Cuando estudiaba en el instituto tuve a un profesor que le daba bastante al tinto. Más de una vez llegó a clase con un fuerte olor a alcohol. A las chicas de la clase les decía barbaridades propias de un piropeador de Cine de barrio, pero siempre lo hacía en forma genérica. Hablaba de las alumnas de la clase pero no de una concreta.
Me imagino que hoy en día por menos de la mitad de lo que el decía en clase estaría de patitas en la calle y con videos en youtube. Pero al margen de su desparpajo no era un mal profesor.
Cuando llegaron los meses de calor las vestimentas comenzaron a hacerse más cortas. A este profesor no le importaba decir que si por él fuera todas las alumnas tendrían que venir a clase en minifalda y que la que no estuviera conforme con su nota podría revisar el examen pero que no se olvidara ese día de llevar una falda bien corta.
Este comentario no tenía la maldad que pudiera pensarse porque al fin y al cabo los profesores de instituto no tienen despacho y la revisión del examen se hace en dos minutos delante de toda la clase.
Un día al volver de la clase de educación física el profesor le prohibió el entrar en la clase a un chico porque vestía pantalón corto.
– Esto no es la playa, aquí se viene en pantalón largo o no se entra en clase.
Muchos murmullos se oyeron de fondo. De todos era sabida la recomendación de que las chicas vinieran en falda o pantalón corto pero por lo que se veía esta regla no se aplicaba a los hombres hasta el punto de prohibirse ese tipo de prendas.
Cuando salimos de clase no se hablaba de otra cosa e incluso se propuso llevar el tema a oídos del tutor de clase. Pero mientras tanto fueron días de continua discusión hasta que el se le dijo al delegado que tendría que mostrar el rechazo a lo ocurrido el día anterior.
La nueva clase con el profesor comenzó con la indicación del delegado: no era justo que las chicas pudieran llevar pantalón corto y los chicos no. El maestro captó a la primera que aquella no era una opinión espontánea sino que provenía de muchas discusiones previas y en términos moderados explicó que los pantalones cortos no resultan adecuados para una clase. Que en sus tiempos en la universidad los alumnos debían vestir con traje y corbata, por mucho calor que hiciera.
Aprovechando su tono más conciliador los chicos comenzaron a hablar por turnos. Entendían su postura pero ahora comenzaron a proponer que entonces las chicas no deberían llevar pantalón corto ni falda. Se empezó a solicitar el veto y se propuso una votación.
El profesor no prestó mucha atención al asunto y comenzó con la clase. Con las cosas de la edad pronto dejó de hablarse de pantalones cortos. Pero resulta sorprendente hasta qué punto puede llegar la irracionalidad de la Humanidad, diciendo el refrán con verdad que no hay quince años feos y en una época con las hormonas a cien y las manos encallecidas los chicos de mi clase trataron de prohibir que sus compañeras pudieran ir en minifalda.
Un comentario en «Una historia de democracia»
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¡Qué poco reflexivos éramos por aquellos entonces! Cuantas veces el hablar sin pensar me ha hecho acabar tirando piedras sobre mi propio tejado. Llegar a tratar de prohibir la minifalda. Qué curioso.
Me encanta esta historia.