hacia la felicidad de tener un pelo precioso, o de no tener que perder muchos minutos al día cada mañana. Todas esas historias tenían mucha más pasión que las opiniones sobre libros que se escriben en Amazon.
Triste mundo en el que un secador de pelo puede aportar más a una persona que un libro. Y no es culpa de los secadores, ni que las personas sean muy simples. Es que los libros que hoy en día se leen no nos suponen nada. O casi nada. Leer puede ser un entretenimiento pero esa no es su función primordial. Como la comida, que puede ser divertida y un placer, ante todo el hecho de leer debe entenderse como un aporte de nutrientes, al alma. Hay que leer libros que no sólo llenen el estómago, sino libros que nutran nuestros tejidos, que nos hagan diferentes, aunque estos signifique peores. Hay que leer buenos libros aunque sean difíciles. No importa que edad tengas ni a lo que te dediques. Tu obligación es leer todos los días algo bueno.