Huelga japonesa

Volviendo a casa, me preguntaba qué sentido tienen las huelgas a la japonesa. Es un cliché, una expresión manida que se asienta en nuestra cabeza y una idea que no nos hace seguir adelante. Como esas, tenemos cientos en la cabeza.
Todo el mundo sabe que una huelga a la japonesa es, en lugar de no trabajar, trabajar más. Pero suena ridículo. Como tienen los ojos rasgados, pensamos que estos japoneses deben ser idiotas.
No hay mucha información en Internet. Por una vez, la página de la Wikipedia en español es mejor que la inglesa.
Las huelgas a la japonesa se practican en fábricas. Sólo en ellas tiene sentido el concepto. Se produce más material de lo habitual, lo que provoca una serie de costes para la empresa.
Supongamos con un ejemplo, una fábrica de motos en Tokio. Están habituados a hacer 500 motos diarias. Pero como los trabajadores están en huelga, consiguen hacer 650 motos cada día. El almacén está dimensionado para acoger 500 motos cada día, con lo que después de unos días, esas motos en exceso tienen que ir a alguna parte. Pueden dejarse a la intemperie, lo cual puede deteriorarlas por la lluvia o el sol. En caso de necesidad el empresario puede intentar alquilar un espacio en otro almacén cercano. Esto supone ya unos gastos extra por el alquiler y el desplazamiento de las motos a dicho almacén. Asimismo esas motos tendrán que volver de vuelta al almacén, para poder enviarlas a los puntos de venta. Esto implica una ruptura en la planificación, por cuanto el encargado de gestionar la cadena debe encontrar un momento en que vengan a llevarse esas motos en exceso. O tal vez un día haya que disminuir la producción para cuadrar los resultados. También puede contratarse un camión extra para vender esas motos de más, pero esto implicaría negociar nuevas tarifas con los transportistas, para este caso excepcional.
En cualquier caso, las molestias aumentan conforme la huelga se dilata en el tiempo, hasta llegar un momento en que el perjuicio puede llegar a resultar mayor que en caso de una huelga general.


