Estampas del 11M : De muerte virtual

Si colocas más de 10 kilos de explosivo en una mochila que acaba explosionando puedes estar seguro de que matarás a gente. Si lo haces dentro de un tren lleno de personas sabes que algunas de ellas estarían lo suficientemente cerca de la mochila como para quedar desintegradas.
Puede resultarte trágico que alguien a quien quieres haya muerto de tan macabra forma. Puedes llorar por no tener restos a los que aferrarte. Pero por encima de todo puedes encontrarte con una pesadilla burocrática.
Puestos a morir, una de las mejores formas que existen es siendo víctima de un atentado. El gobierno prodiga las indemnizaciones a las víctimas, supongo que porque en cierto modo se siente culpable por la situación que no es capaz de evitar. Si a tu hija la violan, torturan y queman en vida ganarás alguna portada de periódico. Escasas detenciones y elusión de penas por minoría de edad. No verás nada, salvo las caras de los culpables en la calle. Pero tu bolsillo, que jamás compensará lo que tienes en el corazón, no mejora.
Pero morir es, en algunos casos, complejo. Como ya indiqué en otro post, sin cadáver no hay nada. No puedes aspirar a que te reconozcan que tu novia era uno de esos trozos de carne picada que encontraron entre el plástico y el metal, y del que seguramente no tomaron muestras. Para que el ADN se ponga de tu parte hace falta algo del que tomarlo, y algo grande, o, al menos, visible para el personal que tuviera que recogerlo. Así, no me sorprendería que al menos uno de los reclamantes tuviera que vivir la pesadilla extra de tener que soportar el no reconocimiento de la pérdida de un familiar.


En el otro extremo se encuentra la picaresca. Pues si en un arranque de celos y falta de confianza en mí mismo decidí matar a mi mujer – cosa que lamentablemente ocurre muy a menudo- y mientras la despiezaba en la bañera pensaba qué haría con el cadáver, tal vez encontrara una excelente coartada en el trágico suceso. Porque tirarla en bolsas de basura es algo que ocurrirá supongo que muy a menudo. Y sólo el celo y abundancia de rebuscadores de contenedor hace que de vez en cuando afloren algunos macabros descubrimientos. Entonces es fácil decir que mi mujer estaba allí. Y que no aparece. Y si el gobierno es crédulo podría obtener algunos millones, la total impunidad y, de paso, hasta la nacionalidad. Una jugada maestra que ni el mismísmo Conan Doyle hubiera imaginado en el más depravado de los criminales a quien enfrentar con Sherlock Holmes.