The Devil in the White City

Una lectura muy recomendable es la novela de Erik Larson: The Devil in the White City. Llegue a ella por el camino difícil: listando en Amazon libros que tuvieran valoraciones excelentes para determinadas temáticas. Por mucho que se afanen en decirnos lo contrario, los sistemas de recomendación informatizados siguen siendo penosos.

Pues bien, ese libro tiene un formato interesante. Trata dos historias totalmente independientes pero que ocurrieron en el mismo lugar y en la misma época. No trata de forzarlas para que sean una misma historia. Se narran en paralelo pero cada una va por su lado y no hay final sorprendente donde todo se une.

Las historias son muy interesantes y al mismo tiempo que sorprenden por lo poco conocidas.

Por un lado trata sobre “The Devil” en la figura de H.H. Holmes uno de los primeros asesinos en serie – según la imagen actual – y al tiempo uno de los más complejos y fascinantes que han existido, incluso incluyendo en esta categoría a todos los personas de ficción.

Por otro lado trata sobre “The White City”, la Exposición Universal de Chicago en 1893. Habiendo vivido en la sombra de la famosa Exposición Universal de Sevilla de 1992, también sobre el mismo centenario del descubrimiento de América, y habiendo visitado la más reciente de todas las Exposiciones Universales, el conocer cómo eran estas exhibiciones en su época dorada y cuando tenían algún sentido me ha gustado mucho.

Estaréis de acuerdo conmigo en que la mezcla es realmente extraña. Un libro que trata al mismo tiempo sobre un asesino en serie y una Exposición Universal. Cada una de las historias es muy interesante por separado. Pero Erik Larson consigue un trabajo muy logrado y mucho más interesante en la narrativa simultánea, mezclando un capítulo del asesino con otro sobre la Exposición, narrando los hechos cronológicamente.

El libro ha tenido mucho éxito en Estados Unidos, incluso un actor muy conocido ha comprado los derechos para el cine, especialmente pensando en la trama del asesino en serie H.H. Holmes. Aunque la verdad es que sobre este enigmático criminal hay varios libros mucho más extensos y concentrados exclusivamente en su vida.

Os recomiendo que compréis el libro sin saber mucho más. Si lo compráis en papel está a un precio tirado, 7 dólares. Lo compré en su versión para Kindle. Comprar un libro digital comienza a convertirse en todo un hecho noticioso.

Última oportunidad. Lo siguiente, es ir contando todos los secretos del libro. Puedes dejar de leer, ahora.

A

Los capítulos sobre la Exposición Universal de Chicago en 1893 son incluso más interesantes que los que narran la vida de un asesino en serie. Hay que situarse en la época histórica: se estaban viviendo los cambios más dramáticos y fulgurantes de la historia en lo que a tecnología se refiere. De ir en caballo a ferrocarriles por todas partes. De mandar una carta a tener el telégrafo, el teléfono y la radio. De las velas a la luz eléctrica. De edificaciones precarias a los rascacielos.

Los emporios históricamente poderosos estaban desapareciendo por completo. Baste imaginar que una de las principales compañías cotizadas en la bolsa de Estados Unidos, y la provocadora de la crisis económica de 1892 fue la National Cordage Company: una empresa fabricante de cuerdas. En apenas una década muchos de los gigantes actuales ocuparían los puestos principales en las cotizaciones de bolsa: bancos, eléctricas, petroleras. Pues bien, apenas diez años antes, una empresa de cuerdas era un negocio puntero. Y Chicago era principalmente conocida por su gigantesco matadero donde se procesaban millones de animales para la industria cárnica.

Estados Unidos consiguió la concesión de la Exposición Universal para 1892-1893 tras la increíblemente exitosa Exposición Universal de 1889 en París. Estas exposiciones eran ante todo un éxito de público. La de París había conseguido más de 32 millones de visitantes, en una época en que la población mundial era mucho menor a la actual y la inmensa mayoría de la gente no había viajado nunca a ninguna parte.

La exposición de Sevilla 1992, que fue un éxito, atrajo en comparación a 42 millones de personas. La Exposición de Shanghai 2010 ha conseguido un récord de 73 millones de habitantes, pero con una proporción de visitantes extranjeros insignificante.

