El mito del empresario o el inversor como personaje eternamente ocupado. Un semidiós que valora su tiempo como si fuera oro de altísimo kilataje. ¿Cuántos habrá realmente así? Me imagino que una docena, o diez docenas como mucho, al menos en España. Maniáticos del control a lo J.P. Morgan como Florentino Pérez o Emilio Botín.
El resto de empresarios tendrá una vida relativamente convencional, con sus prolongados horarios pero sin esa ansiedad por aprovechar cada minuto. Sin embargo los empresarios de medio pelo y los inversores de alcurnia similar tratan de fomentar esa esotérica imagen.
Centrándonos en el mundillo de los emprendedores de Internet, que es un corral donde hay que echar de comer aparte, lo primero que vemos es que cualquiera se pone el título de CEO. La Wikipedia lo traduce como Director Ejecutivo, pero claro está, eso no sirve para una empresa virtual, en que el anglicismo está bien arraigado.
Lo malo de llamarte Director Ejecutivo es que parece como si hubiera algún otro director. Si la empresa es de Internet, la estructura será mínima, para ahorrar costos. Así que no habrá otro director. Es más, puede que no haya ni siquiera otro empleado.
Para este tipo de personas, Twitter nace como un bálsamo medicinal. Los blogs exigían mucho esfuerzo (escribir un título, un texto, elegir una categoría, pulsar un botón) y el tiempo de un CEO es oro. No puede permitirse perder el rumbo de su negocio por culpa de la distracción de un blog.
Pero Twitter es todo ventajas, pues al ser corto permite comunicar de forma instantánea cualquier chispa de genialidad, como indicar trasbordos entre vuelos o asistencias previstas a congresos endogámicos.
En los medios anglosajones existe el tópico del Elevator Pitch, o discurso de ascensor. Parte de la idea tópica del inversor ocupadísimo que no atiende citas al tener una agenda apretadísima. Un emprendedor que quiera ponerse en contacto con él no puede hacerlo por medio de los canales tradicionales (como sería tratar de solicitar una de esas preciadas citas) así que recurre a un método espontáneo.
Aprovecha un encuentro casual con uno de estos inversores, ya sea el encuentro provocado o no, para explicarle de prisa y corriendo en qué consiste su negocio y para qué necesitaría de su ayuda o inversión. El absurdo tópico es que te encuentras con dicho empresario en un ascensor dentro de un rascacielos plagado de oficinas.
Todos sabemos que estos encuentros casuales no pueden darse nunca en un ascensor. Los lugares más probables donde coincidir con un gran empresario son los restaurantes de postín, los partidos de fútbol o los locales de alterne. Si quisiera tropezarme con Botín en un ascensor tendría antes que superar tres o cuatro niveles de seguridad dentro de la sede corporativa del Banco Santander.
La idílica idea de ese encuentro se ha convertido sin embargo en algo enquistado en el pensamiento de lo que debería ser el mundo de los negocios. Siempre tratando de resumir sin necesidad, muchos de estos inversores de medio pelo ya exigen no una presentación del negocio o una complicada memoria con el desglose del plan de negocio. Te piden directamente el elevator pitch. Te dan un número breve y determinado de segundos y te toca soltar el rollo sobre en qué consiste tu propuesta de negocio.
Incluso en algunos ambientes se escenifica. En un divertido podcast sobre emprendedores americanos, los oyentes tienen la opción de grabar su discurso de ascensor y mientras lo pronuncian se oyen ruidos como de ascensor.
Luego no se discute si el producto o la idea es buena y tiene futuro. Se habla si el discurso estuvo bien fundamentado y se aprovecharon los segundos de forma adecuada. Es una versión sonora de lo que es Twitter.
La realidad es que los inversores de Internet atienden a criterios emocionales. No son personas con una gran experiencia y en realidad no saben distinguir un cerdo de una castaña. Le echan un vistazo al producto, ven el diseño de la corbata del desesperado emprendedor, tiran una moneda dentro de su cabeza y deciden.
Lo que quiero criticar es el que los que tienen que decidir lo que es bueno y lo que es malo se autolimiten voluntariamente. Pets.com es una buena idea de negocio, brillante incluso. Lo que lo distingue del éxito no es que su CEO tenga la falda más o menos corta, sino quizás los absurdos gastos necesarios para lanzar la plataforma. Los gastos no se ven en un elevator pitch ni en un post de Twitter.
Igual ocurre con los “libros para emprendedores” que suelen ser cuentos infantiles de temática empresarial. Dos ratones discuten porque ha desaparecido un queso. El monje que perdió su Ferrari. Un niño que descubre que su padre es manirroto y el vecino sabe mucho de negocios. No hay ni un sólo libro “de negocios” de éxito que haya sido escrito en un tono sobrio y racional. No es falta de tiempo para leer, sino falta de circunvoluciones para escribir o entender.
Y aprovecho para dar mi opinión personal de que si no se tiene secretaria, no se debería de decir que uno es CEO.
Te iba a decir que te estabas repitiendo con el tema de los “elevator pitch” y resulta que no, era uno que me había hablado de lo mismo por mail. Qué cosas.
Cómo podemos seguirle en twitter?
aparecen varios asinorum que dudo mucho de ellos.
Muchas gracias
Es que no tengo Twitter.