La Navidad está llena de cosas que gustan a pocos o que sólo a nosotros nos desagradan. Mucho se ha dicho sobre todas ellas, opiniones hay tantas como personas. Pero al margen de opiniones me atrevería a decir que hay objetos propios de la Navidad que están en periodo de extinción. Sólo la inercia de la tradición los mantiene con vida pero su muerte es sólo cuestión de tiempo.
Las peladillas
Originarias del pueblo de Casinos en Valencia, este dulce navideño es el peor de todos los que existen con gran diferencia. Y eso lo convierte en un absurdo por cuanto España ha cambiado mucho, ni los más pobres se dignan comer conejo en la Nochebuena. Por eso mismo nadie en su sano juicio está por la labor de comerse una dura e insípida peladilla cuando tiene a su disposición mantecados, bombones, chocolatinas, turrones y mil delicias que se comen fuera de temporada. Aunque conserva un regusto añejo, de cuando uno era pequeño y se pasaba la tarde con una peladilla en la boca para luego comer una plasta de almendra, la realidad es que las peladillas son despreciadas en cualquier cesta de Navidad o bandeja con productos de la época.
El turrón de chocolate
Otro subproducto, este de historia más reciente, es el turrón de chocolate. Tras los clásicos turrones de Jijona y Alicante comenzó el aluvión de diferentes sabores jugando siempre con la base original. Coco, nata, frutas, yema. Era inevitable acabar haciendo un turrón de chocolate.
Pero claro, la concepción del turrón aplicada al chocolate se lleva haciendo desde años. Las mezclas de chocolate con almendra, o con avellanas son más antiguas que la misma Navidad. Y entonces llegó el lumbreras: echémosle arroz.
Pero alma de Dios, que el arroz no es para los postres. Porque exista un postre canónico como el arroz con leche no quiere decir que se pueda disponer de ese vegetal para la repostería. Usar arroz es de pobres. Por eso existe la morcilla de Burgos, que a muchos le parece la mejor del mundo, pero que nace en la concepción rácana de dónde hay arroz no hay morcilla, mismo concepto existe en la mortadela de aceitunas. Se echaron aceitunas porque la combinación no era mala pero sobre todo para abaratar el producto.
Pues con el arroz en el chocolate pasa lo mismo. Y lo que ya hace que me hierva la sangre es que aprovechando la economía hecha con el arroz los directivos de Nestlé y empresas similares se niegan a usar sus mejores chocolates, parece como si les ofendiera mal mezclarlo con lo cual recurren a un chocolate de pésima calidad produciendo un producto que está pidiendo a voces una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU.
Los villancicos
Cierto es que estas canciones tradicionales acaban resultando pesadas conforme transcurren los días de diciembre pero el hartazgo ya ha llegado a un punto que demuestra que tienen los días contados. Ya nadie se atreve a poner villancicos auténticos y sólo se oyen las versiones: Julio Iglesias, tenores cantando villancicos pero sobre todo las infames versiones flamencas. Los villancicos cantados con flamenco son lo más repugnante que se ha compuesto desde que murió Haydn.
El flamenco tiene sus seguidores y hay flamenco de gran calidad hasta el punto de que Radio Clásica tiene un programa de flamenco desde hace años pero nunca ha tenido uno de pop. Pero el flamenco comercial suele apestar y cuando llega a los niveles de interés que pueden llevar a un grupo a plantearse grabar un disco de villancicos, entonces podemos estar por seguro que estamos ante basura musical.
Pero la gran sorpresa es que la gente está tan cansada de los tradicionales que incluso soporta los villancicos flamencos. Eso presagia una muerte fulminante, quizás sea este su último año. Porque oír villancicos flamencos en el Corte Inglés hasta en las plantas más nobles es señal de que algo falla, de que los músicos Copyleft tienen un filón que no están sabiendo aprovechar.
“Fallamos que muchas vezes en algunas yglesias e monesterios, asi de la ciudad de Badajoz como de todo el dicho nuestro obispado, so color de commemorar cosas sanctas e contemplativas, fazen representaciones de los misterios de la Natividad e de la Passion e Resurreccion de nuestro Señor, Redemptor e Salvador Jesuchristo…cantando cantares torpes e feos, e faziendo otras deshonestidades”
(Sínodo de Badajoz de 1501)
Lo que viene a decir que ya a principios del XVI había al menos alguien que detestaba los villancicos :-)
[Comentario zrubavel: Muchas gracias por tan docta opinión.
Venía en avión con Iberia y mientras estaba aterrizando y despegando ponían villancicos flamencos. Y como en ese momento del vuelo siempre me acuerdo de la muerte pensé que yo merecía morir de una forma más digna que esa.]
Yo detesto con todas mis fuerzas los villancicos que ponen en el Corte Inglés, esos cantados por el Coro de Niños Repelentes del Colegio de Santa Eulalia del Amor Hermoso.
Y me encanta la navidad. Celtic Moods tiene un álbum de villancicos celtas absolutamente deliciosos.