De las esperpénticas exposiciones actuales uno se queda apenas con la anécdota. De Sevilla quedó el AVE. De Shanghai, el Miguelito. De la Exposición Universal de 1889 queda la Torre Eiffel.

Chicago consiguió ganar el concurso para la celebración de la exposición americana, con la figura de Cristóbal Colón y su descubrimiento como leitmotiv. Tras la alegría inicial llegó sin embargo el choque con la fría realidad: Estados Unidos lo tendría muy complicado para igualar a París en casi todo. La Torre Eiffel era insuperable. La elegancia artística innata a los franceses, inalcanzable. Y el público que gustosamente asistió a la capital europea muy difícilmente querría atravesar el océano y medio continente para llegar a Chicago. Y por encima todo, la exposición tenía que ser rentable, y rentable en la simple matemática de ingresos menos gastos, sin valorar positivamente la imagen de la ciudad, los ingresos de turismo y empresas que se podrían aprovechar del boom. El dinero de las entradas tenían que superar el gasto de todas las construcciones más los sueldos de los empleados.

Para colmo de males, apenas si se contaba con dos años para realizar la exposición y a diferencia de las competiciones actuales, ahí no había decidido absolutamente nada. Por no saber no se sabía ni el terreno donde se empezaría a edificar.

El protagonista de la construcción de la Exposición Universal de 1893 sería Daniel Burnham, un arquitecto al estilo antiguo, con más de jefe de obra que de diseñador de estudio. Su compromiso con el trabajo es algo que también cuesta poner en perspectiva. El tipo se mudó a las casetas de obra de la exposición y no volvió a ver a su mujer, que vivía en la misma ciudad, hasta que empezó la exposición.

Una de las decisiones más comprometidas fue la elección de los arquitectos para los edificios principales de la exposición. Como miembro de uno de los más reconocidos estudios de arquitectura de Chicago, sus compañeros de profesión esperaban que lideraría el proyecto pero dando trabajo al resto de arquitectos de renombre en Chicago, que eran muchos y muy buenos. Sin embargo Burnham reclutó a los mejores arquitectos del país y con grandes dosis de persuasión consiguió convencerles de que participaran en el proyecto. El mayor recelo que todos encontraban era la falta de tiempo. Apenas si un año y medio para construir los edificios. No parecía que hubiera tiempo suficiente para conseguirlo y en tal caso era preferible no haberse implicado en un fiasco de dimensiones internacionales.

B

Tras los rutinarios capítulos en que se trata explicar la génesis del monstruo, el libro comienza a vislumbrar la cautivadora figura del asesino H. H. Holmes. Alejado del mítico personaje asocial y frustrado, se trataba de un hombre especialmente caracterizado por su encanto personal y su atractivo natural, incluido el físico. Holmes, cuyo nombre verdadero era Herman Webster Mudgett, estudió medicina pero nunca ejerció como médico. Fue lo que hoy en día se llama un emprendedor, pasando por todo tipo de negocios, del que su primer éxito sería una farmacia.

El devenir empresarial, combinado con su paso por las aulas de medicina le llevó a una primera idea no muy sana: ganar dinero defraudando a las compañías de seguros, fingiendo la muerte de asegurados empleando para ellos cadáveres de otras personas. De esta peregrina idea, propuesta y trabajada con un compañero de estudios pero nunca llevada a la práctica, surgiría toda una carrera criminal aún no igualada.

Lo formidable de la figura de Holmes, en comparación con otros muchos asesinos más famosos, es la búsqueda de una utilidad a su lado oscuro. El televisivo asesino en serie Dexter trata de aprovechar su enfermedad matando al menos a elementos dañinos para la sociedad. H. H. Holmes se dijo que ya que necesitaba matar a personas, lo haría ganando el máximo dinero posible con ello.

