También me preocupa la noticia que no se ve, porque es un engaño sobre la que me habían enseñado antes. A bombo y platillo se anuncia la captura de cientos de miles de CDs en la mayor operación contra la piratería discográfica en España. Unos meses después, en letra pequeña, pude leer que todo había sido un enorme error. Que la empresa inculpada fue totalmente exonerada de las acusaciones. Nadie ingresó en prisión. Sus copias eran perfectamente legales.
Una peligrosa red de ladrones de viviendas, todos búlgaros, es capturada. De nuevo un éxito policial estupendo. Dos días después, todos los miembros están en la calle, salvo el cabecilla. Otros pocos días más y habían vuelto a pillar con las manos en la masa a dos de estos exculpados. Parece como si el sistema legal en España estuviese lleno de resquicios que permiten que esto ocurra. Porque más preocupante que saber que tal vez el criminal nunca sea capturado es saber que quizás nunca pueda ser encarcelado. Un extranjero tiene enormes posibilidades de librarse de ingresar en prisión. Si su país no es uno de los “greatest hits” de la inmigración, repatriarlo es complejo. Un albanés, por ejemplo, no tiene muchas posibilidades de volver a su país, y es que devolverlo en condiciones de mínima seguridad puede costarle al estado unos 15.000 euros del ala. Si se le ingresa con intención de extraditarlo, y, por ejemplo, el país de acogida no se muestra muy receptivo, hay grandes posibilidades de que vuelva a la calle, que no a la cárcel. Parece como si la policía tuviera que elegir, entre encarcelar y devolver a su país. Si la segunda opción no tiene éxito, no hay posibilidad de cambio, y la solución es la libertad.
Y más que esos miedos, que sólo pueden aliviarse confiando en la providencia de que el crimen no se tropiece con nosotros, el que realmente me aterra es el de pensar que tratan de mostrarme un sistema legal perfecto, en el que el asesino es capturado. No me dicen que en 6 años está de nuevo en la calle. Tal vez ni siquiera hayan cogido al verdadero culpable, pero necesitaban la noticia de la captura. Luego se hace un vacío informativo y todos contentos.
El famoso asesino de la baraja es un claro ejemplo de todo esto. Muy americano en su apariencia, cuando lo detuvieron se hablaba de él constantemente. Me pareció sin embargo, que sus métodos eran muy españoles. El hecho cómico y práctico a un tiempo de decidir interrumpir los asesinatos, “porque los guantes dan mucho calor en verano”. O de incluir la carta en las víctimas “porque parecía que a los periodistas les gustaba”. Lejos del loco criminal en serie que nos venden en Hollywood, tenemos a un asesino que más mataba por aburrimiento que por instinto criminal.
Pero el éxito mostraba muchas sombras. En primer lugar, hubo de entregarse, ante la ineficiencia policial. En un giro inesperado, se retractó de todo lo dicho e inculpó a otras personas. El juicio está próximo a celebrarse, y, según parece, apenas hay evidencias en contra de él. En España una declaración jurada no tiene ninguna validez y siempre tienes la opción de desdecirte. El arma no aparece, ni aparecerá. Los testigos son pocos e indecisos. Tiempo para echar tierra al asunto. Se diluye, se suaviza. Desparece. Nadie habla ya del mayor asesino español en los últimos años.
Quien sabe si no estará ya en la calle. La captura ocupa todos los titulares. La impunidad de la salida, apenas se intuye leyendo entre las líneas de algún periódico.[Actualización: Lo condenaron a 142 años el 10-02-2005]