Tuertos en países de ciegos

Siendo un tuerto que vive en el país de los que ven, siento una inmensa alegría siempre que me tropiezo con uno de mi tierra. Intercambiamos opiniones, vemos qué tal nos va, en qué podemos ayudarnos. A veces, sin embargo, me tropiezo con compatriotas que han renegado de su tierra originaria. Acostumbrados a la marginación, a que se les haga de menos, en vez de tratar de no caer en los mismos errores que cometieron con ellos, han decidido marcharse a un sitio donde puedan aplicar todo lo que les han hecho.
Y es que, por regla general, no hay persona más cruel con un ciego que un tuerto. Porque conoce todos los defectos que estos tienen, pero también encuentran algunos más, de los que ellos están exentos. Y se ceban con dichos defectos. Se acercan a los invidentes y les susurran al oído todo lo que no son capaces de ver. Le explican que aunque no son capaces de ver, deberían poner más de su parte.

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Malta

La historia fubolística española está plagada de momentos negros y actuaciones para el olvido. Aún así, siempre nos las hemos dado de figuras y favoritos, aunque la historia nos acabe poniendo en nuestro sitio. Cuando se apela a los grandes resultados logrados por España, los de mi generación siempre sacan a colación el mítico 12 -1 ante la selección de Malta.
Este partido ha sido retrasmitido por televisión cientos de veces, vendido en los nuevos formatos de video, en CD y en DVD. Para todos es una causa de orgullo, motivo para sacar pecho y alegrarse de haber nacido en la piel de toro. Pero, salvo los empedernidos futboleros, pocos saben la trascendencia de aquel choque. Porque si nos paramos a pensar, España nunca ha ganado nada, y raro sería que lo único que lograra tuviera que disputárselo a la débil Malta. Así, la verdad es que merced a ese partido, España consiguió la clasificación para la Eurocopa del 84. La trascendencia de dicha clasificación radica en el eterno estado de crisis del fútbol español. Como los resultados nunca acompañaban, no sabíamos a quien echarle la culpa. Y España, que había conseguido una de sus escasas participaciones en mundiales a costa de organizar el mundial del 82, estaba muy quemada por el resultado allí obtenido. Una renqueante clasificación como segundo de grupo y una flagrante eliminación a las primeras de cambio. Y poco después, España, se encontraba con su habitual destino, que era el de no poder clasificarse para los campeonatos. Porque la plaza para el europeo se la estaba llevando Holanda, con todas las de la ley.

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ZP

En mi país tenemos a un presidente de gobierno que parece salido de las páginas finales del cuento de Navidad de Dickens. Se comporta como el típico hombre honrado que, por una rocambolesca historia de guionista, acaba siendo presidente de gobierno, y sigue haciendo las cosas igual que siempre.
Se trata de uno de los sueños que alimentan muchas películas. En este caso, es real. Ha cometido todos los errores posibles de la política. O mejor dicho, ha hecho todo lo que los políticos no suelen hacer. A pasado de atacar ferozmente desde la oposición a mirar con lástima a los PPerdedores, a ofrecerles su colaboración en todo momento, a preguntarles antes de actuar. Parece como si se sintiera mal por haber ganado.
De un plumazo, en vez de marear la perdiz de las tropas españolas en Irak, que es lo normal, en vez de embarullar ganando tiempo ante los electores, diciendo que después de junio sería julio, que después de julio esperamos a un pronunciamiento de la ONU, que por aquí que por allí, ha cogido como cualquier hijo de vecino haría y a echado un vistazo: todo igual que siempre. Para qué esperar: nos vamos.
Porque no creo que esta sea una medida populista. Zapatero se ganó muchas simpatías con la promesa de retirar a las tropas. Sacándolas antes de tiempo no hace sino comprometer a España ante el pez gordo de USA. Pero ha demostrado una honestida política que, al menos a mí, me ha dejado perplejo.
Y es que sus formas son las de una persona que no sabe de política, cuando esto no es así. Y nos chocan, porque estamos acostumbrados a mirar por todas partes a mentirosos, a aduladores, a oír medias verdades. Me gusta la forma de comenzar de Zapatero. Creo que he disfrutado de un buen gobernante, aunque solo fuera por estas 2 semanas. En muchos países del mundo, nunca podrán decir eso.

Inventos

Siempre he pensado que inventar algo exitoso debe ser la leche. Hacer algo que la gente de veras necesite, muchas veces algo que ha nadie se le había ocurrido antes. Para hacerlo, hace falta mucho trabajo, pero sobre todo, suerte. De vez en cuando sale en las noticias el informe sobre una feria de inventores. Suelen tener ideas originales, pero abocadas al fracaso, las mejores acabarán siendo anunciadas en las nocturnas teletiendas, con el consiguiente rechazo inherente a lo que se parece más a un timo de feria.
En España hemos inventado cosas realmente curiosas, simples y necesarias. Los dos inventos más significativos que conozco son el chupachups y la fregona. En ambos casos la idea es la misma. Existe un producto en el mercado(caramelo o bayeta) y se le adosa un palo. Le pones el copyright y a ganar dinero. Pero no es tan simple. Estas dos ideas originan tenian todas las papeletas de fracasar. Seria interesante conocer qué golpe de suerte las hizo tornarse en triunfadoras.
Las primeras amas de casa, durante años, pensaban que la fregona era un producto para guarras, pues es una especie de limpieza en sucio. Al final, la comodidad y quien sabe qué más hicieron que este producto arrasara. Sin embargo, fuera de España sigue siendo un producto exótico, lo cual me choca porque para mí, el tener una fregona en casa es tan elemental como la televisión o el frigorifico.