Así, en lugar de matar a quien se le pusiera a tiro, como todo asesino que se precie, entremezclaba sus aventuras empresariales y líos de faldas con proyectos de asesinato, siempre con el objetivo de maximizar sus ganancias. Su exitosa farmacia la consiguió tras asociarse con una mujer mayor, la antigua propietaria, a la que acabaría asesinando sin dejar ningún rastro. ¿Para qué obsesionarte con mejorar tu negocio y asesinar prostitutas por las noches si puedes matar dos pájaros de un tiro? Mudgett, que llegó a Chicago ya con el nombre supuesto de Holmes, prosperaba a marchas forzadas combinando asesinatos selectivos con ingeniosas ideas empresariales.

Pero como todo asesino que se precie, su objetivo primordial eran las mujeres jóvenes y atractivas. Holmes se casó hasta tres veces simultáneas y tuvo numerosas aventuras. Sentía fascinación por las jóvenes que llegaban a Chicago, desde poblaciones rurales, totalmente solas, con intención de labrarse un futuro.

Aunque Holmes rompe todos los moldes de los asesinos de libro. Su objetivo era acostarse con tantas mujeres atractivas y jóvenes como pudiera y sólo las asesinaba cuando ya no le quedaba más remedio que matarlas – o tener una vida convencional de pareja que se negaba a aceptar. Sus dos primeras esposas siguieron viviendo plácidamente vidas separadas a la de su esposo, teniendo hijos de él y ajenas a los crímenes que Holmes cometía.

A

La Exposición Universal de Chicago de 1893 atrajo a algunas de las personalidades más interesantes del momento en Estados Unidos. Además del prodigioso arquitecto Daniel Burnham se destaca la figura de Frederick Law Olmsted, un arquitecto paisajista, el creador de Central Park en Nueva York. Juntos, casi siempre con opiniones enfrentadas, dieron forma a la que sería la obra cumbre de las Exposiciones Universales. Muchos de los conceptos estéticos modernos se deben a la visión estética global de Olmsted. Suya por ejemplo era la idea de que Chicago no podía competir contra París en belleza clásica pero tenía que girar en torno a lo que París, u otras ciudades notables no tuvieran. En este caso el Lago Michigan y el juego que daba la creación de canales o islas.

El trabajo de Olmsted fue uno de los más ingratos de toda la exposición. Él era el encargado de los remates finales de la exposición: los bancos, las aceras, las flores, la decoración externa, el puerto y el paseo alrededor del lago. Sin embargo no podía trabajar en un entorno apocalíptico donde decenas de miles de obreros luchaban contra el reloj para terminar edificios imposibles. Todo estaba lleno de basura y arrasado en pocas horas, no le quedaba más que estar atento al devenir de las obras y luego tratar de hacer lo máximo posible en los pocos días que le dejaran entre la finalización de los edificios y la inauguración.

Olmsted luchó por una imagen estética de conjunto para toda la exposición, obsesionado con colores, tipos de flor, barcos a emplear en el lago y pequeños detalles que son los que convirtieron a la exposición en una experiencia visualmente única y de paso sirvieron para desarrollar el concepto de Livable City (Ciudad para vivir). Tras la exposición de Chicago muchos se dieron cuenta de que las ciudades no tenían por qué ser lugares caóticos regidos por el desorden. Ante todo podían ser un lugar donde gustase vivir, donde todo estuviera bien organizado y pensado para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. De ahí se llegaría a las futuras ciudades planificadas.

La sede de la exposición de Chicago adoptaría el nombre de White City (Ciudad Blanca) tras la controvertida y genial idea de unificar la estética de los edificios de cada arquitecto. De un lado, antes de empezar les propuso que, cada uno en su línea de trabajo, siguiera un diseño neoclásico con una altura máxima para la fachada principal constante. Luego cada cual podía incluir los elementos decorativos que prefiriera.

Los edificios no eran todos iguales sino que tenían una estética similar y uniforme. Finalmente se optó por pintarlos todos de un mismo color blanco, una de las decisiones estéticas más celebradas de toda la exposición. Sería la primera vez que se emplearía la pintura en spray.

A diferencia de la actualidad, en que para las exposiciones se fabrican edificios más pensando en la portabilidad y la temporalidad de las exhibiciones, para las sedes principales se concibieron obras de una grandiosidad extraordinaria. Uno de los edificios, el Manufactures and Liberal Arts Building, pasó a ser la superficie diáfana más grande jamás construida. Un espléndido edificio de diecinueve plantas – el más alto del mundo hasta la fecha – sin apenas columnas.

