De entre todos los delincuentes de la historia que, habiendo acabado sus días en prisión, han conseguido escapar de ella, un lugar de excepción corresponde a Jack Sheppard (1702-1724). No creo equivocarme al decir que fue el mayor escapista de prisiones de todos los tiempos.
Como criminal, la biografía de Jack Sheppard es más bien aburrida. Y digo aburrida porque no era más que la vida típica de un chico inglés del siglo XVIII. Nacido en una familia muy pobre, en un área muy pobre, tuvo que comenzar a trabajar en su más tierna infancia y recibió privaciones y palizas desde los primeros días de su vida. Cuando tenía veinte años, en 1722, se ganaba la vida como ayudante de carpintero, y no lo hacía nada mal. Pero poco a poco el lado oscuro le fue atrapando, en gran parte por culpa de su afición por la bebida y las prostitutas. Empezó robando de algunas casas donde trabajaba: dinero, cubiertos de plata, lo que quedaba a mano. Al principio parecía que no se daban cuenta de sus sustracciones, por lo que fue tomando confianza y aumentando la cuantía de lo que se llevaba.
Por aquel entonces formaba parte de una banda de criminales, junto con su hermano Tom Sheppard, bajo las órdenes de Jonathan Wild.
De Jonathan Wild habla la Wikipedia en términos muy duros:
Jonathan Wild (1683-1725) fue quizás el delincuente más famoso de Gran Bretaña durante el siglo XVIII. Inventó un sistema que le permitía dirigir una de las bandas de criminales más poderosas de la época, al tiempo que ante los ojos de la nación era un sobresaliente policía. Manipulaba la prensa y los miedos de la gente, hasta convertirse en la persona más admirada durante la década de 1720 -30. Este amor se convirtió en odio cuando su villanía fue descubierta. Tras su muerte pasó a ser considerado un símbolo de la corrupción y la hipocresía.
Primera fuga
En una ocasión estando Jack Sheppard y su hermano Tom robando juntos, fueron descubiertos. Tom acabó siendo detenido, y el miedo a que fuera ejecutado – ya lo habían detenido anteriormente – le hizo delatar a su hermano, que fue puesto en busca y captura. Jonathan Wild también traicionó a Jack, para cobrar la recompensa habitual – 40 libras – y Jack Sheppard pisó por primera vez la cárcel en mayo de 1723.
Sheppard fue encerrado en la planta superior de St Giles Roundhouse, pero escapó en menos de tres horas, rompiendo el tejado de madera y dejándose caer hasta el suelo mediante una cuerda hecha con sábanas, al más puro estilo de las fugas hollywoodienses. Todavía con los grilletes puestos, se esfumó entre la multitud que se congrebaba en las inmediaciones de la cárcel al enterarse de que se había escapado un preso. Para distraer la atención de los demás, señaló hacia un tejado diciendo que había visto a Sheppard en las sombras de un tejado, escapando. Con este ardid se permitió el desaparecer discretamente.
A partir de entonces Sheppard comenzó su breve pero intensa carrera como escapista, combinándola con su torpe habilidad para desenvolverse en la vida cotidiana. Como criminal era bastante mediocre, totalmente embrutecido por los vicios. Sólo el paso por la cárcel le permitiría sacar lo mejor de sí mismo.
Segunda fuga
Pocos días después de su fuga, le descubrieron tratando de robarle la cartera a un caballero y le volvieron a detener. Pasó la noche en St Ann’s Roundhouse y al día siguiente lo trasladaron a la prisión de Clerkenwell. Allí le visitó Elizabeth Lyon, la prostituta con la que hacía vida de casado y que él reconoció como su esposa y así los dejaron estar juntos en la misma celda, encadenados. Pero pronto consiguieron escapar, rompiendo las esposas, haciendo un agujero en el muro y usando de nuevo las sábanas para bajar por la ventana. Con esto habían salido de la cárcel pero seguían dentro del recinto de la prisión. Aún tuvieron que arreglárselas para escalar los más de siete metros del muro exterior, hacia la libertad. Esta fuga recibió mucha publicidad mediática. No tanto por la evasión de Sheppard, que era un tipo bastante menudo, sino por su mujer que estaba bastante rellena.
Desde luego las medidas de seguridad de las prisiones de aquella época eran bastante precarias, pero pocos habían conseguido escaparse con tan relativa facilidad en tan corto periodo de tiempo. Jack Sheppard comenzaba a ser un personaje famoso y se hablaba sobre sus fugas con admiración. Eso le permitió un cierto reconocimiento entre los propios criminales, que querían tenerlo trabajando en sus filas. Al final rechazó volver en buenas condiciones con el hombre que lo delato por primera vez, Jonathan Wild, pasando a trabajar con Joseph Blueskin Blake.
Tercera fuga
Pero Jonathan Wild quería vengarse de que Sheppard no quisiera ir con él. Localizó a Elizabeth Lyon y después de emborracharla consiguió que esta le traicionara. Jack Sheppard fue detenido por tercera vez en una tienda de licores de Blueskin el 23 de julio de 1724.
