Dietrich Fischer-Dieskau, nacido en Berlín en 1925, es posiblemente el mejor barítono de todos los tiempos e indudablemente una de las mejores voces masculinas de toda la historia de la música (clásica).
Sin embargo el éxito no le resultó para nada sencillo. Su padre murió cuando él tenía sólo doce años. Empezó a estudiar música con dieciséis pero cuando llevaba un semestre en el conservatorio de música fue reclutado para la II Guerra Mundial, al frente italiano. Luego pasaría dos años detenido en un campo de prisioneros americano. Volvió a Alemania en 1947 y comenzó a trabajar cantando en un coro.
Para una interpretación del Requiem Alemán de Brahms en Badenweiler, en 1947, Dietrich Fischer-Dieskau figuraba entre los miembros del coro. Uno de los papeles principales tuvo una indisposición – no se sabe sin un problema con la voz o una simple borrachera – causando una baja insustituible poco antes del concierto.
Dietrich Fischer-Dieskau podía ser potencialmente el mejor barítono de la historia. Pero eso no habría servido de nada si en ese momento no hubiera dado un paso adelante diciendo que él cantaría. Nunca antes había cantado ese papel. No pudo ensayar. Fue tomar la partitura y cantar en directo, sin ningún tipo de preparación, acostumbrado al anonimato del coro ahí tuvo que enfrentarse a una de las piezas que, por más conocidas, más exigentes vuelven al público. Y no lo hizo muy mal porque a partir de ahí empezó una carrera con tantos éxitos que costaría nombrarlos a todos.
La historia de Fritz Wunderlich, nacido en Kusel en 1930, siempre se ha comparado en sus comienzos con la de Dietrich Fischer-Dieskau. Este otro cantante tuvo una infancia aún más complicada que la del anterior, pues su padre se había suicidado cuando él tenía tan solo cinco años. Desde muy pequeño tuvo que trabajar en una panadería y sólo se decidió a estudiar música ante la continua insistencia de sus vecinos que alababan su forma de cantar (no es lo mismo cuando esto sucede en Alemania que cuando ocurre en Almería).
Wunderlich estudió trompa (la no tan equivocada idea de que un músico debe saber cómo tocar un instrumento) además de canto en Friburgo gracias a una beca. Los padres de Wunderlich eran músicos y el futuro tenor sabía tocar varios instrumentos, participando en orquestas de jazz con las que conseguía algunos ingresos.
La gran oportunidad de Wunderlich llegaría en 1956, cuando contaba con 26 años. Su puesto era un tanto perentorio, suplente del suplente de uno de los papeles principales de la Flauta Mágica de Mozart (una de las óperas más importantes del repertorio). Sus posibilidades de debutar eran remotas pero el tenor principal, Josef Traxel, fingió ponerse enfermo para que el suplente, Wolfgang Windgassen, que se había puesto de acuerdo con él, le diera la oportunidad de debutar al joven Fritz Wunderlich.
En este caso no fue cuestión de aprovechar una oportunidad única, dos enormes cantantes se confabularon para darle una oportunidad extraordinaria de triunfar. La historia les honra con ese favor que ha pasado a la historia en el mundo de la música, donde la competitividad suele ser implacable.
Wunderlich consiguió una fama casi instantánea por su excelente interpretación del personaje mozartiano. Su relación con ese personaje, de nombre Tamino, es llamativa para los amantes de las coincidencias. Fue su primer papel protagonista en una representación de estudiantes y con el que consiguió su primer trabajo en Stuttgart. Luego le llegaría la gran oportunidad con la que dio un paso de gigante en su carrera hacia la fama. Su última representación operística fue también en el papel de Tamino. Y la historia también le recuerda como el mejor Tamino de todos los tiempos.
La historia de estos dos magistrales cantantes da una moraleja: el cantante que se indispuso y dio la oportunidad a Dietrich Fischer-Dieskau es un nombre desconocido. Los tenores que dieron su gran oportunidad a Wunderlich han pasado, como él, a la historia. Quizás nunca tengas una oportunidad de demostrar tus posibilidades, pero nunca pierdas la ocasión de darle esa oportunidad a los demás.
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Normalmente no me gustan las historias con moraleja, pero la que te has sacado de la manga en el último párrafo es muy buena.
Con este articulo, me ha ganado usted como seguidora. DFD es mi cantante lírico preferido. Y la voz plateada de Fritz Wunderlich es de esas que no se olvidan. Creo que la grabación de La flauta mágica de estos dos es la que más veces he escuchado, aunque no sea de las que todo el mundo recuerda entre las mejores de la historia. Nos vemos.