Otra personalidad significativa en la organización de la exposición es la figura del jovencísimo Sol Bloom. Este empresario del mundo del espectáculo quedó admirado por una de las presentaciones de la exposición de París, una especie de supuesta aldea de Argelia, que no era más que un espectáculo de danzas orientales con ciudadanos de un país tan exótico como Argelia. Tanto le gustó que contrató a toda esa gente para llevarles a la exposición de Chicago.

Para su decepción no consiguió que le autorizaran la instalación de este “pueblo argelino” en la exposición. Mientras batallaba por conseguir el permiso, recurriendo a sus contactos, consiguió algo muy diferente: él sería el encargado de organizar todo tipo de exposiciones temporales, espectáculos especiales y formas llamativas de atraer la atención y visitantes a la exposición.

Sería esta conjunción de grandes talentos en la organización de tareas muy complejas la que conseguiría el triunfo de la Exposición. Cada uno en su campo brilló al máximo consiguiendo logros hasta entonces inalcanzables. El paso del tiempo ha enterrado en el olvido la mayoría de estos nombres y sus logros para el progreso de la humanidad.

B

A pesar de que sus primeros intentos con los seguros no funcionaron, Holmes acabaría obsesionado con tan sencilla forma de ganar dinero. A la mujer que le lavaba la ropa le propuso pagarle la cuota (6.000 dólares, una fortuna de la época) de un seguro de vida por 10.000 dólares, si lo hacía beneficiario del dinero. La mujer no aceptó no por suspicacias, sino porque tampoco veía el sentido de lo que le estaban proponiendo. Holmes volvería a realizar muchos más seguros en los que se le asignaba como beneficiario, a veces con nombre supuesto. Esta forma mágica de ganar dinero le llevaría a la ruina y posterior captura.

Aunque la vida de H. H. Holmes no tiene desperdicio, el cenit de su carrera sería la construcción de un hotel para la Exposición Universal de Chicago 1893. Holmes tuvo la suerte de ser el dueño de un terreno en una zona muy próxima a la de la Exposición y en previsión de la afluencia de visitantes construyó un hotel en dicho solar.

La construcción del hotel es paradigmática para entender la mente de este asesino. De un lado realiza la construcción con la intención de ganar mucho dinero en un Chicago que crecía a marchas forzadas. Lo ve como un negocio redondo, una oportunidad única. Pero al mismo tiempo lo hace de la forma más miserable posible, contratando todo el tiempo a cuadrillas independientes a las que evitaba pagar en todo momento. Cuando estos veían su informalidad, se marchaban y Holmes contrataba a otros para que continuaran el trabajo, con mano de obra casi gratuita. El encanto y la facilidad de palabra de Holmes le hacían manejarse a las mil maravillas con sus acreedores, que a veces parecían hipnotizados por su facilidad para manejar la situación. Sólo en los casos más violentos Holmes acababa pagando a los amenazantes acreedores.

Este continuo devenir de trabajadores tenía una ventaja inusual: casi nadie conocía la obra muy en detalle, pues apenas si estaban un tiempo en ella y sólo en una parte muy concreta de la misma. Y es que aparte de un hotel, Holmes estaba planeando un edificio perfecto para su vena de asesino en serie. El hotel tenía una estructura propia de una película expresionista: pasillos inesperados, zonas muy oscuras, habitaciones desiguales, comunicaciones entre habitaciones un tanto extrañas. Además de un hotel, Holmes creó una monstruosidad con salas idóneas como cámaras de gas, con un crematorio subterráneo totalmente oculto y con pasadizos pensados para facilitarle el asesinato, la ocultación de cadáveres y la eliminación de los mismos.

El mecanismo de muerte de Holmes era impecable. Contrataba a chicas jóvenes y atractivas para que llevaran sus empresas, algunas bastante fructíferas. Las elegía lo más aisladas socialmente posibles, pero el atractivo físico era el primer punto a tener en cuenta. Las seducía amparado en su relación laboral, su carisma y encanto con las mujeres y su intachable imagen de hombre rico y próspero. Pasado un tiempo las mataba, obteniendo todo el dinero que podía en el proceso. A menudo las engañaba haciéndoles pensar que se casaría con ellas – llegando incluso a hacerlo – para pedirles que pusieran todas sus propiedades a su nombre.

