¿Qué es lo correcto?

Me encontré una cartera en un autobús. Inmediatamente, se la di al conductor. Al llegar a casa, me di cuenta de que no había hecho lo correcto.
También me di cuenta de que actué por instinto. Si ves una viejita, la ayudas a cruzar. Los bomberos rescatan gatos de los árboles y las carteras se entregan a los conductores de autobús.
No tuve que esperar mucho para obtener la confirmación. En el metro oí como un chico contaba que, justo cuando pensaba comprarse un i-pod, su tío, que es conductor, le entregó uno que alguien había perdido en el autobús.
¿Qué es lo correcto? En mi caso, me equivoqué. Me lavé las manos en la situación. Fui honrado, no quedándome con el dinero, pero la honradez era solo una parte de la corrección. Porque no solo es posible que el conductor no entregue a objetos perdidos la cartera. También puede pasar que nunca nadie pase por objetos perdidos para recogerla.

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Viajar gratis

En el extranjero es muy normal que no haya ningún tipo de control sobre si pagas o no el transporte público. Así, en Suecia nació la asociación P-Kassan.
Su idea es muy ingeniosa y eficiente: nunca pagues y en el hipotético caso de que te pillara el revisor, ellos pagarán la multa. Una especie de seguro que siempre resulta más económico que pagar el billete.
Lejos de constituirse en delito, la asociación establece un excelente medio regulador de las tarifas de los medios de transporte suecos (Unos 50 euros por el abono mensual hace 4 años). Si el precio del billete es desmesurado, compensa ser miembro de la asociación. Y el consorcio de transportes debe considerar si le compensa la pérdida con el sueldo de los nuevos revisores que tendría que contratar.

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¿Pagar por el metro?

Hay gente que piensa, no sin motivo, que el transporte público debería ser gratuito. Pensándolo fríamente, en el peor de los casos, te arriegas a que te multen por no tener billete. Y entonces, es momento de hacer cuentas.
Una persona que haga vida normal en Madrid puede gastar en transporte público unos 30 euros al mes. Si esa misma persona se colara todos los días en el metro, se ahorraría 30 euros al mes, 360 euros al año. ¿Qué probabilidad tiene esa persona de que la multen? Por mi experiencia personal, apenas me habrán revisado el billete un par de veces al año, quizás incluso menos. En este caso, si me multaran un par de veces al año (60 + 60 ) euros, me habría ahorrado 240 euros al año.

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Colarse en el metro

Antes de que comprara el abono transporte, que te permite usar los transportes públicos de Madrid de forma ilimitada durante un mes, solía saltarme los tornos de acceso al metro para así no tener que pagar.
Normalmente no había problema. Estaciones vacías en fin de semana y así. Entonces empecé a fijarme que había gente que lo hacía. No te hablo de inmigrantes, desalmados y niñatos. Te hablo de gente normal que, sólo cuando ve que no los pueden ver, se aprovecha de la situación. Ves que se hacen los remolones, hacen como que miran al mapa de metro, y en cuanto giras la esquina ya han saltado – no oyes el ruido de los tornos pero ves como se acercan.
Puede que sea ilegal, pero es obligación de metro de Madrid controlar que esto no ocurra. Y no lo hace. Y es así, porque esto implicaría generar nuevos puestos de trabajo, cosa que no están dispuestos a hacer. Su sueño sería un metro sin empleados, donde compres los billetes con máquinas, pases a traves de tornos y solo, tal vez, tengan conductores como empleados. Pero esto no puede ser así. Hacen falta guardas de seguridad, en todas las estaciones. Y controles de los billetes por parte de los revisores.

Optimismo

Siempre había pensado que ser optimista era creer que las cosas tendrán un final feliz. El diccionario me dice que optimista es “el que ve y juzga las cosas por su aspecto más favorable”.
Así, un optimista tiene que estar, por fuerza, alejado de la realidad. Por cuanto la realidad, aún siendo plural, está llena de matices negativos.
Pongamos un caso por ejemplo. Me encuentro un drogadicto en la calle que me vende un ordenador portátil – presumiblemente robado – a un precio más que razonable.
Según la definición, el optimista ve la ganga. Y quizás por ello compre. El pesimista piensa que ese ordenador puede no funcionar. Y no lo compraría. Ambas actitudes son pueriles. Habría que sopesar más aspectos, como si me compensaría perder el dinero ante la posibilidad de que el ordenador no funcionara. O sopesar cuán posible es que el ordenador funcione o no.
En cualquier caso, una actitud optimista o pesimista, según esa definición, implica actuar de forma irresponsable.

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