Cuando se produjo la caída de la bolsa de Nueva York, cientos de miles de estadounidenses se arruinaron. Habían comprado acciones a crédito y habían perdido todo lo que tenían. El sueño de un mundo cada día mejor había terminado.
El humorista Will Rogers contó en aquella época que:
Cuando aquello ocurrió, había que hacer cola para conseguir una ventana de hotel por donde arrojarse.
También se decía que era peligroso ir andando por las calles de Nueva York porque podía caerte el cuerpo de un suicida ( como le ocurrió a la madre de Amelie ) y herirte de gravedad.
La historia es muy romántica, pero completamente falsa. Es cierto que a causa de las pérdidas, se suicidaron muchas personas. Pero no tantas. En primer lugar, el prestigioso economista, John Kenneth Galbraith, en su obra de referencia “The Great Crash, 1929” (que está traducida al español y puede encontrarse en muchas bibliotecas públicas ), realizó el estudio de las muertes. Sorprendentemente, el índice de suicidios durante el año 1929 fue muy superior en el verano (antes del crash ) que en los meses posteriores al mismo (noviembre y diciembre ).
Habla John K. Galbraith: