El EBE, inicialmente Evento Blog España, es un congreso sobre Internet en español que se viene celebrando durante al menos cinco años en Sevilla. Se dice que es el evento de Internet con más asistentes de todo el Internet en español.
Así contado, suena muy bien. En un fin de semana largo se realizan diversas presentaciones y grupos de trabajo sobre todo tipo de asuntos relacionados con Internet. Se abarcan los móviles, juegos, programación, Twitter, activismo social, marketing, seguridad y un largo etcétera.
Aunque siempre me he mantenido al margen de todo tipo de reuniones sociales, en mi afán de publicar contenidos de calidad, no dejaba de tener la duda de cómo sería algo así. ¿Me estaría perdiendo algo que podría relanzar mis visitas a los 100 usuarios únicos diarios?
Así, decidí hacer un esfuerzo y ahorrar para pagar la cuota de inscripción de 20 euros. A poco para que comenzara el EBE, el programa no estaba cerrado. Cuando digo que no estaba cerrado me refiero a que diez días antes de empezar no se sabía más que de 4-6 conferencias. Y lo que se sabía era sólo el título y quién la daba. El programa completo no lo supe hasta un par de días antes de que comenzara.
Teniendo en cuenta que en los días de vino y rosas, cuando la B de EBE significaba blogs, habían acudido los pesos pesados de Internet en España (Microsiervos, Escolar, Dans, Torbe) entiendo que con la crisis y la pérdida de patrocinios, se han tenido que reorientar hacia ponencias menos “pata negra”. Y es muy posible que hasta el último momento hayan estado esperando que alguno de los grandes quisiera participar a un “precio de amigo”. No sé las causas reales. Sólo indicar que presentar el programa con tan poca antelación es muy poco serio.
Me fui para Sevilla con mucha ilusión, porque me gusta lo totalmente desconocido. La ubicación del congreso era en el Palacio de Congresos de Sevilla. No me gustó “porque estaba donde Cristo perdió el mechero”. Pero vamos, eso es como quejarse de que Madrid no tiene playa. Un congreso grande tiene que hacerse así, y los organizadores no tienen culpa alguna de que la ciudad esté mal hecha.
Total, que fui a por mi acreditación y ahí estaban un par de niñas que colocaban las pulseras y te daban una bolsa de bienvenida, que bien podría llamarse bolsa de basura, si no fuera porque las bolsas de basura, desde que las cobran en el supermercado, son de un material superior.
A mi las pulseras me gustan cuando vas a un hotel de “todo incluido” y puedes estar peligrosamente borracho a cualquier hora del día. Pero para un evento donde luego tienes que hacer vida normal, me parecía innecesario. Aparte te daban una de esas acreditaciones al cuello que se pone uno para que se note que se es uno más, pero que en este caso no servía para nada. Además estaba en blanco, con lo que podías escribir lo que quisieras. ¿Para eso querían todos mis datos? La acreditación no sirve de nada, pero hace que retrasados como yo nos sintamos especiales. La sensación cuando ves tu nombre escrito en el papel es positiva, como haciéndote pensar que te estaban esperando.
Luego me di cuenta de que para entrar en todas las charlas no hacía falta acreditación, no había control de ningún tipo y haber pagado los 20 euros, o no, no marcaba diferencia. Eso lo hacen en conciertos y partidos de fútbol: cuando el aforo es bajo se deja entrar a todo el mundo, pero sin que quede muy claro que hay quien ha pagado y quien no.
Lo que sí es de criticar era la fanfarria absurda relacionada con la pulsera. Asociabas tu número con una cuenta de Twitter/Facebook y cuando ibas a entrar en una sala, podías pasar la pulsera por un lector (de códigos de barra o QR, igual es) y eso hacía que se publicara un mensaje en tu cuenta indicando que estabas asistiendo a la charla.
A mi esa sobre tecnificación me pareció forzada, innecesaria y un gasto que podía haberse empleado en cualquier otra cosa.
Luego llegamos a las charlas. Los salones de exposición eran impecables. La realización, sin un sólo fallo de audio, iluminación o powerpoints.
La inauguración la daba un peso pesado de GreenPeace. El leitmotiv del Congreso era “Disrupción Global” y Juan López de Uralde iba a dar una charla titulada “Romper para avanzar”.
Al poco rato la gente abandonaba en desbandada la charla, sin ningún tipo de delicadeza. Lo cierto es que era un peñazo y dado que había una presentación alternativa en otra sala, lo lógico era abandonarla y pasar a la otra.
Y ahora vuelvo al asunto del programa que no se desveló hasta el último momento. Con una visual, sin haber podido consultar los perfiles de los conferenciantes, sólo veía un puñado de presentaciones de título pretencioso y contenido incierto. Teóricamente había cinco espacios diferentes, pero en la práctica se reducían a tres, pues el Hackaton, una sala donde se juntaba gente para programar, no tenía interés más que para los que allí estaban, y la Sala Verde proyectaba películas y cortometrajes que, obvia decirse, cualquiera puede descargarse gratuitamente desde la nube.
La temática “Disrupción Global” para el congreso era una tomadura de pelo. Cada charla era de su padre y de su madre y ninguna tenía que ver con eso. Para mi que usaron el nombre rimbombante que más usa algún blogger conocido, como cuando hablaban de la web social, Big Data, la revolución de los blogs. Términos de moda, pero vacíos de contenido.
Había en todo momento tres sesiones entre las que elegir. Hay que reconocer que se abarcaba temática muy diferente. Por un lado, charlas de temas que conozco, como una dada por el Country Manager de AirBnb y otras de asuntos que me son totalmente nuevos, como la programación de juegos para móviles. Pero en ambos casos ocurría lo mismo: la charla comenzaba con generalidades del tipo “para que se entere todo el mundo”. Luego el ponente “hablaba de su libro” indicando las bondades de su empresa/servicio y dando un tutorial sobre algo en lo que son expertos, pero no es el objetivo de la charla. Y luego, y este es el problema, nada más.
El principal problema de todas las charlas era que, o bien eran complejísimas para un neófito – pensando en gente como mi padre – o para cualquiera que supiera algo no aportaban prácticamente nada. Esa ambigüedad en el uso de la divulgación es quizás la bandera roja más importante y el aviso a navegantes que quiero dar. Lo más probable es que la charlas no te aporten nada. Porque cualquiera de vosotros sabe que en 25 minutos se pueden aprender muchas cosas.
A medida que el congreso se iba desarrollando fui perdiendo el interés por asistir a las charlas. Al mismo tiempo me parece delirante el uso de Twitter que se dio en las mismas. La gente se dedicaba a twittear “la frase molona” de los 25 minutos de charla. Y como había cientos de personas twitteando lo mismo, porque la gente se aburría y se ponía a escribir, se conseguía un trending tropic, que se anunciaba como el descubrimiento de un nuevo signo zodiacal. No importaba si la charlaba gustaba o no, si era profunda, novedosa. Trendi topi habemus.
Mucha red social, pero de Facebook no se hablaba, porque eso es para amas de casa. Pero Twitter es para hipsters con contrato de autónomo y Iphone a plazos. El abuso de Twitter llegaba al punto de que se usaba para formular preguntas, aún cuando había voluntarios (gente que trabaja sin cobrar) que tenían micrófonos. Se daba prioridad a las preguntas via Twitter que a las pronunciadas “al estilo antiguo”. También había un panel donde se iban mostrando los twitts de la gente sobre la charla en concreto. Casi todo eran obviedades y repeticiones de “frases molonas” del tipo “tu problema no son los clientes sino las facturas sin pagar” o “El que no está en Twitter no existe” o “Conseguir el primer millón es fácil, lo difícil es conciliar la vida familiar”.
Entre charla y charla se hacía networking, que es la forma moderna de decir “hablar con otros”. Pero el ambiente no daba pie a ningún tipo de interacción espontánea. La gente se agolpaba en largas colas para conseguir un café patrocinado. Se iba en grupitos a los que no tenía ningún sentido abordar. Nadie lo hacía, porque era más frío y hostil que intentar vender enciclopedias a domicilio. Realmente la motivación era mínima, esos asaltos tiene más sentido hacerlos a grupos de chicas en los bares.
Sin embargo muchos dirán que hacer networking es hablar con gente que ya conoces de otros eventos o que te siguen en Twitter. Puede ser, lo cierto es que tengo tan pocos seguidores en Twitter que es más probable que me encuentre antes con un liberado de la Doctrina Parot que con uno de mis seguidores.
