La fidelidad

Tengo una amiga con la que a menudo surge como tema de conversación la fidelidad. Ella es muy extremista en su postura y afirma que todos los hombres son infieles, o potencialmente infieles. En realidad estoy de acuerdo con ella, pero para dar ánimos a la conversación, me toca defender la postura contraria.


Antes de decir que la mayoría de los hombres son o no fieles, habría que distinguir qué es la fidelidad. ¿Se es infiel cuando se engaña o basta con estar dispuesto a engañar para ser infiel?
Puede argumentarse que asesino es el que ha matado a alguien, y que aunque muchas veces estuviéramos dispuestos a cargarnos al vecino que pone la música tan alta, no podemos equipararnos, solo por haberlo pensado, a la categoría de los asesinos.
Pienso que la infidelidad es otra cosa, es como un estado del alma, se está dispuesto a engañar o no. Y en el caso de que no se cumpla las más de las veces será porque nadie se fije en nosotros. O porque para que surja la atracción entre dos personas deben mediar más de 2 minutos de conversación o de 3 copas y claro, cuando tienes novia, la posibilidad de que puedas conocer a otra mujer, o el hecho de que te dejen tomarte esas dos copas en el bar están más que menguadas.
Así, surge también la interesante personalidad del celoso en potencia, que es aquel que prefiere cortar las alas de las infieles en potencia. Si agobio a mi novia con preguntas cada vez que sale,si se lo pongo difícil para que salga sin mí y trato de que no vista muy atractiva conseguiré impedir sus tentativas de engaño.
Al fin, todos los actos relacionados con la vida afectiva se limitan a los relativos a la autoestima. Me siento mejor cuando veo que a una mujer no le importa acostarse conmigo aunque no me haya cortado las uñas de los pies. Me siento mejor cuando veo que esa mujer es atractiva. Y me siento mejor cuando sé que no se acuesta con otros hombres de más cuidada pedicura. Y disfruto pensando que todas las mujeres podrían ser mías si no fuera porque ya tengo una.