España se enfrentará a Francia en los octavos de final de la Copa del Mundo de Alemania, en 2006. Los precedentes son terroríficos: nos hemos enfrentado en cinco ocasiones y hemos perdido en cuatro. Y empatado en una. Mal pinta el futuro.
La última ocasión en que nos enfrentamos fue en la Eurocopa del 2000, en que Raúl falló un penalti en el último minuto, lo que desembocó en el definitivo 2-1 que nos eliminó en nuestros habituales cuartos de final.
Quizás sean Raúl y Cañizares, ambos suplentes hoy en día, los únicos jugadores que, tras perder aquel partido, permanecen en el equipo nacional. Muchos de los franceses siguen siendo los mismos, aunque más viejos y cansados. Los entrenadores son otros. En realidad, la única similitud entre aquel partido y el que se jugará ahora son lo gritos con que las aficiones jalearán a sus equipos. Once nuevos jugadores contra otros once totalmente distintos. ¿Qué sentido tiene apelar al histórico de los encuentros entre selecciones?
Si Nadal ha ganado los tres últimos partidos jugados a Federer, se entiende que este tenga algún miedo a volver a jugar contra el español. Se entiende la rabia de Federer en su habitación de hotel con el trofeo al segundo en Roland Garros. Todo eso se acumula en la mente, haciendo que, en la próxima vez en que se enfrenten, parte de la historia siga pesando sobre ellos. Mientras Federer se toma un plátano y se prepara para sacar recuerda los jaboncitos de su habitación en París, y la cena de perdedor que le tocó tomar. Y falla en el primer saque.
Cuando Torres, en el partido contra Francia, pierda su primer balón, no se acodará del que perdió Santillana en los 80. Torres se habrá topado con Santillana en algún acto oficial con futbolistas retirados, pero no lo conoce de nada más. No habrá visto sus partidos, de los que quizás no hay mucho que resaltar. El fallo de Arconada contra Francia es un ejemplo de manual que Casillas, nuestro actual portero, ha debido aprender hace muchos años. Para él, Arconada era un mediocre portero.
La España actual no tiene nada que ver con la de aquellos encuentros. Lo mismo ocurre con Francia. Mirar el pasado de los encuentros anteriores sólo tiene sentido para las mentes fanáticas de las estadísticas pero ajenas al sentido común.
Hay sin embargo, una sombra de razón sobre todo eso. Y es la propia esencia de un país, en el fútbol y en el mundo. Brasil ha ganado más mundiales de fútbol que nadie por el simple hecho de que ha tenido siempre los mejores jugadores. Por eso, siempre son los favoritos. En realidad, si fuéramos honestos, deberían excluirlos del mundial y dejarnos jugar a los demás un torneo justo y equilibrado. Ellos podrían tener el título de campeones del mundo perpetuos.
Al margen de Brasil, las potencias del fútbol son pocas, y en realidad sólo son equipos europeos: Francia, Alemania, Italia, Inglaterra y Argentina. Hay potencias de segundo orden, como España, Portugal y Holanda. ¿Cómo es posible que año tras año, los mismos equipos sean los que ganen?
El caso de Francia es quizás el más sorprendente, ya que la liga de su país es bastante floja. Las ligas italianas, alemanas e inglesas, sin embargo, son de las más fuertes del mundo. De ahí que los jugadores locales tengan excelentes oportunidades de jugar al más alto nivel. Los mejores jugadores argentinos juegan en las ligas europeas casi en exclusividad. Por su forma de ser, Argentina es el país más europeo de fuera de Europa. Su forma de entender el fútbol es muy parecida a la italiana, de una forma casi religiosa y en la que el triunfo a toda costa queda por encima de la victoria con honor.
Así, que Francia figure entre las mejores selecciones del mundo debe resultar sorprendente. En realidad, Francia no es gran cosa en los deportes de equipo. Históricamente no fue nada en balonmano, waterpolo, baloncesto, voleybol. Sin embargo, en rugby vuelven a sorprender a propios y extraños.
El rugby tiene mucho que ver con el fútbol, ambos son deportes de equipo “grande”, son deportes de hombres y son estratégicamente infinitos, aunque al fin y al cabo son deportes tácticos, en que hay que darle una buena patada a un balón. Las aficiones del fútbol y el rugby son las más fervientes que existen. En realidad, el fútbol proviene del rugby.
Muy interesante es la historia de Francia en el rugby. Un deporte puramente británico, que originalmente dirimía el título mundial sin salir de las islas: Irlanda, Inglaterra, Escocia y País de Gales eran los únicos buenos equipos del mundo. Contendían en el Cuatro Naciones que era como la Copa del Mundo del fútbol. Con el tiempo, Francia se integraría en ese selecto club, y puede decirse que en los tiempos modernos han sido los mejores en su particular mundialito.