Lo más fascinante de Holmes es que después de matar a muchas de sus víctimas, desfiguraba los cuerpos y luego los vendía a los médicos, que vivían una época expansiva de la profesión en que no había suficientes cadáveres para la investigación y habían desarrollado todo un mercado negro de cuerpos sobre los que nadie hacía demasiadas preguntas. Los esqueletos de muchos a los que asesinó acabaron en los despachos de médicos de Chicago, que no imaginaban cuán macabro era el origen de los mismos. Llama la atención la miseria o enfermedad de querer ganar dinero hasta con el cadáver de sus víctimas, cuando disponía de medios para hacerlas desaparecer con facilidad, en su macabro crematorio.

De Holmes no se sabe cuántas personas asesinó. Muchas mujeres viajaron hasta Chicago por la Exposición Universal y se alojaron en su hotel. Luego nunca se volvió a saber de ellas. Lo más triste es que en la mayoría de los casos nadie preguntó por ellas. No existía algo como la policía actual. Unos padres preocupados no tenían otra opción que contratar a un detective que normalmente no era capaz de encontrar ninguna pista. En algunos de los asesinatos más importantes, de mujeres con alguna posición y dinero, Holmes recibía a diferentes detectives que eran incapaces de encontrar conexiones al no saber de la existencia de otro colega investigando la desaparición de otra mujer que también trabajó para Holmes. En una época donde la impunidad era casi absoluta, Holmes aprovechaba cada oportunidad para asesinar sin por ello levantar la más mínima sospecha.

A

De todas las luchas de la Exposición Universal de Chicago de 1893 por no quedar eclipsada por la de París de 1889, la más interesante de todas es la que suponía el encontrar algo que oponer a la insuperable Torre Eiffel. En su momento la construcción de dicha torre había estado llena de polémica. En Estados Unidos se la veía como una monstruosidad que afearía el aspecto de París para siempre. Muchos artistas parisienses habían manifestado su total oposición a la construcción del proyecto. Pero una vez terminada y asentada en la ciudad, pasó a tener un atractivo que causaba admiración y envidia en todo el mundo. La torre Eiffel no es la obra de un arquitecto sino la de un ingeniero, Gustave Eiffel. El objetivo de dicha torre era servir como arco de entrada a la exposición. Al mismo tiempo era la estructura creada por el hombre más alta del mundo.

Daniel Burnham deseaba que Chicago para su exposición construyera algo similar a dicha torre. Pero los concursos convocados sólo habían obtenido ideas bastante ridículas o poco interesantes. El tiempo pasaba y la exposición ya casi no contaba con opciones para construir un equivalente a la Torre Eiffel. A falta de ideas, el mismo Eiffel se reunió con el comité organizador y propuso construir él mismo otro proyecto. Básicamente era igual que la torre de París, sólo que más alta. La idea fue descartada.

Cuando Burham ya no contaba con presentar un proyecto para competir, en una reunión con ingenieros de Estados Unidos, les recriminó que no hubieran sido capaces de plantar batalla a Eiffel con una idea provechosa. Sin embargo de entre ese grupo de ingenieros había uno, George Ferris, que se dedicaba a la inspección del acero para construcciones, que tenía mucho que decir. Casi en la misma reunión tuvo la idea de lo que podía ser un proyecto que compitiera con el de Eiffel en grandiosidad, estética y unicidad.

Ferris presentó su proyecto pero fue rechazado por ser poco realista. Pero Ferris no se quedó ahí sino que consiguió el apoyo de varios ingenieros de renombre a su proyecto, que fue trabajando más y más hasta conseguir patrocinio financiero y la posterior orden de ejecución de su idea. La fecha de inicio de la construcción fue ya demasiado tardía y era imposible terminar su edificación en tiempo para la inauguración de la exposición. Pero aún así se decidió seguir adelante.

