Dinero encontrado

Hoy me he encontrado un billete de 10 euros. Lo arrastraba el viento, no sé como fui capaz de verlo. Corrí tras él hasta alcanzarlo.
Lo que me lleva a reflexionar es que no me alegré por encontrar el dinero. En absoluto. Y sin embargo, si, por ejemplo, se me hubiera caído a una alcantarilla un billete mío, me habría sentido triste todo el día.
Desde luego, aplicar fórmulas a cuestiones emocionales no es posible. Pero algo puede hacerse. Pensemos qué ocurriría sin nos tocara la lotería. No hablo del retiro, hablo de un buen premio de unos pocos miles de euros. La alegría nos alcanzaría para el día del premio, la cena de invitación o la compra absurda que realizáramos. Quizás para una semana. Sin embargo, la pérdida de la misma cantidad ha desencadenado las más horribles pesadillas. Asesinatos, divorcios, pérdidas del trabajo, suicidios. ¿Por qué no vale lo mismo lo que ganamos y lo que perdemos?


Quizás porque el dinero nunca llegamos a poseerlo. Tenemos la ilusión de que el dinero nos pertenece, aunque la realidad es la contraria. Pensamos que poseemos el dinero. Cuando lo usamos, nos damos cuenta de que nos es así. Comprar supone un placer momentáneo. La posesión en sí no aporta nada.
Ante las pérdidas, sí sentimos que nos han quitado algo. La ilusión de la posesión de la cosa en sí, que proviene de tener dinero, se pierde. Y eso es algo tangible. Por eso lo que perdemos nos molesta infinitamente más que lo que encontramos.

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