Francia es, quizás, el país con la historia militar más extensa del mundo. Sus luchas contra Inglaterra, Alemania y España ocupan miles de volúmenes de bibliotecas. Por lo general, han salido bien parados en ellas. Para ganar una guerra, hacen falta generales eficientes, soldados valientes y armamento adecuado. Francia siempre ha dispuesto de todo eso. Hoy en día, las guerras se celebran en los despachos y las ruedas de prensa, pero hay un poco de contacto físico en los partidos de fútbol, donde se eliminan tensiones políticas de forma más eficaz que con la siempre ineficiente labor de los políticos. Francia continúa su historia militar sobre los terrenos de juego.
A Brasil le asiste la gracia divina. A Argentina, Alemania, Inglaterra e Italia el tener jugadores muy preparados. Pero algo más alumbra a Francia. Ese algo es precisamente lo que a España le falta. Porque España tiene también jugadores muy preparados, pero nunca gana. Francia es el alter ego de España, los que nos pueden servir para entender nuestra esencia futbolística.
No es tarea fácil ir más lejos. Quizás estemos ante la propia esencia de un pueblo. España ganó una mano de póker muy buena a comienzos del siglo XVI pero desde entonces su forma de jugar se ha demostrado inadecuada. Las glorias militares y económicas de Francia han sido mucho más modestas, pero continuadas. Hoy en día, nada ha cambiado. El ciudadano medio español vota la Constitución europea porque lo dicen en la televisión, mientras que en Francia los libros que explicaban la Constitución se convirtieron en best-sellers. Francia era noticia por las protestas de sus ciudadanos, ante la falta de futuro, España lo era por los macrobotellones.
Sin embargo, los dos países compartimos el estar en el fin de una era. La sociedad del bienestar se está batiendo en retirada en Francia. En España, hemos vuelto a tocar techo, aunque de forma artificial. A nivel económico estamos a punto de atrapar a nuestros aventajados vecinos de Francia y Alemania. Aunque todo es un espejismo.
No importa lo que ocurra en ese partido, en realidad el resultado puede definirse por el azar. Pero este partido quedará como un símbolo de lo que ocurrirá en la Europa de los próximos años. Al tiempo.
Curiosa amalgama de temas.
— Hacer alusión a pasadas estadísticas, en el deporte, es como hablar del tiempo en un ascensor: se usa cuando no se tiene qué decir.
— Hace tiempo que me rebelé contra esa ‘natural’ manía que se supone que todo español debe tener contra Francia, descubriendo que es una sociedad que tiene bastantes más motivos para la admiración de los que nos inculca un chovinismo que, curiosamente, atribuimos a nuestros vecinos (la paja en el ojo ajeno…)
— Sin embargo, tengo que expresar mi protesta por la mención ese manido argumento de ‘allí protesta social, aquí macrobotellón’, que no me sorprende encontrar en nuestra depauperada prensa pero que no esperaba en una página seria como ésta.
Lo único que han tenido en común ambos acontecimientos es su coincidencia en el tiempo. No se puede sentenciar sobre el carácter de una sociedad por sucesos puntuales, cuando aquí podemos recordar docenas de movilizaciones estudiantiles y sindicales, mientras que aún humean en el país galo los restos de los coches quemados en esa orgía destructivo-nihilista que se quiso disfrazar de reivindicación de no sé qué (ciertamente, prefiero que me den la noche unos borrachos a que prendan fuego a mi casi única posesión).
Pese a ello, sigo considerando que el pueblo francés está, en general, más concienciado para la lucha por los derechos sociales. Aquí nos dan un poco de ‘panem et circenses’ y nos olvidamos de todo.
[Comentario zrubavel: Quizás he pecado de simple en la comparativa entre el botellón – inventado por periodistas faltos de ideas – y las desproporcionadas actuaciones de los franceses. Pero quería dejar clara una cosa: que la sociedad española está anestesiada, cosa que no ocurre con nuestros vecinos galos. Hoy en día se entienden las huelgas de los de más como “formas de molestar”. Los empleados tragan con lo que sea, mientras las condiciones laborales se deterioran por momentos. La vivienda está imposible pero todos pasan por el aro sin rechistar. Un futuro negro se presenta ante los jóvenes de 18-22 años de ahora pero no hacen nada al respecto. Para mí Francia es un ejemplo de cómo deberían enfocarse los problemas, aún cuando ellos se han pasado de rosca con eso de quemar coches.]
Un amigo mio me dijo hace unos meses: “Han ganado”. Se refería a que todo el ímpetu de las joventudes de antaño en España, la rebeldía y el inconformismo propio de la joventud ha muerto. Y ahora se controla a los jóvenes facilmente por medio del mando a distancia y las camisetas de Tomy Hilfiger.