Cuando leía el libro pensaba, ¿Qué puede competir con la Torre Eiffel? No se me ocurría nada, como le sucedió a tanta gente en la época. Por eso creo que la idea de Ferris es simplemente una de las más increíbles invenciones de la historia. No es una invención pensada con un objetivo práctico, sino más bien estético. Lo que inventó Ferris fue la noria. Pero al mismo tiempo que inventó algo tan extraordinario, lo hizo en unas dimensiones gigantescas: en cada uno de sus habitáculos cabían hasta 60 personas. La noria tenía 80 metros de alto y en ella podían llegar a estar hasta 2.160 personas simultáneamente.

Comparando la noria de Ferris (Ferris Wheel) con las actuales uno percibe que no estaba en tanta desventaja. La famosísima London Eye, una de las norias más grandes del mundo, tiene 135 metros de altura, pero sólo 32 cápsulas comparadas con las 40 de la original de Ferris. Además en las de Londres caben hasta 25 personas, mientras que en la de Chicago el número de pasajeros llegaba a las 60 personas.

La noria de Ferris es el diseño conceptual más avanzado que quizás se haya realizado nunca. Su creador no podía tener ni puñetera idea de cómo sería aquello una vez estuviera fabricando y a tope de pasajeros. No se habían hecho modelos a escala, ni pruebas con animales. El eje de giro de la noria era la pieza de acero más voluminosa que se había forjado hasta la fecha, también la más pesada jamás construida y había que subirla a considerable altura.

Resulta lógico que Burham tuviera tantas reservas sobre el proyecto, de estética cuestionable pero condiciones de seguridad impredecibles. Ante estas dudas razonables, la construcción de la noria de Ferris vino acompañada de todo tipo de redundancias para asegurar la fiabilidad. Si Ferris no se hubiera dedicado a los controles de calidad del acero no podría haber elegido a los fabricantes más seguros. Y el miedo a que la noria se hundiera por haber usado un acero bien forjado le habría quitado el sueño durante todas las noches de la Exposición de Chicago.

Una vez la noria empezó a funcionar, vino acompañada del terrorífico sonido de tornillos que saltan y caen sobre la noria o al suelo. Este saltar de tornillos fue una constante durante toda la puesta en funcionamiento de la misma pero la redundancia de los mismos hacía que a pesar de haber perdido cientos de ellos, la noria siguiera funcionando con normalidad.

B

Aunque Holmes desarrolló la mayoría de su actividad criminal en los años que pasó en Chicago, sería atrapado por un delito menor y cuando hacía años que no vivía en esta ciudad. Agobiado por sus acreedores, entrevistado continuamente por investigadores privados y familiares de sus víctimas, tras la finalización de la Exposición Universal, Holmes entendió que su tiempo había terminado y que iba siendo hora de mudarse a otro lugar. Qué mejor forma de hacerlo que asegurando su hotel contra incendios y no mucho tiempo después prendiéndole fuego, para eliminar los restos de su macabra construcción y embolsarse un buen dinero que le sirviera para empezar en otra ciudad con un capital interesante.

La compañía de seguros sospechó que se estaba produciendo un fraude, pero no encontró pruebas para inculparle. Además, el edificio y el seguro estaban a nombre de otra persona – uno de los tantos nombres supuestos de Holmes – por lo que aceptaron pagar siempre y cuando quien cobrara el dinero fuera el asegurado en persona.

Ya bien lejos de Chicago, Holmes planteó un nuevo fraude con el seguro, esta vez con uno de sus empleados más fieles, Benjamin Pitezel. Pitezel trabajaba con él en el hotel y siempre mostró una devoción casi fanática por su empleador. Pitezel era la persona que recibía los cadáveres de Holmes, desfigurados y medio descompuestos, y tenía la poco grata tarea de descarnarlos por completo hasta conseguir dejarlos en el esqueleto. Por este infame empleo recibía la décima parte de lo que Holmes conseguía con la venta del esqueleto.

Holmes propuso a Pitezel que fingieran su muerte y con este nuevo fraude a las aseguradoras, conseguir un dinero que podrían repartirse. Pitezel se prestó al chanchullo. Holmes conseguiría un cadáver, lo harían pasar por él y todo perfecto. Pero no es buena idea hacer tratos con asesinos en serie. Holmes mató realmente a Pitezel, la idea de asesinar le atraía tanto como la de defraudar al seguro. Y el engañar a su más fiel colaborador tenía un encanto irresistible.

