Aprovechando el tirón informativo que ha de mantener el atentado del 11-M, el País está ofreciendo una serie de artículos, como breves biografías, en los que habla de cada uno de los fallecidos en dicha barbarie.
Me gustaría pensar que lo hacen para que olvidemos el hecho de que más de 190 muertos significan algo más que un número. Para dignificar a cada una de las personas que forman tal cifra. Pero mi desprecio hacia el periodismo habitual me lleva antes a pensar que pretenden engordar las ventas, como siempre a cualquier precio.
Lo llamativo de dichas historias, bien breves, es la dificultad a que se enfrenta el periodista. Acostumbrados a las vidas casi heroicas de los personajes famosos, o cuando menos vergonzosas y llenas de incidentes de otros, a la hora de narrar la vida de una persona normal, el periodista se tropieza con la dificultad de no saber qué decir. Ninguno hizo nada memorable, nada hay que destacar. Entre dichas biografías breves se respira una tragedia más, la del escritor con un trabajo sucio y mal pagado que no se siente con ganas o con fuerzas suficientes para enmendar su tarea.
Me resultaba tremendamente cómica la biografía para quinceañeras que se publicó hace un par de años de algunos de los aspirantes a divos de Operación Triunfo. Perdedores con un golpe de suerte, apenas había nada que contar. Eran personas que habían nacido, vivido, y poco más.
Cuando no hay nada que decir, el ingenio tiene que salir de debajo de las piedras. Hay que dignificar a esa persona anónima. Las historias no son buenas o malas, simplemente están bien o mal contadas. En este caso que comenzaba a relatar, vemos como el escritor ha tenido que lanzarse a la aventura, con apenas un par de retazos obtenidos de una entrevista, presumiblemente telefónica. La tragedia del hecho forzado de escribir por dinero hace que resulten extremadamente interesantes, al menos para mí.
Yendo más allá del hecho, me gusta ponerme en la situación del entrevistador y del entrevistado, me preguntaba qué podrían haber escrito de mí. Lejos de tener una vida perfecta, considero que he tenido, hasta la fecha, una vida muy interesante de contar. Hay fechas, hay resultados, hay grandes proyectos, creo que hay madera para escribir una historia. Y esto me reconforta. Siempre pensé que la vida es como una película, hemos de preocuparnos de que el guión sea interesante. Y un tanto egoístamente, tendremos que darnos buenos papeles, pagarnos bien. Preocuparnos de la taquilla. Pero sobre todo hay que intentar que, aunque otros hayan conseguido muchos más Oscar, la nuestra sea, al menos para nosotros mismos nuestra película favorita.
[Este post fue publicado originalmente el 30 de Marzo de 2004, al hilo de lo que se estaba publicando con motivo de los atentados del 11-M]
Pues a ver cuando la explicas “mameluco” ;D
Perdona las confianzas.
Como dijo alguien muy sabio, las personas aburridas son las que dicen muy pronto todo lo que saben. Un abrazo, artista.
Y digo yo Con todos mis respetos y prevenciones ¿Es que entre los 192 muertos no habría ningún “hijo de puta”? Pero claro, como aquí fueron víctimas…
Muy acertado comentario el tuyo, Cicerone.
Según la teoría provisional (siempre lo será) metafísica del humano que ahora tengo en mente, en mi opinión entre esos 192 muertos el porcentaje de “hijos de puta” será mucho menor -si no nulo- en comparación con otras 192 personas escogidas al azar en cualquiera de los trenes de cercanías madrileños de un día laborable cualquiera.
Tendría que ver con mi idea (probablemente ilusa) de que alguien cuando muere es porque o bien ha terminado “su misión” en este mundo -y más o menos es una persona digna, elogiable- o bien ya le han dado todas las oportunidades posibles para llevarla a cabo y las ha desperdiciado, lo que correlacionaría con realmente ser un “hijo de puta”, alguien indigno.
Se aceptan burlas de mi teoría jeje.
Con todos mis respetos a las víctimas por supuesto, sean de la índole que sean.
No la he explicado muy bien mi “teoría” pero es que me da bastante vergüenza… lo que no me impide desarrollarla si alguien me lo pide, porque es lo que pienso, nada más. Al que no le guste “que s’hi posi fulles” (que se ponga hojas).