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Los vegetarianos

Hay un amplio porcentaje en el mundo de gente que es vegetariana, algunos por necesidad, los menos por convicción. Los defensores de dicha forma voluntaria de vida suelen confundirse en su argumentación a favor.
Por un lado, se dice que es más sano que comer carne. Esto, simplemente, es mentira. Las necesidades de numerosos nutrientes, que se consiguen con un modesto filete a la semana, solo pueden igualarse con ingentes cantidades de verduras. En algunos casos, sin éxito. Una amiga mía fue vegetariana durante dos años y al final lo dejó porque no conseguía suficientes cantidades de hierro. Normalmente se dice que con tomar complejos vitamínicos, arreglamos estas carencias. Sin que esto sea del todo cierto, me pregunto si es más sano tomarse un filete de pollo a la semana o una pastillita todos los días. La vitaminas de las pastillas no se consiguen juntando tres productos de andar por casa, requieren un proceso muy meticuloso con el que se obtiene un producto muy poco natural.

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Caducidad

El concepto de la caducidad, aplicado a los productos industriales, me resulta interesante en grado sumo. Según mi diccionario, la caducidad es la “pérdida o fin de la validez o de la efectividad debido especialmente al paso del tiempo.”
Centrándonos en los alimentos, se suele tomar un sentido único de dicha definición: los alimentos, pasada esa fecha, están corruptos, están rancios. Si los tomas, te sabrán mal y te sentarán peor. Por una vez, la definición creo que es más acertada que lo que pensamos de ella. Basta pensarlo un poco, para darnos cuenta de que es un poco absurdo. Tengo una caja de galletas, que compré hace seis meses, que caduca mañana. Si me las tomo hoy, nada me ha de pasar, porque la compañía asevera que el producto está bien. Sin embargo, si lo hago mañana, me sentarán fatal. Apurando más, podría cenar la víspera del vencimiento, con la certeza de la satisfacción, pero si uso las mismas para desayunar, ay de mí, me esperará un suplicio de visitas al cuarto de baño.
Lo que es capaz de aguantar estoicamente seis meses en el paquete, ¿no habrá de hacerlo un día más? Supongo que la caducidad es un tanto como la edad. Cualquiera pensará sin dudar que viviremos más allá de los 30 años. Pero si tratamos de hacernos un seguro de vida con 70 años en la aseguradora se nos reirán en la cara. Y sin embargo, como dice el adagio, no hay hombre tan viejo que no crea que pueda vivir un año más. La fecha de caducidad es un requisito legal que establece la empresa fabricante, que adopta el papel de la aseguradora ante los clientes. Ellos se comprometen a que, antes de esa fecha, el producto estará bien. Después, que cada cual haga lo que quiera, suyas serán todas las responsabilidades.

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¿Mucho malo o poco bueno?

Escribir en blog hace que te puedas plantear algunas preguntas al respecto. Una que considero muy importante es la de: ¿Es mejor escribir basura o mejor dejarlo para cuando la inspiración se mueste más propicia? Cuando hablo de basura, me refiero a lo que nuestros ojos aprecien como tal. Porque cuando escribes, siempre te quedará la sensación de que lo que has hecho tiene cierto valor, aunque sea éste negativo. Hay días que firmo y me siento grande. Otras veces veo las repeticiones por todas partes, el lenguaje impreciso, no creo que sea nada bueno lo dicho. Y hay otras muchas que no resistes a la segunda lectura y en dos teclazos ya has borrado todo el texto, ahorrándote el desgaste de pulgares que antes suponía romper la hoja de papel.
Por supuesto, lo que uno diga siempre puede parecer malo a los ojos de otros, en algunos casos esta opinión será más valida que la nuestra. En otros, menos, en otros casos más, dará igual. Contra eso nos hemos de resignar porque estamos hechos de unas circunstancias y una técnica que tienen unas limitaciones contra las que podemos luchar, pero contra las que no podemos ganar. Pero aún creo que no es tan importante lo que otros opinen comparado con lo que nosotros pensemos de nuestro texto, de su calidad o falta de ella.
A mí, siempre me asalta la duda de si merece la opinión publicar un texto del que no estamos orgullosos, o del que no estamos del todo satisfechos, o que directamente nos desagrada, ante la opción de esperar hados más propicios. Mi postura es bastante clara, hay que dignificar el trabajo, tratar de evitar lo innecesario. Pero siempre me queda la duda de si esta postura será la idónea o no.
También, cuando leo a otra gente, me pregunto si ellos optan por la calidad o la cantidad. En algunos casos es evidente: abundantes errores ortográficos apuntan a que ni siquiera el texto ha sido leído antes de ser publicado. Otras veces veo fluctuar entre textos muy buenos y otros muy malos. También los silencios se notan, semanas sin un post hacen pensar en épocas de desinterés informático o de apatía de las Musas con minúscula. Supongo que aparte de las consideraciones evidentes de que hay que intentar hacer un trabajo de tanta calidad como sea posible, no debemos olvidar que Internet tiene sus reglas propias, y a ellas también hay que atenerse.
La naturaleza de las páginas Web es totalmente sui generis. Aunque el formato del blog se aproxime al de la publicación periódica, no deja de tener la peculiaridad de su absoluta libertad de horarios. Esto hace que pueda escribirse un post a la semana, o tres en una hora, o ninguno en un mes. Y a su vez provoca que el desinterés de los seguidores de la página, si es que los hay, dependa de esta regularidad. Cuando sé que una página se renueva con frecuencia, acudiré a ella a buscar los contenidos con bastante asiduidad. Si sé que cambian contenidos de higos a brevas, acabaré olvidándome de la existencia de la misma.
Es por ello, que debemos tener un compromiso de escribir con cierta asiduidad, so pena de perder seguidores. Porque ellos son el alma verdadera de la página, los que hacen que lo que uno tiene en la cabeza, salga de ella.