En este caso el fraude fue tan previsible que la aseguradora no se creyó nada y se negó a pagar, iniciando una investigación al respecto. Tras varias semanas Holmes sería detenido por fraude en el seguro. Holmes se declararía culpable de dicho delito pues la investigación ponía de manifiesto que él podría haber provocado el incendio donde murió Pitezel y en tal caso sería acusado de asesinato, un delito mucho más grave.

A

Con innumerables dificultades para inaugurarse en tiempo, la Exposición de Chicago abrió sus puertas el 1 de Mayo. La noria de Ferris a medio construir era un punto muy negativo de cara a la imagen de la misma, pero los edificios principales y las instalaciones generales estaban completadas a tiempo, causando admiración por su elegancia, majestuosidad y belleza.

Tras la presentación a las autoridades la euforia era evidente. Desde una perspectiva modesta, se calculaba que por lo menos 250.000 personas asistieron a la inauguración. Con ese dato, los 32 millones de visitantes de París serían superados. Pero al día siguiente el registro de público se hundió hasta los apenas 10.000 visitantes, una cifra que presagiaba una catástrofe de público.

Aunque el número de visitantes poco a poco comenzaba a recuperarse, estaba claro que para muchos la idea de que la feria estaba a medio completar, unida al costoso viaje hasta Chicago, les llevaba a no tener motivos para darse prisa en su visita a la ciudad. Preferían esperar a mediados o finales de verano, cuando todo estuviera listo.

Fue entonces cuando la figura de Sol Bloom destacaría dentro de la Exposición Universal de Chicago. Él se encargaría de dinamizar la feria, presentando espectáculos únicos y puntuales que propiciaban que la gente visitara la Exposición para ver dichos espectáculos. El “día de los niños”, el “día de los pueblos de América”, “la noche de África”, todos fueron reclamos que convertían cada visita a la exposición en algo único y memorable.

No sería sin embargo hasta la inauguración de la noria de Ferris que el público empezaría a acudir en masa. En mayo hubo 37.000 visitantes diarios de promedio. En junio 89.000. Se estaba lejos de llegar a los 200.000 visitantes diarios que harían la Exposición rentable – la entrada costaba cincuenta céntimos para los adultos, la mitad para los niños. Con la puesta en funcionamiento de la noria, la feria contaba con una atracción única en el mundo y que causaba admiración – y miedo – a todos los que se subían a ella por lo novedoso de la experiencia y las increíbles vistas de la exposición y la ciudad de Chicago. En poco tiempo la noria ya era rentable y atraía multitudinariamente a los visitantes a la exposición en general.

La Exposición fue una oportunidad única de conocer el estado del mundo en la época. Tenía un área tecnológica donde podían verse todo tipo de inventos de todo el mundo. Un lugar de privilegio lo ocupaba la luz eléctrica, que por primera vez se usaba de forma masiva y exitosa – la Exposición consumía tres veces más electricidad que toda la ciudad de Chicago. Gracias a ella la feria seguía abierta hasta la media noche. Esta luz funcionaba con corriente alterna, tras ganar el concurso frente a la corriente continua que ofrecía la compañía de Edison.

El concurso por la concesión eléctrica no lo ganó la solución más segura o eficiente, sino la más barata. La propuesta de corriente continua hubiera costado más de millón y medio de dólares. La de alterna, presentada por Westinghouse, se presentó con un presupuesto inferior a 300.000 dólares. Posteriormente la empresa que ofrecía corriente continua – General Electric, de Edison – rebajaría su presupuesto, supuestamente ajustado, hasta algo más de 700.000 dólares.

Con una prueba de uso tan eficaz como la Exposición Universal de Chicago, la corriente alterna consiguió la primacía en tan importante batalla tecnológica librada a finales del siglo XIX.