En resumen, el ambiente era realmente poco propicio para compartir experiencias. Había unos cuantos puestos de productos de patrocinio que aportaban poco o nada. Todo se limitaba a las charlas y estas eran demasiado genéricas para aportar algo. Y ojo, no quiero quitar ningún mérito a los ponentes, que casi todos me parecieron personas interesantes con mucho que decir. Pero precisamente cuando llegaba ese momento, se acababa la charla.
Pero si el congreso me pareció una perdida de tiempo – que no de dinero – lo más abochornante, de largo, fue la fiesta.
En el mismo espíritu sorpresivo – improvisador – se anunció con pocas horas de antelación. Se iba a celebrar en cuatro pubs que estaban casi contiguos. Prometían que, al igual que otros años, ardería Troya. Descarté desplazarme a un garito donde podría haberme zumbado de una gorda cincuentona, para probar suerte en la fiesta del EBE.
Si lo de las pulseras me pareció forzado, lo de la fiesta necesita de palabras que no existen en el diccionario. Había una oferta de dos copas por seis euros pero para conseguirla tenías que comprar las copas online (sí, por Internet) y luego descargarte un código QR que mostrabas en recepción, donde te daban un ticket para canjear esa noche en los bares. Sí, tal y como te lo estoy contando, todo eso había que hacer para conseguir el descuento. Pero vamos, que es absurdo porque tenías que comprar las copas antes de siquiera pisar el pub, luego no tenías opción de comprarlas. Es decir, usar internet para una acción puramente offline. ¿Compro 2 o compro 4? Y todo eso de comprar online + código QR es como para reabrir Auschwitz para quien tuvo dicha idea.
La fiesta en sí misma, si tuviera que definirla en 140 caracteres, diría “Patética”. Lo peor era que podías leer por Twitter “lo bien que estaba la fiesta”, estando dentro de ella, tan aburrido como para mirar tu Twitter. Fue el típico bareto con cuatro gatos, donde no baila nadie, nadie está borracho, no hay mujeres, no hay buena música. Una buena fiesta es como las que reflejan “Resacón en las Vegas” y películas similares. Ya en el hotel, tan solo como mi gordita cincuentañera, pude leer por Twitter que la fiesta estaba en su apogeo, una pena que me perdiera lo mejor.
El domingo me levanté y nada más pude, de vuelta a casa. Es una pena porque Enrique Dans daba la charla de despedida. Seguramente me perdí lo mejor, como en la fiesta.
En resumen, esta es mi opinión sobre el EBE y un aviso para los posibles asistentes del año que viene. Criticar es fácil. ¿Cómo haría yo el EBE mejor?
1) Fomentaría el networking. Fomentar no es ponerlo en el programa. Obliga a la gente a que hablen con otros para un juego o cualquier tontería. En los hoteles lo consiguen hasta con jubilados de diferentes países. Dejad de mirar ejemplos por “networking” y ved lo que hacen en otros ámbitos. Es fácil.
2) Extender todas las ponencias. A mi me hubiera gustado que los ponentes tuvieran la opción de quedarse media hora más con parte del público, entrando en detalle en asuntos más interesantes, aunque no fueran tan genéricos y políticamente correctos. Eso se puede hacer en un cuarto pequeño y de pie.
3) Ponencias que de verdad sean para aficionados. Explicar claramente en el título que eso es para gente con poco o ningún nivel. Eso fomenta que venga gente.
4) Simplificar. Usar la tecnología cuando es necesaria. El abuso de Twitter me pareció patológico.
5) Ponentes con menos nombre. Cuanto menos conocido era el ponente, mejor me parecía la charla. Algunos estaban muy nerviosos, por la falta de práctica, pero lo que decían estaba más preparado que lo que contaban los expertos que soltaban un chorro vacío de contenido.
6) Hacer una sección para niños. Aunque sea sólo ponerle películas, pero eso atrae televisiones y aumenta las cifras de público.
7) Hacer una fiesta en condiciones. Premiar al que se beba más copas. Traer mujeres de fuera, aunque sean putas.
8) No ir a lo último. Los blogs siguen siendo interesantes. Se puede profundizar sobre tecnologías que ya todos conocen. ¿Hacia dónde van? Evitar el esnobismo de “internet para guays” e “internet para amas de casa”.
9) La foto de familia, y perder casi una hora en organizar eso, es algo totalmente prescindible. Aparte que se nota que no había tanto público como luego se anuncia.
10) Prohibir Twitter durante la fiesta, salvo que no se esté en ella.