Deporte de 3ª

Hacía tiempo que no tenía la oportunidad de ver lo que es el deporte auténtico. Esta mañana, sin embargo, mientras estaba en el gimnasio he podido ver una buena muestra. Desde la sala podemos ver la pista grande, donde habitualmente hay competiciones deportivas menores. Esta mañana había un partido entre colegios con niñas de 13 o 14 años. En los partidos así no hay marcadores electrónicos, ni grandes hinchadas apoyando a los equipos. Sin embargo, hacia el final, la situación era clara. El equipo azul tenía el balón y necesitaba marcar para ganar. Quedaban pocos segundos y tenían el balón.


Es curioso que todo esto pudiera deducirse simplemente de los gestos de las jugadoras. Pero era así. A diferencia del fútbol galáctico, que más se parece a una reunión de Consejo de Administración de supercompañía, la gente estaba en tensión, con nervios, histérica. Esa emoción nada tiene que ver con la de los deportes de masas, en que hay favoritos claros, patrocinadores y grandes contratos de por medio. En estos partidos pequeños la gente se encuentra con el éxito más grande posible, que es cuando sólo tú mismo puedes celebrarlo. Porque ni los padres, ni los novios, ni amigos habían viendo el partido. Sólo las suplentes, los entrenadores y algunas pocas personas más.
Así, de una situación anodina se había pasado a la máxima tensión, las suplentes gritando, todos de pie. Se podía sentir que allí pasaba algo.
No hubo gran jugada de pizarra, ni heroicidad propia de Alejandro. En un partido de niñas, en 20 segundos el equipo azul perdió el balón, el equipo rojo volvió a perderlo y en el último tiro, casi sobre la bocina, una afortunada canasta despertó el éxtasis del triunfo verdadero, sin dinero, sin fama, simplemente con alegría.