La exposición de Chicago fue alcanzando poco a poco más y más visitantes, hasta llegar al récord logrado el 9 de octubre – la exposición terminaba a final de ese mes – con 713.646 visitantes en un sólo día. Esto significa que aumentaron progresivamente el número de visitantes, desde los 10.000 del primer día normal hasta llegar a multiplicar esa cifra por 70. Esta asistencia récord se pone en perspectiva diciendo que fue la mayor concentración de personas de la Historia de la Humanidad por un acontecimiento que no fuera militar. Este récord masacraba al obtenido por París, con 397.000 visitantes en su día de mayor éxito.

Finalmente la exposición fue la más exitosa de toda la Historia, con 27 millones de visitantes, menos que la de París pero todo un éxito en un país que contaba con una población de 63 millones de habitantes.

B

La investigación por la presunta muerte de Pitezel, el asistente de Holmes, para cobrar el seguro, desveló algo aún más trágico. Tres de los hijos de Pitezel estaban desaparecidos y la última vez que se les vio con vida fue bajo el cuidado de Holmes.

La búsqueda desesperada del rastro de estos niños sería la que pondría a Holmes en las portadas de los periódicos y gracias a la cual conocemos de su existencia. Holmes negaba que le hubiera hecho nada a los niños, argumentando que los había dejado en manos de una niñera que todo apuntaba a que se había marchado a Europa con ellos.

Sin embargo un metódico detective fue capaz de seguir los pasos de Holmes con los hijos de Pitezel hasta ir descubriendo el lugar donde se encontraban sus cadáveres enterrados.

El asesinato de estos tres niños muestra la peor faceta de este criminal, pues fue viajando con ellos por el país al tiempo que se citaba con su madre, a pocas manzanas del hotel donde estaban alojados, y le contaba una cruel mentira sobre la situación de sus hijos. Se recreó en el dominio sobre ellos, en que podría matarlos como y cuando quisiera y sin despertar ninguna sospecha.

Al final Holmes sólo fue juzgado por el asesinato de Pitezel, para el seguro. No se encontraron pruebas suficientes de los otros crímenes, que además habían tenido lugar en otros estados del país, con el consiguiente lío jurisdiccional. Por este asesinato, sin embargo, Holmes sería condenado a muerte y ejecutado.

Mientras pasada sus últimos días en la cárcel Holmes se dedicó a sus otras dos aficiones favoritas: ganar dinero y engañar. Tuvo tiempo de publicar hasta tres confesiones de su vida, todas totalmente falsas, pero de las que se extraen algunos datos reales sobre su vida. Estas confesiones las vendió a los periódicos por cantidades récord para la época.

Lo incierto del alcance de sus crímenes, unido a que fue ajusticiado por el más trivial de todos sus delitos, hacen que la figura de Holmes no sea todo lo conocida que tal vez mereciera.

7 comentarios en «The Devil in the White City»

  1. Interesante historia, tengo entendido que proximamente hay adaptación cinematográfica.

  2. Paris es insuperable no hay ninguna ciudad como ella.estan otras como NuevaYork tokio shangai pero paris supera a todas XD

  3. Ya tengo el Kindle y me encuentro con que el libro que recomiendas está a 7 y algo en papel y casi el doble en electrónico. ¿Estamos locos o qué? ¿Es la forma más lógica de evitar que me ponga a buscarlo por canales alternativos?

  4. La situación que comenta Ponzonha es del todo inadmisible: ¡¿siete euros por un libro en papel?!, ¿pero en qué siglo viven? Solicito, no, exijo que la editorial me lo envíe gratis a casa, o de lo contrario me veré obligado a “buscarlo por canales alternativos” (genial expresión que, propongo, constituya una evolución natural del “qué va, no es robado, tan solo lo he cogido prestado”).

  5. A ver Cuman, que te lías. La situación que no es admisible es que en papel y con gastos de envío sea la mitad que en electrónico. Sobre todo sabiendo que piratearlo no me cuesta nada. Es decir, que yo me gaste el dinero en el libro se se reduce a una cuestión moral (que no legal).
    Desde el punto de vista editorial, la decisión de poner ese precio no incentiva excesivamente la compra. Como comenta zrubavel en el post, lo verdaderamente reseñable sería que yo quisiera pagar eso por leerlo en mi Kindle que comprarlo en papel o descargarlo gratuitamente (robarlo según la dialéctica de la industria).

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