La clave del ingenio de estas huelgas es el concepto del trabajo en Japón, al existir una lealtad entre la empresa y el empleado. Los trabajadores no tratan de hacer daño a la empresa, al menos en forma directa. No pierden la compostura en la imagen hacia sus jefes. Y encima nunca dejan de cobrar un sueldo. Aún para tener los ojos rasgados, parece que no son tan tontos.
Cuenta la Wikipedia, sin embargo, que este concepto no es del todo cierto. Las huelgas japonesas no suelen realizarse así. En realidad se produce más, pero sin prestar atención a lo que se realiza. Y en este caso, sí que puede realizarse una huelga en cualquier profesión.
El peluquero te corta el pelo en cinco minutos. El carnicero te pica la carne en segundos. El programador tiene la función que le pediste en la mitad del tiempo programado. Por supuesto todo esto genera un trabajo de ínfima calidad, lo cual comporta problemas a largo plazo: el peluquero pierde clientes. El carnicero es abroncado por los clientes. El software produce errores que son difíciles de corregir.
Este tipo de huelgas ocurren a diario en España y en todo el mundo. Los trabajadores mal pagados suelen rendir en proporción al sueldo que reciben. Un analista informático escribe código propio de un becario recién incorporado. La cajera mal pagada discute con los clientes, que acaban no volviendo. El repartidor de prensa gratuita trata de entregar dos periódicos a la vez siempre que puede.
Esto no debería sorprender. Sin embargo, lo que escapa a toda lógica, es cuando los empresarios provocan una huelga a la japonesa auténtica. Exigen que se entregue el trabajo antes de lo humanamente posible, con lo que se trabaja mucho más rápido de lo que se debería y el resultado es de baja calidad. Y es que la situación ocurre en gran parte del sistema económico de España.
En mi opinión todo esto ocurre porque, a diferencia de Japón, no existe lealtad de ningún tipo hacia la compañía, ni siquiera por parte de los directivos. Para ellos la empresa no es más que un mecanismo con el que llenarse sus bolsillos. No les interesa lo más mínimo si la empresa va bien o mal.
Es la versión perversa de trabajar por objetivos. “El objetivo era vender diez mil camisas, pues yo las he vendido, así que quiero mi gratificación”. Muchas ventas se producen tras haber destruido al cliente, se le ha engañado, nunca volverá a comprar en esa empresa. En otras ocasiones, se cumplen los objetivos a medias, por ejemplo, se produce un producto defectuoso pero a buen precio, que se vende bastante bien, hasta que comienzan a descubrirse los perjuicios. Pero esto no afectará a la gratificación que ha obtenido el vendedor o el jefe de producción, se enmascarará como accidente.
La situación provocada en el aeropuerto de Barcelona estos últimos días sugieren una doble huelga japonesa, combinada con una huelga general de toda la vida, que es la que nos muestran por televisión.
En una suerte de mundo al revés, los empleados de facturación y atención al cliente se han visto obligados a trabajar más y mejor de lo habitual, cobrando el mismo dinero que siempre. Por otro, la desidia de unos mandos intermedios de la compañía, que no estaban dispuestos a anunciar que se anulaban vuelos para no perder ventas o provocar indemnizaciones a clientes, han decidido seguir con la producción a cualquier precio, para no perder sus cifras de resultados.
Las cifras de la compañía se pervierten por completo – no ha habido que pagar ni un céntimo de indemnizaciones todavía – y en el balance trimestral puede parecer que los resultados han sido muy buenos “hemos subido el número de pasajeros un 5% respecto al mismo periodo” pero en las cuentas se ocultan reclamaciones pendientes, clientes insatisfechos, y sobre todo una imagen de marca destrozada día tras día por la propia directiva de la compañía. Al fin y al cabo, no existe ningún tipo de lealtad hacia la empresa como tal, sólo se piensa en los resultados propios en el año en curso.
Así, a diferencia de Japón, en España se generan huelgas japonesas inversas.

4 comentarios en «Huelga japonesa»

  1. En Inglaterra tienen un dicho que viene al caso: “quien paga con cacahuetes, tiene monos por empleados”. O algo así vendría a ser la traducción.
    En los diversos trabajillos que tuve en Londres, puede ver de forma más clara que en ningún otro lado cómo los empleados mal pagados hacían sus tareas con el mayor desinterés, sin preocuparse porque las cosas funcionasen, escatimando dinero de la caja de forma organizada. En total, decenas de clientes descontentos por día, y como mínimo 1000 libras menos de recaudación cada semana.
    En cambio había otras personas bien pagadas, motivadas, interesadas por conservar su puesto, por la buena marcha del negocio…
    En ambos casos, el balance económico venía a ser similar. Lo que a los jefes “cutres” le escatimaban los empleados, venía a ser compensado por los bajos sueldos que este pagaba. Y el pequeño “plus” que obtenían los jefes “decentes” se esfumaba en los pequeños incentivos que otorgaba a sus trabajadores.
    La diferencia estaba, desde luego, en el ambiente de trabajo. Era abismal. Pero no sé si en el capitalismo eso es un factor tenido en cuenta.

  2. Hay que tener en cuenta que los japoneses son los padres de Just in tieme (JIT), una estrategia de producción encaminada a reducir al mínimo los costes de almacenamiento, buscando un stock 0. Es un sitio donde el espacio no sobra precisamente, me imagino que sería relativamente fácil llegar a colapsar los almacenes y armar un verdadero lío.

  3. porfavoooor lo de la huelga japonesa que hacen mas produccion es mentiraa! ke yo soy media japonesa y voy cada año en japon y las noticias ke he visto alli cuando hacen huelga es igual que aqui no trabajan

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