Me han gustado los comentarios de este foro http://web.datacenter.stalker.es/alababarada/foros/topic.asp?TOPIC_ID=336
Recuerdan los tristes comienzos de la “liberalización” de la televisión en España. Los trabajos cutres que tuvieron que hacer algunos famosos antes de ser “estrellas”. Como por ejemplo Belén Rueda en el VIP de Telecinco, o el empalago de la familia Aragón en los orígenes de la cadena. Los comentarios son agudos y no pinchan en hueso.
Los que tengáis más de 25 años os reiréis con él.
Categoría: televisión
Operación vacaciones
Hoy he tenido el dudoso honor de ver la que creo es primera edición del concurso “Operación vacaciones”. En este programa compiten dos familias para obtener unas estupendas vacaciones gratis en un hotel de lujo.
El resultado es uno de los productos más mediocres que jamás he visto en un programa de emisión nacional. Todo es de baja calidad.
Los presentadores, totalmente desconocidos, apenas tienen chispa o facilidad de palabra. Completamente al margen de las patéticas familias, se mezclan con ellos para hacerles las mínimas preguntas posibles. El resultado es lento y pastoso.
Lo que pretendía ser un programa de telerealidad, dado lo caro del producto, ha desembocado en un par de días(que serán un día y una mañana) en los que se deben realizar las pruebas. Así, “la convivencia de la familia” es inexistente, pues no deben pasar más que una noche y no hay cámaras ni tontadas similares.
Todo es producto de desecho en el programa. Los citados presentadores, el equipo de producción y los cámaras, que consiguen que pruebas lentas y sencillas sean difíciles de seguir por la mala realización. Si algo destaca, es la mezquindad del concurso. El premio lo da un Hotel, premio que le sale gratis a la cadena televisiva, a cambio de la publicidad. El concurso también trascurre en el hotel, con lo que todos los gastos están cubiertos. Apenas hay que pagar a los sempiternos presentadores y a los pocos medios técnicos, no creo que cada programa cueste más de 6.000 euros, precios increíbles para un programa que dura más de una hora.
Ves la cena de los participantes y se te cae el alma a los pies. Unas croquetas descongeladas, una ensalada de abundante lechuga y escasa chicha, las baratas aceitunas, y poco más. Todo eso en el hotel al que aspiran llegar los participantes, “un hotel de gran lujo”.
Irónica publicidad
El anuncio por radio del ADSL de Jazztel es de una ironía que roza el delito. Un niño increpa la lentitud de la conexión mientras el padre compra unas entradas de cine por Internet. Le dice “con lo lento que va, vas a tener que comprar las entradas para la segunda parte de la película”. Y entonces te dicen que compres ADSL 1 mega de Jazztel.
Lo que venden es a un padre bajándose una película de Internet, con un P2P. Y la familia, esperando para verla en el DVD y televisión con pantalla plana y Home cinema que todo el mundo empieza a tener en casa. Venden beneficiarse de lo único que da sentido a tener un ADSL. La forma de maquillar lo que todos sabemos, para no caer en la ilegalidad, y aún para que no nos demos cuenta de su intención directa, serían dignas de alabo por Hitchcock.
Ante notario
Desde mis orígenes como telespectador, cuando maravillado veía el Un, dos, tres, la presentación de un sorteo siempre la he asociado con la muletilla “ante notario”. Estos añadidos, a los que acaba uno tan acostumbrado, terminan no diciéndonos nada. Otro por el estilo es el de “más gastos de envío”, o el ahora ideado por las empresas de telefonía de “impuestos indirectos no incluidos”.
La presencia de un notario en un concurso da una imagen de seriedad y formalidad, de que las cosas están bien hechas. Pero por encima de todo, de que el ganador es elegido democráticamente y va a recibir su premio.
Antes, los concursos daban unos premios estupendos. Solo de pensar en los monótonos pisos en Torrevieja del antes citado concurso, nos hacemos una idea del dineral que se podía soltar. El dinero, poco a poco, fue desapareciendo. Con las nuevas cadenas privadas, incluso hubo rumores y noticias acerca de impagos de premios en muchos concursos.
Esto hace que el interés del concursante decaiga. Ahora el negocio ha derivado hacia otro tipo de sorteos, pero a mí la presencia notarial me da un margen de seguridad. Aunque claro, me hace pensar en todos esos otros concursos en los que no hay notario. Supongo que en ellos el trapicheo y la irregularidad priman sobre todas las cosas.
Caja de tontos
Cansado después de la jornada de trabajo, me tiré en el sofá y me dediqué a una de las cosas que menos hago: ver televisión.
Empecé viendo un programa paradigma de la estupidez: totalmente al azar escoges una caja que contiene un premio. Luego, se van mostrando las opciones descartadas, tratan de convencerte de que elijas
otro premio, etc. En un mundo de personas inteligentes, el concurso duraría un minuto. 30 segundos para decidir, 10 segundos para abrir la caja, 20 segundos de gestos de alegría o pena por parte del concursante. Para colmo de males, el programa ni siquiera es original. Existe una réplica en otra cadena, con la sutil diferencia de que mientras el presentador marea la perdiz para que aquello dure más que un rato tienes la opción de ver a chicas estupendas que nos hacen recordar lo lejana que está la verdadera liberación de la mujer. Siempre han dicho que la televisión es la caja tonta, se ve que se echaba en falta un concurso de cajas para tontos.
Aunque tampoco quiero pasarme. Porque fui capaz de vez más de 15 minutos del programa, lo que me hace pensar tal vez, bajo estados muy graves de cansancio o necesidad de relajación, estos concursos resultan atractivos. Tal vez vivamos más en un país de gente cansada que de gente idiotizada.
Miedo de risa
Recientemente estrenaron un programa en el que tratan de enfrentar a concursantes ante sus miedos. La a priori interesante idea, falla en la base. Sólo tengo la referencia de quienes me lo han contado, pero me basta para pensar que no se puede conseguir lo que se pretende.
Colocamos a un concursante a una enorme altura. Debe caminar sobre una fina tubería a muchos metros del suelo. Parece aterrador, pero el trasfondo desenmascara la verdadera situación. Estamos en un programa de televisión. Aun cuando te hayan hecho firmar unas abusivas condiciones, en las que te harás responsable de todo lo que te pueda pasar, si el concursante tiene un severo accidente, la productora tendrá serios problemas, por lo que se ha de encargar de cubrir tus seguridad. Tendrán que poner una red para que si caigas, nada pase. O te plantarán unos arneses, que para el caso es lo mismo. ¿Dónde termina el miedo y empieza la risa?
Tengo mucho vértigo. Recuerdo que cuando subí a la cúpula de Saint Paul’s de Londres lo pasé realmente mal, hasta me mareé. Porque no había nada debajo, porque nadie cuidaba mi seguridad. Me lo pensaría seriamente antes de tener que hacerlo de nuevo. Pero no le tengo miedo a esta figuración televisiva. Pónganme unos tigres esperando abajo, por favor. Y véndenme los ojos, el tigre, por seguridad del zafio empresario que saca toda la tajada del programa, tendrá los dientes limados. Nada podrá pasarme. Y es que el miedo, sin la certeza de lo desconocido, no existe. Y si puedo descartar lo que no va a ocurrir, que es que me caiga y me haga daño, entonces todo es tomadura de pelo, juego burdo para un público que cada vez lo es más.