Sheppard fue encarcelado en la prisión de Newgate, y con la acusación de Jonathan Wild fue acusado de robo con asalto y sentenciado a pena de muerte. El 31 de agosto de 1724, la noche antes de que le ejecutaran, Sheppard escapó. Con la ayuda de Elizabeth Lyon y Poll Magott, que distrajeron a los guardas durante una de sus visitas, Sheppard había conseguido arrancar uno de los barrotes de una ventana. Por la noche se deslizó por el hueco, se vistió con ropas de mujer que sus visitantes le habían dejado y escapó.
Para aquel entonces Sheppard era un héroe para la clase trabajadora. Pero en libertad Jack no era nadie. En pocos días su forma de vivir tan poco discreta fuera de prisión permitió que lo detuvieran de nuevo. Por cuarta vez fue detenido el 9 de septiembre de 1724.
Cuarta fuga
Famoso por sus fugas, fue enviado de nuevo a Newgate, pero confinado esta vez en una celda de máxima seguidad de la época, estando esposado, con grilletes en los pies y encadenado al suelo. Su fama había aumentado tanto con cada fuga que constamente recibía visitas de curiosos. De nuevo intentó escapar en ese mismo mes, pero los guardias impidieron la fuga, al encontrar herramientas escondidas dentro de su celda.
Mientras tanto, Blueskin Blake había sido detenido y enviado a la misma prisión que Sheppard. Su detención también había ocurrido por la mediación de Jonathan Wild. Se le juzgó el 15 de octubre de 1724, y aunque los testimonios de Wild en su contra no eran consistentes con las pruebas del juicio, fue condenado. Enrabietado, Blueskin se abalanzó sobre Jonathan Wild y con una navaja de bolsillo le cortó la garganta, ocasinando un enorme tumulto en la sala del juicio.
Aprovechando la distracción, que se extendió hasta la contigua prisión de Newgate, Sheppard escapó por cuarta vez. Con un trozo de alambre que encontró en su celda, forzó las esposas y las cadenas. Todavía con los grilletes en los pies, trató de subir por la chimenea, pero una barra de acero le impidió continuar su camino. Arrancó la barra y la usó para romper el techo, accediendo a una habitación vacía, fuera del edificio. Desde allí entró en la capilla de la prisión, subió al tejado de Newgate, viendo que se encontraba a 20 metros de altura. Volvió hasta su celda para tomar una sábana, de nuevo escaló por al tejado y usó la sábana para llegar hasta el edificio contiguo, la casa de una familia. Bajó por las escaleras sin que los ocupantes de la misma se enterasen de nada y consiguió así escapar por cuarta vez.
Aún siendo uno de los criminales más buscados de la ciudad, el comportamiento de Jack Sheppard en libertad era bastante despreocupado y continuaba robando sin gran habilidad. No sorprende por tanto que fuera encarcelado de nuevo, dos semanas después. Cuando lo arrestaron el 1 de noviembre estaba totalmente borracho.
Quinta fuga
En esta ocasión, Sheppard fue enviado a la Sala Central de Piedra, en el centro de Newgate, junto al edificio de la prisión de que había escapado las dos veces anteriores. Desde ese punto quedaba en observación permanente. Además, se le encadenó a un cotrapeso de 150 kilos. Entonces era tan famoso que los funcionarios de la prisión cobraban entradas a quienes quisieran verlo y el pintor del rey, James Thornhill, dibujo su retrato. A pesar de las numerosas peticiones de personalidades importantes al rey George I para que se le conmutara la pena de muerte, la condena se le mantuvo.
El 16 de noviembre Sheppard fue trasladado a Tyburn, donde sería ahorcado. En el trayecto hacia su ejecución trató de escapar una vez más, cortando las cuerdas que lo mantenían inmovilizado con una navaja de bolsillo, pero fue descubierto por uno de los guardas que abortó su posible escape.
Su ajusticiamiento fue todo un acontecimiento de la época. Se dice que hasta 200.000 personas – un tercio de la población londinense de la época, se congregaron para verlo.
Posteriormente la vida de Jack Sheppard ingresó en la épica inglesa. Se escribieron, con más o menos acierto, varias biografías, y sirvió de inspiración para numerosas novelas y obras de teatro. La más conocida sería la biografía que escribiera como negro Daniel Defoe (el autor de Robinson Crusoe).
Triste la vida de Jack Sheppard, un hombre que no servía ni para vivir fuera de las rejas de las prisiones ni para vivir dentro de ellas. Sus únicos momentos de esplendor ocurrían en el trayecto que le llevaba de una vida a la otra.
Salvando las (enormes) distancias, me ha recordado al asesino en serie Ted Bundy. O al menos a la imagen que se reflejaba en la correspondiente película: se fugaba de maneras absolutamente tontas, tontería sólo superada por cómo se dejaba coger de nuevo.