Siendo un tuerto que vive en el país de los que ven, siento una inmensa alegría siempre que me tropiezo con uno de mi tierra. Intercambiamos opiniones, vemos qué tal nos va, en qué podemos ayudarnos. A veces, sin embargo, me tropiezo con compatriotas que han renegado de su tierra originaria. Acostumbrados a la marginación, a que se les haga de menos, en vez de tratar de no caer en los mismos errores que cometieron con ellos, han decidido marcharse a un sitio donde puedan aplicar todo lo que les han hecho.
Y es que, por regla general, no hay persona más cruel con un ciego que un tuerto. Porque conoce todos los defectos que estos tienen, pero también encuentran algunos más, de los que ellos están exentos. Y se ceban con dichos defectos. Se acercan a los invidentes y les susurran al oído todo lo que no son capaces de ver. Le explican que aunque no son capaces de ver, deberían poner más de su parte.
Pablo Pineda es el peor tuerto que conozco. No obvio su fuerza de voluntad y sus buenas cualidades, seguramente son mucho mayores que las mías. A la mayoría le bastara con eso. Sin embargo, a mí me molesta todo lo que no se dice. Pues como todo héroe, está lleno de lados sombríos, algunos evidentes en una lectura entre líneas.
Analicemos el artículo que el hombre máquina exhibe en su página Web.
“Entrevista a Pablo Pineda. Diplomado en Magisterio y casi licenciado(le falta un año) en Psicopedagogía.”
Comentario: Que el magisterio sea más importante para el mundo que la ingeniería no quita que se trate de uno de los estudios universitarios más simples que existen(al menos en la universidad donde Pablo se ha sacado la carrera). Lo que es sangrante es el resto de la frase. Dada la similitud de los estudios, se puede pasar directamente al 4º curso de psicopedagogía teniendo el magisterio terminado. Así, dado que la carrera es de 4 años, es normal que le falte un año para terminar la carrera. Una versión más negativa sería la de “Diplomado en Magisterio y recién apuntado en Psicopedagogía”
He visto bastante a Pablo, en diversos programas. Está muy orgulloso de ser síndrome de Down, porque se siente el mejor de todos ellos(cosa que ni siquiera es cierta). No para de darles caña, diciendo que son vagos, que si se esforzaran tanto como él, podrían hacer lo que él. Carece por completo de humildad. La humildad es una virtud gigantesca, mayor que la inteligencia. “Son cosas fáciles, pero normalmente un síndrome de Down no las hace”(refiriéndose a cosas que él si hace).
Tal vez entender que ser normal no es lo deseable no es algo evidente. Los esfuerzos por alcanzar la normalidad de Pablo demuestran su falta absoluta de personalidad. La insistencia en ver lo que todo el mundo, en ser normal, es patológica. Entiendo cuando habla de que había que ver Operación Triunfo para estar en el mundo. Pero eso es una cosa, y otra es sólo ver Operación Triunfo o los Serrano porque es lo que la mayoría de los españoles han hecho. U oír los 40 porque es la que los demás oyen. No tener criterio propio para preferir algo.
La relación con las mujeres de Pablo es totalmente normal. Es muy fácil decir que las chicas guapas son superficiales porque pasan de mí, que no soy Brad Pitt. Pero más superficialidad demuestra él que se siente solamente atraído por las guapas. Me parece ridículo el discurso simplista que apunta a que la gente se enamora de la personalidad. Nunca me acercaría en un bar a una chica que me pareciera muy fea. Otra cosa es que si ella se me acerca y me habla no pueda acabar casándome con ella. Pero a priori establecemos filtros sobre las personas que nos decantan por un tipo acorde al que creamos que nos conviene. Pablo no entra dentro de ellos. Si a una chica de 15 años le preguntan por su hombre ideal, nunca hablará de uno con síndrome de Down. Por supuesto, Pablo podría camelar a cualquiera, pero para enamorar a la chica que otro ganaría con una mirada, él tendría que movilizar los mismos recursos que mi padre para encandilar a Ava Gadner. Posible, pero difícil.
En resumen, odio el modo de fomentar la integración de que se sirve la sociedad actual. A mi me insultan diciéndome que la gente de síndrome de Down es igual que yo, cuando no lo son. Igual que los negros son distintos a mí, porque tienen la piel de distinto color. Yo no discuto que puedan ser más inteligentes que yo, o mejores deportistas con seguridad. Pero no hay que tratar de ocultar las diferencias. Hay que mostrarlas. Lo distinto es bello. El esfuerzo de Pablo – mejor diría de los padres de Pablo – es triste y lleva a un resultado dramático. No tratemos de ser iguales, aunque haya que tratar siempre a los demás como a iguales. Seamos distintos.
Pues me parece que sí te vas a llevar palos, por lo menos míos jeje.
Alucino con lo que dices de verdad, no sé si responder aquí o en mi blog tampoco.
Me parece que llevas las ideas al extremo y, en mi opinión, lo que intentan es ser “conciliadoras”.
Saludos
En este caso estoy a la vez de acuerdo y en desacuerdo contigo: Cierto que Pablo Pineda carece por completo de humildad, igual que el 90% de los personajes mediáticos/mediatizados (entre los que él se encuentra, tras tanta entrevista y conferencia).
Pero creo que en el caso de este chico, ese toque de orgullo o prepotencia habrá sido una impagable herramienta para sobrevivir. Si hubiera sido humilde, estoy seguro de que no sólo sus sentimientos habrían sido heridos más a menudo, sino que muchas oportunidades se le habrían cerrado. A veces un poquito de orgullo, de sacar pecho sólo lo justito, no sólo no es algo negativo, sino que puede ser muy sano.
Por lo demás, suscribo totalmente tu conclusión: integrar por la vía de la igualdad, en vez de por la aceptación de la diferencia, me parece una de las tendencias más absurdas que está tomando la sociedad.